“Mi compromiso es trabajar incansablemente para construir un cuerpo de bomberos más inclusivo y equitativo, donde cada persona sea valorada por su talento y dedicación”, dice Lorena Canan, una mujer decidida que se convirtió en la primera comandante femenina de la institución. “Falta sancionar de manera severa a los que incumplen las normas”, propone para los casos de accidentes graves que se pueden prever como el reciente derrumbe de un edificio en construcción en Encarnación o el emblemático caso del Ycuá Bolaños.

Hay un dato que no es menor: de los 8.000 bomberos que hay en el país, el 70 % de la fuerza operativa está compuesta por mujeres.

Allí se afirma Lorena Canan, elegida días atrás como la pri­mera presidenta del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Paraguay (CBVP) para sostener sus objetivos ante la institución: “Mi visión es que seamos un referente de excelencia, profesionalismo y compromiso social. Un lugar donde cada persona se sienta orgullosa de pertene­cer y donde la discriminación no tenga cabida”, dice.

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Sin embargo, fue un largo camino el de la inclusión. Fundado en 1978, el primer ingreso de una mujer al CBVP se dio en 1993.

Canan asumió este 3 de mayo y estará a cargo de los bombe­ros “amarillos” hasta 2027. Vale recordar que además del CBVP, que tiene unos 130 cuarteles en el país, hay otras dos asociaciones de bombe­ros reconocidas.

INICIOS

Lorena comenzó su tarea en 2002 en la 6.ª Compañía de Mariano Roque Alonso. Estudiaba para ser docente y en verano coordinaba una colonia de vacaciones en que un equipo de bomberos llegó para hacer unas demostracio­nes a los chicos. Algo especial la motivó a intentarlo.

“Hace 23 años me inicié allí, donde me formé y forjé como bombera voluntaria. Trabajé bastante como cuartelera y desde allí comprendí que el valor más grande con el que cuenta el cuerpo es el perso­nal que la compone, porque son quienes día a día con su trabajo en las emergencias, en la calle, en el campo, den­tro de un pozo o en la altura de un edificio han sostenido a la institución y al país en los momentos más difíciles y crí­ticos”, apunta.

De a poco se fue involu­crando en la política institu­cional “con los proyectos de fortalecimiento y el aporte con mi trabajo en estamen­tos importantes, lo que me dio la grata satisfacción de conocer a mis compañeros a nivel nacional”, cuenta de su camino.

Entiende, con emoción, que la elección de una mujer “honra a las madres de nuestros cinco mártires”, dice. “Las primeras bomberas de 1993 abrieron el espacio para que otras se animen a hacer este trabajo, porque antes era catalogado como solo para hombres. Esta tarea es una oportunidad de formación, entonces creo que hoy día las mujeres se van posicionando en todas las áreas”, destaca.

Aquí su diálogo con El Gran Domingo de La Nación:

–Además de ser bombera, ¿qué otro oficio desarro­llás en tu vida?

–Me desempeño como secre­taria general de la Cátedra y Servicio de Psiquiatría del Hospital de Clínicas de la FCM – UNA. Este servicio tiene un área académica y un área asistencial. En el área académica tenemos lo que es el posgrado para médicos y el pregrado que son para aque­llos que son estudiantes de medicina y el área asistencial en la que tenemos consulto­rio, urgencia, internación.

–¿Tenés hijos, sos mamá? ¿Cómo compaginás tu tarea con lo familiar?

–Soy mamá de un varón y administro mi tiempo y acti­vidades para cumplir con mis obligaciones y disfru­tar de los momentos con mi familia. Trato de organizar mi tiempo en todas las acti­vidades que realizo: familia, trabajo, bomberos. No es fácil, pero lo hacemos…

HUELLA EMOCIONAL

–¿Cuál fue el siniestro o situación más difícil en la que te tocó intervenir?

–El evento que marcó mi vida fue la pérdida del compañero Alberto Gómez en un incen­dio en diciembre de 2003. Fue en Mariano Roque Alonso en un depósito de carbón que se quemó durante tres días. El último día que está­bamos cubriendo ese incen­dio, ya cuando salíamos, la estructura colapsó y lamen­tablemente se derrumbó sobre él. Quedó enterrado entre las brasas y un bloque de cemento le presionaba el cuerpo y, como era muy grande, no teníamos cómo sacarle. Estaba con vida, pero ahí como enterrado entre las brasas. Se trabajaron muchí­simas horas, lo sacamos con vida, pero falleció en el hospi­tal. Justamente él es el primer mártir de nuestra institución.

–Tenés experiencia en el directorio, en el gobierno de la institución. ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan?

–Fortalecer las capacidades operativas de la institución, mejorar el equipamiento tanto en móviles, equipos de protección personal y, por sobre todo, lograr que el Estado asuma un com­promiso real con el servicio que prestamos, tomando en cuenta el bienestar propio de nuestros bomberos en cuanto a la posibilidad de un seguro de vida. Vine trabajando estos años en el Departamento de Desarrollo y Expansión, que es un área que se encarga de formar y desarrollar cuarte­les. Eso me dio la oportunidad un poco de recorrer el país y conocer cuarteles, trabajar con la gente.

–¿Cuál es el objetivo a corto plazo de la institución?

