En esta edición del programa “Expresso”, del canal GEN/Nación Media, los escritores Alcibiades González Delvalle y Bernardo Neri Farina discurren sobre el inagotable campo del arte de escribir, algunas de las principales fuentes de la literatura paraguaya, el periodismo como arte y adelantan algo de lo que será el próximo taller que realizarán para las personas que deseen aprender algunas claves del oficio del escritor.

  • Fotos: Matías Amarilla

Vamos a hablar sobre el arte de escribir con dos maestros. Gabriel García Márquez, que está ahora muy retornado con su serie “Cien años de sole­dad”, cuando habla de su proyecto de escribir un libro o un cuento dice que trata de hipnotizar al lector de manera que no piense otra cosa que en esa historia que está leyendo.

–AGD: Él nunca quiso llevar al cine “Cien años de sole­dad”, por una razón muy sencilla. “Cien años de sole­dad” es palabra, es poesía. Entonces, él pensaba cómo esto van a transmitir en imagen. Ya vemos que tiene muchos detractores y defen­sores la película, pero yo no me animaría a ver porque quiero quedarme con ese hechizo de la palabra.

–BNF: Yo comencé a verla y cuando uno conoce el libro, porque cualquiera que se arrogue el título de escri­tor debe saberlo, faltaba el tema de la palabra. La ima­gen no trasunta nunca ese sentimiento que sale de la palabra. La palabra debe hipnotizar y debe hipnoti­zar a quien la lee. Pero eso se debe dar no solamente en la literatura, se debe dar en todo tipo de texto. Todo tipo de texto debe despertar interés en quien lo lee.

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–AGD: También en los dis­cursos. Hay políticos que ganan elecciones por su verbo.

–Como sos dramaturgo, tenés esa experiencia de escribir para la escena. ¿Qué experiencia tenías vos como escritor de tea­tro para hablar respecto a la sensación que tenías entre escribir y ver tu obra en la tabla?

–AGD: Tengo una experien­cia inicial muy desastrosa. Yo era alumno del Salesia­nito y siempre se hacía tea­tro y fútbol. Una vez me die­ron un papel y yo solamente tenía que decir “detente”. Entré al escenario y me quedé en blanco. No sabía, no escuchaba ni veía nada. Entonces, me dijo el direc­tor “si te gusta el teatro, ¿por qué no procurás escribir Y después escribí, le mos­tré y me dijo “¿por qué no procurás ser productor?”. En los inicios siempre se tie­nen esas dificultades, pero el problema es apechugarse y seguir con el desafío. Por­que si uno se entrega con ese famoso primer trope­zón, no vas a ningún lado. La perseverancia es lo que finalmente hace de uno lo que uno quiere ser.

–BNF: Sí, sobre todo en el tema de la escritura. Tam­bién yo fui alumno salesiano en Monseñor Lasagna y tuve un gran maestro, o varios maestros, pero uno que recuerdo especialmente es quien después sería monse­ñor Alejo Ovelar, vicario del Chaco, que era un hombre muy sabio. Venía del campo, pero era un hombre muy sabio. Fue el hombre que comenzó a moldearme en el arte de la escritura. En aquel tiempo, los años 60, había una materia que era compo­sición, que era muy impor­tante y para mí porque yo odiaba estudiar gramática y ortografía. Me salvaba siempre por composición. Y yo era medio rebuscado en mi expresión porque yo ya me las daba de saber escri­bir y buscaba en el dicciona­rio palabras difíciles. Y una vez me agarró y me dijo “eso no es redactar”. Redactar es comunicarme. Y la comu­nicación vos tenés que ser claro y preciso, no rebus­cado. Si vos escribís de tal forma que el público tenga que pensar y “qué habrá querido decir esto”, hay un error, una falla en vos. Entonces, el tema del arte de la palabra y el arte de la claridad en la expresión. Los más grandes escritores son aquellos que son más claros. Muchas veces me ha tocado corroborar con alumnos que leen a (Jorge Luis) Borges. Después vienen y me dicen “¿esto nomás es Borges?”. Porque Borges es claro y es preciso en su expresión.

DISCIPLINA

–Todo cual yo supongo que tiene a la disciplina como un elemento sus­tancial. O sea, si te vas a meter a escribir, tenés que dedicarle tiempo a eso, ¿no?

–AGD: Cualquier escritor serio te dice que la inspi­ración no existe. La inspi­ración es transpiración, es buscarle el tema, es estar dando vueltas cuando uno tiene el tema y sentarse a escribir cuando ya más o menos lo tiene todo acla­rado. Pero eso de esperar el milagro que te venga todo de arriba no existe.

–¿Qué experiencias per­sonales tienen ustedes que pueden servir peda­gógicamente al respecto de alguna obra?

