El filólogo, escritor y periodista Domingo Aguilera comparte en este diálogo unas reflexiones sobre la realidad lingüística de nuestro país, signada por la convivencia por ya casi 500 años del español y el guaraní en una relación de recíproca influencia no exenta de conflictos y violencia.

El próximo 23 de abril se conmemora el Día del Idioma Español en las Naciones Unidas, una fecha instituida con el fin de “concienciar al personal de la Organización, y al mundo en general, acerca de la historia, la cultura y el uso del español como idioma oficial”. La efe­méride fue establecida como recordación al aniversario de la muerte del más grande exponente de las letras espa­ñolas, Miguel de Cervantes, acaecida en 1616.

Tomando la conmemoración casi como un pretexto, abor­damos con Aguilera algunos aspectos sociolingüísticos del Paraguay, los usos del idioma español y su relación con el guaraní, que configura una de las principales carac­terísticas de la sociedad para­guaya: un bilingüismo asi­métrico en el que existe una lengua escrita de prestigio y otra oral de uso popular de tal suerte que se piensa y se habla con una de ellas, pero se escribe con la otra.

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–¿Cómo nota usted que afecta el uso de la lengua la masificación de las pla­taformas virtuales?

–Para empezar, y en gene­ral, yo creo que es impor­tante señalar que nadie habla bien o habla mal una lengua si no es en compara­ción con una variedad pres­tigiosa, culta, de la misma. O sea que si alguien dice de otra persona “qué bien habla” o “qué mal habla” la está juz­gando desde el conocimiento de esa variedad de prestigio, que es la que tan trabajosa­mente nuestros profesores han tratado de inculcarnos en el colegio y la universidad. Esta variedad estandarizada precisamente tiene el pres­tigio ganado porque posee un lenguaje más elaborado, más rico en matices, etcétera. Se suele decir que las redes sociales no multiplican nada, solo hacen más visible lo que antes no se podía ver por falta de difusión. Y esto alcanza a la gente más necesitada de comunicarse que por escri­bir de acuerdo a las reglas. En las plataformas virtuales yo creo que hay muchos factores a considerar como, por ejem­plo, la rapidez con que la gente se comunica, donde lo más importante es que le entiendan a uno y no tanto la correc­ción con que ha de escribir, aun sabiendo escribir bien. Por ese lado, hay un retorno a la oralidad en nuestra época, donde los gestos, los emojis y otros signos vuelven a estar de moda, como ya lo estuvie­ron en las cavernas hace unos 36.000 años, según algunos estudios arqueológicos.

–¿Cómo evalúa el rol de los medios de comunicación en cuanto a las prácticas lin­güísticas?

–Los medios de comunica­ción siempre han utilizado la forma estándar de la len­gua, es decir, la de prestigio, tratando de evitar incluso los localismos (palabras que solo se entienden en un lugar) en la comunicación con la gente. Por ese lado, la función didác­tica y de difusión del “buen hablar” es innegable en los medios de comunicación, aunque en los últimos años las redes sociales les hacen una fuerte competencia. Los medios digitales creo que tie­nen sus pros y contras, porque a veces dejan pasar cosas que nos hacen pensar que no pasaron por un corrector, como en los viejos tiempos. El dominio de una lengua, en sus posibi­lidades más completas, las­timosamente es producto de un esfuerzo personal y cons­tante, y no se puede transferir o heredar a otro.

BILINGÜISMO

–¿Cuáles le parece que son las principales parti­cularidades del castellano paraguayo respecto a otras variantes americanas y la peninsular?

–El bilingüismo en Paraguay tiene características muy particulares. El padre Bar­tomeu Melià escribía que el guaraní fue la lengua espa­ñola de Paraguay en tiem­pos de la Colonia. De entrada parece un sarcasmo, pero históricamente, no tanto. Aplicando a la realidad de entonces, quiere decir que los colonos españoles absor­bieron la lengua guaraní y la hablaron junto con sus des­cendientes, hispanizándola aceleradamente, tanto en su base cultural como en lo lin­güístico, como efectivamente ocurrió. Mientras que la len­gua española se reducía a la forma escrita, a cuestiones de la administración pública, una educación de élite y los negocios formales. La expo­sición a la forma hablada del español era muy difícil para la gente, la práctica oral, en un entorno donde todo el mundo hablaba guaraní y no existían los medios de comunicación. Es lo que técnicamente se llama hoy día la diglosia. El bilingüismo paraguayo nació diglósico por esta realidad del uso dispar de los dos idiomas. De ahí que se ha señalado en el castellano paraguayo su marcado conservadurismo, es decir, algunos vocablos y giros se siguen usando aquí, mientras que, en otros luga­res, ya no.

