- Jorge Zárate
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- Fotos: Gentileza
Tiene entre 10 y 20 kilómetros de largo y su cola podría llegar a tener 25.000 kilómetros. Es dos veces más grande que el meteorito que terminó con la vida de los dinosaurios, con la salvedad de que pasará a una distancia sideral de la Tierra. Se desplaza a una velocidad de 221.000 kilómetros por hora. Un especialista de Harvard dice que podría ser una nodriza espía de una civilización alienígena. Se espera que lo pueda seguir un nuevo telescopio emplazado en Atacama, Chile, que promete revelar un universo mucho más poblado y dinámico de lo que se creía.
Es un cometa, dice la Nasa, la reconocida agencia espacial estadounidense y la secundan los más prestigiosos estudiosos de los astros en las principales academias y programas de la especialidad en el mundo. Desde su detección están investigando sus propiedades físicas, tamaño y por lo pronto se sabe que viaja a la impresionante velocidad de 221.000 km/h (61 kilómetros por segundo) y a medida que se acerca al Sol se está acelerando.
Eso sí, 3I/ATLAS es rarísimo; es grande como el monte Everest, el pico montañoso más importante de la Tierra, y tiene entre 10 y 20 kilómetros de largo.
“Cometa interestelar”, reporta la Nasa adjudicándole una órbita hiperbólica explicando que no lo hace alrededor de nuestro Sol, por lo que pertenece a otro sistema y que tras su paso continuará viaje hacia el espacio profundo sin posibilidad de retorno.
También informa que tiene una coma (nube de gas y polvo), por lo que tendría un núcleo helado o hielo en su composición y que desarrollará una cola que podría alcanzar los 25.000 kilómetros.
Lo venían siguiendo desde el 14 de junio. “El telescopio de sondeo Sistema de Última Alerta de Impacto Terrestre de Asteroides (ATLAS, por sus siglas en inglés) en Río Hurtado, Chile, financiado por la Nasa, fue el primero en informar sobre sus observaciones del cometa 3I/ATLAS al Centro de Planetas Menores, el 1 de julio de 2025”, reporta la agencia.
NO REPRESENTA AMENAZA
La Nasa asegura que el objeto que viene desde la constelación de Sagitario “no representa una amenaza para la Tierra y se mantendrá alejado de nuestro planeta. Lo más cerca que se aproximará es alrededor de 1,8 unidades astronómicas (unos 270 millones de kilómetros, o 170 millones de millas). 3I/ATLAS alcanzará su punto más cercano al Sol alrededor del 30 de octubre de 2025, a una distancia de alrededor de 1,4 au (210 millones de kilómetros, o 130 millones de millas), justo dentro de la órbita de Marte”, dice el documento oficial.
Richard Moissl, responsable de defensa planetaria de la Agencia Espacial Europea (ESA), señala que no se puede enviar una misión espacial para interceptarlo por la alta velocidad y trayectoria que viene siguiendo.
¿UNA NAVE NODRIZA?
“Podemos enviar la sonda Juno de la Nasa y alcanzarlo”, desafía el físico teórico Avi Loeb, de la Universidad de Harvard, que junto con un equipo de la Iniciativa de Estudios Interestelares de Londres pidió no descartar la posibilidad de que 3I/ATLAS pudiera ser una sonda tecnológica operada por una civilización extraterrestre avanzada.
El astrónomo se hizo famoso ya al decir que el primer objeto interestelar detectado, 1I Oumuamua, podría serlo y ahora aventura lo mismo para este nuevo visitante.
En el artículo, Loeb y sus colegas Adam Hibberd y Adam Crowl hablaron de “nave espacial extraterrestre” o un “programa espía tecnológico”. Asimismo, aseguran que aplicando “un empuje de 2,675 kilómetros por segundo el 14 de setiembre de 2025 puede llevar a la sonda espacial Juno desde su órbita alrededor de Júpiter a interceptar la trayectoria de 3I/ATLAS”.
La propia Nasa reportó que “3I/ATLAS debería permanecer visible para los telescopios terrestres hasta setiembre de 2025, después de lo cual pasará demasiado cerca del Sol para poder ser observado. Reaparecerá en el otro lado del Sol a principios de diciembre de 2025, lo que permitirá hacer nuevas observaciones”.
RAREZA
Loeb, Hibberd y Crowl entienden que el perihelio, el paso más cercano al Sol, que será en octubre de 2025, sería intencional para evitar observaciones detalladas desde la Tierra y posiblemente “liberar dispositivos” sin ser detectado.
“Sabemos que los asteroides de 20 kilómetros son raros, ya que dinosaurios no aviares fueron destruidos por un asteroide de la mitad de ese tamaño hace 66 millones de años, mientras que asteroides de escala métrica impactan la Tierra cada año”, expusieron.
En un análisis de la coloración del objeto, que se va poniendo rojizo, situación que entienden algo anormal, aunque no se dilucida en el complicado análisis de gases del artículo.
POSIBILIDAD TENTADORA
Loeb es director del Proyecto Galileo; fundador de la Iniciativa de Agujeros Negros de la Universidad de Harvard, donde además dirige el Instituto de Teoría y Computación del Centro Harvard-Smithsoniano de Astrofísica. También dirigió el departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard (2011-2020) y asesoró a la Casa Blanca como miembro del Consejo Presidencial de Asesores en Ciencia y Tecnología.
