Un minucioso estudio técnico del ingeniero Marcos Acosta Fariña apunta a consolidar la estructura del templo, que es símbolo de la capital balnearia de Cordillera. La comunidad espera una ayuda nacional para poner en valor una iglesia que soportó embates de los cañones enemigos en la guerra contra la Triple Alianza. Un reclamo de la historia y del presente.

El santuario Dulce Nombre de Jesús Ñandejára Guasu fue testigo de la única bata­lla urbana de la guerra con­tra la Triple Alianza. En la plaza que lo rodea, el pueblo resistió con piedras y ollas de agua caliente el embate del cruel Gastón de Orleans, conde D’Eu, comandante de las fuerzas brasileñas, que en una vorágine de violencia hizo incendiar el hospital de heridos, en un crimen de lesa guerra, hasta hoy reclamado, aún impune desde aquel 12 de agosto de 1869.

En el entorno puede visi­tarse el monumento al comandante Pedro Pablo Caballero, que tras la férrea defensa de la ciudad y ya vencido se negó a rendirse. D’Eu ordenó decapitarlo y estirar el cuerpo hasta des­membrarlo con cuatro caba­llos. También, a los pies del monumento, hay un sarcó­fago con los restos de los sol­dados caídos en tan heroica resistencia.

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Vale recordar que los defen­sores eran 1.600 que planta­ron batalla por horas, aguan­tando el embate de 20.000 soldados aliados.

Se cuenta que el tradicio­nal poncho de 60 listas que se elabora en la ciudad tiene su origen en las 60 fosas, de 10 cadáveres cada una, que hicieron cavar los invasores para sepultar a los paragua­yos caídos.

LA LEYENDA

Volviendo al templo, este fue edificado en 1690, según cuenta la leyenda, al rom­perse el eje de la carreta que transportaba la imagen del cristo Ñandejára Guasu, como era conocida popular­mente. “Aquí se quiere que­dar”, pensaron los religiosos y le erigieron una capilla.

La iglesia tuvo cambios edilicios en 1774 y llegó a ser mencionada en los escritos del naturalista español Félix de Azara en 1785. Ya en 1948 se cons­truyó el nuevo acceso que tiene una torreta con campanario y reloj, dán­dole la fachada que hasta hoy conserva a instan­cias de monseñor Virgilio Roa Cardozo, cuyos restos descansan frente al altar. Como curiosidad, vale mencionar que Roa Car­dozo era primo de Augusto Roa Bastos, Premio Cer­vantes de literatura.

En estos días, la iglesia sigue activa a pesar de que una de las esquinas de su frente debió ser apuntalada y clausurada para el paso del público ante el temor de derrumbe.

“Las obras necesarias e importantes se pueden hacer con 3.500 millones de gua­raníes”, asegura el ingeniero Marcos Acosta Fariña, autor del trabajo de relevamiento y medición topográfica de alta precisión, conformación de red de microgeodesia para control de la obra y plano arquitectónico del santua­rio, que donó a la comunidad.

“Se necesitarían unos 1.500 millones para el techo y los restantes para consolidar las partes en las que se da el hundimiento por el filtrado de aguas”, detalla.

CONVENCIÓN DE LA HAYA

El edificio está protegido por la Convención de La Haya de 1954, es decir que es un sitio custodiado por la Organiza­ción de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por su sigla en inglés). “Esta situa­ción trajo algunas confusio­nes. Muchos vecinos enten­dían que no se podía tocar el edificio, cuando lo que se protege es la integridad del edificio ante conflictos béli­cos. La iglesia no puede vol­ver a ser bombardeada. Eso no quiere decir que no pueda ser intervenida para preser­var su integridad”, explica.

Lo dice mientras realizamos el recorrido, durante el cual nos señala el impacto de bala de cañón que recibió uno de los horcones de la parte pos­terior en aquel aciago día del ataque enemigo a la que entonces era la tercera capi­tal de la República durante la Guerra Guasu.

