• Por Jorge Zárate
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La necesidad de normativas y prácticas que ayuden a los trabajadores a soportar jornadas de intensas temperaturas o estén dotados de seguridad para enfrentar gases que pueden ser mortales, agroquímicos de alto impacto o tener un desfibrilador en toda fábrica que tenga más de 500 personas son algunos de los temas que surgen en el contexto del Día Internacional de los Trabajadores, que se celebra el 1 de mayo .

“Un trabajador del Chaco me contó que su patrón llegó a medir 60 grados centígrados en el campo. ¡Nadie puede trabajar en esa temperatura!”, contó Mónica Recalde, ministra de Trabajo. Fue durante la apertura del seminario “Incidencias del cambio climático en la salud y seguridad en el trabajo”, que se desarrolló el 25 de abril en Asunción.

La ministra apuntó que los calores, al “afectar a los trabajadores, afectan nuestra economía sin dejar de señalar que esto puede representar una disminución en la expectativa de vida. Por eso en esta fecha, la importancia de la seguridad social es clave porque hay mucha gente que no está protegida”.

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Recalde hizo alusión al Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, que se conmemora hoy 28 de abril. “Las condiciones climáticas extremas a las cuales están expuestos los trabajadores en la actualidad obligan a reforzar el rol del Estado en la educación y los controles para la prevención de riesgos laborales”, señaló.

Destacando la fecha, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hizo este año especial hincapié dando a conocer su informe “Garantizar la seguridad y la salud en el trabajo en un clima cambiante”, donde hace las sugerencias técnicas para que los Estados se preparen ante la situación.

A delivery man rides a bike in front of a wall with a graffiti reading ìMarito is the virus. Resign Maritoî during a protest in demand of the resignation of Paraguayan President Mario Abdo Benitez, known as Marito, in the surroundings of the presidential residence in Asuncion on March 7, 2021. (Photo by NORBERTO DUARTE / AFP)

TRABAJO CONJUNTO

Para Laura Flores, especialista en medicina del trabajo, “todas las autoridades involucradas de las carteras de Trabajo, Salud, Ambiente deben aunarse y trabajar en una estrategia que derive en una política nacional para garantizar la salud y seguridad en el trabajo. Claramente hacen falta campañas, así como tenemos en otros temas de salud pública o de otras áreas, así que esperamos que se pueda concretar porque hemos visto predisposición”.

La especialista recordó las estimaciones que hizo la OIT en su estudio “Trabajar en un planeta más caliente. El impacto del estrés térmico en la productividad laboral y el trabajo decente”. Dijo que allí se “habla de que vamos a estar perdiendo 2,49 horas de trabajo por día para agricultura y construcción, lo que impactará en unos 300.000 puestos de trabajo, que estarán perdiendo productividad. Son miles de horas de trabajo de horas perdidas por el extremo calor que tiene un impacto altísimo en la productividad”.

A la hora de precisar cuáles serían los oficios más impactados, expuso que “todos los que estén al aire libre son urgentes, recolectores, trabajadores de limpieza, los que entregan paquetes en la calle y también tareas que no son al aire libre, pero que están expuestos a altos calores como los que trabajan con hornos, chimeneas, cocinas, panaderías”.

Recalde asume que “tenemos una deuda con la reglamentación de la ley de riesgos ocupacionales, pero estamos comprometidos en reforzar los mecanismos de control, porque control y educación van de la mano y en esto no solo el Ministerio de Trabajo, que es el responsable, sino que también el Instituto de Previsión Social (IPS), el Ministerio de Salud, el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades) tienen un rol importante en alertar sobre los riesgos sociolaborales y también otra serie de instituciones, la sociedad civil y los bomberos”.

DATOS DE ACTUALIDAD

Durante el seminario mencionado, expertos locales e internacionales debatieron sobre estos impactos dejando clara la necesidad de una campaña para concienciar tanto a empleadores como a trabajadores sobre la importancia de reducir el número de muertes y lesiones relacionadas con el trabajo.

Así lo apuntaron el viceministro de Trabajo, César Segovia, y el presidente del IPS, Jorge Magno Brítez, en la apertura del evento.

