En esta entrevista con La Nación/Nación Media, la doctora en Psicología María Alexandra Vuyk aborda la temática de los trastornos del aprendizaje a fin de orientar hacia un mejor acercamiento conceptual que permita mejores prácticas en el contexto de la crianza y en el vínculo educador/educando.

  • Por Jimmi Peralta
  • Fotos: Eduardo Velázquez / Archivo

La expresión “febre­ristas” para referirse a los aplazados en periodo ordinario dentro del régimen escolar ya quedó casi en el olvido, así como la juven­tud de aquellos que la utiliza­ban décadas atrás entre pares como una broma y entre quie­nes muchos ya son padres.

Otrora se creía casi unáni­memente que el “febrerista” era sinónimo de vagancia y poco interés, y que las bue­nas calificaciones represen­tan compromiso y capacidad superior. La verdad es que no puede asumirse que la eva­luación realizada por el sis­tema educativo nacional es un parteaguas tan claro entre los que se esfuerzan y los que no, entre los capaces y los que no lo son.

Malas o buenas califica­ciones son solo signos y están lejos de ser una foto­grafía completa. Muchas veces no poder compren­der la complejidad de cada individuo hace que muchos padres y docentes presionen y juzguen a sus hijos y alumnos, poniendo como parámetro a sus iguales, sean hermanos o compañeros, exponiéndo­los a procesos que tienen su origen en la ignorancia del mundo adulto.

Las cifras del Ministerio de Educación y Ciencias arro­jan que el porcentaje de no aprobados ronda el 6 %. Sin embargo, problemas como la falta de compresión lectora o capacidades no adquiri­das para realizar operacio­nes matemáticas son del 90 % y el 70 %, respectivamente, según los resultados del PISA 2021. Es decir, la gran mayo­ría de aprobados dentro del ámbito de la educación for­mal no cuentan realmente con las capacidades que se supone que tienen.

Poder aprender no se res­tringe al ejercicio de volun­tad y no es igual para todos. No se aprende solo porque se quiera aprender. Además de la capacidad intelectual, existen dentro del proceso de aprendizaje impedimen­tos o problemas que pueden estar obstaculizando el mejor desarrollo y rendimiento aca­démico de los discentes.

–¿Las calificaciones esco­lares hablan del esfuerzo o de la capacidad de aprendi­zaje del estudiante?

–Necesita generalmente de ambos; mucho esfuerzo y poca capacidad no com­pensa, mucha capacidad y cero esfuerzo tampoco llega a nada.

–¿Buenas o malas califica­ciones dentro del sistema escolar son signos claros de alguna de las capacidades?

–Tener buenas calificaciones significa saber hacer lo que le piden en ese contexto. Ahora, si siempre hay malas califica­ciones, eso nos tiene que lla­mar la atención y tenemos que accionar.

MÚLTIPLES FACTORES

–¿Hay algo conductual o emotivo que suele acompa­ñar o generar este tipo de trastorno?

–Hay varios factores conduc­tuales y emocionales que pue­den coexistir o incluso con­tribuir a los trastornos del aprendizaje. Pueden sen­tir frustración, baja auto­estima, ansiedad y falta de motivación, etc. Estos senti­mientos pueden surgir como respuesta a las dificultades constantes que enfrentan en la escuela. Además, el estrés emocional puede afectar de forma negativa la capacidad para concentrarse, organi­zar información y aprender de manera efectiva. La evi­dencia apunta a que hay una combinación de genética y ambiente.

–Además del ámbito edu­cativo, ¿qué tipo de signos o señales pueden alertar a los padres sobre esta con­dición?

–Fuera del ámbito educativo, hay varios signos y señales que pueden alertar a los padres sobre la posibilidad de un tras­torno del aprendizaje. Por ejem­plo, dificultades en la comuni­cación, problemas para seguir instrucciones, organizar pen­samientos de manera cohe­rente o entender juegos de pala­bras y chistes. Parece como que a veces no te entiende.

También se presentan retra­sos notables en el desarrollo del habla, la lectura, la escri­tura o las habilidades mate­máticas comparados con otros niños de la misma edad. Asi­mismo, problemas para orga­nizar sus cosas, seguir ruti­nas o gestionar el tiempo; vos le ves que se esfuerza muchí­simo y que sigue sin lograrlo. Dificultades para recordar detalles de conversaciones o instrucciones, o para memo­rizar información básica. Le hablás y parece que no te escu­cha. También pueden presen­tarse dificultades para inter­pretar las señales sociales que nos dan las otras personas, participar en juegos de grupo o hacer amigos. Evitar tareas de lectura o escritura, no que­rer irse a la escuela o partici­par en actividades que impli­quen una dificultad y cambios emocionales como irritabili­dad, baja autoestima o cam­bios de humor que no parecen tener otra causa.

–¿Qué se debe hacer en caso de que se pre­senten estos síntomas?

–Esto no necesariamente indica un trastorno del aprendizaje por sí solo. Sin embargo, si la fami­lia observa varios de estos comportamientos de forma persistente, podría ser útil buscar una evaluación pro­fesional en el sector público (centros de salud, hospita­les) o consultorios privados de psicología educacional o psicopedagogía. Cuanto antes mejor para ayudar a los niños a desarrollar estrategias para manejar sus dificultades.

MEJORAMIENTO EN EL DIAGNÓSTICO

–¿Déficit de atención, dislexias son trastornos comunes en la actualidad?

