­En este “Expresso” a puro bandoneón, Augusto dos Santos recibe al instrumentista carapegüeño Hebert Cáceres, quien entre un repertorio de tango, chamamé y guarania habla de los inicios de su carrera, la instrucción inicial de su padre y la que él mismo ejerce actualmente con su hijo para estimular el siempre necesario recambio generacional. Elevada música en este clásico de los viernes a las 21:00 por el canal GEN, algunos de cuyos pasajes transcribimos en este resumen escrito.

  • Fotos Jorge Jara

–¿Cómo empezó esta histo­ria? ¿Cómo te encontraste con el instru­mento?

–La verdad que probable­mente antes de nacer ya lo conocí porque mi papá es bandoneonista. Heredé prác­ticamente este maravilloso don de ser bandoneonista, de amar este instrumento. Mi papá tiene 83 años hoy en día, don Bruno Cáceres, sigue tocando. Mañana (por el sábado) justamente tiene un show y tengo que acompa­ñarle, yo soy su staff. Él es una persona que trabajó mucho, sigue trabajando en la cultura y es un músico reconocido y con él empecé todo.

–¿Su instrumento siempre fue este?

–Siempre fue el bandoneón.

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–¿Y sabés cómo empezó él?

–Él tiene una historia bastante más difícil que la mía, porque en su familia nadie fue músico en su época. Él vivía en una compañía de Carapeguá y él conoció la música a través de amigos ya siendo adolescente y tuvo que ir a las cosechas de algodón hacia la Argentina para comprarse su primer ins­trumento para aprender. Tiene una historia bastante conmo­vedora en ese sentido.

PRECOCIDAD

–¿Qué canción que tocaba tu viejo te enroló en este camino?

–Según él me cuenta, yo tenía como 6 años y yo le insistía que quería tocar y que como este instrumento es grande y mi mano era pequeña, él no me quería forzar ni nada, pero dice que yo le insistía que que­ría tocar. Una de las primeras canciones que me pasó, por­que él es un chamamecero y una de las primeras cancio­nes era Bañado Norte, que es un clásico. Algo lento y fácil.

–Qué notable que el tango y el chamamé son muy de fuelle.

–Totalmente, es caracterís­tico.

EL PRIMER MAESTRO

–¿Qué pasó en los siguien­tes años de tu vida?

–Y yo estudiaba con él, con mi papá, que fue mi primer gran maestro. Me enseñó los primeros pasos en el bando­neón. Empecé con él, aprendí muchas cosas. Era muy nove­doso en ese momento porque no existían niños ni jóvenes que tocaran, que aprendie­ran el bandoneón. Era una época bastante difícil, yo me acuerdo en la época de la escuela mis compañeros me hacían el famoso bullying, se reían porque yo era músico. No era como hoy en día que gloriosamente vemos a chi­cos con su guitarra. A mi papá le decían que no deje que su hijo sea músico.

–Luego llegó un momento que fue crucial a los 11 años, ¿no?

–Sí. Tuve la oportunidad de presentarme al prefestival del Takuare’ê, que se hace en la ciudad de Guarambaré. Yo me fui con mi papá, quien me acompañaba en la guitarra y con un contrabajista. Nos presentamos en el prefesti­val y ganamos para compe­tir en la noche central. Me fui a competir en la noche central y gané el primer pre­mio, pero no sabían qué premio me iban a dar porque no había premio al solista del bandoneón. Inventaron un premio esa noche, que se llamó el Premio Revelación en el año 1994. En el jurado estaban Rudi Torga, Luis Bordón, grandes persona­lidades. Ellos quisieron que yo tenga un estímulo para seguir porque era algo que ya estaba desapareciendo, el instrumento.

–¿Hay algunos ritmos que son más apropiados para el bandoneón y otros para el acordeón?

–Hoy en día en realidad se universalizó más, pero en realidad es más caracterís­tico de nuestro folclore lati­noamericano. En cuanto al tango, la milonga, el cha­mamé, la polca, el bando­neón se usa mucho. El acor­deón también. Pero hoy en día hasta Shakira usa bando­neón. Está usando en algu­nas cosas y se está abriendo más, universalizando más.

TRASPASO GENERACIONAL

–Pero antes de ir más ade­lante, no acaba esta dinas­tía contigo. ¿Quién vino después?

