- Por Jorge Zárate
- jorge.zarate@nacionmedia.com
- Fotos: Gentileza
La artista plástica inaugura el 10 de octubre “El paisaje es el del yo” en el espacio K/Arte y Naturaleza. “Poco a poco las imágenes se fueron transformando, veía sombras, geometría, signos, otras veces la importancia de la ausencia y comprendí de esta manera que lo que estaba haciendo era salvar el paisaje o ver cómo se salvaba, algo así como una forma de justicia poética”, comenta la artista sobre los orígenes de esta exposición.
“Huyendo de lo literal comencé a encontrar en ese paisaje crudo signos, mensajes de esos macabros árboles, que me remitían a osamentas, casi unas exhumaciones naturales que golpeaban la no memoria, formas que no por extrañas dejaban de ser verdaderas”, cuenta Alejandra Mastro sobre las imágenes de la serie “Amenazas”.
Una búsqueda en la que a la serie mencionada se suman otras que llevan por títulos “Vivo”, “Me entretejo”, “Memoria de ríos rojos”, “Laberintos blancos”, “De piel en piel” y “Memoria de una bulla loca” realizadas en fotografías y video, en tomas capturadas en espacios naturales de Alemania y la Patagonia que fueron producidas durante este 2024.
Curada por Fernando Moure, la muestra marca el regreso de Mastro al Paraguay, donde no exponía de manera individual desde hace dos años. “Sentí la invitación de Fernando como un gran reto y admito que lo pensé bastante. Al final de este proceso le estoy agradecida a él y a Octavio Caballero por la confianza e incondicional apoyo durante todo el proceso”, cuenta.
“Al principio no tenía claro cómo abordar el sujeto del paisaje, solo sabía que evitaría lo literal. Comencé el proceso de forma sistemática… era invierno, todo se descascaraba, a veces hasta quedar desnudo. En esa etapa empecé a investigar mis registros de imágenes y fui descubriendo el ojo con el que miraba cualquier paisaje desde hace ya muchos años y de esta forma nació casi espontáneamente el título de la muestra y de cada una de las series que presento, porque al fin “El paisaje es el del yo”.
–¿Qué la hace seguir sosteniendo la plástica como una elección para expresarse?
–Para mí es una necesidad, una urgencia vital. Como expresó Paulina Zamora, cuando discutíamos mi hacer en esta muestra, previa escritura de su texto: “Tú miras, miras, miras, obsesivamente, y deseas que el espectador mire lo mismo que tú miras”. O Ileana Gálvez, con quien trabajo la posproducción desde hace ya más de veinte años: “Tú todo lo que haces lo haces pensando arte, no te puedo imaginar de otra manera”. Y ayer mi marido, a quien agradezco todo su apoyo y paciencia en este proceso: “Entiendo lo importante y lo mucho que significa esto para ti, entonces adelante”.
–¿Por qué eligió el monocromo para “El verdadero paisaje es el del yo”?
–No veo el inconsciente en color y siendo este enigmático tampoco imagino un enigma colorido.
LA MIRADA DEL OTRO
–¿Tuvo que ver su trabajo en hospitales psiquiátricos con esta muestra?
–Por supuesto, toda obra viene de otra. El ojo es el hilo conductor de mi cuerpo de obra. Ese ojo mío que busca mi mirada en la mirada del otro y una deseante, sin velo alguno. Pero hay otras miradas. Por ejemplo, “Memoria de una bulla loca” es una instalación que recuerda la última tragedia en América Latina ocurrida en una mina de oro clandestina en Venezuela en febrero de 2024 donde hubo 30 muertes reconocidas y cientos de desaparecidos. Y “De piel en piel” es un videoarte, más una proyección cenital que relata la vida eterna de las gemas preciosas y su destrucción al pasar, desde su extracción en masa.
–En “Las tablas de Moisés” se ve como una lectura del mundo…
–Más que del mundo, diría yo de su locura. Hablo del mundo obviamente y me gustaría recordar que la obra formaba parte de la muestra “El revés del panóptico” que fue curada por Ticio Escobar.
–¿Qué nos puede anticipar sobre “La inversión del signo. Videoarte sobre Guido Boggiani”?
–Es un proyecto al que me invitó Fernando Moure y que me ocupa desde hace ya dos años. Después de inaugurar esta muestra continuaré en Asunción con la edición del videoarte del mismo.
REGRESO A CASA
–Siempre regresa al Paraguay. ¿Qué sensaciones espera encontrarse?
–Uno siempre busca volver a casa y sentí a Paraguay como mi casa desde que llegué por primera vez en el año 2010. Quizás ayudó el cariño que mi padre nos transmitió a mi hermano y a mí por esa tierra a la cual él se trasladaba regularmente por trabajo. Por tres años consecutivos viajé entre Guatemala (donde vivía) y Asunción. En el año 2013 me trasladé a vivir allí y permanecí nueve años. Me pregunta qué sensaciones pienso encontrar a mi regreso después de más de dos años de ausencia, le respondo que la misma alegría, solidaridad, generosidad y apoyo sincero e incondicional que sentí durante toda mi estancia en esa tierra, en fin, la empatía de su gente. Conservo hasta la fecha amigos entrañables.
SOBRE LA ARTISTA
Alejandra Mastro nació en Argentina y actualmente reside entre Guatemala, Buenos Aires y Asunción del Paraguay.
