• Toni Roberto
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Este domingo, Toni Roberto evoca la memoria del habitante de un chalé del barrio Las Mercedes que sigue viviendo en el recuerdo de quienes lo conocieron.

Vamos a mirar la casa de Totó, quiero que dibujes y quede de recuerdo”, me dijo Pati hace un año. El chalé estaba ahí, en una de las últimas paralelas de la Avda. España camino a Tuyucuá. En el camino recordé cumpleañitos, chocolates, galletitas y a Mickey, un personaje de moda en aquellos primeros años del 70 en esa angosta pero alta casa de Las Mercedes, que quedaba al lado de uno de los últimos talleres mangoguýpe de Asunción, en el corazón del otrora silencioso barrio.

LA CASA QUE SE FUE, LOS AMIGOS QUE SE FUERON

La casa que se fue, la gente que se fue. Eso es lo primero que me vino a la mente al enterarme de la partida de Agustín Andrada, aquel niño de los 70 que conocía de la vieja Villa Morra. Luego con los años, cuando nos volvimos a encontrar después de mucho tiempo, me contó que se volvió un fiel seguidor de “Cuadernos de barrio”. Desde ahí, siempre listo para contarme alguna historia de barrio, de su querido Olimpia o recuerdos casi olvidados de los despachos aduaneros de su legendario padre, el inolvidable Luli.

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Con la partida de gente de mediana edad y coetáneos míos, se me presentan en el recuerdo otros queridos amigos que perdí, simbolizados por Agustín y Totó, aquel habitante de la casa de Las Mercedes. A los dos los rememoro en el dibujo expuesto hoy.

TOTÓ Y SU ABUELA

Cuando los amigos parten nos recuerdan a otros que se fueron muy jóvenes. En el caso de Totó, hace muchos años con apenas treinta años, siempre positivo, disfrutó de unos pocos grandes momentos con su hijo Oscarcito y, lo más particular, paseando en los últimos tiempos con el auto conducido por su abuela Chola, una de las tantas hermanas Aquino que alguna vez llegaron desde Concepción a Asunción. Una hermosa y elegante dama de tez oscura como si fuera del color del norte, ahí donde el sol pega más fuerte, que lo acompañaba manejando su viejo 300D, desafiando la ley de la vida, donde una abuela despide a su nieto.

AGUSTÍN Y LAS DESPEDIDAS

Por su parte, Agustín nos iba informando día a día en estos últimos meses de su desafío a una implacable enfermedad, así como lo fuera la de Totó, hace casi tres décadas. Así les recuerdo, simplemente con el dibujo de una casa que ya no está, tal vez en un cielo imaginario como el de aquel diseño de la casa que me pidió un día Pati. Parafraseando a “Cuando un amigo se va”, yo digo “cuando una casa se va”. Tal vez pueda servir como símbolo para la despedida aquel alto techo con viejas tejas francesas, ventanas con finos entramados de madera en blanco y ladrillos vistos de los años 70. Tal vez ahí sigan habitando ellos, en esos recuerdos.

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