• Fotos: Emilio Bazán

En una picada amistosa, entre anécdotas y copas de vino, Augusto dos Santos se sienta a la mesa junto con el polifacético Luis “Pichi” Villanueva, quien en esta ocasión hace las veces de invitado y habla sobre sus primeros pasos en la tevé y la actuación, sus puntos más altos y las expectativas sobre sus próximas aventuras. Este “Expresso” del canal GEN/Nación Media te muestra el lado más humano de este carismático talento de la comunicación y el humor que se ha ganado el corazón de la gente.

–Él no construye entrevistas, mucho menos para un lucimiento o una pose personal. Él lo que genera es un camino que, probablemente, mucha gente estaba esperando: el tener una especie de embajador personal preguntando a sus estrellas de fútbol. Actor, humorista, presentador, camarógrafo, iluminador, ferretero, cantante, bodeguero.

¿Qué querías ser cuando estabas en el colegio?

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–Yo en el colegio no tenía un rumbo, pero yo participaba mucho de las partes de la materia de Artística. Estaba yo ahí siempre haciéndome del ridículo en los bailes, era el que me vestía de mujer, nadie quería vestir de mujer. Era el año 96, 97. Yo sin problemas, ¿verdad? Pero era porque me divertía. Nuestra familia es muy alegre. Mi papá es un show de persona con su grupo de amigos, lo que hacían, las travesuras. Con mis tíos de parte de papá y de mamá todo era de festejo siempre. Nosotros toditos somos de reírnos fuerte.

–O sea que un domingo en tu casa se escucha varias cuadras.

–Sí, desastre (risas). Bueno, volviendo. Yo les seguía a los muchachos, yo era taha, taha con los amigos. Un grupo se fue al Cimefor. Otro amigo que era como un hermano, que en paz descanse, Santiago Cañiza, él practicó fútbol y yo me iba detrás de él. Él me decía “vamos a ser futbolistas”. Nosotros empezamos a practicar eso y ahí me nació a mí el interés por el fútbol a los 12 años y fue así fugaz. Como te digo, no tenía un destino como algunos que dicen “quiero ser ingeniero”, “quiero ser doctor”, etc.

–Pero en algún momento le dijiste a tus viejos “quiero actuar”, ¿verdad?

–Sí, “te vas a morir de hambre”, me decían. Esa es una primera respuesta clásica porque los padres te van a cuidar siempre. Pero mi papá dejó correr el agua para ver hasta dónde yo me tropezaba o chocaba por una pared, que creo que está bien lo que hizo también. Yo también hago eso con mi hija, que es chiquita, 11 años. También pongo los límites, pero dejo ver cómo se maneja y va corriendo.

EL TEATRO, LA PUERTA

–¿Cómo te fuiste metiendo en el mundo de la actuación?

–Mi papá me decía “tenés que estudiar una profesión”. Fui al SNPP, que es un buen lugar. Me metí electricidad del automóvil y cuando estaba en la recta final veo un afiche pegado. “Taller de teatro en el Arlequín”. Me fui y le encuentro al gran Domingo Coronel, que estaba haciendo el taller. Le metí hasta que a Domingo le llega una propuesta de teatro infantil. En eso me ve una productora que necesita un actor para el viernes en el programa de Pelusa Rubin. Tiene que ser un mayordomo amanerado. “No”, le dije. Yo soy alfa (risas). Después acepto porque me dicen “es una oportunidad para vos, en un medio te pueden ver”. Y fue así. Hice el programa el viernes y martes ya estaba presentándome en el canal para trabajar con Dani da Rosa en su proyecto “Pelota jára” en 2004. Así fui aprendiendo muchísimo porque al estar en una productora tenés que aprender todo. Cuando entro ahí me enamoro de lo que pasa detrás de cámara. Hasta que a un realizador audiovisual, un director de cámara, le dije que quería aprender y me dijo “yo puedo hacer de vos un camarógrafo, pero tenés que hacerme caso”. Y así empecé a hacer cursos de fotografía, de iluminación.

–Quiero volver a la etapa actoral. ¿Cuál fue tu mejor personaje?

–Los Paraguayitos eran tres personajes: Vicente, Vernáculo y Jacinta. Somos tres integrantes y hasta ahora nos llaman para fiestas de San Juan, fin de año. Esto me sirve como un desestrés porque me voy con los muchachos, tenemos nuestro equipo que graba también el back de eso, tenemos nuestro DJ. Tenemos un equipo de seis personas que se mueven cuando presentamos un show en un evento.