–Siempre existieron. Ahora tenemos mejores herramien­tas de detección y mejores acompañamientos, por eso parece que ahora es más común. Sin embargo, si le sacamos la etiqueta y pensa­mos en términos de conduc­tas, si empezamos a ir hacia atrás y pensar en familiares cercanos, podemos encontrar a ese tío que “no terminó el colegio porque nunca consi­guió pasar química” o alguien que escribe con mil errores o que no entiende lo que lee.

–¿Existe alguna negación de los padres que evita un diagnóstico respecto a un trastorno de aprendizaje?

–Muchas veces existe nega­ción. “Es kaigue nomás”, “por akãne se aplazó”, “cinto lo que le falta”, “en mi época no nos íbamos al psicólogo”, “mamá solucionaba todo con zapati­lla” y demás joyitas y perlitas que escuchamos a veces.

–¿Cómo afectarían estas dificultades de aprendi­zaje a los niños en cuanto a su autoestima y afecti­vidad?

–Si está mal manejado, afecta. Si notan que les cuesta más aprender que a los demás, esto puede hacer­les sentir mal, dudar de sí mismos y aislarse. Sobre todo, esto puede ser muy problemático si solamente reciben retos y castigos por su bajo desempeño en vez de recibir apoyo. Por el contra­rio, si está bien manejado, adquieren herramientas para entender las diferen­cias que tienen, aceptando la diversidad que tene­mos todas las personas. Es importante hablarles sobre sus fortalezas, asegurarles que todos enfrentan dificul­tades y que están para apo­yarlos. Ayudarles a ver lo que hacen bien y fomentar su confianza es demasiado importante para que se sien­tan capaces.

–¿Qué orientación básica se puede proponer a los padres que observan un bajo rendimiento acadé­mico de sus hijos?

–Abordar el bajo rendi­miento académico necesita mucha paciencia y compren­sión. Cada niño es único y puede necesitar diferentes estrategias para superar sus dificultades. Lo más impor­tante es mostrarles apoyo incondicional y creer en su capacidad para mejorar y tener éxito, a la par de dar­les las ayudas que necesitan.

¿Qué hábitos o prácticas pueden mejorar la performance cognitiva de los estudiantes?

1. Observar y dialogar: presten atención no solo a las notas, sino también a cómo se sienten sus hijos respecto a la escuela o el colegio. Hablen con ellos sobre sus experiencias y dificultades de una manera abierta y sin juicios. Sobre todo, escú­chenles, no hace falta tener todas las respuestas, sino a veces solo un oído amigo es necesario.

2. Colaborar con los profesores: tengan una comunicación directa con los docentes para entender mejor las áreas de dificultad y obtener recomendaciones específicas para apoyar a sus hijos en casa. Anímense a irse a las reuniones con profes, es muy importante ser un equipo entre familia y colegio.

3. Evaluar otras causas: consideren si hay factores externos afectando el rendi­miento, como problemas emocionales, dificultades en casa o incluso condiciones de salud, como problemas de vista o de oído.

4. Apoyo profesional: si sospechan de un trastorno de aprendizaje o de atención, una evaluación profesional puede ser muy útil. Profesionales en psicología educacional o psicopedago­gía pueden hacer diagnósticos y estrategias de intervención.

5. Refuerzo positivo: fomenten una actitud posi­tiva hacia el aprendizaje, celebrando los esfuerzos y progresos, no solo las buenas notas. Ayuda a construir confianza y motivación.

6. Establecer una rutina: una rutina de estudio regular, en un espacio tranquilo y organizado, puede mejorar la concentración y la eficacia del tiempo de estudio.

7. Herramientas adicionales: busquen recursos edu­cativos que puedan ayudar a sus hijos a entender mejor el material, como profes particulares, apps, hasta videos en Tiktok. En la pandemia surgieron muchísimos profes virales en Tik­tok enseñando muchas cosas muy bien.

8. Enseñar habilidades de estu­dio: a veces, los niños necesitan ayuda para aprender habilida­des de estudio que les sirvan, como tomar notas, gestionar el tiempo que tienen para hacer sus tareas y estudiar, y prepararse para los exámenes.

Criterios de diagnóstico

Estos son algunos de los signos que pueden encontrarse:

- Lectura de palabras imprecisa o lenta con esfuerzo (por ejemplo, lee palabras sueltas en voz alta incorrectamente o con lentitud y vaci­lación, con frecuencia adivina palabras, dificul­tad para expresar bien las palabras).

- Dificultad para comprender el significado de lo que lee (puede leer un texto con preci­sión, pero no comprende la oración, las rela­ciones, las inferencias o el sentido profundo de lo que lee).

- Dificultades ortográficas (puede añadir, omitir o sustituir vocales o consonantes).

- Dificultades para la expresión escrita (comete múltiples errores gramaticales o de puntua­ción en una oración, organiza mal el párrafo, la expresión escrita de ideas no es clara).

- Dificultades para dominar el sentido numé­rico, los datos numéricos o el cálculo (com­prende mal los números, su magnitud y sus relaciones, cuenta con los dedos para sumar números de un solo dígito en lugar de recordar la operación matemática como hacen sus igua­les, se pierde en el cálculo aritmético y puede intercambiar los procedimientos).

- Dificultades con el razonamiento matemático (tiene gran dificultad para aplicar los concep­tos, hechos u operaciones matemáticas para resolver problemas cuantitativos).

Fuente: Manual DSM-5 (“Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” de la American Psychiatric Association)

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