Aunque no dejaron monumentos ni construyeron grandes ciudades como otros pueblos precolombinos, los guaraníes han dejado una rica tradición oral que no le va a la zaga a las grandes creaciones universales, además de legarnos valiosos conocimientos en materia de zoología y botánica.

Para la cultura gua­raní, la palabra (el lenguaje humano) lo es todo. Por ello, los estu­diosos definen a los guara­níes como la “civilización de la palabra”. Muy espe­cialmente para los mbyá, la palabra no se diferencia del alma humana, sino que jun­tas forman una misma esen­cia (palabra-alma), que es la que se encarna cuando un ser humano nace. Por eso, la idea de resucitar, en mbya, se dice “eepy”, que literal­mente significa “rescatar el decir”, esto es, la vida vuelve si vuelve la palabra.

Los extraordinarios cono­cimientos de los que dispo­nemos sobre la profundidad filosófica y belleza lírica de esta lengua se los debemos al antropólogo León Cado­gan, autor de la compilación “Ayvu rapyta. Textos míti­cos de los mbyá-guaraní del Guairá”, una obra sin la cual, al decir del estudioso jesuita Bartomeu Melià, “el espíritu humano habría sido más pobre”.

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Esta cultura guaraní, sabia, espiritual, profunda, que valora y respeta la natura­leza, con la que vive y con­vive en plena armonía, es la que ha sido vehiculizada desde hace miles de años a través de la rica, armoniosa, profunda y sabia lengua gua­raní que nuestros ancestros nos han heredado a través de la transmisión de gene­ración en generación.

Por todo esto, y por varias otras razones más que trataré de resumir en las siguientes líneas, el idioma guaraní debe ser siempre un motivo de orgullo para todos los paraguayos.

LA CONQUISTA

Tras la llegada de los con­quistadores españoles en tierras americanas, hace más de 500 años, la provin­cia del Paraguay fue el único caso donde “la lengua de los vencidos se convirtió en la lengua de los vencedores”, como graficara alguna vez la situación el escritor uru­guayo Eduardo Galeano.

Es decir, para la evangeliza­ción y gobierno de la pobla­ción nativa –y mestiza pos­teriormente–, los españoles tuvieron que aprender el guaraní. Esto debido a la resistencia de los nativos a aprender el español, pues para los guaraníes perder la lengua hubiera implicado perder el alma misma.

El rol protagónico de las mujeres indígenas en el pro­ceso de crianza de los hijos que tuvieron con los espa­ñoles jugó un papel funda­mental para la conserva­ción del guaraní en esos primeros años de mesti­zaje durante la Colonia. Fue tal la vitalidad del guaraní en aquellos tiempos que se convirtió en la lengua de uso normal en los ámbitos for­males e informales, tanto en la oralidad como en la escritura.

Tras la Independencia –por motivos de los que no nos ocuparemos en este artí­culo–, el guaraní pierde el carácter de lengua escrita oficial y posteriormente incluso sufrió campañas de discriminación e incluso proscripción.

UN LEGADO QUE PERDURA

Sin embargo, estos hechos –aunque dejaron secue­las que siguen perdurando hasta hoy– nunca lograron su objetivo, que era elimi­nar para siempre el idioma.

Fueron cuantiosos los defensores y promotores de la lengua, que cultiva­ron su uso y difusión en dis­tintos ámbitos. El guaraní unió a nuestro pueblo en situaciones extremas, tales como las dos guerras inter­nacionales que enfrentó el Paraguay (la guerra contra la Triple Alianza y la guerra del Chaco) constituyéndose incluso en una herramienta estratégica para cifrar las comunicaciones secretas.

En Paraguay el guaraní nunca dejó de ser la lengua popular, la lengua de las conversaciones corrientes, afectivas, aquellas que nos unen con nuestra gente. Es el idioma que nos conecta con nuestra forma de ser, con nuestras costumbres y tradiciones, con nuestra historia.

El guaraní nos hace únicos a los paraguayos, nos acerca, nos cohesiona, nos identi­fica y nos diferencia del resto del mundo. Muchos compa­triotas incluso aprendieron a hablar la lengua estando fuera del país, porque enten­dieron que el elemento más importante que nos conecta con nuestras raíces, sin importar la distancia, es el guaraní.

De hecho, esta lengua es admirada y estudiada por miles de personas en el mundo entero. El extran­jero se queda maravillado cuando escucha a alguien hablar guaraní, porque es un idioma musical, expre­sivo, dulce y posee una ento­nación particular que gusta al oído.

En este mundo globalizado en que nos toca vivir, no podemos soslayar la impor­tancia de aprender otra u otras lenguas, ya sean nacio­nales o extranjeras, porque manejar un nuevo idioma, aparte de permitirnos cono­cer nuevas culturas, nos otorga múltiples oportuni­dades.

No obstante, si hay algo que no podemos permitir como sociedad es que esto se dé en detrimento de nuestra mayor herencia cultural, que es la lengua guaraní.

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