- Jorge Zárate
- jorge.zarate@nacionmedia.com
- Fotos: Gentileza
En blanco y negro, los hombres y mujeres, el paisaje de la región Occidental toman una dimensión diferente, ya no la del color, ni la del calor, que suele ser omnipresente. Se trata de una de profundidad solo posible en una mirada que busca más allá. De eso se trata este muy buen tomo de este fotógrafo revelador que se abre paso en territorio por conocer.
Un algarrobo centenario retuerce sus ramas, domina el tiempo, abriga un carro sin ruedas y un nido de loros que sigue su arquitectura ancestral. La imagen transporta al Chaco profundo, la virtud primera de Yaca’a, el libro de fotografías de Javier Medina de reciente lanzamiento.
Cuenta que “nace de un proyecto filmográfico del director de cine Ramiro Gómez. Él me asigna como fotógrafo de la película que va a tener el mismo nombre, que todavía no salió. Es una película donde, básicamente, un líder nivaclé le cuenta a Ramiro sobre la situación de vida de su pueblo”.
“Entonces él redacta un guion, una ficción, una historia mucho más abierta, con base en esas charlas que tuvo con el líder Graciano, buscando hacer una historia sobre el Chaco y sobre esta comunidad en particular. La película se filmó en dos lugares, Toro Pampa, que queda cerca del Bermejo y de alguna forma del Pantanal, y la comunidad Nivaclé de Casuarina”, sigue comentando.
Recuerda el crítico Fernando Moure en el texto de presentación de la obra que Casuarina fue fundada en el año 1984 con el asentamiento de 44 familias Nivaclé, “pertenecientes a la segunda generación de aquellas familias que a partir de los años 40 transmigraron del sur chaqueño a las colonias menonitas del Chaco Central en búsqueda de trabajo. Constituida por gente joven de entre 25 y 50 años de edad, cuyos padres y abuelos viven en otras colonias”. Tiene una superficie de 8 mil hectáreas y su población, según un censo de 2017, es de 600 personas.
Medina expone entonces que “realmente el libro es una cuestión totalmente diferente, es decir, no es un backstage de la película, sino que son fotos de lo que iba pasando en la comunidad o donde estábamos filmando, es allí cuando a la par comienzo a fotografiar lo que ocurre durante más o menos 2 meses”, revela. Aquí su diálogo con Nación Media:
–¿Por qué en blanco y negro? ¿Qué ayuda a comprender esta elección?
–Porque tiene un cierto dramatismo en las expresiones y justamente el blanco y negro potencializa esa atemporalidad. La vuelve más abstracta y de códigos propios. Es como un road movie cuyo guiño es espontáneo y van apareciendo cosas que con la edición final hecha por Walter Astrada toman el sentido de relato con esa estructura de viaje a lo desconocido y maravilloso.
–¿Cómo es tu relación con el arte indígena?
–El arte indígena es muy amplio y variado y casi siempre habla de su entorno. Incluso llegando a lo político de contar sus frustraciones y necesidades. Mi experiencia fue conocer algo más de su forma de pensar que está basada en otros principios más altruistas y colaborativos. De total integración con el paisaje y las duras necesidades a la que están sometidos. Es una vida difícil pero más presente. Se vive más cerca de lo natural y más lejos de la contaminación cultural contemporánea.
–Como conocedor del territorio, ¿cómo ves la actualidad del Chaco, el avance del agronegocio, el acorralamiento de las comunidades indígenas?
–Es sabido el hecho de que ese sistema de vida en la naturaleza siempre está amenazado por la colonización contemporánea. Que pretende mercantilizar todo y eso asfixia su forma de vida
El concepto de Yaca’a es justamente el azul del cielo que va oscureciéndose amenazando una tormenta, como un sentimiento humano de que las cosas se pueden poner cada vez peor, realmente como una alegoría a ese término y se le puso ese título, justamente porque la película trata un poco de esa cuestión psicológica de pérdida, de que las cosas pueden ser cada vez más terribles.
–¿Cómo sigue tu tarea, qué fotos estás encarando ahora o pensás encarar a futuro?
–Bueno, después de esa experiencia del libro, de la película, etcétera, he ido un par de veces más al Chaco en el contexto del Arete Guasu, recorriendo tanto Santa Teresita como San Agustín, que son dos comunidades donde se celebra el Arete en marzo generalmente. Y bueno, me dediqué un poco a también ser testigo de ese tipo de festividades tan personales, tan de ellos, tan auténtico y tan ancestral. Con todos los condimentos de lo contemporáneo también, en el sentido de que hay teléfonos, motos, etcétera. Pero traté de hacer durante todos esos 4 o 5 años lo que me parecía así llamativo o interesante del Arete.
Entonces mi próximo proyecto se basa en eso, en seguir un poco más trabajando con el tema del carnaval que en realidad es un encuentro más espiritual o de la comunidad donde se juntan con sus parientes, viene gente de distintos lugares, pero por suerte siempre reducido bastante a su comunidad, es decir, no hay tanta gente, no es un lugar turístico ni que la gente vaya a un festival como de rock, sino que es una cuestión más espiritual entre comidas. Estoy juntando ese material para condensarlo para contar desde mi mirada de extranjero como lo veo y de hecho podría terminar en formato libro o exposición.