–Estos programas diarios tienen una intensidad. Hay que cranear todos los días, hay que producir y hay que trabajar.

–A mí al comienzo me cos­taba porque yo era Vergara y Verguita, era un ventrílocuo y Mortero Bala contaba los chistes, pero era tan malos sus chistes hasta que un día él sale del programa y me quedo yo solo. Entonces yo tenía que contar el chiste. Y ahí pasó a ser de ventrílocuo a contador de chistes. Cuando yo era chico a mí me gustaban los chistes porque mi tío, mi papá consu­mían mucho los cassettes de antes, de Luis Landricina, acá de Tarave ha Pacova, que eran de la época de los 90, Carlitos Vera, todo eso, esos grandes de la época y yo escuchaba. Pero cuando fui creciendo fui clasi­ficando y también entendiendo los tipos de chistes. Me pongo a contar chistes y me gustó, me gustó también contar porque era un personaje, no era yo. Yo contando solo soy malo, pero dentro de un personaje que es otro lo hago.

–¿Nunca se te ocurrió con­tar como estandapero?

–No, no, o sea que tengo miedo. Me siento más cómodo con otras personas porque creo que siempre hice eso. Estuve de dúo, de trío. Lo bueno es que cuando estás entre muchos te vas sosteniendo. Si uno se olvida, el otro te empuja. Solo es muy difícil, yo admiro mucho a los estandaperos.

UN ACONTECIMIENTO

–En 2010 se produjo un hecho que me atrevo a decir que te cambia la vida. ¿Qué pasó?

–Me cambia totalmente en el sentido de que encuen­tro una puerta enorme y linda que era la selección paraguaya. Yo estaba como director de cámara en Canal 13 y en eso salgo del canal, voy a presentarme a las personas que me iban a llevar a un lugar que no sabía. Dani da Rosa me dice “vení vamos a trabajar juntos, tengo un proyecto”, pero todavía no me contaba qué era hasta que me dice “vas a viajar con la selección. Te vas a ir a Fran­cia junto a ellos”. Entonces ahí le dan el ok y yo viajo a Fran­cia, donde estaban haciendo la pretemporada, sin cono­cerle a nadie. Llego con equi­pamiento, cámaras grandes. De entrada no querían saber nada. ¿Quién es ese?, ¿quién autorizó que entre?, así pre­guntaban.

–¿Quién fue el primero que se te abrió?

–El que primero se acercó para ver qué estamos haciendo fue Julio César Cáceres, Paulo da Silva, Roque Santa Cruz, Justo Villar. Entonces se acercaron y me preguntaron cuál era el motivo de mi presencia ahí adentro. Les explico bien y ahí aprobado. Y también con el pedido de que guardara con­fidencialidad de todo lo que pasaba.

–Dentro del mundo de la competencia hay códigos, hay tensiones, hay temores, hay mucha disciplina con la que tenés que lidiar siendo un factor externo. ¿Cómo te llevaste con ese proceso y cómo te manejabas en esa disciplina?

–La disciplina es darles el espacio. O sea, yo no puedo ser invasivo. Tengo que respe­tar como no voy a querer tam­poco que se acerquen mucho. Yo todo de lejos, de a poquito y manejar de a poco, paso a paso. Y con el tiempo se iban acos­tumbrando a mi presencia con una cámara y después que se notaba que nunca salía nada de ahí. Yo también estaba en el día a día y manejé con precau­ción y cautela, porque en algún momento si yo me mandaba algo mal me mandaban de vuelta a mi casa.

EL DT DE LA GESTA

–Hablame del Tata Martino. ¿Quién es como técnico y como persona en tu relación con él?

–El Tata Martino es una per­sona amorosa, es para abra­zarle al señor. Muy exigente, muy directo a la hora de tra­bajar. Cada uno tenemos tam­bién nuestra forma de trabajar, él en su forma de trabajar era bastante disciplinado. Se lle­vaba bien con todos, generaba también el ambiente que esta­mos viviendo ahora. Yo creo que hasta ahora él es uno de los técnicos más queridos que tenemos. Nos llevó a un lugar histórico. Él también vivía los partidos, él se empapaba de lo que era nuestra cultura, él cono­cía a cada jugador, o sea, no sola­mente a los jugadores, a la fami­lia de los jugadores, él se hacía amigo y hasta hoy día ellos se encuentran. Hace poco tuvi­mos el 29 de junio un encuentro y él vino al encuentro. Ima­gínate después de no sé cuántos años. Una persona genial.

–Dentro de esto que hablá­bamos de los códigos de lo que se puede hablar, ¿qué era lo que más respetaba y hacía respetar el Tata?