–Tengo un hijo que se llama como mi papá, Bruno Luis Cáceres Gauto. Él tiene hoy en día 8 años. Cuando cum­plió 7, porque me insistía también que quería ya tocar, yo le dije “esperá, tu manito es muy chica”. La misma cosa de mi papá. Entonces cum­plió 7 años y me dijo “papi, acordate de lo que me pro­metiste y quiero empezar a tocar”. Y ya está tocando y está tocando superbién, está muy entusiasmado y cual­quier momento le vamos a traer para que toque.

–¿Dónde estuvo tocando últimamente?

–Estuvo tocando en Cara­peguá, en la catedral, con la Orquesta de Instrumentos Reciclados. Ese día yo estaba invitado a ir a tocar y él se fue conmigo al ensayo. Tuve un problema de salud, no me pude ir a tocar. Sobre la hora me dijo “yo me voy a reemplazarte”. Y se fue. Tocó sin ensayar con ellos, porque él solamente escu­chó el ensayo que yo hice y se fue y tocó.

–¿Y cuál es un problema serio de un instrumento que tiene 150 años?

–Si se rompe algo o si se moja de repente porque adentro tiene una estructura increí­ble y se hace de un pino espe­cial que los alemanes añe­jaban creo que 70 a 80 años una madera para fabricar los instrumentos. Enton­ces se quemó todo cuando se bombardeó esa mate­ria prima, entonces ahora recién está cumpliendo la edad para fabricar el instru­mento. El bandoneón ahora resurgió en todo el mundo. La mecánica que tiene el bandoneón es difícil porque no tiene una lógica. Es un instrumento que primero empezó con pocas teclas y después se fueron sumando hasta llegar a 71 teclas, pero no tiene una lógica por ejem­plo como el piano, que es gradual, hasta visual podés estudiar. Pero el bandoneón no tiene esa lógica.

ÍCONOS

–¿Cuáles son icónicos para vos en la ejecución de este instrumento?

–En el tango el bandoneón hoy en día el más reconocido a nivel mundial es Astor Piaz­zolla, que en su momento fue un transgresor del tango. Piazzolla es un ícono, no solo del instrumento, sino que él revolucionó el tango, lo cambió, él lo enfocó de otra manera, que en su momento fue muy criticado en Argen­tina por los tangueros con­vencionales conservadores. Él vino de una mezcla de música clásica con jazz, por­que él creció y se formó fuera de la Argentina, en Estados Unidos. Se formó con el jazz y con la música clásica, con Bach, él tocaba piano y con el bandoneón tocaba música clásica. Él se fue a estudiar, a hacer un curso de direc­ción musical y compositiva en Francia con una gran maestra, Nadia Boulanger, y ella en una de sus clases él le estaba tocando el piano, le estaba mostrando sus com­posiciones y en un recreo agarró el bandoneón y tocó tango. Y ella le dijo que él tenía que hacer eso, que él tenía que tocar su bandoneón y él tenía que evolucionar su música, porque la música clá­sica ya estaba hecha. Enton­ces vos tenés que evolucionar tu propia música, entonces ella le dio ese espaldarazo.

–Qué notable. Los incomprendi­dos terminan siendo terrible­mente admira­dos posterior­mente. Es más, no solamente fue incompren­dido lo que él hacía, fue quizás el pri­mero que valoró el rock y a los ejecutores del rock de ese tiempo. Digo entre los tangueros claro.

–Él era un rockero dentro de los tangueros. Y Piazzolla, su último matrimonio, no sé si vos sabías que vino a casarse acá en el Mercado 4.

–¿Cómo fue eso?

–No conozco muy bien la historia, pero sé quién fue el padrino del casamiento: Marcos Brizuela. Y si le invitás te va a contar y te va a mostrar fotos porque él tiene. Bueno, pero una his­toria maravillosa que Piaz­zolla vino acá a casarse con su última esposa, porque no podía casarse en la Argen­tina. Y compartió mucho con Perú Rima, con don Mauri­cio Cardozo Ocampo en esa época.

–¿Y qué otros maestros del instrumento podría citar?

