Bombas sin bombarderos… sin paquetes sospechosos… asemejan a peligrosas herramientas incrustadas en la vida cotidiana… Quienes diseñan y desarrollan – quiero pensar que, sin desearlo, planificarlo ni gestionarlo– no siempre ven (o quieren ver) con claridad a las señoras y señores de la guerra y sus despreciables prácticas.

  • Por Ricardo Rivas
  • Periodista X: @RtrivasRivas
  • Fotos: Gentileza

En la construcción de la verdad necesaria­mente interviene la cultura. ¿Qué es verdad? “La realidad”, responden algunos y algunas. Pero... “la verdad no es una repre­sentación unívoca de la rea­lidad”, sostiene Yuval Noah Harari en la página 44 de la edición que leo y releo de Nexus, una de sus obras más vendidas en nuestra maltratada aldea global. La realidad es compleja. Tanto como la humanidad. “¿Es tan sapiens el homo?”, recuerdo que decía irónica­mente un tan querido como veterano colega periodista, corresponsal de la prensa internacional, con el que compartimos no menos de cinco años de trabajo en Latinoamérica. “¡Tendrá que demostrarlo!”, agre­gaba a modo de respuesta a una pregunta que nadie había expresado. Reíamos y brindábamos con otra cer­veza para dejar atrás las mil formas de violencias que verificábamos en nuestras búsquedas periodísticas.

No conviene conceder “a la IA un mayor control sobre las sociedades del siglo XXI (...) futura dictadura de la IA podría ser muy distinta de lo que hemos conocido hasta ahora”, sentencia Yuval Noha Harari

De todas formas, aquel inte­rrogante lanzado al aire todavía hoy no me animo a responderlo. Lo mío es la pregunta. El interrogante permanente. Solo políticos y creyentes en lo que venga e internalicen se presentan y actúan como propietarios de las respuestas. Los pongo en duda. ¡Sépanlo! Y aun­que lo hago con respeto y, de alguna forma, en defensa propia, tengo claro y coin­cido con Harari en que “el poder no es sabiduría”.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Algunas palabras se ponen de moda. Muchas. Inteli­gente (smart) y dron son dos de ellas. Esperanza es la otra, aunque debo decirlo, rescato solo esas tres con el propósito de construir esta historia en esta noche de frío (¡muy frío!), de vier­nes junto a los leños crepi­tantes y sentado en la vieja mecedora. Afuera, la niebla es densa. Las nubes deci­dieron desplomarse sobre la tierra para quedarse allí. Silenciosas. Como en ace­cho de aquellos y aquellas que se atrevan a andar sin la certeza de saber qué hay dentro de tamaña tiniebla.

Con casi sesenta gue­rras activas –desde algún lugar– el hábitat global es tenebroso. Con la popu­larización de los que se plantan como creado­res revolucionarios de los desarrollos tecnológicos y, a veces, mucho más, el espanto crece. Bombas sin bombarderos… sin paque­tes sospechosos… asemejan a peligrosas herramientas incrustadas en la vida coti­diana. Quienes diseñan y desarrollan –quiero pen­sar que, sin desearlo, pla­nificarlo ni gestionarlo– no siempre ven (o quieren ver) con claridad a las señoras y señores de la guerra y sus despreciables prácticas. En ese campo también crece la IA (inteligencia artificial) que deslumbra, preocupa y deviene en símbolo que sim­boliza a partir de la cultura de quienes simbolizan para relatarla y producir sentido. Nada existe sin relato. Pri­mero fue el verbo. Vuelvo a Harari. “La IA es la mayor revolución de la informa­ción que ha conocido la his­toria (que) no es el estudio del pasado, sino el estudio del cambio. (Porque) nos enseña lo que se mantiene inmutable, lo que cambia y cómo cambian las cosas”. Yuval Noah señala, desde esa perspectiva, sobre la inconveniencia de conce­der “a la IA un mayor con­trol sobre las sociedades del siglo XXI” dado que “se diferencia (entre otros desarrollos tecnológi­cos de alto impacto en las prácticas bio-psico-socia­les) de la imprenta y de la radio (porque una eventual) futura dictadura de la IA podría ser muy distinta de lo que hemos conocido hasta ahora”. Desde la atenta observación y profunda reflexión hace públicas algunas de sus conclusio­nes. La inteligencia artifi­cial “es la primera tecnolo­gía de la historia que puede tomar decisiones y generar nuevas ideas por sí misma”. La IA “puede procesar infor­mación por sí sola, (y) por lo tanto, sustituir a los huma­nos en la toma de decisiones (porque) no es una herra­mienta, es un agente”. ¿Por qué tanta preocupación? Su respuesta no se hace espe­rar con ejemplos concretos. “En el momento actual, en la fase embrionaria de la revo­lución de la IA, los ordena­dores toman decisiones por nosotros: la concesión de una hipoteca, un contrato de trabajo o la imposición de una pena de cárcel. Esta tendencia no hará más que aumentar y acelerarse, lo que nos dificultará la com­prensión de nuestra propia vida. ¿Podemos confiar en los algoritmos informáti­cos (sobre los que también se apoyan las operaciones de la IA) para tomar deci­siones sensatas y construir un mundo mejor?”.