–BNF: Mi novela “Fuego pálido”, que ganó el pre­mio Lidia Guanes, nace de una frase que se me ocurrió una vez y la tuve como cinco años, seis años rondándome. La madrugada es la geogra­fía de los excesos. Eso nomás era. ¿Qué hago con eso? No sabía qué hacer con eso. Era un arranque para algo, era un pensamiento que me rondaba la cabeza. Hasta que una vez, una madru­gada, andando por el cen­tro, viniendo a casa, no sé de dónde, vi una pandilla de chicos. Era la una o dos de la mañana. Y esa madrugada uní a esa pandilla de chicos y ahí comenzó a surgir y comencé el primer párrafo y después el segundo párrafo y yo no tenía idea de a dónde me iba. Lo seguí haciendo hasta que terminó siendo una novela y ganó un pre­mio. Yo tenía una frase o una imagen y a partir de eso se fue trabajando.

–Pero también hay cami­nos que son como más pre­visibles. ¿Te tocó alguna vez tener algún final ya más o menos pensado?

–BNF: En los cuentos sí uno ya tiene más o menos un final. Porque los gran­des maestros dicen que el cuento es el final, pero no es tan así también. (Augusto) Roa Bastos discute mucho eso, pero si tenemos un final ya tenemos un buen comienzo.

–En tu caso, ¿cómo son normalmente tus carpin­terías?

–AGD: Primero, yo no tengo imaginación. Siempre parto de hechos preexistentes. Entonces, a partir de allí, comienzo a darle vueltas y encontrar el camino donde uno quiere llegar. Todas mis novelas, que no son muchas, las obras de tea­tro, son hechos preexisten­tes. El caso histórico está ahí, el folclor está ahí, es encontrarle el hecho esté­tico a un caso popular. Y ya el trabajo, la experiencia, te está dando el final, que siem­pre es el problema. Porque el público de teatro se queda con lo último que vio y que escuchó. Lo del medio uno puede poner muchas cosas que pasan, pero si el final fracasa, fracasó todo. Y eso saben los directores de tea­tro, los autores. Encontrarle un final impactante.

HISTORIA

–Hay testimonios de varios escritores y jus­tamente (Arturo) Pérez Reverte dice que la histo­ria siempre está presente en la redacción literaria, porque los lectores esta­rían perdidos sin la his­toria. Un contexto histó­rico, aun siendo ciencia ficción, es una referencia importante para los lec­tores.

–BNF: Uno no escapa nunca de la historia personal o del contexto histórico de su país, o a un hecho que conozca. Porque nosotros describimos lo que cono­cemos, lo que sabemos. Se lo inventamos. Ficciona­mos un hecho y ahí se con­vierte en novela o en un cuento. La Guerra Civil del 47 todavía es poca fuente. Pero los hechos del estro­nismo ya hay literatura, no todavía muy profunda, pero ya hay buena literatura. No hay mejor manera de contar la verdad que a través de la mentira. La novela es una mentira, una ficción, pero es el retrato verdadero de aquello que se vivió.

–Cuán poco se escribe en Paraguay ficción a par­tir de un elemento tan potente que nos marca tanto como es nuestra his­toria. Hay novelas sobre la Guerra Grande, hay novelas sobre la guerra del Chaco, pero probable­mente no son tan impor­tantes en número como tendrían que ser, ¿no?

–BNF: Nuestra historia es una historia inagotable, una historia violenta, una histo­ria tremenda, terrible, pero hay muchas aristas todavía que faltan de este escenario. Por ejemplo, sobre la gue­rra del 70 la gente ve toda­vía lo bélico. Y yo creo que las guerras y todas esas tra­gedias, como nuestras revo­luciones, hay que ver desde el punto de vista humano. Cómo sufrió la gente.

–AGD: Y los jóvenes en general no conocen nues­tra historia. Entonces, si no la conoce, ¿cómo van a quererla?

–BNF: Pasa también que el sistema de enseñanza es muy básico para la escritura y el arte de escribir.

LECTURA

–¿Cuánto influye en el futuro arte de escribir la figura del maestro? En vuestra experiencia par­ticular, ¿cómo les marcó esto para adquirir el hábito de la lectura?

–AGD: Comienza en la casa. Porque un chico que no le ve leer a sus padres, ¿qué apego puede tener a la lectura? Cuando llega a la escuela a los 7 años, ya tampoco encuentra motivo como para leer. En una ciudad española, no sé si hasta ahora, en las escue­las, esa primera media hora se dedicaba a la lectura de cuentos a los niños. Y usan el sistema de “Las mil y una noches”. Justo cuando llega un momento impac­tante, se cierra el libro. Y al día siguiente los chicos preguntaban ¿cómo sigue? Yo pienso que recién ahora se puede tener la posibili­dad de hacer esa experien­cia porque el Ministerio de Educación está comprando muchos libros para dotar de bibliotecas a las escuelas y eso es fundamental porque siempre ha sido el círculo vicioso. No se lee porque no hay libros y no hay libros porque no se lee. Ahora sí hay libros.

