Por circunstancias casi fortuitas, hace más de 20 años el ingeniero civil Manuel Andrés Díaz se inició en el mundo de la apicultura y actualmente alterna sus labores en la construcción de obras con el rescate de abejas que se instalan en zonas residenciales con el fin de evitar que las colmenas sean destruidas. En este diálogo con La Nación/Nación Media, Díaz nos habla sobre su trabajo de protección de estos insectos fundamentales para el ecosistema y la generación de alimentos.

Fotos: gentileza

–¿Cuándo empezó a incursionar en el mundo de la apicultura?

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–Yo egresé en 2002 como técnico apicultor en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Asunción y hoy en día estoy trabajando a full con la parte de la apicultura, especialmente con los pedidos de auxilio. Si llaman al 911 de la Policía o a los bomberos, les van a pasar mi número. Además, ahora estamos con un convenio con la Municipalidad de Asunción, con el Departamento de Atención al Contribuyente y también con el Departamento de Áreas Verdes, tratando de concientizar a las personas para que no maten a las abejas, de que nos den la oportunidad a los apicultores de ir y rescatarlas, de recuperar esas colmenas que se van perdiendo porque cada día cortamos más árboles y destruimos más nuestros bosques. Dentro del Área Metropolitana tenemos muchas abejas todavía que se quedan dentro de los cocoteros, los techos, entran debajo de tanques de agua. Yo he sacado abejas de roperos, de baños, cocinas, detrás de lavarropas, de lugares increíbles. Estamos matando la naturaleza y por eso queremos concientizarle a la gente de que las abejas son pequeños insectos que necesitamos al 1.000 % en nuestro medio de vida ecológico y biológico. No solamente producen miel, polen, jalea real, sino que también producen todos nuestros alimentos. El 90 % de las floraciones de las frutas y verduras que comemos son polinizadas por las abejas.

CASUALIDAD

–¿Cómo empezó a interesarse en esta actividad?

–Yo soy ingeniero civil egresado de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Asunción (FIUNA). Trabajé a cargo del mantenimiento de la planta de una empresa que tenía gran cantidad de eucaliptales en el interior y un día me dijeron que querían hacer una plantación y me preguntaron si tenía conocimientos para eso. Yo les dije que no sabía nada de plantar eucaliptos y ahí me dijeron que en la UNA había unos cursos para formar técnicos forestales. Tomé el curso de técnico forestal y en ese tiempo se acercó a nosotros la gente de la carrera de Agronomía y nos dice que había una carrera de Apicultura y de estudio de nuestras abejas nativas. Al final me recibí como técnico forestal y como apicultor. Empecé a trabajar intensivamente entre 2010 y 2015 con el tema de las abejas. Yo veía el miedo de la gente porque le atacó a fulano, le atacó a mengano, porque otro murió por las picaduras. Yo veía que las personas le prendían fuego o fumigaban. Entonces decidí empezar a rescatar a las abejas y después tuve que ver dónde llevarlas y con un amigo en una propiedad en el Chaco hacia Pozo Colorado creamos nuestro propio apiario y empezamos a colocar las colmenas. Hoy en día nos dedicamos a cosechar miel y vendemos lo que podemos de las cosechas para solventar los gastos de los vehículos. Creamos una empresa que se llama Agroapicultura en la que nos dedicamos no solamente a rescatar a las abejas, sino a concientizar a la gente de que un enjambre que llega a las casas está solamente de paso uno o dos días mientras descansa antes de seguir buscando un hogar. Si no se les hace nada, no te van a atacar, no te van a picar. En cambio, cuando están metidas en el medidor o en el techo de la casa, ya tienen crías, huevitos y un poco de miel en su reserva, esas abejas sí te van a picar. Ahí es cuando entra en acción el apicultor que hace su trabajo de rescate.

–¿Para hacer las remociones y traslados de las colmenas hay un equipo de personas que lo acompaña?