“La IA puede simular aspectos del razonamiento humano y realizar tareas específicas con velocidad y eficiencia, pero no puede (con) el discernimiento moral ni (...) establecer relaciones genuinas”, sostiene el papa León XIV

CONOCIMIENTO VERDADERO

Muy poco más de una década atrás, Tenzin Gyatso (90), el Dalai Lama –Premio Nobel de la Paz en 1989, en el trans­curso de una cumbre de pre­mios nobel que se realizó en Roma– sostuvo que la tec­nología “puede convertir­nos en esclavos” porque “si todo está mecanizado, no tenemos la capacidad de ver más allá” y exhortó para que “sea bien utilizada” dado que al “conocimiento verda­dero (por muy desarrollada que esté la IA) “es imposi­ble llegar y que sea mejor que la mente humana (porque) siempre será mejor y más inteligente (que) máquinas y robots (sin que importe) lo sofisticados que sean”.

Era el sábado 13 de diciem­bre de 2014. En nuestro pre­sente, un puñado de días atrás, en Ginebra, Suiza, la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (UIT) –asociada con otras agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)– desarrolló la “Cumbre de la IA (Inteligencia Artificial) para el bien”. Las preocupa­ciones de quienes allí con­vergen claramente crecen y así lo expresan. “La huma­nidad se encuentra en una encrucijada ante el inmenso potencial generado por la revolución digital impulsada por la inteligencia artificial”, sentenció en un mensaje que envió a la UIT el papa León XIV. En ese texto reseñó que el impacto de la inteligencia artificial se percibe en cam­pos tales como “la educación, el trabajo, el arte, la sanidad, la política, el ámbito militar o la comunicación” y, jus­tamente, por ello el jefe del Estado Vaticano demanda de quienes trabajan en ese tipo de desarrollos “respon­sabilidad y discernimiento”. El también líder del catoli­cismo advierte que “la inte­ligencia artificial puede simular aspectos del razo­namiento humano y reali­zar tareas específicas con velocidad y eficiencia, pero no puede replicar el discer­nimiento moral ni la capa­cidad de establecer relacio­nes genuinas”. Al cabo de esa argumentación sobre la IA abogó a expertos y desa­rrolladores por el “respeto por los valores humanos y sociales, capacidad de jui­cio con conciencia clara y crecimiento en la respon­sabilidad” para garanti­zar –desde marcos éticos y jurídicos– “que se base en el reconocimiento compartido de la dignidad inherente y las libertades fundamentales de la persona”.

“Es preciso trabajar juntos para detener a los robots (y drones) asesinos”, propuso Daisaku Ikeda (1925-2023) ante la Organización de las Naciones Unidas

TECNOLOGÍA Y VIOLENCIA

El uso de los más recientes desarrollos tecnológicos aplicados al ejercicio de las violencias se expande con proyección global. La IA es esencial en el desarrollo de armas autónomas no tri­puladas. La guerra digital parece haber llegado para quedarse. En un reciente reporte de la organización Drone Wars UK (https://dronewars.net/) se con­signan los resultados de una investigación que, en sus conclusiones, revela “la magnitud del daño a civiles causado por los ataques con drones militares en países africanos, como Etiopía, Mali, Burkina Faso, Nige­ria, Somalia y Sudán”. Sin dejar afuera de sus búsque­das Ucrania, Gaza o todo Oriente cercano, añade que “drones armados tipo MALE importados en todo el continente, de fabrican­tes de Turquía, China e Irán” se utilizan amplia­mente. “Como mínimo, se determinó que más de 943 civiles han muerto en al menos 50 incidentes sepa­rados entre noviembre de 2021 y noviembre de 2024”, según consta en las pesqui­sas desarrolladas y preci­san que “de los seis estados investigados, cinco han sido verificados por operar dro­nes Bayraktar TB-2, produ­cidos por el fabricante turco de drones Baykar, (que en) varios también operan dro­nes armados Wing Loong II y (sistemas de armas autó­nomos) Mohajer-6 de Irán”. Destaca el sitio que esos equipos también intervie­nen “en campañas militares nacionales (internas, diri­gidas) contra grupos insur­gentes armados (y que) regularmente (esas armas llamadas inteligentes) no distinguen entre civiles y combatientes en sus ope­raciones”. Los analistas precisan que “en un inci­dente ocurrido en la región etíope de Amhara, más de 85 civiles murieron en un ataque con drones contra la aldea de Ch’obi en octu­bre de 2022”. Luego que, “en otro incidente, en Nige­ria, un error de inteligen­cia militar causó la muerte de al menos (otros) 85 civi­les –y, según algunos infor­mes (podrían ser) hasta 125 (las víctimas)– que (esta­ban reunidas) para cele­brar la festividad islámica de Mawlud, (y fueron ase­sinadas) en dos ataques con drones mal dirigidos en diciembre de 2023”.