–BNF: La casa es funda­mental. En mi caso espe­cífico, tenía una abuela lec­tora que tenía una biblioteca pequeña, pero muy surtida. Yo aprendí a leer los clásicos rusos. Ella era carbonera nomás, pero leía. Y después en el colegio tuve grandes maestros y yo creo que tam­bién influyen. Porque tam­bién hay muchos hogares que no son completos o no son hogares. Entonces, la escuela suple esa insufi­ciencia y ahí se ve la mano de la maestra o la mano de los maestros. Muchas veces el inculcar a los niños a leer pasa por una iniciativa pri­vada, particular, de cier­tos maestros. Ahora hay algo más orgánico con este nuevo gobierno ministe­rial con el tema de Ñe’êry y todos estos programas que se están desarrollando. Pero es el inicio. Ahora hay que formar al maestro. Porque si el maestro no tiene voca­ción lectora, es muy difícil que insufle ese hábito en el joven.

–AGD: Tiene que haber pasión por la enseñanza y por la lectura. Roa Bastos es el autor a quien más se lo conoce, pero a quien menos se lee.

–BNF: Otra cosa que pasa es que en los centros de ense­ñanza ciertos maestros les dan a los alumnos para que lean un libro y les dan un montón de preguntas que el chico no está en condicio­nes de responder. Busque los sintagmas que hay en este cuento, etc. Entonces, ¿qué pasa? Ese ejercicio hace que el chico reaccione mal con­tra el libro y odie leer. Se convierte en una obligación. Y todo lo que es obligatorio es pesado. Tiene que comen­zar siendo casi algo lúdico, como un juego.

–Quiero citarle a Alejan­dro Dolina en una frase que me parece fantástica cuando dice que su téc­nica es sobrecargar para podar. Esto es muy inte­resante porque muchas veces se busca que el Pre­mio Cervantes ya sea el primer borrador. Y eso es imposible.

–AGD: (Mario) Vargas Llo­sas, por ejemplo, dice que para publicar 300 páginas, escribe 1.500 páginas. Por­que él escribe de un tirón y luego comienza la correc­ción. Y ahí viene la ironía de Borges cuando le pregun­taron qué le pareció “Cien años de soledad”. “Me pare­ció que 50 están de más”, dijo (risas).

–BNF: En algunos cursos suelo sortear libros y al comienzo sorteaba libros en la clase y decía al que ganaba tenía que hacer un trabajo sobre eso, pero des­pués me di cuenta que esa era una obligación para el chico. Entonces, les di ideas, lo ganan y hagan ustedes lo que quieran. Y ocurrió que una vez en uno de los cur­sos, una alumna se levantó y dijo “profe, leí el libro que saqué del sorteo” y comenzó a hablar sobre el libro. Y en la clase siguiente ya otro se levantó, motu proprio, y analizó el libro que llevó. Y se creó una especie de siner­gia de manera natural.

LITERATURA Y PERIODISMO

–¿Cuán importante fue en vuestra vida el perio­dismo para tener esa proximidad con la rea­lidad, pero también esa comunicabilidad con la persona?

–BNF: En mi experiencia personal, el hecho de que más o menos yo era lec­tor, me facilitó mucho la labor periodística. Me gus­taba desarrollar la narra­tiva, el periodismo narra­tivo. Las fronteras entre el periodismo y la literatura se han ido acortando. Hoy hay ensayos periodísticos que son prácticamente lite­ratura. El nuevo periodismo que nace con Tom Wolfe en los años 60 y ya también en ese momento aparece “A sangre fría”, que es una novela periodística, es una crónica periodística nove­lada de Truman Capote, que marca el inicio. Y Tom Wolfe dice que el perio­dismo narrativo es la nueva novela del siglo XX. Enton­ces, las fronteras se acor­tan. Los grandes escritores como Ryszard Kapuściński son periodistas. Hace poco estoy leyendo “Ébano”, cró­nicas de África. Es perio­dismo y literatura. La prác­tica te da para no mezclar todo, pero hacer periodismo es contar la verdad con la realidad, pero con un con­texto estético que es la lite­ratura, que dé gusto leer. Y ese es el periodismo que viene del siglo XIX y se pro­yecta al siglo XXI, porque eso es lo que nos va a distin­guir de la información que se da en las redes sociales, de las cápsulas.

–AGD: O las novelas de (Charles) Dickens. Es perio­dismo y gracias a ese género periodístico-novelístico hoy podemos saber cómo fue el Londres del siglo XIX.