Desde ese respaldo, aventura: “Si datos futuros indican la ausencia de una cola cometaria, nos enfrentaremos a la tentadora posibilidad de que no heredó una velocidad aleatoria en el espacio interestelar, sino que fue enviado intencionalmente hacia el sistema solar interior, al pertenecer a una población poco común de objetos interestelares masivos. Como señalé en un ensayo publicado el 7 de julio, este escenario anómalo recuerda a la novela de ciencia ficción ‘Encuentro con Rama’, en la que Arthur C. Clarke describió la entrada de una nave espacial extraterrestre cilíndrica de 50 por 20 kilómetros, no muy lejos del tamaño inferido de 3I/ATLAS, al sistema solar interior”.
Polémico, se comparó con Galilei: “Poner a Galileo Galilei en arresto domiciliario para reprimir la difusión de anomalías sobre las lunas de Júpiter no detuvo la ciencia moderna, sino que la retrasó, hasta que incluso el Vaticano finalmente admitió que Galileo tenía razón. Merecemos seguir siendo ignorantes si apoyamos una cultura de mente cerrada donde los guardianes niegan la difusión de información sobre anomalías que contradicen los paradigmas imperantes”.
RECHAZOS CIENTÍFICOS
Samantha Lawler, de la Universidad de Regina (Canadá), afirma que “toda la evidencia apunta a que se trata de un cometa común expulsado de otro sistema solar”. Chris Lintott, astrónomo de la Universidad de Oxford, ha calificado estas sugerencias como un “disparate absoluto” y un “insulto” al trabajo serio que se realiza para entender estos objetos.
Davide Farnocchia, ingeniero de navegación de la Nasa, apunta que la verdadera incógnita reside en el tamaño exacto del núcleo, y que el brillo observado por los telescopios podría responder tanto a dimensiones como a la forma en que la luz se refleja y dispersa.
El Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional (UAI) clasificó al visitante como un cometa. Su aspecto “sugiere que está compuesto principalmente de hielo en lugar de roca”, explicó a la agencia AFP Jonathan McDowell, astrónomo del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian.
Se espera que el Observatorio Vera C. Rubin (ver aparte), así como los telescopios espaciales Hubble y Webb, revelen su naturaleza definitiva.
EL MÁS GRANDE DE TODOS
El 3I/ATLAS es el mayor objeto interestelar detectado hasta la fecha. Se espera que el telescopio Vera C. Rubin ayude a encontrar nuevos, pero hasta el momento se detectaron solo tres. De allí su nombre, 3 por ser el tercero, I de Interestelar y Atlas, en homenaje al Sistema de Última Alerta de Impacto Terrestre de Asteroides (ATLAS, su sigla en inglés), que fue el primero en reportarlo el 1 de julio pasado.
El 1I fue el popular Oumuamua, descubierto en 2017, que medía unos 400 metros; en tanto que el 2I fue el Borisov, reportado en 2019 y que tenía más o menos un kilómetro de ancho.
UN TELESCOPIO EXCEPCIONAL
Los astrónomos también predicen que el potente telescopio del Observatorio Vera Rubin, situado en Chile, pueda descubrir a finales de este año entre cinco y 50 objetos interestelares antes no identificados.
Es que el artefacto, emplazado en el cerro Pachón, a 2.600 metros de altura en el desierto de Atacama, Chile, es un prodigio de la ciencia, que tiene una cámara de 3.200 megapíxeles, grande como un automóvil.
Comenzó sus testeos hace poco más de un mes y ya detectó más de 10 millones de galaxias y 2015 asteroides desconocidos, cifras espectaculares que son solo una muy pequeña muestra de lo que hará en el futuro, dicen sus creadores.
Tomó 20 años desarrollarlo y costó unos 500 millones de dólares, pero ya en sus primeras imágenes de calibración despertaron el entusiasmo de los científicos, que entienden que podrá cumplir con creces la increíble misión de registrar unos 20.000 millones de galaxias en el hemisferio sur, muchas de ellas tenues, lejanas y nunca antes vistas.
En la década que durará su funcionamiento, también investigará “la naturaleza de la materia y la energía oscuras utilizando miles de millones de galaxias, empleando diversos métodos para contrastar los resultados”, se informó.
Se entiende también que ayudará en la búsqueda del hipotético planeta Nueve, más allá de Neptuno, buscando explicar el comportamiento “anómalo” de ciertos cuerpos del cinturón de Kuiper. La idea es que más de 37.000 objetos transneptunianos se detecten ampliando diez veces el catálogo actual.
Por último, Rubin ayudará a comprender profundamente la propia Vía Láctea, haciendo que el universo pueda mapearse en catálogos, secuencias temporales y modelos evolutivos.
EL MÁS ANTIGUO
“Todos los cometas no interestelares, como el cometa Halley, se formaron con nuestro sistema solar, por lo que tienen hasta 4.500 millones de años”, explica Matthew Hopkins, autor principal y astrónomo de la Universidad de Oxford.
“Pero los visitantes interestelares tienen el potencial de ser mucho más antiguos. De los conocidos hasta ahora, nuestro método estadístico sugiere que es muy probable que 3I/ATLAS sea el cometa más antiguo que hayamos visto”, agrega en un comunicado de la Real Sociedad Astronómica.
El objeto provendría del “disco grueso” de la Vía Láctea, una población de estrellas antiguas que orbitan por encima y por debajo del plano delgado donde residen el Sol y la mayoría de las estrellas.