Sobre la firmeza de la estruc­tura, cuenta que el madera­men que se usaba en la cons­trucción en aquellas épocas era talado en luna men­guante. “Tanto vigas como columnas recibían ese trata­miento para evitar que pan­dearan, se torcieran o tuvie­ran transformaciones”.

Un grupo de niños mar­cha hacia la escuela en un barullo de arengas y corri­das sobre la plaza y en eso se los ve aproximarse a Natividad González y José Ramos. Acaban de concluir un rezo matinal, avanzan sobre la plaza y aprovechan para realizar un comentario: “Ni durante la guerra se cayó, no puede ser que en tiempos de paz tenga que venirse abajo”, dice ella. “Estamos pidiendo al Gobierno Nacional que nos ayude”, dice él.

Acosta Fariña, quien es inge­niero topógrafo y tasador, dice que la recuperación del templo es el más importante deseo de los piribebuyenses y que espera que “en algún momento este pedido se con­vierta en una causa nacional”.

Explica que de a poco se van sumando nuevos esfuerzos para el cometido y que “ya convocamos al ingeniero Osvaldo Romero para el cál­culo de qué se necesita para revertir el hundimiento y darle más solidez al edificio para que siga siendo la refe­rencia que es en Piribebuy y el Paraguay todo”.

LARGO RECLAMO

La Municipalidad de Piribe­buy tiene listo el protocolo de intervención de la igle­sia, cuyo costo total asciende a unos 11.500 millones de guaraníes. El intendente Blas Manuel Gini cuenta que “desde 2017 venimos bre­gando por esta situación sin, lamentablemente, lograr la atención del Gobierno Nacio­nal. Ya hubo recuperaciones de los templos de Yaguarón, Atyrá, Altos y San Joaquín, y nosotros seguimos espe­rando”, apunta.

El alto monto, que al cam­bio actual son unos 1,5 millo­nes de dólares, se debe a que incorpora la restauración del retablo y de todos los orna­mentos históricos, una tarea que, según Acosta Fariña, podría esperar un tiempo más. “Ahora lo importante es la estructura”, enfatiza.

Gini, a su turno, recuerda que fue el municipio el que ins­taló unas redes en partes del techo para “atajar los tejue­lines que se venían cayendo del cielo raso y también pusi­mos las estructuras de metal para sostener los pilares inte­riores”, cuenta al respecto de una suerte de jaulas protec­toras que se instalaron como una ayuda transitoria y hoy le quitan esplendor a la acoge­dora vista de la nave interior.

Según explica el jefe comunal, tampoco la Gobernación de Cordillera tiene recursos para ayudar en la situación. “Piense que 11.000 millones de guara­níes es el presupuesto anual de la Municipalidad de Piri­bebuy”, compara. Agrega que también recurrieron a las bina­ciones Itaipú y Yacyretá, donde les dijeron que dinero podría haber, pero siempre es difícil llegar al que toma la decisión.

“Confiamos en la voluntad política del señor presidente”, dice asegurando que insistirá en un encuentro con el primer mandatario para el efecto.

UNA PISCINA CON HISTORIA

La piscina municipal de Piribebuy es el balneario princi­pal de la ciudad. Ubicada en un entorno de gran belleza, la represa que carga sus aguas tiene una historia tam­bién ligada a una contienda bélica.

En este caso a la guerra del Chaco, en la que muchos piribebuyenses dejaron sus vidas. Como sucede en muchos casos en que la mano de obra de prisioneros de guerra es utilizada para obras públicas, un grupo de cautivos bolivianos fue destinado en 1944 para erigir la muralla e instalar la presa hidráulica que abre paso o lo deniega a las aguas del arroyo Piribebuy.

“Tenemos que estar atentos cuidando que no se dañe el agua limpia de este arroyo”, pide Carlos Bonifacio Martínez, encargado de la piscina municipal, mien­tras termina de recoger algunas botellas plásticas, bolsas y otros objetos que hicieron llegar los raudales al cauce del arroyo.