–La institución está con una visión de expandirse siem­pre y cuando haya factibili­dad también en las comunida­des o las ciudades para formar cuarteles. Actualmente noso­tros en el departamento de Alto Paraguay tenemos un proyecto en la zona de Car­melo Peralta y Fuerte Olimpo (NDR: el CBVP tiene cuarte­les en 16 de los 17 departamen­tos del país).

–¿Cuánto es el presupuesto anual que asigna el Estado al CBVP?

–El año pasado nos habían aprobado 7.400 millones, este año 9.000 millones de gua­raníes.

–Y a eso ¿cuánto le agrega la colecta anual que hacen?

–Y más o menos 2.000 millo­nes. Nosotros, por ejemplo, el balance del año pasado la inversión que tuvimos fue de 15.000 millones de guaraníes para todo lo que es gastos ope­rativos y administrativos. Es decir, el aporte estatal cubre el 50 % de nuestros gastos y cómo nosotros logramos lle­gar a cubrir o a financiar el resto es gracias a la comu­nidad. Nosotros volcamos toda la responsabilidad social sobre la comunidad que nos sostiene durante todo el año.

PEDIDO

–¿Entendés que hay alguna posibilidad de que el Estado vaya asumiendo una cuota mayor en esta situación?

–Todos los años nosotros tra­bajamos en una mesa y ana­lizamos eso. Nos unimos las tres instituciones de bombe­ros reconocidas por el Estado para trabajar en ese pedido. Lamentablemente todavía falta compromiso y volun­tad de parte de las autorida­des nacionales para llegar a eso y que puedan enten­der un poco que el cuerpo de bomberos realiza un servicio público, somos también parte de la fuerza de seguridad, así como la Policía Nacional, las fuerzas militares, pero nece­sitamos esa voluntad y ese compromiso de parte de las autoridades para llegar a eso. Desde la institución hacemos lo posible por brindar un ser­vicio de calidad a la comuni­dad, pero aún falta fortalecer con apoyo gubernamental.

–Es un aporte que honraría la historia y el compromiso de la fuerza…

–Así mismo. El CBVP formó a casi 12.000 bomberos y es una institución voluntaria sin fines de lucro. Hoy su situación no diríamos que es crítica, pero sí con muchas necesidades debido a que el recurso que aporta el Estado sigue siendo insuficiente. En octubre hace­mos la colecta anual. Recarga­mos mucho sobre la ciudadanía y en algún momento nos gus­taría ya cambiar un poco eso.

–¿Las ciudades están pre­paradas para enfrentar siniestros?, ¿existen las suficientes bocas de agua para eventuales incendios?

–Sigue siendo una tarea pen­diente de parte de los res­ponsables de este servicio. Es necesario fortalecer con planificación esta situación.

–Tragedias como las del Ycuá Bolaños impacta­ron en la sociedad, pero se siguen dando desastres como las fugas de gases tóxicos en industrias, el reciente derrumbe en Encarnación, por citar algunos. ¿Hace falta una normativa más estricta?, ¿más controles estatales?

–Falta que las autoridades com­petentes sancionen de manera severa a quienes incumplen las normas establecidas y que se respete la opinión técnica de los bomberos. Deberíamos tener una amplia participa­ción como institución. Exis­ten ordenanzas para trabajar sobre eso, pero muchas veces, lamentablemente, no se cum­plen o no se respetan.

UNA MARCA ESPECIAL

El incendio del Ycuá Bolaños fue una de las más grandes tragedias del mundo en su tipo. Allí murieron 327 personas, la mitad niños y más de 500 resultaron con heridas de diversa consideración, incluyendo a 56 personas con quemaduras de tercer grado. Siete permanecen desaparecidas.

Las víctimas quedaron atrapadas cuando el propietario del local, Juan Pío Paiva, ordenó cerrar las puertas con candado en el momento en que comenzó a desatarse el incendio para evitar que la gente llevara mercaderías.

Lorena Canan fue una de las bomberas que sirvió en aquellos días de agosto de 2004. “En ese entonces cumplía con las guardias e iba a los servicios y así fue que me tocó el incidente del Ycuá Bolaños”, cuenta.

“Tenía dos años de antigüedad. Recuerdo el día del incendio, el trabajo en sí, pero lo que más me marcó, porque en ese momento yo creo que por la adrenalina, el trabajo, uno de repente no dimensiona lo que está pasando, pero sí el día después cuando nos tocó colaborar con los médicos forenses que habían venido del extranjero a colaborar con nosotros”, memora.

“Se había montado una morgue provisoria en el ex-Regimiento de Caballería en el poli­deportivo y a nosotros nos tocaba trasladar los cuerpos no identificados que estaban en los contenedores. A mí me habían asignado el contenedor pediátrico infantil. Para mí era muy fuerte porque, bueno, como ya soy mamá, me tocó de una manera diferente”, apunta.

“Y no solo eso. Nosotros teníamos que trasladar las bolsas con el resto de los niños y estaban los familiares también y al salir nos tocaba contener a los que esta­ban ahí en ese lugar. Teníamos que cum­plir tantas funciones que no sé... Ese fue un evento que yo creo que no marcó solo a los bomberos, sino a todo el país. Ojalá que no pase una cosa así nunca más”.

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