Segovia recordó que “gran parte de la vida pasamos en un ambiente laboral que no se limita al espacio físico en el que desarrollamos la tarea, ya que el hecho de trasladarnos para llegar a la oficina es un tiempo importante en el transporte, público o particular, que debe ser protegido”, dijo mencionando la cantidad de accidentes “in itinere” (en viaje, en latín) que se producen en el país generando una carga de gasto público muy considerable.

De acuerdo a datos que se aportaron, en marzo pasado hubo 870 liquidaciones por accidentes de tránsito solo en el IPS. Esto sin tener en cuenta que mucha gente ni siquiera denuncia o lo hace como una enfermedad común porque desconoce qué es un accidente en trabajo, se puntualizó.

CUADROS DE REALIDAD

Alejandro Buzó, especialista en gestión de riesgos, expuso que “en un país como el nuestro, con una cultura tan reactiva, hablar de prevención y análisis es algo infrecuente” apuntando que en días recientes arreciaron las lluvias del fenómeno de El Niño y la calamidad de las inundaciones.

“Son las que más daños causan”, recordó explicando que más allá de “las inundaciones ribereñas que se pueden predecir, están las súbitas urbanas que se dan por la impermeabilización excesiva de las ciudades que tienen comportamiento atípico, corta duración y muchísima lluvia. Lo que llovía en una semana llueve en un día, etc…, y no se puede drenar el agua. Se inundan oficinas, se dañan máquinas, hay cortocircuitos, incendios”, enumeró.

Pidió también que se trabaje en la toma de conciencia y en el desarrollo de una permisividad mayor a los 15 minutos de tolerancia para la llegada al trabajo cuando hay lluvias excesivas. “Hemos perdido vidas en raudales, lo que es una prueba de que el trabajador está expuesto. Podemos ampliar esa flexibilidad a una hora, porque la gente se arriesga a veces por no perder el trabajo”, apuntó.

Recomendó entonces “sacar estadísticas y asociar con el clima”, sobre todo en áreas urbanas, donde “el 25 % de la población total vive en asentamientos informales”.

“Hay que entender que la naturaleza tiene que ser parte del modelo de desarrollo”, dijo para insistir en la necesidad de utilizar modelos de construcción que incorporen verde para aplacar el calor y absorber las lluvias, etc.

Como impacto antrópico, causado por el hombre, recordó las quemas de 2020, cuyos humos llegaron a oscurecer Asunción en plena siesta. “Casi 2 millones de paraguayos eliminan residuos quemando”, señaló.

Para dar una idea del impacto del calentamiento, recordó que 2.400 millones de personas están expuestas al calor excesivo en el mundo y que unas 20.000 personas mueren al año por calor extremo en zonas urbanas y otras 18.000 por cáncer de piel.

OLAS DE CALOR

Laura Flores, especialista en medicina del trabajo, recordó que se está ante una ola de calor extremo cuando la temperatura supera los 38 grados. Pidió entonces que las empresas se equipen con termómetros especiales para tener datos termohigrométicos, que contemplan humedad, velocidad del viento, radiación térmica, para saber cómo actuar con los trabajadores, cuándo darles descanso, a qué hora establecer pausas de hidratación y otras medidas paliativas.

“Hay que entender que en esos casos si no se elimina el calor interno de los cuerpos tendremos problemas como síncopes y deshidratación, así que es fundamental la evaluación del ambiente térmico”, señaló. “Tomar descansos de media hora ayuda a la productividad, cuidamos la salud del trabajador, pero también la eficiencia del trabajo”, reforzó.

Entre los riesgos también mencionó la elevada radiación ultravioleta que provoca arrugas y melanomas señalando lo importante que deviene el uso de protectores solares para los trabajadores que lo hacen a la intemperie.

El especialista Claudio San Juan, del Ministerio de Trabajo de Argentina, destacó la importancia de la participación de los trabajadores en la norma y que se hacen necesarios los cambios en la forma de trabajar, mejoras en las infraestructuras y otros aspectos en la mitigación del estrés térmico.

VECTORES Y OTROS PROBLEMAS

Raúl González es presidente de la Sociedad de Medicina del Trabajo y se refirió al impacto de las enfermedades trasmitidas por vectores y sus efectos en el ámbito laboral, reportando que en lo que va de la epidemia del dengue se registraron 38.000 días de reposo en el IPS, una “cifra que debe ser mayor porque este atiende al 20 % de la población económicamente activa”.