–En trabajar en grupo, en hacer que el grupo sea uno. Yo también utilizo eso en mi tra­bajo. Yo en mi trabajo les digo “acá no hay jefe, todos somos iguales”. Somos un grupo, un equipo.

–Subime al podio unos tres líderes de ese plantel, ¿quié­nes serían?

–Tres son pocos. Pero podría citar a Justo, Roque y le agregaría a Paulo y Julio César Cáceres. Yo lo que siem­pre notaba también es que no había suplentes. El que entraba era igual al otro y cumplía la misma función del que salía. No se notaban los cambios. Y eran también como líderes, ellos trabajaban en conjunto. No había una cabecilla sola.

–¿A cuántas estrellas del fútbol entrevistaste en tu programa?

–Pasamos las 120.

–¿Cuál fue una entrevista top en materia de consumo?

–La que más se consumió fue la de Nelson (Cuevas). Yo salí en Olé, en ESPN.

–Ricardo Rivas se llama uno de los responsables de la universidad, de paso le envío un saludo a mi amigo Ricardo, de periodismo deportivo de River Plate. Yo le envié tu grabación y me consta que tuvo una feroz repercusión en Argentina.

–Sí, se vio muchísimo y hasta pidieron que se haga con sub­títulos, porque estaba muy paraguayizado. Y algunos de los seguidores lo hicieron.

EL FENÓMENO ALFARO

–Hay otro fenómeno que tenemos que conversar en serio, que las conferencias de prensa de Gustavo Alfaro son un programa deportivo aparte, ¿no?

–Exactamente. Por­que hay un relato impe­cable, con inicio, nudo y desenlace. Y lo más loco es que pasa como si fuera en los 60 que veías el lanzamiento de un cohete de la Nasa, que todos paran y están expec­tantes. En las películas yo veo eso, entonces es igual. Ves a la gente mirando la conversación y dejan de comer.

–Hay una cuestión muy téc­nica que identifica a Alfaro, que se llama el arte de la representación. Cuando vos representás a las per­sonas, ya tenés la cancha ganada. A veces puede haber 1.000 técnicos mejores que él, pero la calidad que tiene para representar la aspira­ción de las personas no tiene parangón.

–Y encima él habla y yo así como me ven tengo ganas de entrar, yo me quiero poner la remera. Llamame, profe, yo me quiero convertir en Leónidas y ser un espartano e ir adelante (risas).

INTIMIDAD

–¿Qué cosas te pasaron durante estas 120 entrevis­tas que fueron pintorescas por algún motivo?

–A mí lo que me sorprende es que vienen a veces y cuentan cosas muy íntimas de ellos. Yo no les llevo a ese camino. Es lo más loco porque yo voy hablando y tratando de sacar lo que lleve la entrevista. Una base de lo que es la persona, después lo que él quiera, pero voy insistiendo, preguntando una parte, qué pasó ahí y en tal parte, y dejo que vaya él haciendo el propio camino de lo que llevará la entrevista.

–Hay una diferencia sustan­cial que es importante señalar. Cuando ves los programas deportivos, estás viendo la entrevista con un jugador de fútbol que también está muy marcado por los códigos del club, del vestuario y todo eso. Pero cuando ves Papá Parrilla ves una entrevista con una persona y a veces el perso­naje como Cuevitas. No es fácil estar jugando fútbol y ser entrevistado al mismo tiempo. Están tus compa­ñeros, el equipo...

–Están los malos periodistas que te quieren matar y tenés que cuidarte. El profe Alfaro dijo una vez “vayan y disfruten con la familia”. Esa familia es la que le aguanta también a uste­des. Cuando reciben palos, los que primero reciben es la fami­lia. Ellos sienten más porque sos parte de ellos. A mí me sor­prendió cómo los que yo cono­cía empezaron a venir primero. Y Papá Parrilla explota gracias a Nelson Haedo. Cuando viene él de Alemania y viene directo al programa y justo antes estu­vimos haciendo una cosita por redes y de repente aparece.

–¿A quién te falta entrevis­tar si no es secreto indus­trial?

–Me falta Néstor Ortigoza, me falta (Claudio) Morel Rodrí­guez, que está en Argentina. Me falta Edgar Barreto, que vive en Europa. Me falta Johnny Santana, (Car­los) Bonet, Tacuara (Óscar Cardozo). Demasiado que­remos que venga Roque e hici­mos un hashtag #RoqueNo, para que él vea y quiera venir por eso mismo (risas).

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