–¿A qué se debe esto?

–Para esto juega mucho tam­bién el papel del guaraní, que conserva muchas formas antiguas del español y los hablantes bilingües las vol­vemos a usar hablando en castellano, completando un círculo donde se conservan esas formas antiguas. Hace poco escuché decir a un joven hablando en castellano, en un medio de comunicación, que él “no le debe fineza a nadie”, pero “fineza” es una reacuña­ción del guaraní, porque en el castellano ya está en desuso en este sentido. En España, un profesor de la universidad donde yo estudiaba se mara­villaba de que en Paraguay (y en algunos otros lugares de América) se siga usando la palabra “predio”, por ejemplo, ya que, por lo que él manifestaba, en España hace mucho tiempo dejó de usarse.

“El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, de Miguel de Cervantes, es una de las obras más importantes de la literatura universal

INFLUENCIA RECÍPROCA

–¿Cómo calificaría la interferencia del guaraní en el español paraguayo?

–El contacto entre el cas­tellano y el guaraní ha sido intenso y extenso en el tiempo, pues ya llevamos cinco siglos conviviendo entre ambas lenguas. Entre nuestros dos idiomas ha habido una influencia recí­proca en todos los aspectos lingüísticos, es decir, el gua­raní ha entrado en el espa­ñol y viceversa. En el léxico, el sonido y la estructura del castellano paraguayo hay huellas del guaraní en todos los niveles sociales de uso. Es decir, prácticamente los hablantes de todas las clases sociales utilizamos algo de guaraní hablando en caste­llano, pero la mayoría no nos damos cuenta. Y el guaraní fue alterado en gran medida por el castellano, fonológica y gramaticalmente, pero sobre todo en la base cul­tural de la lengua es donde la influencia del castellano ha sido mucho mayor. Prác­ticamente, desde el primer momento de la colonia espa­ñola el guaraní precolonial fue vaciado de los significa­dos que tenían las palabras en el contexto indígena y se fue “recargando” de la nueva cultura colonial, completa­mente hispánica. Las pala­bras guaraníes quedan, pero el contenido ya es otro.

–¿Español paraguayo y yopará pueden tomarse como términos equiva­lentes o son dos cosas dis­tintas?

–Primero tendríamos que objetivar un poco a qué lla­mamos yopará y para eso no hay nada mejor que recurrir a la fuente o el significado más antiguo que tiene la pala­bra. El yopará es una comida típica paraguaya en la que se mezclan el locro, el poroto (o el poroto-manteca), las ver­duras (a veces lleva también carne) y, casi siempre, queso. Lo que podemos rescatar del significado de la comida en el campo lingüístico es que los elementos son distintos, dife­renciables en el todo, y juntos hacen el yopará. En princi­pio y en general, todas las len­guas son un yopará en el sen­tido señalado. Cada lengua se compone de capas (algu­nos comparan la lengua con la cebolla) y depende de los acontecimientos de su histo­ria para incorporar los cam­bios. Por ejemplo, en este sen­tido, un país conquistado por una potencia extranjera que habla otra lengua, de seguro que la lengua local acusará ese evento, incorporando nuevas palabras, nuevos giros, nuevas modas, hasta incluso puede desaparecer (como efectivamente lo hicie­ron las lenguas europeas que antecedieron al latín).

–¿Cuál es el peso y aporte de América en la evolución y reconocimiento mundial del idioma español?

