• Por Jorge Zárate
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  • Fotos: Jorge Jara/Gentileza

La ciudad celebró en estos días su primera Fiesta Italiana recordando a los primeros pobladores. Aquella esforzada colonia agrícola sigue siendo tierra de emprendedores, pero también se ofrece como alternativa de vivienda para la Gran Asunción. Aquí un diálogo con descendientes de los pioneros que cuentan de aquellos primeros días de esfuerzo y también las ideas para acercar turismo a sus atractivos paisajes.

“A los 8 años llevé mi primera carreta tirada por bueyes con la carga de nuestros productos a Asunción, llegábamos en días”, cuenta Lucio Visttonti, agricultor de 81 años, ordenando recuerdos en el patio de la casona familiar en Itá Ibaté, Nueva Italia.

“Llevábamos cebolla, enrizadas en un atado, muchos atados, raja de leña, carbón, banana en cachos de las de oro y las karape que plantaba mi abuelo”, dice como viéndolo proyectado en el horizonte.

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Descendiente de los primeros pobladores, vuelve en la charla a aquellos momentos de vida en la colonia, cuando debieron fabricar los carros, hacer los caminos andando con los bueyes y comerciar lo que comenzó a brindar la generosa tierra.

“Mi abuelita me contaba que el abuelo Visttonti se dedicaba a exportar cigarros, porque era muy bueno el tabaco que salía aquí, se exportaba a la Argentina por el río cada 15 días unos mil kilos, era una buena producción”, dice sonriendo.

Hoy, asistido por su esposa Hilaria Zayas Rodas, elabora queso a partir del buen ordeñe de sus lecheras. “La leche sí tiene precio y el queso también, así que de esa manera seguimos luchando, andamos bien”, dice con un gesto de conformidad con lo conseguido.

Hilaria, a su lado, recuerda que tuvieron 12 hijos y entiende que algo de eso debería ser valorado por Italia. “Algún beneficio nos tendría que dar que quede la sucesión, ¿verdad?”, dice entre risas la mujer.

HISTORIAS DE TRABAJO

En su casa en las afueras del pueblo, Anastasia Portelli de Gamarra muestra la foto de sus abuelos maternos, el napolitano José Baccon y la paraguaya María Villasanti, contando que la música siempre estuvo como recuerdo de su Italia natal. “Mi abuelo José tenía olerías, hacía ladrillos y tejas”, comenta. “Hablaba netamente en italiano. Y peor, hablaba mal porque vino de Buenos Aires y mezclaba con los modos argentinos. Cuando quemaba su ladrillo sus nietos estábamos todos por ahí, le pasábamos la leña para hacer el fuego”, recuerda.

No quedaron imágenes de su abuelo paterno Antonio Portelli, que llegó a los 8 años a la Argentina, desde donde años después llegaría a Pindoty, Nueva Italia, persiguiendo el “sueño americano”. Sí exhibe un libro que reseña la presencia de los inmigrantes italianos en 1914 en el pueblo, entre los que se cuenta a su abuelo Portelli, que llegó desde Sicilia para montar una fábrica azucarera. Cuenta también: “Mis hijos se comunican con la familia Portelli, nuestros parientes en Italia, así que tenemos contacto”, apunta.

Anastasia sigue yendo al tambo a pesar de las quejas de sus hijas e hijos. “Antes ordeñaba a mano, ahora tenemos máquina”, cuenta expresando alivio. Luego comenta que habla con sus vacas por la mañana cuando salen a pas­tar a la campiña verde que se extiende detrás de los caña­verales que planta la familia.

“Cuando vuelven, solitas vuelven, les doy agua y afre­cho y después al corral”, comenta la mujer de 81 años. A su lado ríe su marido, Cele­donio Gamarra, mientras cuenta que espera que en estos días llegue la cosecha­dora para comenzar a cortar las 10 hectáreas de planta­ción de takuare’ê que están hoy en su punto justo. “Este tipo de planta nos está dando unas 70 toneladas por hec­tárea, pero ahora nos van a traer una semilla que dicen que tiene un rendimiento de 130 t/ha, así que eso puede ayudarnos a mejorar”. Como dato vale señalar que se pagan 220.000 guaraníes la tonelada.

CULTIVOS EN EL TIEMPO

La colonia hoy tiene culti­vos de piña, batata, caña de azúcar, pepinos, zuchinis, zapallos, lechugas hidropónicas y ganadería. También hay grandes productores como Eco Vita, que produce tomate, locote, naranjas y mandarinas bajo cubierta, cuenta Lida Giménez, direc­tora de Cultura de la Muni­cipalidad de Nueva Italia, quien acompaña en el reco­rrido.

