Toni Roberto

Este domingo, Toni Roberto homenajea al doctor Francisco Mosciaro (1931-2024), destacado ortopedista, al que le llama “el doctor de los niños de barrio con botas”.

Las pisadas vienen a mi memoria, los recuerdos están enfrente. Son las 10 de la mañana. Sentado en el pulcro café de Yegros y Cuarta, el transparente vidrio me hace ver claramente recuerdos de infancia a través de la vieja y olvidada arquitectura de lo que fuera el Policlínico San Antonio.

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En ese derruido lugar, en los años 60, 70 y 80, atendía el doctor Francisco Mosciaro. Ahí una legión de niños con pie plano llegaba para corregir, en aquel entonces, un problema.

¿Hay una manera de escribir?, me preguntaba con mi desaparecida editora Marycruz Najle. No, solamente con el corazón con todo lo que trae esa avenida de recuerdos que nos vienen desde algún rincón del alma, solo eso.

Muchos de aquellos niños que pasábamos por el San Antonio usamos esas botas hasta los primeros grados del colegio, algunas de ellas inmortalizadas en instantáneas del jesuita y fotógrafo José María Blanch en su álbum “Alumnos del Cristo Rey”, allá por 1974.

Niño con botas del Dr. Mosciaro en patio paraguayo”. Ortopedia Minardi. Asunción, c.1970

RECUERDOS IMBORRABLES

“La mejor manera de describirle es en pocas palabras”, me dice emocionado su gran amigo, el Dr. Juan Daniel. Los recuerdos de aquel doctor sencillo y de vida casi austera son imborrables a la memoria de los infantes que ingresábamos a aquel local de la calle Cuarta rodeado de plantas de limón, naranja hái y el incesante ruido del corredor de buses de aquella arteria del barrio Gral. Díaz.

El Dr. Mosciaro, docente, investigador, exdecano de Medicina y discípulo del legendario Dr. Roberto F. Olmedo, creador de la cátedra de Traumatología y Ortopedia de la Facultad de Medicina, ha mantenido siempre una vida sencilla, simple y humilde.

Mi paso casi diario por su casa de la calle 25 de Mayo era un instante de recuerdos para aquel médico que consiguiera corregir aquellos “problemas del caminar”, que fue la base para todos mis recorridos por calles, esquinas y rincones de la ciudad en mi infancia de barrio.

Muchas veces estuve tentado a tocar el timbre de ese bajo portón con ligustrinas, que antecedía a la casa con un importante retiro que cobijaba un patio lleno de árboles y flores para decirle “gracias, doctor”, pero el tiempo cruel y la vida frenética hicieron que no se dé, solamente me queda agradecerle de esta manera, desde este dominical rincón.

Al final, cierro mi computadora, doy una última mirada a aquel desaparecido policlínico, acompañado de la mesita y una taza de café, brindando por los que tuvimos el privilegio de pasar por la delicada y siempre humana atención del Dr. Francisco Mosciaro (1931-2024), “el doctor de los niños de barrio con bota” de aquellos años 70 del siglo pasado.


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