Es licenciada en Artes Visuales y una artista multidisciplinaria que ha expuesto en Europa y América en galerías y bienales. Sus obras figuran en diferentes museos, fundaciones y colecciones privadas. Obtuvo premios en diferentes países.
Su investigación de varios años en dos hospitales psiquiátricos, “El revés del panóptico”, fue curada por Ticio Escobar y expuesta en 2021 en el Centro Cultural de España Juan de Salazar, en Asunción.
El videoarte “La herida del horizonte” fue expuesto en Roma y Paraguay en el marco de “Reactivando videografías” desde Roma, con curaduría de Fernando Moure, así como en la galería Sol del Río en Guatemala.
“Las tablas de Moisés” fue exhibido en Paraguay, Guatemala y actualmente en el marco de Antipoden/Antípodas, Filmobend. Köln, Alemania.
Actualmente trabaja en “La inversión del signo. Videoarte sobre Guido Boggiani”.
TIERRA SOMETIDA
Aquí un extracto del texto curatorial de Fernando Moure sobre la muestra “El paisaje es el del yo”, de Alejandra Mastro, que se exhibirá en el espacio K / Arte y Naturaleza de Asunción a partir del 10 de octubre:
“En el proyecto artístico propone examinar el tema y el género del paisaje a partir de una percepción subjetiva y psicologista. Las series emprenden una investigación visual nivelando una identificación entre la naturaleza y la psique humana, estableciendo una firme conexión entre la creatividad artística y la creación natural…
…El punto crucial de esta investigación visual plantea la tendencia a percibir formas asentadas en el follaje, el suelo y el aire. Esta exposición abarca asunciones sobre lo salvaje o lo reprimido advertibles en formas naturales, pero incorporándolas al mundo interior o mental, advertible en los nombres que aluden a acciones en la primera persona del singular. Capturando los sueños y pesadillas que evocan ciertos lugares del bosque, esta obra disuelve la figura del artista en la naturaleza, presentándola como el artista primordial, previo a lo humano. Alentada por la idea de un espectador omnisciente, Mastro enmarca y encapsula sitios y escenas donde íconos botánicos como troncos, hojas, lianas y arbustos, junto a visiones de tierras y cielos componen extrañas alegorías silvestres. La fundación de este relato fantástico buscaría emplazar una suerte de psicoanálisis de la naturaleza y, por consiguiente, del sujeto que la ve y observa.
Al visionar estas estructuras fitomorfas, térreas y celestes, nuestra mirada pareciera expandirse o conducirse hacia un giro perceptivo paralelo; despejando, aclarando el espacio silvestre de la hojarasca, la maleza y las lianas al servicio de un relato emocional. Mastro observa y reconoce formas análogas entre la materia natural y el mundo de las ideas, conjugando emociones y estados existenciales en un ecosistema encarnado monocromáticamente.
Los efectos del claroscuro marcan surcos y huellas, heridas, fracturas, desgarros, y toda clase de violencias literales y metafóricas: la visión de la autora toma como motivo la naturaleza y su diversidad, pero, sobre todo, las que habitan su imaginación, la gran productora de memorias y recuerdos.
TRANSMUTACIÓN
Agotando las posibilidades formales de la fotografía, las obras resultantes transmutan su estatuto realista al ser reducidas a las líneas esenciales de la estampa. El vínculo sumamente gráfico de luz y sombra, del positivo y negativo, advertible en todas las piezas y muy especialmente en la materialidad de los soportes traslúcidos, enmascara diferentes capas y estratos latente y repetidamente, dificultando así la revelación de su rostro.
Esta dinámica de ocultamiento buscaría denodadamente una transformación, una externalización de lo inconsciente, o si se quiere, esta obra podría constituirse en una gran invitación al psicoanálisis, o a la interpretación derivada de esta disciplina. Mediante las técnicas transmediales de exprimir las formas hasta sus últimas consecuencias, Alejandra Mastro inventa este universo seductor e inquietante a la vez, moldeando el mundo natural a una consagración de una fantasía distópica…
El legado macabro del romanticismo y el simbolismo negro europeo del siglo XIX y del expresionismo, especialmente en el cine alemán de principios del siglo pasado, marcaron durante mucho tiempo a la sociedad, imprimiendo un imaginario poderoso de horror y muerte. Como parte de una investigación ‘caníbal’ que revisa novedosamente símbolos y temas de la naturaleza explorados en dichos estilos oscuros, Mastro interpreta una sinfonía contemporánea valiéndose de una mediación técnica que refiere, de igual modo, a la hibridez formal de estos artefactos…
Esta obra reciente puede verse entonces como una exploración que toma por excusa la historia natural, aunque aspira, en un sentido general o universal, a ser una historia profunda y oculta de lo que se encuentra más allá de grandes relatos o historias conocidas. Una fotografía plasticista a modo de rayos X de un planeta apocalíptico, una investigación del caos salvaje donde los objetos de la naturaleza declaran la belleza de la ruina.
En análoga paradoja, esta colección captada en los bosques de robles y hayas de Baviera o en los desiertos de la Patagonia Austral disuelve las categorías de lo cultural y lo natural en un acertijo aparente sobre la naturaleza. Árboles, piedras, aguas y nubes son, aquí y ahora, la evidencia de monumentos del infortunio, de los restos de una humanidad devenida en sustrato geológico, o de la misma piel y carne despellejadas por el invierno del futuro al que nos acercamos”.