La docente María Celeste Mura es descendiente de Vittorio Mura Pelagdoni y María Canca Benninger, también pioneros de Nueva Italia. “Queda el recuerdo del espíritu aventurero del abuelo Victorio, que vino acá pasando varios continen­tes, porque él, teniendo una posición social y económica válida, decidió hacer un viaje por el mundo”, inicia comen­tando.

“Y estando en Mato Grosso, Brasil, le llega la infor­mación de que en Paraguay el presidente Manuel Gondra estaba teniendo un convenio con Italia de fun­dar una nueva colonia y que se les iba a otorgar tierras con el compromiso de trabajar en la agricultura. Él dijo ‘me voy a Paraguay’ porque él siem­pre decía que estaba en la bús­queda de tierras fértiles en una nueva América de opor­tunidades. Entonces, trata­mos de transmitir a las nuevas generacio­nes sus pala­bras, que eran ‘todos dormimos, todos comemos y todos debemos trabajar’”. Trotamundos, Victorio estuvo en la construcción del canal de Panamá y recorrió Sudamérica hasta llegar a asentarse en Nueva Italia. “Abuelo se dedicó al cultivo de las naranjas, la piña, banana. También tenía un campo que se le otorgó donde tenía vacas. Entonces pro­ducía también leche, tenía muchas gallinas, huevos y eso se transportaba en carretas y se llevaba a otras ciudades y las naranjas a granel se envia­ban también a otros lugares y eso hacían mi abuelo con sus hijos”.

Tuvo 12 hijos “y lo particu­lar de la historia es que acá él encuentra a su esposa a tres cuadras de donde estaba él solo traba­jando la tierra, una joven de nacionali­dad checa, tuvo un noviazgo muy corto, en un mes y medio ya se casaron y de eso nacie­ron 12, muchos de los cua­les tuvieron hijos que hoy están viviendo en Italia por ejemplo”, comenta.

Anastasia Portelli de Gamarra muestra la foto de sus abuelos maternos, el napolitano José Baccon y la paraguaya María Villasanti
Lucio Visttonti, agricultor de Nueva Italia

La clave de acceder a la tie­rra fue fundamental para el arraigo. “La tierra era fértil y para ellos era una gran opor­tunidad y también de poder brindar esas técnicas a los demás pobladores porque ese era un compromiso que tenían: Si hacían una plantación de naranja, debían enseñar para ir multiplicando esa informa­ción”, recuerda.

La gastronomía se enhebra en la memoria: “En la casa de abuelito siempre recibía una porción de torta con algún dulce, algún jugo y esa cos­tumbre fue pasando de gene­ración en generación, nos gustan mucho las pastas, los dulces, las tortas caseras que no podían faltar”.

De fe bautista, el patriarca de los Mura transmitió a los suyos el deber del amor al prójimo, porque él contaba que en los primeros tiempos cuando llegó “pareciera que no nos querían tanto por la religión, pero después apren­dieron a querernos, apren­dieron a respetarnos por­que nosotros respetamos la libertad de culto que cada uno tiene y sabemos que hay un solo Dios”.

Celeste entiende que se puede acrecentar la relación con Italia. “Ojalá que pue­dan venir ellos a invertir un poquito y que esa herencia de la cultura italiana tam­bién pueda difundirse por­que nuestro país es pluricultural y nos da esa facilidad de poder interrelacionarnos también con las demás cultu­ras”, se esperanza.

TRADICIÓN Y MEMORIA

Recordando esa tradición, el pasado 30 de junio la ciudad celebró su pri­mera Fiesta Italiana, que contó con la presencia del embajador de Italia, Mar­cello Fondi, y esposa. “Se suele hacer siempre en la plaza Italia de Asunción esta fiesta, que conseguimos traer por primera vez”, cuenta Alcides Gamarra, intendente de la localidad.

“Le pudimos rendir homenaje a los que vinieron a fundar la colonia en 1906. Así que ahora nos estamos planteando nuevos objetivos como que la gente por lo menos sepa algo del idioma, sepa algo de las danzas, de las músi­cas. Con la ayuda de una profesora de danza, nuestra academia municipal ya está practicando la tarantela, que ya bailaron en el acto nuestras chicas”, celebra el jefe comunal. “Nueva Italia fue denominada Tierra de Labriegos porque aquí hay muchos agricultores, pequeños, medianos y grandes. Estos últimos son los que se dedican a la cañi­cultura porque hay que manejar mucha estructura para la plantación de caña dulce”, apunta el intendente Gama­rra. Explica que la mecanización ganó terreno en los últimos años porque “ya mano de obra casi no hay, no hay más gente que quiera cosechar”.

