Las matemáticas se desarrollaron de forma independiente en diversas civilizaciones, distantes entre sí en el tiempo y en la geografía. Y, de vez en cuando, surge algún nuevo dato que replantea todo lo que está escrito en los libros de historia.
- Por Gonzalo Cáceres
- Periodista
- Fotos: Gentileza
La escena científica vibra con cada descubrimiento arqueológico como el que postula el presunto origen babilónico del famoso teorema de Pitágoras.
Ahora bien, ¿en qué consiste esta proposición? El teorema de Pitágoras fue utilizado en la Antigüedad en campos como la arquitectura, carpintería, navegación y astronomía; hoy día se emplea además en ingeniería, física, diseño gráfico y hasta en los algoritmos de aplicaciones y videojuegos, siendo uno de los principios angulares de la geometría.
Establece que en un triángulo rectángulo, la suma de los cuadrados de los catetos (los dos lados más cortos que forman el ángulo recto) es igual al cuadrado de la hipotenusa (el lado opuesto al ángulo recto), siendo la fórmula que la representa a2+b2=c2a^2 + b^2 = c^2a2+b2=c2.
La historia imputa su creación al griego Pitágoras (s. VI a. C.), pero la ciencia actual sabe de evidencias históricas que sugieren que los antiguos babilonios ya conocían relaciones numéricas similares, o hasta más avanzadas, hace unos 3.700 años (más de un milenio antes del nacimiento del referido sabio).
EVIDENCIA
Se han encontrado cálculos, plasmados en tablillas de arcilla, que hablan del conocimiento babilonio de las propiedades de los triángulos rectángulos, en un conjunto de relaciones numéricas que van de la mano con el teorema de Pitágoras, erigiéndose como una suerte de prototeoría.
Una de ellas es la tabla Plimpton 322, que actualmente forma parte de la colección de la Columbia University. Si bien se desconoce su contexto arqueológico exacto, la tabla Plimpton 322 fue adquirida en 1922 por el coleccionista George Arthur Plimpton (1855–1936) de un anticuario en Irak.
Básicamente, es una piedra con rastros de signos cuneiformes (el tipo de escritura utilizada en la antigua Mesopotamia), marcada con aproximadamente 15 columnas de números enteros, con cada fila compuesta de tres números (lo que se conoce como tripleta pitagórica, valores de aaa, bbb, y ccc): dos de ellos corresponden a los catetos de un triángulo rectángulo y el tercero corresponde a la hipotenusa, mostrando la ecuación a2+b2=c2a^2 + b^2 = c^2a2+b2=c2. Eso sí, el sistema utilizado en la tabla Plimpton 322 es sexagesimal en lugar de decimal.
Por su lado, en la colección de la Universidad de Yale se deja ver la tablilla YBC 7289, artefacto cuya antigüedad se ubica entre 1800 y 1600 a. C. Según un estudio del matemático Bruce Ratner, de la Universidad de Rutgers, la YBC 7289 contiene una de las aproximaciones más precisas a la raíz cuadrada de 2 conocidas, que aparece escrita en notación cuneiforme sexagesimal con una sorprendente precisión (1+24/60+51/602+10/603≈1.
414212961 + 24/60 + 51/60^2 + 10/60^3 \approx 1.414212961+24/60+51/602+10/603≈1.41421296), lo que redobla la apuesta sobre el conocimiento babilonio.
La existencia de las mismas evidencian que los mesopotámicos comprendieron estos principios fundamentales y lo aplicaron en la construcción de templos, nivelación de terrenos, agrimensura y en la astronomía, esferas en las que esta civilización dejó patrimonio tangible que llegó a nuestros días.
POSIBILIDAD
¿Cómo puede ser que la prototeoría babilónica haya llegado a la Grecia Clásica? Pues bien, tampoco la idea suena descabellada, porque los grandes hombres y mujeres que influyeron en el pensamiento occidental bebieron de esta fuente ancestral.
Pitágoras tuvo una vida que confluye entre lo histórico y lo legendario. Lo poco que hay certeza de él llegó a nosotros a través de su escuela y de biógrafos muy posteriores a su muerte. La tradición señala que viajó a los grandes centros de estudio y religiosidad de su época y se entiende que pasó un tiempo en Egipto, donde indefectiblemente pudo tener contacto con la fuente babilónica.
Es que en el país del Nilo ya utilizaban los principios del teorema en sus propias vidas, por lo que no se descarta que Pitágoras haya tomado estas relaciones y las haya mejorado a través de sus propios estudios.
Diógenes Laercio y Porfirio incluso lo ubican en Caldea (Babilonia), donde habría llegado en forma de “cautivo (prisionero de guerra) al ser capturado por los soldados de Cambises (quien conquistó Egipto y lo incorporó al Imperio aqueménida) y llevado (a Babilonia). Allí “se familiarizó con la ciencia de los caldeos”.
COINCIDENCIAS
Sea como fuere, lo cierto es que los fundamentos de la escuela pitagórica (proporciones musicales, geometría aplicada, aritmética) tienen fuertes coincidencias con las culturas egipcia y mesopotámica, lo que apoya la idea de sus viajes, aunque lo de su presencia en Babilonia no es del todo aceptada por la comunidad académica.
Sin embargo, es importante destacar que, aunque los babilonios conocían estos valores, no se conoce de vestigios o testimonios que vislumbren la existencia de una teoría general o una demostración formal del teorema como sí lo hizo Pitágoras.
Entonces, aunque el teorema de Pitágoras como tal es atribuido al polímata griego, es probable que las bases fundamentales vengan de civilizaciones mucho más antiguas y distantes.
La diferencia clave es que Pitágoras fue el primero que sabemos formalizó y probó el teorema dentro de un marco estructurado, mientras que los babilonios aplicaban los resultados al día a día, sin la formalización que caracteriza a las matemáticas griegas.