–Y bandoneonistas paragua­yos para mí uno de los mejo­res que vive todavía el gran maestro Neneco Orrego, director de los Orrego. Un gran bandoneonista que muy poco se lo recuerda es el maestro Luis Cañete, quien fue un gran conocedor de la música y entre los argentinos, aparte de Piazzolla, en el chamamé está don Isaco Abitbol. Vol­viendo al tango Aníbal Troilo, que fue un conserva­dor. Cuando Piazzolla vino de Estados Unidos a querer tocar tango, él ingresó como bandoneonista de la orquesta de Aníbal Troilo. Él le animó a que se lance solo y que haga solo su carrera porque vio en él un talento diferente.

–¿Y el acordeón es un ins­trumento que va más con la polca que el bandoneón? ¿O se comparten?

–Se comparten. Dentro de la polca hubo una época en que se tocó muchísimo. Yo creo que el acordeón entró después. Creo que primero entró el bandoneón, por­que según lo que veo en los registros fotográficos y dis­cográficos de las orquestas típicas formadas acá de los años de posguerra incluso antes de la guerra del Chaco y dentro de la guerra, yo veo bandoneones. Después ingresó el acordeón acá en Paraguay, según lo que veo. Aparecieron en los conjun­tos, en los dúos. Bernardo Ávalos, cuarteto Panambi Rory, acordeón, bandoneón, todos ellos usan acordeón y bandoneón.

ESCUELA Y SOPORTE

–No podemos dejar de hablar del Grupo Generación. Forma parte de una etapa potentísima de tu vida, ¿no?

–El Grupo Generación es mi gran escuela de música, mi gran universidad den­tro de la música. La verdad que fue y es un soporte para mi carrera y para el talento que traje a este mundo, para poder desarrollar con sol­vencia y aprendí muchísimo con los compañeros, sigo aprendiendo mucho. Es un privilegio formar parte de la historia de la gran familia del Grupo Generación.

–¿Cuántos años son? Tuvo un par de configuracio­nes, pero algunas figuras fijas que recorrieron toda la historia.

–Claro, Alejo y Adolfo están desde la fun­d a c i ó n d e l grupo. Mi compañero Toti, el hijo de Alberto de Luque, está hace 25 años y yo estoy hace 23 años. Yo tenía 18 años cuando entré al grupo.

–Y el grupo atravesó por diferentes etapas de ser un grupo más tradicional, incluso de fiestas y com­pañía en la primera etapa.

–Sí, originalmente el grupo tocaba en fiestas. En los 80 había muchas orques­tas que hacían covers, pero ellos siempre se jugaron por hacer un sonido propio dentro del folclore, siem­pre apostaron a la armonía vocal para hacer versiones de música paraguaya con un estilo nuevo. Fueron transgresores en su época.

–Además, Villarrica tam­bién es una ciudad donde sale fácil el arte por toda su historia.

–Sí, la verdad que hay mucha música allá, ellos hablan luego cantando (risas).

GOLPE

–Algunos tienen un pre­concepto sobre el músico y el hacer música, ¿ver­dad?

–La verdad que es muy difí­cil describir lo que es este trabajo. ¿Por qué? Porque para que tengas vigencia, tenés que tener trabajo, para tener trabajo tenés que convencerle al otro de lo que vos estás haciendo le va a gustar al otro y le tiene que gustar y te tiene que pagar por eso. Por eso es muy difícil lo que noso­tros hacemos. Los músicos y todos los que trabajamos en eventos públicos sufrimos muchísimo con el golpe de la pandemia.

–¿Cómo transcurrió el tiempo desde ese golpe fuerte que fue la pandemia?

–Y los grupos fueron reinven­tándose, como dice la palabra que agarró todo (risas). Al Grupo Generación le afectó muchísimo. Nosotros prácti­camente un año no pisamos ni un escenario y la vida con­tinúa. Y después paulatina­mente hoy en día puedo decir que recuperamos.

–Le agradezco muchísimo por haber estado acá y qué importante es que haya generaciones nuevas que creen los clásicos para los próximos 50 años.

–Yo te agradezco la opor­tunidad por venir a hablar un poquitito de este instru­mento e instar a los jóve­nes que muchas veces tie­nen miedo de agarrar, de que no es un instrumento que muerde. Yo voy a seguir también por el camino de la docencia y te agradezco mucho la oportunidad.

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