En esta edición del programa “Expresso”, transmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos entrevista al historiador ítalo-brasileño Mario Maestri, autor de una serie de cuatro tomos titulada “La guerra sin fin”, en la que analiza las causas de la guerra contra la Triple Alianza a partir de los factores estructurales pasando a segundo plano la psicología de los grandes personajes y los hechos anecdóticos. Maestri sostiene su posición de que hay una continuidad de la guerra señalando la negativa del influyente sector militar brasileño de restituir a nuestro país su archivo histórico y reliquias como el cañón Cristiano.

  • Fotos Jorge Jara

¿Qué tensiones europeas se trasladaron a los procesos que puedan sacarnos de la dicotomía de independentistas ver­sus autoridades europeas?

–Es verdad que la indepen­dencia, la crisis del colonia­lismo en América del Sur, se dio en un contexto de fuer­zas contradictorias. Fuer­zas europeas que querían continuar manteniendo sus relaciones de explotación, el comercio de exportación e importación, tendencias de las oligarquías regionales, tanto hispanoamericanas como lusoamericanas, que querían mantener el poder sobre sus regiones. Y final­mente había un impulso democrático no muy fuerte de las fuerzas que soste­nían este movimiento que impulsaba en dirección a una revolución democrá­tica. Nosotros no podíamos hablar para América del Sur de una revolución democrá­tica burguesa, como se tuvo en Francia, sobre todo por­que acá nosotros no tenía­mos una burguesía indus­trial, nosotros no teníamos un proletariado.

–Era otro contexto.

Metodológica y episte­mológicamente nosotros podríamos hablar de una revolución democrática. Y esa revolución demo­crática en Brasil no tuvo ninguna posibilidad nin­guna porque Brasil era un país homogéneamente de esclavos. Por eso es que el Brasil se quedó unitario y las colonias hispanoame­ricanas se convirtieron en una constelación de Esta­dos independientes.

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PACTO ESCLAVISTA

–Qué curioso, ¿no?

–Sí, muy fuerte. Tenían miedo de la lucha entre Sao Paulo y Río Grande del Sur por las fronteras y las pri­meras cosas que hacían era entregar armas para los esclavos porque los seño­res no querían luchar, que­rían que los otros lucharan. Entonces esa cuestión fue un pacto esclavista y sur­gió esa nación esclavista determinada por la esclavi­tud, un problema que paga­mos hasta hoy. Y en América del Sur hubo ensayos de esa impulsión democrática. Hubo dos regiones donde esa impulsión democrática se dio de una forma muy fuerte, con (José Gervasio) Artigas y con el doctor (José Gaspar Rodríguez de) Francia. Y mi interpretación y de algunos colegas es que el Paraguay fue un caso excepcional en las Américas.

–¿Por qué?

–Porque las oligarquías que­rían continuar la tradición de la economía colonial y gober­nando las porciones del terri­torio donde controlaban económicamente, pero no controlaban políticamente. Por eso es que la Hispanoamé­rica explotó en Estados inde­pendientes y en Brasil, no. A las oligarquías regionales de Sao Paulo, Río de Janeiro, Río Grande del Sur, Bahía les gus­taría tener el poder político total, pero tuvieron que hacer un pacto oligárquico, que se dio entre las cuatro provincias más esclavistas que sometieron a las otras provincias y mantu­vieron sin ningún problema el control sobre las poblaciones esclavizadas. Nosotros no teníamos una clase de hom­bres libres, pobres, fuertes. No fuimos a una colonización de ocupación territorial por la población, fuimos de ocupa­ción de explotación.

–¿Por qué Artigas y Fran­cia son, desde su punto de vista, factores centrales de un proceso de democracia?

–Yo creo que nosotros no podemos centrar mucho o centrar solamente en las per­sonalidades. Tanto Artigas como el doctor Francia fue­ron productos de la sociedad platina. Artigas interpretó la comunidad de los gauchos, de los indios. Llegó a vivir entre los indios y hablan que tuvo un hijo indígena, interpretó esos gauchos, no solamente de Uruguay. Los uruguayos nacionalizaron a Artigas. pero la revolución de Artigas era Entre Ríos, Corrientes, Río Grande del Sur, la pampa de Río Grande del Sur, pero la sustentación social era muy débil. La economía gaucha, indígena no resistió. Y el pacto que se intentó hacer con las clases dominantes urbanas, democráticas, fue muy frágil. Y cuando hubo una unificación de las tropas luso-brasileñas, de las tropas platinas, él no resistió y se escapó al Paraguay.

