Ricardo Rivas, periodista, desde Naples, Florida, USA X: @RtrivasRivas - Fotos: AFP/gentileza

La trágica hipótesis que advierte sobre la cercanía de una oscura medianoche, aunque algo renovada con múltiples disvalores añadidos, relanza la alerta con más preocupaciones a partir del cambio climático como amenaza inminente, de la polución ambiental y de algunos desarrollos tecnológicos –especialmente nanotecnológicos– que también evidencian impacto negativo en algunas prácticas sociales.

La guerra en Ucrania cumplió dos años. El norte de la Unión Europea (UE) sangra desde febrero de 2022 cuando el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, ordenó invadir Ucrania, cuyo líder, Volodímir Zelenski, no solo dispuso la defensa, sino que contraatacó. Desde entonces, las viejas y nuevas tecnologías aterrorizan a la sociedad civil. Reina la impiedad.

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Desde el último 7 de octubre las violencias sacuden el Oriente Medio. Una vez más la sangre tiñe de rojo aquella región. La amenaza nuclear emerge una vez más. La idea de una sociedad global parece retroceder. La territorialidad que muchos dicen amenazada vuelve una y otra vez al debate público. ¿Recobra intensidad el Estado-nación? La hipótesis nuclear vuelve a ganar espacio.

Como en los viejos tiempos que nunca se van ni quedan tan lejos, el viejo Reloj del Apocalipsis –también llamado Reloj del Juicio Final, Reloj del Fin del Mundo o Doomsday Clock, en inglés–, que simbólicamente en junio de 1947 puso en marcha la junta directiva del Boletín de Científicos Atómicos, vuelve a ser desgraciadamente atractivo. La trágica hipótesis que advierte sobre la cercanía de una oscura medianoche, aunque algo renovada con múltiples disvalores añadidos, aquella creación de la Universidad de Chicago, en los Estados Unidos, relanza la alerta con más preocupaciones a partir del cambio climático como amenaza inminente, de la polución ambiental y de algunos desarrollos tecnológicos –especialmente nanotecnológicos– que también evidencian impacto negativo en algunas prácticas sociales.

Una vez más parecería que lo irreparable está a la vuelta de la esquina. Setenta y siete años pasaron desde la primera edición del Bulletin of the Atomic Scientists, cuya portada fue ilustrada por Martyl Langsdorf, esposa de Alexander Langsdorf Jr., uno de los físicos que junto con su colega Robert Oppenheimer trabajaron en el Proyecto Manhattan con el que se creó la bomba nuclear.

¿FIN DE LA HISTORIA?

Tictac, tictac. Desde el 19 de enero de 2017, cuando las evaluaciones científicas advertían que faltaban 2 minutos y medio para la medianoche, hasta el 25 del mismo mes en 2018, ese tiempo se había acortado en 30 segundos. Un año después no tenía cambios. En 2023, el peligro inminente se calcula en 90 imaginarios segundos. Al parecer, en los 12 meses siguientes no tuvo variantes. Lamentable. El cálculo es aterrador y abre paso a la reflexión. ¿Está cerca el fin de la historia?

Con muchísima menos información que la que seguramente poseen los científicos en Chicago, siento que sí y se lo hago saber a quienes me rodean en esta noche de viernes. AG, prestigiosa historiadora y académica, nos recuerda que el 21 de diciembre de 1977, en Amiens, norte de Francia, Françoise Noguès [73] –esposa de Jean-Michel Macron [74]– dio a luz a Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron [46], quien desde el 14 de mayo de 2017 es el presidente de la República Francesa y copríncipe de Andorra.

Agrega que ese hijo de médicos, economista y especializado en inversión bancaria, que también fuera ministro de Economía francés [2014-2016], unos pocos días atrás, cuando se cumplieron dos años desde que Rusia atacó a Ucrania, luego de admitir que “hoy no existe un consenso para enviar de forma oficial, asumida y decidida fuerzas terrestres” para combatir junto a los ucranios contra las tropas de ocupación rusas, sostuvo que “nada debe excluirse” porque desde la Unión Europea [UE] “haremos todo lo necesario para que Rusia no pueda ganar esta guerra”, primero “por la propia Ucrania” y “segundo, [porque] estamos garantizando nuestra seguridad colectiva, la de hoy y la de mañana”.

