- Jorge Zárate
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- Fotos: Matías Amarilla/Gentileza
El Archivo Nacional conserva el manuscrito original de una obra que tardó décadas en instalarse como símbolo patrio. Aquí se cuenta el derrotero de los versos de Acuña de Figueroa y los problemas de su musicalización, que hasta nuestros días se siguen discutiendo.
“Este manuscrito es un obsequio que hizo el 15 de agosto de 1940 el gobierno de la República de Uruguay a nuestro país”, cuenta Vicente Arrúa, director del Archivo Nacional, abriendo cuidadosamente este peculiar tesoro para ser fotografiado.
Con una caligrafía impecable, el poeta uruguayo Francisco Acuña de Figueroa compuso más de una decena de estrofas honrando la liberación del Paraguay del oprobio español, con rimas de valor literario y político, pero que también cargan elogios que don Carlos habría resistido por pudor: “…hoy un héroe grandioso aparece / realzando su gloria y virtud”, le dedica.
Quizá por ello, la letra fue publicada por primera vez en la edición N.º 33 de El Semanario, un 31 de diciembre de 1853, poco más de tres años después del obsequio.
Recordemos que hoy en día se cantan dos estrofas y el coro con melodía del músico y compositor italiano Francesco Cassale, que en el tiempo fue ajustada por Remberto Giménez ya durante el siglo XX.
Sin embargo, hay una música alternativa del compositor parisino François Sauvageot Dupois que le fuera encargada por Carlos Antonio López, con la que llegó a ejecutarse el himno.
ADOPCIÓN
Esta versión luego se reemplazó por la de Cassale/ Giménez.
Arrúa recuerda: “Este himno que el autor le regaló a Carlos Antonio López en la década de 1850 no se utiliza como tal durante el gobierno de ninguno de los López, y tampoco al final de la guerra contra la Triple Alianza. Recién en el siglo XX adquiere tal categoría”.
Como antecedente se puede citar que hay textos históricos que dan cuenta de la existencia de una canción en guaraní llamada “Tetã purahéi”, del poeta y guitarrista paraguayo Anastasio Rolón, que se habría cantado durante la dictadura de José Gaspar Rodríguez de Francia, “aunque no existen documentos que lo ratifiquen”, expone Arrúa.
Esta canción sería el origen de la reconocida “Campamento Cerro León”, que tuvo el rol de canción patria en los primeros años después de la Guerra Grande.
El 12 de mayo de 1934, el presidente Eusebio Ayala decretó que los versos de Acuña de Figueroa y la música de Cassale/Giménez conformarían el Himno Nacional.
“CON LA MÚSICA DE DUPUIS SE CANTA MEJOR”
“Es importante la divulgación de este material, porque el conocimiento ahonda en la cultura. Que la gente conozca los orígenes del símbolo nacional, que tuvimos varios himnos nacionales, etc. Creo es un trabajo digno, tanto para la intelectualidad como para la gente, niños, jóvenes, estudiantes, docentes, etc.”, dice César “Lito” Barrios.
Descendiente de Mangoré, este pianista, director de orquesta e investigador musical conoce profundamente esta historia que desentraña en el libro “Secretos del Himno Nacional”.
Aquí su diálogo con El Gran Domingo de La Nación:
–¿Cómo fue para que investigaras la historia del Himno?
–Estudié piano con la hija de Remberto Giménez, gran músico que había conseguido en 1934 la oficialización del Himno actual, por lo que tuve acceso a alguna que otra información. Luego, en el Ateneo Paraguayo, su director Manuel Martínez Domínguez me propuso escribir algo acerca de los símbolos nacionales. Como me “hacía ruido” que no supiéramos quién había compuesto la música de nuestro himno, me puse a investigar durante tres años, visitando y contactando con los archivos y bibliotecas más importantes del mundo: Oxford, Cambridge, los archivos militares de Francia (porque se creía que allí había quedado la partitura original luego de la Expo Universal de París 1867), la Biblioteca Nacional de París, de España, la del Congreso de los EE. UU., los archivos uruguayos, los archivos secretos brasileños acerca de la música en la guerra contra la Triple Alianza, todos los recortes periodísticos de distintas épocas en que se debatió acerca del Himno.