–¿Quién era Francia en términos de contexto familiar, de formación y de influencias?

–Su papá era un brasileño que llegó de Minas Gerais para plantación de tabaco y cues­tiones de exportación. Vino joven, no era un hombre de una familia, pero es alguien que se mueve en esta socie­dad colonial paraguaya, se encontró en una buena posi­ción y consiguió dar una edu­cación excepcional para el doctor Francia, que se doc­toró en Argentina, en Cór­doba. Y era un hombre que no era totalmente aceptado. La mamá de Francia era de la buena sociedad paraguaya, pero él jamás fue aceptado. A él lo acusaban de mulato. Yo creo que era una acusación más por sus raíces brasileñas y es verdad que la población brasileña de esa época era mucho más de origen negro de lo que es hoy.

–¿De alguna manera estuvo marcado por cierto aislamiento?

–Yo creo que es difícil que nosotros no podamos expli­car la historia por la psi­cología, pero no podemos olvidar en la historia la psicología. Era un hombre culto, tenía una biblioteca vastísima para esa época. En su biblioteca había una biografía de (Maximilien) Robespierre y él se quedó como el abogado de los pobres, de los chacareros, que tenían problemas con la oligarquía paraguaya. Y con esos chacareros hubo una identificación inicial­mente hasta profesional y yo creo que esos chacareros formaron al doctor Francia.

MENTOR DE LA INDEPENDENCIA

–¿Se puede pensar que el marco teórico de la inde­pendencia en gran medida estuvo en el pensamiento de Francia?

–Fue él quien impulsó la pro­puesta de independencia de España y del Brasil. La inde­pendencia se dio con los sec­tores más fuertes. Había un sector porteño, los más fuer­tes, y había ese sector de la independencia total, que era representado por Francia, que interpretaba también a los chacareros. Paraguay tenía una fortísima econo­mía campesina, una econo­mía de subsistencia con una cultura nacional anterior a la independencia. El gobierno de Francia fue un gobierno para los chacareros, para los campesinos. De ahí el carác­ter democrático.

–Este mito de severidad extrema, de exceso, ¿es mito o tiene razón?

–Tiene razón. Francia era una asceta que separaba radicalmente, una cosa increíble para la política de hoy, su vida personal de la vida política. Hay una his­toria de un sobrino que reci­bió una pluma, un chapéu, y por eso lo mandó fuera del servicio público. Cuando se murió, él no había reci­bido buena parte de su sala­rio y él dejó en testamento para aquellos que estaban defendiendo el Paraguay, los soldados en la frontera. Su gobierno fue económico, el ejército que él formó era una reivindicación de los chacareros, porque el Para­guay era tan pobre que el ser­vicio militar eran los cam­pesinos, los chacareros que tenían que hacer en la fron­tera. Era una cosa que pesaba mucho. Muchos tenían que abandonar la explotación de su pequeña chacra para ir a defender las fronteras.

–¿Cuáles son los legados del gobierno de Francia al futuro de ese Paraguay naciente?

–Fue la distribución de la tierra. Francia fue una cosa única en América. En la gran conspiración de 1820, la oli­garquía conspiró porque estaba cerrado el comercio y querían entrar en con­tacto, en acuerdo con Bue­nos Aires. Francia prácti­camente no ejecutó casi a ninguno de sus enemigos políticos. En el Río de la Plata era un baño de sangre. Los argentinos, los urugua­yos, los federalistas se mata­ban, pero él hizo una cosa única. Él expropiaba las pro­piedades, colocaba en la pri­sión y explotaba las propie­dades. Él no distribuyó la tierra. Él arrendaba la tierra con una renta insignificante a los chacareros. Arren­daba ad eternum. Hizo una reforma agraria más avan­zada que la mexicana por­que él nacionalizó la tierra. Es un poco como la reforma agraria rusa, que naciona­lizó la tierra. Los campesinos no tenían propiedad, tenían el dominio eterno y pasaba para sus hijos.

–Por lo que dice también se puede colegir que, de alguna manera, política­mente fundó lo público.

–Fundó un Estado público. Yo defiendo con algunos his­toriadores que Paraguay era el único Estado-nación de América. Era el único Estado que era central sobre una comunidad nacional. Argen­tina no. Uruguay no. Brasil ni hablar. El Estado-nación de Brasil empezó realmente a ser fundado en 1930 con Getulio Vargas.