–¿Cómo ves la foto en el país? ¿Qué trabajos te gustan?
–La fotografía se ha popularizado como nunca antes, transformándose en un nuevo lenguaje. Se ha vuelto accesible y natural para todos, entonces la producción local se ha potencializado y se produce tanto que es difícil tener un panorama completo. Hay muchas variantes que van de lo documental a lo netamente comercial, también hay mucha gente joven que está intentando alzar su voz y eso es maravilloso.
–¿Cómo ves a la inteligencia artificial, cómo impactará en la fotografía?
–Creo que este proceso de cambio va a arrojar varias propuestas que tengan mucho que contar.
La fotografía que ahora choca conceptualmente con la inteligencia artificial en el sentido de cómo vemos lo real, cómo creemos en lo que vemos, ponen a prueba el medio fotográfico en su manera tradicional. La fotografía con IA siempre tiene que entenderse como una ficción artificial que pretende hacernos creer que es real, el problema es que podemos ser fácilmente engañados. Lo que está en crisis es la credibilidad. Pero la IA puede ser una herramienta para contar ficciones y seguramente eso siempre deberá estar guiado por la mente humana. En el caso de Yaca’a, la ficción es más sutil porque se mezcla fuertemente con el documental. Las fotos surgen de la vida, pero el armado de la historia es ficcional. Es contar la historia con un sesgo de fábula.
SOBRE EL AUTOR
•Javier Medina Verdolini nació en 1967 en Bell Ville, Córdoba, Argentina, y llegó a Asunción en 1993. Su carrera fotográfica se inició en 1986 en su ciudad natal. Abogado de profesión, se dedica a la fotografía profesional desde el 2000. Realizó sus estudios fotográficos en la Escuela Lino Spilembergo en Córdoba, en 1991, y en talleres como Artecom.
•Ha incursionado en lenguajes fotográficos que van del estricto documental a experimentaciones plásticas en retratos ficcionados. Su trabajo se ha desarrollado en medios de prensa de Paraguay como TVEO, La Nación, WILD y VOS. Entre sus reconocimientos destacan el segundo y primer premio del concurso Henri Mattise en 2006 y 2007 respectivamente. De allí surgió su libro “Solo (en) París”.
•Obtuvo el Premio Nacional de Bellas Artes otorgado por el Museo Nacional de Bellas Artes y el Centro Cultural de España Juan de Salazar en ocasión del Bicentenario, en 2011.
•Ha realizado exposiciones en espacios referenciales en el Paraguay y en el exterior. Sus obras integran colecciones privadas y públicas en diferentes lugares del mundo.
EXPERIENCIA COLECTIVA
Javier Medina se muestra agradecido con el resultado de su libro: “Es importante destacar también el proceso del libro como tal. Fue una experiencia muy enriquecedora y colectiva donde además de participar Walter Astrada en seleccionar que fotos relataban ese universo de Yaca’a”, comenta.
Explica que también participaron Cecilia Rojas en diseño, Alejandro Wood en la edición digital de los negativos scaneados y “el hermoso texto de Fernando Moure que pone en palabras las imágenes con traducción al inglés de Romina Planas. También señalar el inmenso apoyo del Fondec, Fundación Itaú, la empresa Paraguay Stays y el Centro de Fotografía Contemporánea de Argentina”.
A propósito de la obra, expone Moure: “Yaca’a es un fotolibro que apunta a la inscripción de un paisaje imaginario que es tanto físico como humano de partes del Chaco Central y Boreal. Los binomios verdad e ilusión, o realidad y ficción se funden al servicio de un relato sostenido en la pauta lenta a la hora de hojear esta edición. La puesta en página de las fotografías de Yaca’a sigue una estructura de asociaciones gráficas y recursos morfológicos que se sirven de la forma, el tono, la escala, el contraste, el encuadre o la distribución de los pesos visuales. El diseño ayuda a conectar una foto con la siguiente al generar historias que se superponen como capas de conocimiento en un continente de tiempo y espacio…
…Destaca cierta idiosincrasia masculina, denotando conductas inflamadas de autoridad y arrogancia. Muchas son biografías de hombres solos, a menudo condenados al anonimato y al silencio. El rostro y el lenguaje corporal son relevantes para esta producción, ya que revelan la profundidad de situaciones existenciales no dichas.
La figura humana aparece inscrita en un marco paisajístico consecuente, que a un nivel hiperbólico, se funde con la soledad y desolación de sus vidas. Las locaciones subrayan estos estados mentales, en escenarios boscosos, páramos, palmares o caseríos en ruinas…
…Con imágenes que nos sugieren contingencia y un duro contexto: rostros marcados por la experiencia del exilio, la pérdida y la pobreza, advertible no solo en los nativos Nivaclé, sino en el resto de los personajes, Yaca’a logra pulverizar las fronteras entre el documental y la ficción”.