Las matanzas (incidentes) de civiles sin riesgo alguno para quienes operan los drones porque se encuen­tran en áreas alejadas de las operaciones en desarrollo se multiplican. “Hace tres semanas, el 10 de junio, un dron británico Reaper comenzó a rastrear una motocicleta en el noroeste de Siria, cerca de la fron­tera con Turquía”, relata dronewars.net “mientras (en tierra) alguien descrito por la inteligencia de un país europeo central como ‘un miembro conocido’ de ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria, por su sigla en inglés) la conducía. El indi­viduo, que aparentemente había sido monitoreado por el dron ‘durante algún tiempo’, fue rastreado y abatido por un misil Hell­fire disparado por el dron poco después”. ¿Es nece­sario añadir información al reporte? ¿Algo no se entiende? ¿También existe el llamado “gatillo fácil” en el ecosistema digital de las nuevas guerras?

Los drones atacan incluso en áreas civiles densa­mente pobladas. Los daños no deseados se repiten. ¿Existen y se cumplen dis­posiciones para preser­var y mitigar eventuales daños sobre la población civil? “Estos casos demues­tran la urgente necesidad de reforzar los controles sobre la proliferación de drones armados y la clara falta de responsabilidad de quienes exportan estas armas al proporcionarlas a gobiernos aparentemente poco dispuestos a respetar el derecho internacional humanitario. La magnitud del sufrimiento civil que se muestra en este informe debería dejar clara la ame­naza que supone la rápida expansión de la guerra con drones en todo el mundo, facilitada por el acceso a sistemas de armas cada vez más baratos producidos por fabricantes irresponsables y con ánimo de lucro”. Ace­chan los drones y, por ello, “las actividades más bási­cas de la vida cotidiana –visitar un mercado o asistir a un lugar de culto– (son) potencialmente mortales”.

“Solo existen dos días en el año en que no puedes hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto, hoy es el día para amar, crecer, hacer y vivir”, predica el Dalai Lama, Premio Nobel de la Paz 1989

PAZ, SIEMPRE

En mayo de 2019, Daisaku Ikeda (1928-2023), filósofo budista, educador, cons­tructor de la paz, escritor y poeta, ante la Asamblea General de la ONU –invi­tado por António Guterres, secretario general de esa organización multilateral– propuso la prohibición de las armas autónomas leta­les (SAAL, por su sigla en inglés). “Existe en la comu­nidad internacional la cre­ciente inquietud de que los SAAL transformen radical­mente el entorno de la segu­ridad global”, dijo Ikeda aquel día. Aseguró después, sin que nadie lo desmintiera o contradijera, que “una de las amenazas que repre­sentan estos sistemas (de armas) es la posibilidad de iniciar combates sin inter­vención humana directa”. Aleccionó luego que ello “reduce el umbral de las acciones militares y genera situaciones potenciales que podrían violar gravemente el derecho internacional humanitario”. Esperan­zado, exhortó “enfática­mente (…) a los Estados que ya han solicitado la prohi­bición de los SAAL; a paí­ses como el Japón, que han declarado su intención de no fabricar tales armas; y a las oenegés participantes en la Campaña para Dete­ner a los Robots Asesinos, a unirse y trabajar juntas por la pronta aprobación de un instrumento jurídico vin­culante que prohíba por completo el desarrollo y el uso de estos sistemas”. Miles lo escuchamos, aplau­dimos y vitoreamos. Pensa­mos como él, sentimos como él. Decimos enérgicamente no a drones y robots asesi­nos. Deseamos la paz. Sabe­mos que se puede y se debe. ¿Cuándo? Siempre. Alguna vez, el Dalai Lama lo dijo claramente. “Solo existen dos días en el año en que no puedes hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto, hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer y vivir”.

Déjanos tus comentarios en Voiz