–¿Y qué era antes de 1930?

–Era un Estado, la República de Brasil fue federalista y oli­gárquica. La única excepción fue mi provincia, Río Grande del Sur, que tuvo una revolu­ción antioligárquica. Y era un partido positivista. Y Fran­cia tenía un día en el calen­dario positivista. Francia era considerado una personali­dad única, cultural, por los positivistas del siglo XIX y XX. Francia subió al poder y fue llevado por los cam­pesinos. En Paraguay hubo las dos asambleas naciona­les más democráticas que yo creo que jamás hubo en América.

LA DICTADURA

–¿Cuando fue elegido dic­tador?

–Esa fue posterior, la tercera, que tuvo solamente 200 dele­gados. Pero las dos prime­ras tuvieron 1.200 delega­dos. La población paraguaya eran 140.000 habitantes. La gran mayoría de los delega­dos, la casi totalidad, eran representantes de los cam­pesinos. Hablaban solamente el guaraní paraguayo. Y los campesinos votaron la dic­tadura permanente porque no les interesaba esta cues­tión de venir al Congreso por­que costaba mucha plata que­darse acá.

–Siempre es importante hacer una distinción téc­nica al respecto del tema dictadura porque nuestros países estuvieron muy cas­tigados por otras formas de dictadura.

–La dictadura, la visión política de la época estaba muy inspirada en Roma y se votaba la dictadura cuando había una crisis para que el dictador se quede con los poderes plenos entre dos congresos. Era una cuestión democrática. Era un gobierno excepcional, de emergencia. No tenía nada que ver con las dictaduras de hoy.

–¿Cuáles eran los debates ideológicos de ese tiempo?

–Era muy difícil un desdo­blamiento del francismo. Los campesinos tenían fuerza, pero no tenían cómo propo­ner una sociedad campesina. Carlos Antonio López hace un gobierno contradictorio al gobierno de Francia. Él no ataca la propiedad campesina por dos razones. Primero, no tiene fuerza y segundo, los campesinos eran la fuerza de defensa del Estado para­guayo. Pero él atacó una parte, él disolvió las aldeas indígenas, dejando poca tie­rra para los indígenas y apro­piándose de esa propiedad. Hay toda una historiografía patriótica que dice que Para­guay era un país industria­lizado. Paraguay no tenía ni una clase obrera. Todos los que pasaban por acá reclama­ban el precio del trabajo del trabajador libre, que costaba tres, cuatro, cinco veces más que en el Plata porque todo Paraguay podía ir al campo y abrir una pequeña chacra.

–El Paraguay era una sociedad esencialmente agricultora.

–De pequeños agricultores de subsistencia que vendían un poco su excedente y después había ese sector de exporta­ción de la yerba mate, que no era permanente, y el tabaco. Y había un problema. Que Paraguay no tenía mano de obra libre. El ferrocarril, todo fue hecho con la mano de obra de los soldados y de los prisioneros. Esa era una contradicción del gobierno de los López. Había un impulso mercantil y una gran socie­dad campesina de autosub­sistencia.

–¿Quién era Francisco Solano López y qué carac­terísticas tenía su forma­ción y vocación?

–Yo creo que el mariscal tuvo una educación palaciega si se puede hablar. Él adminis­traba el Estado con su papá y tenían sus problemas. Él que­ría avanzar en el gobierno, su papá no quería. El viaje que hizo a Francia yo creo que trajo algunos problemas. Él se quedó impresionado con Napoleón III, pero yo creo que la explicación de la guerra contra la Triple Alianza de los lopistas y los antilopistas está muy centrada en López.

CASUS BELLI

–¿Cuáles fueron las razo­nes de la guerra?

–No fue una guerra de la tri­ple alianza, fue una guerra de la alianza entre Argentina y el Imperio de Brasil. Uruguay fue víctima de la guerra y la guerra no empieza con la cap­tura del Marqués de Olinda. La guerra empieza cuando el Uruguay pide el respaldo del Paraguay porque (Barto­lomé) Mitre, que era un uni­tario, un porteño de la bur­guesía exportadora, quiere invadir el Uruguay, derrum­bar al Gobierno blanco, que era un gobierno autonomista, y colocar al Uruguay bajo el control de Argentina. El gobierno de López no podía aceptar esto porque sería el fin de la exteriorización del comercio paraguayo porque el lopismo nace con la vuelta de los sectores exportadores al Plata. Con Buenos Aires y Montevideo en la mano de Mitre, está cerrada la expor­tación y la Argentina podía presionar al Paraguay.