Un puñado de horas más tarde, Vladimir Putin [71] –hijo de Vladímir Spiridónovich Putin y María Ivánovna Pútina, nacido en Leningrado [San Petersburgo], ciudad que su padre defendió con heroísmo de las tropas del Tercer Reich alemán que la ocuparon durante la Segunda Guerra Mundial– ante el Parlamento de su país recordó “la suerte que corrieron aquellos que alguna vez enviaron sus contingentes a nuestro territorio, pero las consecuencias para los intervencionistas serán ahora mucho más trágicas”.

Sostuvo también que “los oponentes de Rusia deben recordar que nosotros tenemos armas capaces de alcanzar objetivos en su territorio y que lo que plantean [ante una eventual respuesta rusa] asusta al mundo entero” porque la hipótesis lanzada por Macron podría iniciar “un conflicto con armas nucleares y, por tanto, la destrucción de la civilización” y advirtió que “ante una amenaza a la integridad territorial de nuestro país, utilizaremos todos los medios a nuestro alcance [incluidos los nucleares] para proteger a Rusia y a nuestro pueblo”.

¿Qué dicen estos tipos? Con sus ojos clavados en su teléfono inteligente JT aporta información. “El 18 % del territorio de Ucrania está ocupado por tropas rusas. Casi 7 millones de personas ucranianas son refugiadas. La UE envió al país atacado desde el inicio del conflicto unos 145.000 millones de euros en “ayuda financiera, humanitaria y militar”. Destaca que eso es lo que reportan fuentes europeas.

ESPANTOSA ESTADÍSTICA

Agrega que “el frente de combate se extiende a lo largo de unos mil kilómetros” y precisa que “hasta el inicio del último trimestre de 2023 los soldados ucranianos asesinados se calculaban en 80.000. Entre 120.000 y 150.000 se estiman los que fueron heridos. Los muertos rusos se calculan en unos 150.000, en tanto que los heridos llegarían a 200.000″.

Espantosa estadística que da cuenta de una guerra del pasado que se desarrolla en el presente, aunque es posible imaginarla como una constante. La humanidad parece trashumar en la cinta de Möbius. Tictac, tictac. El Reloj del Fin del Mundo vuelve a ser el centro de la tertulia. Alguien –talvez PF, incorregible viajero– recuerda que pocas semanas atrás, en un entretenido café parisino, pudo presenciar cómo un grupo de personas coincidían en destacar enfáticamente la obra de la filósofa francesa Corine Pelluchon.

No me sorprendió: Pelluchon, que con frecuencia publica en prestigiosos periódicos, trabaja intensamente en los últimos años sobre la ética de la consideración. Si asumimos la ética como un “conjunto de nor- mas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida”, el pensamiento sistematizado de Corine es claramente un enorme aporte. Doctora en filosofía por la Universidad de París-Sorbona y profesora en la Universidad de París-EstMarne-La-Vallée, desde el diario El País de España propone “reconocer el valor intrínseco de un ser” y, en ese contexto, plantea un dilema con el formato de dos interrogantes: “¿Cómo establecer relaciones con los demás, humanos y no humanos, que no estén estructuradas por la dominación, la instrumentalización y la cosificación?”; y “¿cómo vivir en la Tierra sin depredación ni extractivismo?”.

Como se suele decir popularmente en España, doña Corine “nos ha puesto a parir”. Porque si bien extractivismo es un neologismo que aporta incluso como categoría a la ciencia económica y a la política para describir – muchas veces desde perspectivas críticas– a la práctica de extraer de donde fuere recursos naturales renovables o no ilimitadamente para luego exportarlos con casi ningún tipo de procesamiento que les añada valor que beneficie a la comunidad de origen, los sucesivos desarrollos tecnológicos que ininterrumpidamente se ofrecen en el mercado global hacen que el extractivismo avance hasta afectar al humano para aquellos que lo asumen como un recurso.

PF precisó que se acercó aún más a la mesa que ocupaban quienes debatían sobre el tema. Uno de ellos interpeló a sus acompañantes con una breve reseña profesional del académico Dietmar Stoian, a quien definió como “un gran investigador en cadenas de valor” que ha desarrollado investigaciones en Asia, Latinoamérica y África y, a partir de esa fuente, palabra más palabra menos, sostuvo que “durante el siglo XX y el actual siglo XXI, el extractivismo se ha convertido en una forma de división internacional del trabajo entre los países [llamados] ricos y los países [llamados] pobres”.