De acuerdo a los datos que aportó, estos representaron 4.000 millones de guaraníes solo en el sector formal y se entiende que es mucho más, ya que solo un 50 % de los trabajadores está registrado.

Recordó que el mosquito es más activo entre los 22 y 32 grados y que recién debajo de los 15 grados comienza a ralentizarse u actividad y que solo por debajo de los 10 grados se interrumpe el desove. Entonces, manifestó como fundamental que los trabajadores sean provistos de repelentes, una medida al parecer sencilla, pero que tiene sus bemoles a la hora de la aplicación.

“Los más afectados resultan los trabajadores informales en los sectores de la construcción, trabajo doméstico, comercio y trabajadores rurales”, dijo.

Por su parte, Carlos Ortega, técnico en Salud y Seguridad Ocupacional, habló sobre los accidentes industriales apuntando que el cambio climático hará que la situación de los trabajadores se agrave en el tiempo. “El clima es caluroso y el paraguayo es resistente, pero no hacemos las mediciones, no trabajamos la cuestión del clima a pesar de que hay reglamentaciones vigentes, avanzamos poco hacia ahí”, manifestó.

A renglón seguido proporcionó algunos datos del contexto mundial: 2,8 millones de trabajadores mueren al año en accidentes de trabajo; 4 % del PIB mundial cuestan los accidentes laborales, cifra que se calcula en unos USD 1.250 millones anuales. De ese total, un 10 % se da en los países americanos.

En su exposición pidió que se atienda convenientemente la alimentación de los trabajadores, ya que el calor excesivo causa taquicardia, respiración acelerada, convulsiones, dolores de cabeza nauseas vómitos, piel caliente enrojecida, ausencia de sudoración, pérdida de conciencia, pupilas dilatas y hasta la muerte.

“Tenemos que medir y monitorear todo el tiempo. Tener termohigrómetros, establecer carpas, refugios para la gente que está al sol directo, tener agua fría e incentivar el consumo de agua. (...)”. Hay que cuidar a nuestros trabajadores como atletas o si no se van a ir cayendo como moscas, porque los efectos del calor extremo pueden darse horas después. Estamos desafiados a cambiar estos puntos”, advirtió.

DESFIBRILADOR

Francisco Candia, de la Asociación de Profesionales de Higiene y Seguridad del Trabajo, recordó que existe una norma vigente que establece que “todas las empresas con más de 500 personas tienen que tener un desfibrilador para prevenir paros cardiorrespiratorios”.

Señaló también que es conveniente instalar salas de enfermería en los establecimientos grandes y que estas “no se pueden juntar con la sala de lactancia”.

Miguel Aguilera, secretario general de la Asociación de Profesionales de Higiene y Seguridad del Trabajo, indicó que se hace fundamental instruir sobre el manejo de agroquímicos. “El uso de agroquímicos es de todos los días en el país, por lo que es importante establecer un plan de prevención y manejo seguro. Vale recordar que estamos recibiendo algunos productos que en otros países ya están prohibidos por su peligrosidad para la exposición humana, de animales o contaminación del medio ambiente”, enfatizó.

EL IMPACTO DE LA INVALIDEZ

La ministra de Trabajo, Mónica Recalde, consideró fundamental discutir sobre la seguridad y la salud en el trabajo entendiendo que “tenemos que reconocer los factores que inciden y no nos damos cuenta. Por eso cuando suceden tenemos vidas que lamentar, entendamos que nadie debe morir en su lugar de trabajo, ningún trabajador debería fallecer en su lugar de trabajo, esto se trata de una política de Estado relevante”, subrayó.

Ejemplificó el caso con “los inválidos que pierden capacidad por accidente de trabajo y no tienen pensión de invalidez. Entonces se termina haciendo una carga para la familia y se da una disminución de los ingresos en los hogares, lo que hace que las familias caigan en situación de pobreza. Una persona que se accidenta conlleva altísimos cotos en la familia, tratamientos, medicamentos, etc.”, apuntó Recalde.


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