HISTORIA DISTINTA
–También cajitas de música…
–Más de 3.000 cajitas musicales (asociándome a la mayor institución inglesa de cajitas musicales, porque debía contrarrestar el mito de las famosas cajitas de madame Lynch), etc., etc., hasta que fui tejiendo una historia completamente distinta a la que conocíamos acerca del Himno, concatenando datos aparentemente inconexos, basándome en la “duda genuina a la creencia arraigada”, como dice el padre de la semiótica, Charles Sanders Peirce. Así, operando por oposición para sostener y definir hechos, conceptos y contextos, que dieron por resultado mi descubrimiento principal de que fue Francesco Cassale quien habría compuesto la música del Himno actual, para luego, mágicamente sin pensarlo casi, topetarme con la partitura original.
–¿Qué elementos te causaron más sorpresa de tus descubrimientos?
–En primer lugar, la historia que hasta hoy se repite de que don Carlos Antonio López buscaba un himno, etc. Cuando me encuentro con el debate originado inclusive por esa mentira propuesta por Luis Cavedagni en 1874, el hombre que había cambiado la música del Himno, no pude entender ni conciliar cómo después se siguió cosechando esa fábula. Luego infinidad de cosas, como que las cajitas de música de madame Lynch no son de su época, que todo o gran parte es una farsa, en fin. También me sorprendió que teníamos otros himnos y que inclusive hoy seguimos escuchándolos, pero no como tales, etc.
–¿Por qué pensás que la música original del Himno sería más aceptada que la que se ejecuta en la actualidad?
–La que hoy cantamos, la del italiano Francesco Casale, fue la primera música del Himno uruguayo. Fue compuesta basada en la letra de ese himno. Esta música no fue aceptada por don Carlos, pero lastimosamente en la posguerra, específicamente en 1874, nos la impusieron, desechando la compuesta por el francés Francisco Sauvageot de Dupuis. La música que compuso Dupuis en 1853 a pedido de don Carlos es la música que convirtió al obsequio de Acuña de Figueroa en Himno Nacional, no por el léxico rebuscado de Acuña, sino por la marcialidad, optimismo y grandeza que bien se explaya la música de Dupuis.
CANTABILE
–¿En qué basás esa afirmación?
–Será más aceptada porque es cantabile para el pueblo, no como la actual, que prácticamente es un aria de ópera. De hecho, los uruguayos la desecharon en 1848 justamente por la crítica de que tiene líneas melódicas prolongadas, pensadas para cantantes líricos. Lo más importante es que el discurso melódico va de la mano con la letra, los giros armónicos, etc., porque fue compuesta para la letra “A los pueblos de América, infausto…”, y la que cantamos hoy fue compuesta para “Libertad, libertad, orientales”. No pretendo con esta explicación tender al cambio de música, sino que es una opinión que cualquier músico académico y no académico podrá coincidir. Nuestra música actual es bellísima, pero incantable. Hice el experimento con varios grupos de alumnos de colegios, pasándoles una sola vez la música de Dupuis y en la segunda ya estaban cantando cómodamente. Es obvio y de hecho me decían todos: “¡Cambiemos la música del Himno, profe!”.
–¿Cuál es en tu opinión el rol simbólico de un himno?
–Es multifacético y puede variar dependiendo del contexto y la cultura. Sin embargo, algunos de los roles simbólicos más comunes son la representación nacional o grupal, expresión de sentimientos y emociones, símbolo de tradición y herencia, unión y solidaridad, identidad y diferenciación.
–¿De dónde deriva la palabra?
–Hymnos es una palabra griega que proviene de las voces “Hy” (lo de adentro) “Mn” (que vibra) y “os” (que se proyecta). “Inspiración que nace en el interior, vibra en el ser y se proyecta en el éter”. Podría afirmar que la evolución del hombre, el liderazgo de tribus, el discurso, todo guarda relación con el Himnos, que bien pudo ser la primera manifestación de inspiración. De hecho, hasta hoy día todas las músicas que se cantan tienen la forma del himno: estrofa y coro, como los salmos, o todo tipo de manifestación oral de cualquier religión, el líder propone la estrofa y el pueblo responde el coro.