Comenta que en la ciudad hay loteamientos de terre­nos que pueden afectar los humedales donde están las nacientes del arroyo que luego de recoger aguas de otros importantes afluentes desemboca en el río Manduvirá.

El entorno de exuberante vegetación se perfuma por las noches en estos días con la flor de la caña brava, una experiencia que los piribebuyenses llaman a vivir en noches de luna llena para sentir el “suave escalo­frío”, que significa el nombre de la ciudad en español.

TURISMO Y PRODUCCIÓN

Con importantes eventos turísticos durante el año, como las fiestas de San Blas, el 2 y 3 de febrero o el Festival del Poncho Para’i de Sesenta Listas, Piribe­buy tiene también habilitados de forma permanente paseos como la Ruta de la Caña o la Ruta del Queso Suizo, que convocan a visitantes tanto nacionales como extranjeros de manera permanente.

“Cuando nosotros asumimos había cuatro posadas en Piribebuy. Hoy tenemos 34 y cuatro hoteles que durante la última temporada veraniega funcionaron muy bien”, comenta el intendente, quien invita a dis­frutar de los más de 20 puntos balnearios que rodean la ciudad.

El movimiento económico, además del turismo, está signado por la producción de caña paraguaya, donde trabajan unas 900 personas. También es fundamental el aporte de la Dirección de Material Bélico (Dimabel), donde trabajan otras 800 personas.

UNA VISITA OBLIGADA

El Museo Histórico Comandante Pedro Pablo Caba­llero, ubicado frente a la Municipalidad, es un paso obligado para quien desee conocer parte de la his­toria de esta localidad fundada en 1636 por Martín Ledezma de Valderrama.

Piribebuy, ubicada a 73 kilómetros de Asunción, se sitúa sobre la ruta Rogelio R. Benítez, que une la Ruta PY02 en el km 63 con la Ruta PY01 en el km 64.

El museo al principio solo contenía arte sacro y se uti­lizaba como salón parroquial hasta que en 1994 los veteranos de la guerra del Chaco de la zona lo convir­tieron en museo. Allí se encuentran objetos recupe­rados de la cruenta guerra contra la Triple Alianza, así como objetos de la guerra del Chaco y otros antiguos de la época colonial. En el lugar se exhibe el poncho de 60 listas, que es un tejido típico de la ciudad de Piri­bebuy, que perteneció a Agustín Barboza y que fue donado por su esposa.

En la reseña de su historia se lee que “tiene sus raí­ces en una colección inicial de trofeos de guerra de 1864-1870, que fue inaugurada el 12 de agosto de 1959. En esa época, también se almacenaban obje­tos de arte sacro. La inauguración fue presidida por la señora Magee de Kolinski, esposa del histo­riador norteamericano Charles Kolinski, y contó con la presencia de autoridades nacionales como el entonces ministro del Interior, Edgar Ynsfrán.

En los años siguientes, una parte de esta colección se trasladó al Museo Monseñor Palacios, en Luque. Sin embargo, en 1969 los trofeos de guerra y objetos religiosos fueron nuevamente reunidos gracias a los esfuerzos de la hermana Margarita Durán Estragó. La colección fue oficialmente inaugurada el 11 de agosto de 1969, coincidiendo con el centenario de la batalla de Piribebuy.

Finalmente, el Museo Histórico Comandante Pedro Pablo Caballero fue fundado por los veteranos de la guerra del Chaco, bajo la presidencia del Tte. 1.° de Reserva Alfredo Bernal y el Cnel. Manuel W. Chávez. Primeramente, funcionaba en el local frente a la plaza de los Héroes, sita en la calle R.I. 8 Piribebuy casi Maes­tro Fermín López.

En el año 1994, a través de las gestiones del intendente Blas Gerónimo Chaparro, la Municipalidad cedió el local donde actualmente funciona en la esquina de Mariscal Estigarribia y Yegros.

Así, “el Museo Pedro Pablo Caballero se convirtió en un lugar de memoria y educación, preservando tanto los recuerdos de conflictos pasados como la riqueza cultural y religiosa de la región”, se expone en una de las tarjetas explicativas.

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