–¿Desde su punto de vista esa fue la chispa real?

–Este fue el inicio de la gue­rra y el Gobierno paraguayo avisó la Argentina sobre cru­zar la línea roja, que el interés del Paraguay era la indepen­dencia del Uruguay. La inter­vención en el Uruguay eran casus belli con toda la razón desde el punto de vista de la economía exportadora para­guaya y se preparó para la guerra contra Mitre, una gue­rra que el Paraguay ganaba sin problemas porque tenía el respaldo de los federalistas de Urquiza, de la caballería.

–Ese pacto existía.

–La caballería entrerriana ganaba todas las guerras en Argentina y tenía el Gobierno blanco uruguayo y se pre­paró para la guerra. El pro­blema fue que mientras ocu­rría esta cuestión cambió el Gobierno del Imperio del Brasil y el Brasil interviene sin declaración.

–¿La intervención de Bra­sil no era un hecho espe­rado por López?

–López esperaba que el Brasil no interviniera. El Gobierno imperial del Brasil sabía que si intervenía en Uruguay comenzaba la guerra. Se avisó al gobierno del Mato Grosso que se prepare por­que los paraguayos van a lle­gar porque nosotros vamos a entrar. Entonces, era una negociación entre Argentina y el Imperio del Brasil para acabar con un país que era la tercera potencia en el Plata por dos razones. Primero, el Imperio del Brasil disputaba esas tierras del sur de Mato Grosso, donde no había para­guayos ni brasileños, pero eran tierras valorizadas en la época porque tenían yer­bales. Entonces Carlos Anto­nio había propuesto al Impe­rio dividir por la mitad, pero el Gobierno imperial bra­sileño era un gobierno pre­potente, de esclavistas que quería todo. En la Argen­tina Mitre tenía el gobierno, pero las provincias del inte­rior estaban semisublevadas. Para acabar con los federalis­tas tenían que acabar con los federalistas del Uruguay, que era el Gobierno blanco.

–Además, no hay mejor idea para acabar con una guerra interna que una guerra internacional.

–Pero eran aliados. Porque el Uruguay y la Argentina eran la misma cosa. Durante la Guerra Guasu el interior de la Argentina se sublevó. Las tropas argentinas tuvieron que salir en gran parte y vol­ver para la Argentina. León Pomer, un historiador argen­tino gran amigo de Paraguay, escribió un libro maravilloso, “Cinco años de guerra civil en la Argentina”, y él prueba que durante la guerra Mitre mató más argentinos que los que se murieron combatiendo con­tra la enfermedad y contra el Paraguay.

LA ESCLAVITUD

–Era inevitable que esa guerra acabe en un exter­minio atendiendo los inte­reses en juego.

–Yo creo que si nosotros vamos más hondo, más en profundidad, esta guerra fue también una guerra contra la revolución democrática. Esta guerra fue de instaura­ción oligárquica porque una de las pequeñas razones de la entrada de la guerra del Imperio de Brasil era por­que empezaba a estar muy fuerte el movimiento por la abolición de la esclavitud y el Gobierno imperial, que era un gobierno esclavista, dijo “podemos despertar el ene­migo interno cuando tene­mos el enemigo externo” y tuvieron cinco años sin pre­ocuparse. ¿Quién exigió que el Imperio entrase en el Uru­guay? Todo el norte del Uru­guay, del Río Negro hasta la frontera del Río Grande del Sur, era ocupado por hacen­dados riograndenses escla­vistas que hablaban y escri­bían en portugués, que no pagaban ningún impuesto al Gobierno de Montevi­deo. Entonces, era también una lucha por mantener la esclavitud.

–¿En qué año se produce la abolición de la esclavitud en Brasil?

–En 1888. El Brasil fue el último país del mundo en abolir la esclavitud colonial.

–Además de la lucha por mantener la esclavitud, me gustaría que me hable de un asunto que tiene sus defensores y detractores, la famosa influencia inglesa.