–Mi hijo Alexander Díaz es el que me da una mano con esto. El trabajo se hace de a dos. Una vez que rescatamos las abejas, las llevamos al apiario en Villeta y luego de ahí al Chaco. No siempre, pero depende del caso cobramos por el trabajo. Si hay que extraer de un segundo piso, debemos llevar escaleras, andamios, un ayudante al que debemos pagarle, además de los gastos del traslado ida y vuelta. Entonces cobramos un promedio de 100.000 a 150.000 guaraníes dependiendo de la distancia del lugar. Todo con factura legal. Lamentablemente no podemos hacer los trabajos ad honorem a menos que se trate de una emergencia como, por ejemplo, en escuelas.

–¿Cuáles son las especies de abejas más comunes en nuestro país?

–La Apis mellifera, que es el nombre científico de la káva la reina, es una abeja intrusa. No es de acá. Esa abeja fue traída de África para hacer laboratorio en Brasil y esas abejas se escaparon y empezaron a colonizar prácticamente todo Sudamérica hasta llegar a Canadá. Eso provocó un cambio en el sistema ecológico porque muchas abejas nativas como el tapesu’a, el peluquerito, el apynguarei y rubito fueron relegadas. Hay muchas abejas autóctonas que prácticamente ya no se ven y eso es porque la Apis mellifera es tan competitiva con las otras abejas que no permite que otras colmenas florezcan a menos que sea su propia especie.

–¿Cuál es la especie más apta para la producción de miel?

–En la Universidad Nacional por ejemplo usamos las F1, que es la Apis mellifera europea y es una abeja muy dócil y muy buena para la producción de miel. Esta es una abeja muy tranquila, pero de muy poca producción. Entonces la mayoría de los apicultores acá en Paraguay prefieren la abeja africanizada porque, a pesar de que es muy argel para trabajar, produce miel en enormes cantidades. La F1 es una abeja tan mansita que cuando vienen por ejemplo las káva pytã u otras especies abandonan la caja, se van, no pelean. Entonces se invierte mucho, pero los productores terminan perdiendo porque no supo retenerle o porque su colmena es muy débil. Por eso los productores necesitamos abejas más agresivas. Cuando querés producir algo, sí o sí tenes que acostumbrarte a recibir algún piquete, es parte del oficio, como el carpintero que se va a dar sí o sí un martillazo en el dedo en algún momento.

ASISTENCIA TÉCNICA

–¿Qué tipo de dificultades enfrenta este rubro en nuestro país?

–Lo que yo veo es la falta de acompañamiento y asistencia técnica. Desde el Ministerio de Agricultura y Ganadería se destinan cinco o diez millones en cada agricultor para darles dos o tres cajas de colmenas para que ellos produzcan y al final de cuentas no producen. El Gobierno gasta un montón de plata, el campesino no sabe cómo trabajar porque no recibe la asistencia técnica necesaria y las abejas que les llevan son abejas muy débiles. El Paraguay tiene una capacidad de producción de miel increíble. Tenemos la oportunidad de conseguir una ISO 9001 en calidad, pero no lo hacemos.

–¿Alguna observación final que desee realizar?

–Yo les pido siempre a la gente que no maten las abejas, no les tiren alcohol, no les prendan fuego, no le hagan humo. Llamen al (0976) 561-635. No cuesta nada ir y ayudarles a las abejas a encontrar un nuevo hogar. Gracias a las abejas podemos comer frutas y verduras todos los días. Y que la apicultura es un rubro del cual se puede vivir si verdaderamente te dedicás a eso. Se pueden producir no solamente implementos para la apicultura, se puede producir cera, que se puede vender a las grandes farmacéuticas, ya que se utiliza en los labiales, en las cremas y protectores solares. Y también el propóleo, que es un gran antibiótico que juntan las abejas en las plantas naturalmente y del cual se producen remedios. Además, por supuesto, de la miel, el polen, la jalea real. Y quiero insistir en que no maten a las abejas.

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