Alcides Gamarra, intendente Nueva Italia

Agrega que “los medianos son lo que siguen con la agricultura y hay peque­ños que tienen hortalizas y que ya recu­rren también a la mecanización en el riego, por ejemplo, en usar medias som­bras, porque el clima no nos ayuda”. Cuenta que quedan familias descen­dientes de italianos, pero que “hay tam­bién descendientes de alemanes, che­cos y rusos”. La localidad, que dista a unos 50 kilómetros al sureste de Asun­ción, tiene alrededor de 13.000 habi­tantes, según el último censo.

POBLAMIENTO

“Tengo entendido que habremos cre­cido más porque se están abriendo muchos loteamientos y la gente está poblando. En unos años más se va a convertir en una ciudad dormito­rio prácticamente por los recursos naturales que tenemos, no tenemos prácticamente fábricas ni nada que dañe la ecología”. Tierras fértiles y un paisaje amable y de gran tranqui­lidad hacen que se ofrezca como un espacio para casas de fin de semana e inclusive viviendas de todo tiempo, ya que en automóvil y con suerte en el tráfico se puede llegar en una hora y media. En colectivo, deben calcu­larse dos horas.

Gamarra señala que lo más necesa­rio en este momento “son fuentes de trabajo, porque hay jóvenes que quie­ren estudiar, salir adelante y tienen que abandonar la ciudad, porque no tenemos universidad cercana. Aquí ofrecemos cursos del Sistema de Promoción Profesional (SNPP) y del Sistema de Formación y Capacita­ción (Sinafocal)”.

Segundo territorio en extensión en el departamento Cen­tral, tiene todavía algu­nos inconvenientes de conexión entre sus compañías. “Se llegó a asfaltar gran parte, pero faltan más caminos. Los reparamos con el equipo caminero del municipio y también solemos tener apoyo del Ministerio de Obras Públicas y Comunicacio­nes (MOPC), pero siempre necesi­tamos apoyo porque, por ejemplo, después de las últimas lluvias nos quedaron más de 120 kilómetros de camino de tie­rra por reparar”, comenta.

“ES BUENO RECUPERAR LA MEMORIA”

La historiadora Giovanna Toffoletti es des­cendiente de los fundadores de Nueva Italia, tema que abordó con especial afecto en su tesis “La inmigración euro­pea en el Paraguay posterior a la Gue­rra Grande (1864-1870)” en coautoría con Jorge Rodas. El trabajo estudia “el aporte de la inmigración italiana en las colonias Trinacria, Nueva Italia y Elisa”. Así, en 2008 hizo una “revisión bibliográfica acerca de trabajos anteriores y posterior­mente una investigación en la Biblioteca Nacional y el Archivo Nacional”.

Entrevistó también a los antiguos pobla­dores y buscó documentos en el cementerio y la municipa­lidad y pudo dar con el “reglamento de la colonia, pero en pési­mas condiciones, manchado con tinta, un documento del año 1907. Imaginen que la ciudad no cuenta con una reseña histórica, que entiendo muy necesaria”, expone.

Recuerda que los primeros italianos en llegar a lo que más tarde sería Para­guay fueron los religiosos francisca­nos, jesuitas y salesianos. Más tarde, “de la nómina de 65 gobernado­res del periodo colonial en Paraguay, citamos a ita­lianos como Francisco de Monfort y el inge­niero Eustaquio Gia­ninni, que reemplazó al gobernador Bernardo de Velasco en 1809. Durante el periodo de José Gaspar Rodríguez de Francia hubo poca inmi­gración europea debido a la política de aisla­miento. Algunos italia­nos moraban en el Paraguay independiente como Pas­qual Belli­sin, un comer­ciante, y Nicolás Descalzi, un marino. Posteriormente, cuando el país queda devastado luego de la guerra del 70, la presencia de inmigrantes contribuyó no solo a repoblar, sino a fomentar nuevas pautas de sociedad, pensamiento, cos­tumbres y trabajo”, apunta.

FOMENTO DE LA INMIGRACIÓN

A ese efecto señala la importancia del artículo 6 de la Constitución de 1870, que fomentaba la inmigración. A partir de allí hubo un Departamento Gene­ral de Inmigración, pero “no se tuvo la misma cantidad de inmigrantes que otros países americanos porque la agricultura y la ganadería no pudie­ron recuperarse rápidamente por falta de incentivos y la inestabilidad política. En Asunción predominaron italianos que aportaron en fábricas de fósforos, hielo, ferreterías, zapaterías y profe­siones artesanales como marmoleros, piseros y mamposteros. Con respecto a la influencia de los italianos, incor­poraron costumbres alimenticias a la dieta familiar como las pastas y distin­tas salsas”, señala.