–Esa cuestión está abando­nada hoy. Los ingleses eran amigos del Paraguay porque compraban y vendían todo. Pero la esclavitud en Brasil tiene ese elemento confor­mador. La visión de Brasil era fortalecer la esclavitud, fortalecer la casa imperial. Don Pedro también quería lucir como un gran jefe mili­tar y la política del Gobierno liberal era de expansión en dirección al Plata y el Imperio del Brasil conquistó la hege­monía del Plata. Argentina surge más tarde como fuerza enfrente de Brasil. Brasil con­quistó la hegemonía del Plata y se quedó ocupando militar­mente Paraguay por cinco años. De esta cuestión no se habla en Brasil.

–Al exterminio le siguió un microclima de mucha vio­lencia.

–Hay cosas que no se com­prenden muy bien. Se dice que después de la guerra las mujeres paraguayas no tenían hombres. Yo comencé a ver los datos. Cierto, diez años después de la guerra, veinte años después de la guerra, había más mujeres que hom­bres, pero eso no era normal, porque el año siguiente de la guerra las mujeres paragua­yas tenían hijos y la mitad eran hombres y la mitad eran mujeres. ¿A dónde estaban los paraguayos? Los campesinos que no tenían tierra estaban trabajando en el Mato Grosso, estaban trabajando en Argen­tina. Hubo una necesidad de migración.

ARCHIVO HISTÓRICO

–¿A qué le teme Brasil al respecto de sus archivos sellados?

–Primero me gustaría decir que yo publiqué mi investi­gación de diez años en cua­tro libros, “La guerra sin fin”, que se divide en dos partes. La primera la invasión, la guerra exterior y después la guerra de la defensa nacional. Hay una mitología, no hay archi­vos escondidos, no hay secre­tos de la guerra del Paraguay. No hay un documento que se puede decir que va a resol­ver el tema. Yo para escribir sobre esta guerra pasé por el Archivo de acá. Yo fotogra­fié millares de cosas, la docu­mentación sobre la guerra de la casa de Mitre, de la biblio­teca argentina, la uruguaya, la brasileña y la paraguaya. Hay cuatro o cinco millones de documentos. Ahora, hay un problema. La guerra del Paraguay es poco estudiada en Brasil. La guerra del Para­guay es una cuestión nacio­nal del Estado brasileño, del Ejército.

–Hay cuestiones que son muy emblemáticas como el cañón Cristiano, que uno llega a entender como un elemento que genera tanto afecto en Paraguay.

–¿Es posible entrar en la cabeza de un general brasi­leño? Yo digo que no. Ellos se creen los salvadores de la patria. Ellos creen que deben gobernar el Brasil para siem­pre y el mito fundacional del Ejército brasileño de tierra es el Paraguay. Todos los patronos del Ejército, de la Infantería, de la Artillería todos lucharon en la gue­rra. Todos los primeros eran oficiales de la guerra. Ese es el mito fundamental. Des­pués de eso ellos solo hicie­ron intervenciones contra la población brasileña. Enton­ces, ellos tienen este orgullo de esta cosa y no solamente. Más grave que el cañón Cris­tiano, el Gobierno se quedó por más de 100 años con el archivo histórico de Para­guay. ¿Cómo es posible que un gobierno que tuvo dic­taduras, que tuvo gobier­nos democráticos se quede por más de 100 años con el archivo histórico de un país. Entonces hay una continui­dad. Yo coloqué el nombre de mis dos libros finales “La guerra sin fin” porque la gue­rra sigue hoy a nivel de las representaciones.

“No fue una guerra de la triple alianza, fue una guerra de la alianza entre Argentina y el Imperio de Brasil. Uruguay fue víctima de la guerra, que empieza cuando Uruguay pide el respaldo del Paraguay porque (Bartolomé) Mitre, que era un unitario, un porteño de la burguesía exportadora, quiere invadir el Uruguay, derrumbar al Gobierno blanco, que era un gobierno autonomista, y colocar al Uruguay bajo el control de Argentina. El gobierno de López no podía aceptar esto porque sería el fin de la exteriorización del comercio paraguayo”.


“Más grave que el cañón Cristiano, el Gobierno brasileño se quedó por más de 100 años con el archivo histórico de Paraguay. ¿Cómo es posible que un gobierno que tuvo dictaduras, que tuvo gobiernos democráticos se quede por más de 100 años con el archivo histórico de un país. Entonces hay una continuidad. Yo coloqué el nombre de mis dos libros finales “La guerra sin fin” porque la guerra sigue hoy a nivel de las representaciones”.

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