–Escribir no es solamente dar lugares cómodos a las personas, sino también es sembrarles incertidum­bres. ¿Cómo es en vuestro taller compartir la línea de tiempo, las pausas, los momentos de incerti­dumbre, la técnica para mantenerle a los lectores atentos a la lectura?

–AGD: Es cuestión de mane­jar la técnica. Volviendo a García Márquez, decía que en la narración necesaria­mente hay que llegar a un punto en que pudiera abu­rrir al lector, pero que era necesario pasar por ese camino. Entonces, tratar de salir lo antes posible y volverlo agradable. Y es una cuestión de técnica y, natu­ralmente, tener el talento para hacerlo. Mucha gente viene con la expectativa de que en las primeras leccio­nes ya va a salir escritor o ya va a ser un fenómeno. Y tam­bién pasa con los estudian­tes de periodismo. Sucede que ya está dos años y no es toda­vía la estrella de televisión que soñaba y “estoy perdiendo el tiempo”, d i c e n . Entonces, esa frus­tración es porque no tiene voca­ción. En el taller vamos a transmitir nuestra expe­riencia y lo que hemos apren­dido para que se enganchen. Nuestra obli­gación es entu­siasmarlos, no enseñarles porque esa enseñanza la van a hacer ellos mismos.

–BNF: Hay varios niveles de escri­tura, por ejemplo la literatura. Roa siempre decía que hay que sugerir, no hay que decir todo. Conozco aboga­dos que querían escribir nove­las y me mostra­ron su original y yo les decía “vos estás escribiendo como abogado, no como literato”. La literatura no es que tenés que decir todo, contar todo. Sugerí para que la gente se ima­gine. Cada manera de redactar tiene una especificidad que hay que seguir. En los talleres o cursos de redacción, nadie te puede enseñar a escribir, pero te va a dar las pautas para que vos te construyas como redactor.

ENTRENAMIENTO

–Les pasa que toman un libro porque había un nudo en el cuento que había que destrabarlo con una buena lectura.

–BNF: Cuando un futbolista va a jugar un partido impor­tante, entrena los músculos, la técnica, etc. Pasa lo mismo con los escritores. Cuando vos vas a escribir una novela o un libro de cuentos, te entrenás. ¿Y cómo? Entre­nás la mente leyendo. Porque eso te aligera los músculos mentales y te da ideas. No es que vas a copiar eso que leíste, sino te va a dar algunas sugerencias. Algu­nas veces vos hacés exactamente lo contrario de lo que vos estás leyendo porque te dio una idea. Esto es un entrenamiento per­manente y la lectura es la que te da el entrenamiento.

–AGD: Con la lectura se aprende lo elemental, orto­grafía, vocabulario, apren­den a pensar. Con los libros salimos de las cuatro pare­des y nos remon­tamos a tiem­pos pasados, incluso futu­ros, a países que uno se imagina. Y ese placer es lo que queremos transmitirle a quienes vienen a nuestro curso.

–¿Cuáles son los géneros que más cultivan?

–AGD: Yo tuve la osadía de incursionar en todos los géneros, menos en la poe­sía. Es el único género que respeto, pero leo mucho. Yo esencialmente soy perio­dista. Después incursioné en otros géneros. Pero pri­mero el periodismo, por­que ahí aprendí a manejar la palabra, aprendí a leer. Entonces, después ya es cuestión de técnica.

–BNF: Yo amo tanto la poesía que no quiero come­ter un delito de leso verso (risas). Publiqué un poema hace poco en un libro de cuentos. Pero yo me siento narrador, y esas técnicas yo las desarrollé en mi vida periodística de comienzo. Mi primer libro, “El último supremo”, yo lo pensé como una novela. Después dije nadie lo va a creer. Enton­ces lo convertí en una cró­nica periodística y salió así. Todo gran escritor es periodista. El periodismo es quizás el oficio que más te acerca a la gente. Cono­cer la vida humana.

EL TALLER

–Hablemos del taller que están inaugurando. ¿Cómo será?

–AGD: Lo que Dios quiera. Porque es difícil prever lo que serán las reacciones. Es sobre el arte de escribir en general. El que quiere ser periodista o novelista siempre se comienza por una redacción. Después uno elige el género. Noso­tros vamos a incursionar en la redacción en general.

–BNF: Vamos a dar las herramientas. Vamos a comenzar con un módulo de un mes con 4 sesiones. Con mucha teoría y prác­tica. Por ejemplo, el uso de los signos de puntuación. Uno de los graves dramas en la redacción en nues­tro medio, tanto en adultos como jóvenes, es la falta de claridad en la elaboración de una oración, en la exposi­ción de una idea. No se sabe nunca cómo cerrar una idea. La redacción comienza por la elaboración de la primera oración.

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