El psiquiatra Agustín Barúa Caffarena hizo durante años la experiencia de conversar con pacientes en las plazas de Asunción. Volcó sus aprendizajes en “Clínica Placera, ¿nos sentamos acá?” que se presentó días atrás en la Sociedad Paraguaya de Psiquiatría.

“A mí me parece que la clínica placera aporta un permiso de explorar otras formas de trabajar en salud mental en el contexto asun­ceno”, entiende el autor. “En Asunción, que solemos ser tan reprimidos emocionalmente, usamos los bancos para llorar, para gritarnos y desgritarnos, para besarnos, para saber estar solos. Entonces, ahí apareció la posibilidad de usar el banco de plaza como un dispositivo de acompañamiento de salud mental”, cuenta de la génesis del inusual procedimiento.

El libro, que tuvo presentacio­nes en Argentina, Cuba y Para­guay, permite según la mirada del psiquiatra Agustín Barúa Caffarena “que se pueda pro­bar nuevas cosas y se pueda dialogar con las necesidades contemporáneas. A veces creo que nos quedamos muy tiesos en el mundo profesional espe­rando que la gente se amolde a nosotros y no dialogando con las necesidades de nuestra sociedad. Me parece que es el gran aporte”, apunta.

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Aquí su diálogo con Nacion Media:

–¿Qué sensaciones te pro­voca que la experiencia de la Clínica Placera llegue al libro?

–Son sensaciones complejas. Por un lado, es gratificante porque el libro a mí me satis­face como producto estético, pero también como producto reflexivo y de memoria his­tórica. Me parece que tam­bién la tarea de estos 7 años de plaza fue bastante específica y tenía su soledad también dentro de su espacio público y colectivo.

También me da un poco de tristeza y eso lo dije cuando lo presenté en Camsat, que es una organización territorial del bañado Tacumbú, me dio tristeza y enojo.

–¿Por qué?

–Porque me recordó que yo no quería trabajar con las capas medias asuncenas inicial­mente, yo quería trabajar con los sectores populares, en este caso bañadenses, ¿no? Pero el golpe de estado al gobierno de Fernando Lugo interrumpió ese proceso y al presentar el libro en el Bañado me recordó esa pérdida.

–Comenzaste en 2015 en bancos de plazas de Asun­ción. ¿Cuál fue el dispara­dor de tu actividad?

–Y fue ese junio de 2012, cuando sucede el golpe, yo trabajaba desde la Universi­dad Nacional de Asunción y desde el Ministerio de Salud en los territorios bañadenses acompañando 15 equipos de Atención Primaria en Salud. Era mi jornada laboral plena de lunes a viernes, iba a los baña­dos todos los días y cuando sucedió el golpe, lo viví como un manotazo, un arrebato gigante, me impactó emocio­nalmente.

Me pasó que coincidió con una relación de pareja en Montevi­deo, donde fui y estuve 3 años haciendo diferentes cosas en un contexto de políticas públicas muy creativas: ahí sí se hicieron, por ejemplo, las leyes progresistas de identidad de género, de regularización de la marihuana y de despenaliza­ción del aborto. Y en ese con­texto volví en 2015 y me dije: quiero seguir trabajando las cosas que creo…

–Te dio como un impulso esa vivencia…

–Y cuando volví, no pude entrar a mis nichos laborales habitua­les, habían cambiado muchas cosas así que subalquilé un con­sultorio. Era la primera vez que iba a hacer psiquiatría clínica privada y me morí de la angus­tia. Viví con mucha extrañeza las baldosas, la pared sin hume­dad, ese tapizado de sofá combi­nado con la cortina, el split. Yo venía de trabajar en los patios de las villas con chanchos, bebés, ropa secándose, goteando, en algo que llamamos Clinitaria hasta el 2012.

Me dije: “A mí me gusta con­versar con la gente”, así que me vinieron a la mente los bancos de plaza que tienen una cues­tión maravillosa que son espa­cios de intimidad pública.

–Sostenés que es posible tratar la salud mental fuera del manicomio. ¿Qué avan­ces ves en torno a esta ten­dencia?

–El manicomio no es necesa­riamente un lugar, un “aden­tro”. Puede recrearse en los “afueras”, por una concepción manicomiana de la salud men­tal, tener una posición autori­taria, llenar de psicofármacos a la gente; ordenar internacio­nes compulsivas en el hospi­tal psiquiátrico, querer impo­nerse a las otras profesiones, no dar como válido el saber de la gente.

Me parece importante dis­cutir ese dentro y fuera, hay mucha manicomialidad fuera del hospital psiquiátrico. Creo que estamos muy retrasados con políticas públicas. La Ley de Salud Mental permitió avances todavía muy incipientes, creo que la mirada manicomial sigue siendo la dominante en el territorio, la salud mental se disocia de la salud y esta más aún de los derechos. Entonces si no tenemos esa politización de la salud mental, somos parte del problema, reducimos el pro­blema a diagnósticos, psicofármacos, sin contexto, sin histo­ria, sin derecho, sin cultura, sin territorio, sin diálogo, ¿no?

–¿Cómo ves la salud mental en el país?

–Si bien creo que hay mucha gente en el Estado que quiere hacer bien las cosas, hay una crisis institucional, los desfi­nanciamientos, los preben­darismos, los autoritarismos, los conservadurismos, las pre­carizaciones, los abandonos siguen siendo la tónica domi­nante en muchos campos de derechos constitucionales que no se concretan.

No hay salud mental sin salud, no hay salud sin dere­cho, y tenemos una crisis de derechos gigantesca en Para­guay. Nos entretenemos con los efectos, no con las causas, entonces vemos una reacción de una persona que mata a sus abuelos; el uso complicado de cocaína fumable de crack lla­mada chespi y su presencia en las calles; las conductas suici­das, etc. Si no tratamos las cau­sas los efectos van a seguir.

Cuesta mucho avanzar en pre­guntas honestas, sobre todo en un país tan desigual y tan aterrorizador porque cuando uno comienza a preguntarse estas cosas necesariamente necesita valor. No podemos construir ese argumentar sin un cierto coraje para conver­sar las cosas que estamos evi­tando como sociedad.

SOBRE EL AUTOR

Agustín Barúa Caffarena (1971) es médico por la Uni­versidad Nacional de Asun­ción (UNA). Psiquiatra de Atención Primaria de Salud por el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana y tiene una maestría en Antropología Social por la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción.

Terapeuta. Psicodramatista por GRUPA (Grupo Psicodrama Asunción). Certificado en Prác­ticas Colaborativas y Dialógicas por el Houston Galveston Insti­tute y The Taos Institute.

Investigador en Salud Mental Comunitaria por la Universi­dad Nacional de Pilar.

Autor de los libros “Clinita­ria: andando, de a chiquito, con la gente. Acompañamien­tos clínicos en salud mental desde sensibilidades comu­nitarias” (2011), “Ejedesen­cuadrá: del encierro hacia el vy’a. Transgresiones para una salud mental sin manicomios” (2020) y “¿Nos sentamos acá? Clínica placera” (2025)

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