ABSURDA CATEGORIZACIÓN

AL acotó que “la Agenda 2030 [de Objetivos para el Desarrollo Sostenible] dejó de lado esa absurda categorización porque todo país tiene indicadores de riqueza y pobreza”. En ese contexto recordé que mientras hay quienes van por la violencia, Pelluchon propone que nos pensemos como partes de “este mundo compartido” porque eso es lo que “da a nuestra existencia un sentido que nos sobrepasa”, dado que si bien “vivimos para nosotros mismos (...) nuestras elecciones también tienen un valor que depende del hecho de que contribuyen a preservar el mundo común”.

Desde ese lugar explica que “la consideración [en función de la otredad y de nosotros mismos] significa tener el mundo común como horizonte de nuestros pensamientos y acciones” porque “en ella se funden las tres dimensiones del vivir: ‘vivir de’, ‘vivir con’ y ‘vivir para’”. Escucha y silencio reflexivo.

Corine desafía, en ese con- texto, a comprender que “la transdescendencia [sic] no es un ascenso hacia el más allá, sino un movimiento de descenso al interior de uno mismo que amplía la subjetividad” y, desde esa introspección, “al profundizar en el conocimiento de uno mismo como ser engendrado, vulnerable y mortal, la conciencia de su pertenencia al mundo común se convierte en una evidencia que cambia su relación consigo mismo, con los demás y con el mundo” para dejar de “ejercer nuestro poder sobre los demás (power over), sentir lo que nos une a ellos y desarrollar nuestra capacidad de actuar para (power to)”.

Corine Pelluchon sos- tiene que “la consideración es una actitud [que] permite que florezcan virtudes como la templanza, la justicia y la prudencia, e impide que el valor se convierta en temeridad”. La ética de la consideración lo propone como “un método que recuerda al ser humano su condición engendrada y mortal, sus límites y su falibilidad, y lo ayuda así a no caer en la omnipotencia y el orgullo”.

¿Putin y Macron leerán a Corine? ¿Cómo saberlo? Tictac, tictac, tictac. El Reloj del Apocalipsis no se detiene. En los últimos meses se aceleró. El papa Francisco, en 2019, se adelantó a Corine. En 2019 interpeló en el mismo sentido. Apoyándose en una expresión que adjudicó a “san Pablo para hablar de la relación de reciprocidad [que existe] entre las personas”, exhortó: “Dejaos de mentiras, y [que] hable cada uno con verdad a su prójimo, [porque] somos miembros unos de otros”.

RELACIÓN DE COMUNIÓN

El líder del catolicismo, en aquella ocasión, sostuvo que “la obligación de custodiar la verdad nace de la exigencia de no desmentir la recíproca relación de comunión” entre las personas y precisó que –desde ese razonamiento– “la mentira es el rechazo egoísta del reconocimiento de la propia pertenencia al cuerpo; [y] es el no querer donarse a los demás, perdiendo así la única vía para encontrarse a uno mismo”.

Destaca que asumir la vida con esa perspectiva “nos lleva a reflexionar sobre nuestra identidad [y] nos ayuda a ver a las personas no como competidores potenciales, sino a considerar incluso a los enemigos como personas”. El jefe del Estado Vaticano sostiene que “después de las dos trágicas guerras mundiales, [....] la historia muestra signos de retroceso”.

Denuncia que “se intensifican los conflictos anacrónicos [...] que resurgen los nacionalis- mos cerrados, exagerados y agresivos y [alerta] las nuevas guerras de dominación, que afectan a los civiles, los ancianos, los niños y los enfermos, y causan destrucción por doquier”.

Más allá de las creencias, ¿Putin y Macron ignoran el pensamiento de Francisco que, como jefe de Estado, se ha reunido con ellos, entre otras cuestiones, para hablar y reflexionar sobre la paz? Tictac, tictac. Ha llegado el momento de barajar y dar de nuevo, como solemos decir en el sur del sur. O de tener muy claro que el Reloj del Fin del Mundo nos despierta con una novedad terrible: faltan 90 segundos para la última medianoche.

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