–La yoparización de las lenguas depende en gran medida de su extensión o hegemonía. No hay yopará más grande que una lengua hegemónica, como el espa­ñol o el inglés, porque no solo las lenguas de los conquista­dos reciben influencias, sino que las de los conquistado­res hacen lo mismo que las de los conquistados y su len­gua termina enormemente enriquecida por efecto de la colonización. En este sen­tido, el español ha recibido las “capas” de las lenguas indígenas, en su léxico sobre todo, tras su largo periodo de conquista y colonización de América. Algunos hablan de unas 7.000 palabras nuevas que entraron de las lenguas indígenas al español.

“Los colonos españoles absorbieron la lengua guaraní y la hablaron junto con sus descendientes, hispanizándola aceleradamente”

ORALIDAD Y ESCRITURA

–Haciendo un balance entre lo normativo y la pragmática, ¿le parece que los paraguayos hablamos mal y escribimos peor?

–En Paraguay, sobre todo desde nuestra independencia de la corona española, nunca se asumió el bilingüismo paraguayo o, más exacta­mente, nunca se asumió la existencia del guaraní desde la sociedad civil y el Estado, a los efectos educativos, de la comunicación y, sobre todo, como factor de desarrollo humano. Yo suelo decir –y parece un trabalenguas– que en Paraguay siempre hemos hablado una lengua que no escribimos y escribimos una lengua que no hablamos. Y en esta situación, obviamente, no podemos escribir bien o hablar bien ninguna de las dos lenguas. Históricamente, el guaraní es la lengua en la que casi todos los paraguayos nos comunicamos por más tiempo a lo largo de nues­tras vidas, es la lengua del entorno familiar (razón por la que no ha desaparecido). Y justamente en esta lengua de mayor significación para la construcción de la personali­dad, de la identidad personal y social, en esta lengua somos analfabetos. Es decir, Para­guay es un país analfabeto en su lengua propia, lo cual no se puede revertir solo por pasar a la otra lengua.

–¿Por qué nos cuesta tanto el español al punto de que en los exámenes de ingreso a las universidades es con­siderada la materia “cola­dor”?

–En parte por lo dicho precedentemente, aun­que actualmente haya una masiva exposición al espa­ñol a través de los medios de comunicación y las redes sociales, el guaraní sigue siendo la matriz de nuestra comunicación diaria, aun hablando en castellano. El aprendizaje comparado de nuestras dos lenguas sería un método bastante más ameno para aprender el castellano o también el gua­raní. Hace algunos años, un alumno mío de la cátedra de guaraní en una universidad privada me dijo que por fin a través del guaraní aprendió, habiendo pasado la primaria y la secundaria sin haberlo logrado, qué significan los verbos transitivos e intran­sitivos.

–¿Qué se podría o se debe­ría hacer para mejorar la enseñanza y el apren­dizaje del español en la escuela y colegios?

–La naturalidad es la mejor maestra del aprendizaje de cualquier idioma. Hasta ahora la ciencia no puede dar con todos los facto­res que hacen, por ejem­plo, que el aprendizaje de la lengua materna sea tan perfecto por parte de todos nosotros. Nadie tiene error en el aprendizaje de la pri­mera lengua, que se da en el entorno más natural que tenemos los humanos, la familia. Así que el apren­dizaje de cualquier lengua debería imitar este entorno. Eso sí está probado científi­camente.

PERFIL

Domingo Adolfo Aguilera Jiménez (José Fassardi, Paraguay, 1967). Investigador lingüístico y cultural independiente, perio­dista, escritor y docente. Sus trabajos se centran en el bilin­güismo paraguayo y el mestizaje cultural guaraní-castellano, las lenguas de inmigración de Paraguay, las lenguas y culturas tupí-guaraníes, entre otros temas.

Publica regularmente artículos científicos en revistas especia­lizadas de distintos países; es autor de unos cuarenta títulos, publicados en los últimos 25 años, que abarcan recopilaciones en lengua guaraní, poemas, una novela, un ensayo, traducciones y materiales didácticos.

Entre 2008 y 2013 obtuvo los títu­los de máster y doctor en Filolo­gía Hispánica en la Universidad de Valencia, España. Asimismo, es graduado en Lengua Gua­raní y Ciencias de la Comunica­ción en la Universidad Nacional de Asunción (1989-1995).

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