Toffoletti cuenta que las tierras “para fundar esta colonia fueron compra­das por el gobierno a Vicente Nogués pagando 60.000 pesos de oro sellado. El Gobierno entregaba estos terrenos provisoriamente a los colonos y una vez que cumplían los requisitos requeridos se les entregaba la propiedad en forma definitiva”.

Agrega que “se fundó setiembre de 1906 y en un principio se llamaba Nueva Roma. Tenía una superficie de 14.848 hectáreas y la instalación le costó al Estado para­guayo más de 280.000 pesos. Eran tie­rras para plantaciones en lotes de 200 metros de frente por 800 de fondo, es decir, 16 ha para cada colono divididos por calles anchas de 20 metros de ancho y 800 de largo. Existían tres tipos de lotes: urbanos, lotes agrícolas y campos de pas­toreo. Se produjo gran cantidad de alfalfa y existieron ganados vacunos, equinos y mular. El terreno era apto para la viticul­tura, tabaco, café, pakova, piña y naran­jas. Un camino carretero de 8 km unía al puerto de Nueva Italia con Angostura y se llegaba en dos horas y media hasta Asun­ción vía fluvial y en 4 horas en carretas o caballos”. Rastreando su árbol genea­lógico, dio con que “Antonio Toffole­tti y Carolina Barni llegaron en uno de los barcos que cada año pasaban ofre­ciendo turismo gratis para los pobres. Llegaron hasta Argentina y se que­daron en Resistencia. De profesión zapatero, Antonio confeccionaba los suecos de madera. No hablaban más el italiano y utilizaban el guaraní por­que se hablaba más. Una descendencia quedó en la actual Villa Elisa y la otra fue a colonizar Nueva Italia”, memora.

PRIMEROS COLONIZADORES

Los primeros colonizadores “se ape­llidaban Bill, Toffoletti, Portelli, Shau, Mura y Coll, pero algunas familias lle­garon luego de la revolución del 47. La colonia se creó para inmigrantes exclu­sivamente italianos, pero algunos se quedaron en Argentina. Apunta tam­bién que “los inmigrantes, en general, en sus países de origen vivían en con­diciones precarias y su trabajo pagaba altos tributos fiscales. Los colonos no eran dueños de la tierra, eran arrenda­tarios y muchos estaban en la condición de “migrar o robar para vivir” y tenían el sueño de la tierra propia. Las crisis agra­rias en Europa a partir de 1880 fueron agravadas por las enfermedades como el cólera y la malaria”.

Las buenas leyes de inmigración paragua­yas, la propaganda que se hacía en Europa de las ventajas de migrar, más el boca a boca de familiares que ya estaban insta­lados ayudaron al movimiento al punto de que en 1907 existían 9.000 italianos e hijos nacidos en Paraguay, según el registro.

FESTEJO Y TURISMO

El 28 de agosto es la fiesta patronal de Nueva Italia, pero se celebrará el 24, anticipa Gamarra invitando a parti­cipar del evento. “El Festival del Yberá tiene además la intención de hacer conocer nuestra laguna. Ella forma parte de la cuenca del lago Ypoá, el gran humedal que va hasta Ñeembucú, que ya tenemos protegida con una ordenanza municipal. Tam­bién la Junta Departamental de Central declaró de inte­rés y área protegida y ahora estamos trabajando con el diputado Rubén Rubin para hacer una declaración a tra­vés del Congreso también”, comenta.

Ubicada a 3 kilómetros del casco urbano, la intención es que el espacio, en el tiempo, pueda albergar al festival, que “ahora lo estamos haciendo aquí en la calle, frente al municipio”.

Para ello cuenta que se trabaja en “un proyecto de hacer un muelle porque el espejo de agua está rodeado de esteros y no es fácil de acceder y hoy solo se puede apreciar desde el mirador privado de un vecino. Nuestro sueño es poder llegar a hacer algo parecido al turismo que se hace en los esteros del Iberá, en Argentina, mante­nerlo en su estado natural”.

Comenta entonces que “tenemos gente que vive del estero que son marisca­dores, gente que caza ani­males silvestres, también pescadores y moreniteros (ndr: la morenita es carnada habitual en la pesca). Sería bueno ir reconvirtiéndolos en cuidadores de la flora y fauna como el ejemplo que les conté en Corrientes, pero para ello necesitaríamos una ayuda más importante por­que nuestro municipio es de bajos recursos”.

También se analiza la posibi­lidad de recuperar el arroyo Yukyty, que en décadas ante­riores se usaba como balneario.




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