­En marcha desde 2014, la idea de la campaña es que chicas y chicos de la secundaria identifiquen las conductas controladoras que construyen la espiral de violencia, principalmente aquellas que tienen origen en los celos. Con preeminencia en las escuelas secundarias, este año se tiene previsto llegar a las universidades en busca de ir sembrando conciencia y generando acciones que reviertan el cuadro machista general de la cultura nacional.

Lo esencial de la cam­paña Noviazgo Sin Violencia, que en estos días llegó a 29.000 jóvenes que participaron de sus char­las de sensibilización, es tra­bajar en la prevención desde temprana edad de un flagelo alarmante: la violencia con­tra la mujer.

La adolescencia –el paso de la infancia a la madurez en el que se producen cambios impor­tantes, afectivos, corporales y de valores– es un período de especial vulnerabilidad.

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Por eso, este año la campaña será fortalecida, según anti­cipa Silvia Blasco, viceminis­tra de Protección de los Dere­chos de las Mujeres: “Tenemos como objetivo promover estos rasgos y pautas culturales de manera respetuosa, de igual­dad entre mujeres y hombres y sobre todo libre de violen­cia en las relaciones sexuales”, apunta. “Es posible construir mejores formas de relacio­narse, insistiendo en la igual­dad entre mujeres y hombres”, indica.

“Durante la adolescencia los signos de la violencia en el noviazgo son casi invisibles, por eso es importante que puedan identificarse estas características solapadas. Remarquemos que la violen­cia no es una conducta innata en las personas. La violencia contra las mujeres se aprende, se tolera y hasta en algunos casos se justifica y naturaliza. Tenemos que dejar de norma­lizar estas conductas”, expone Blasco.

“Hay conductas que ellos no las ven como violencia y que se esconden mal rotuladas como ‘amor y preocupación’. El tema de pedir la ubicación en tiempo real. La chica que nos dice ‘me pongo contenta porque mi novio me pide o me está cuidando de estar en ciertos lugares, me elige qué ponerme, no quiere que me maquille, me aísla de mi familia’. O sea, son caracterís­ticas muy solapadas. Por eso es que es importante la detec­ción a esta temprana edad en la que recién están iniciando estas relaciones de noviazgo”, apunta.

IGUALDAD

Para Myrian González, antropóloga social e investigadora del Centro de Documentación y Estudios (CDE), es impor­tante trabajar los contenidos en razón de igualdad: “Todas las personas, más allá de su sexo, género u orientación sexual tienen que gozar del mismo respeto, las mismas oportunidades, de los mismos derechos (esto se entiende cuando se les exige a las chicas no vestirse de cierta manera o de asumir una conducta de sumisión y subordinación hacia el novio o pareja para no ‘tentar’ el primitivismo del macho con respecto a lo sexual). Una chica debe ‘por­tarse bien’ para que el novio la respete es una idea machista y discriminatoria. Que los varones tengan novia y ade­más otras chicas con quienes relacionarse está bien, pero si lo hace una chica es una mala chica”, ejemplifica.

La campaña Noviazgo Sin Violencia llegará próxima­mente a las universidades, anticipó Blasco, explicando que “somos concientes de que la violencia hoy se ejerce a tra­vés de todo lo que son las redes sociales, no solamente se da en los jóvenes, sino en los adul­tos. Entonces, vamos a traba­jar de manera interinstitucio­nal con las universidades en todas las carreras. También vamos a hacer formación de formadores en conjunto con la Secretaría de la Juventud”, informó.

Para Rafael Brítez, de Plan Internacional, “necesitamos volver a hablar de conductas saludables. También podríamos llamarlo valores dando ejemplo de palabras y valores como el respecto, la solidari­dad, el cuidado y la no discri­minación entre los jóvenes. Una acción sería poner de moda el cuidado y autocui­dado en el noviazgo”.

“Un noviazgo es un lugar donde dos personas se encuen­tran y se cuidan, aunque sur­jan problemas. Se necesita enseñar a los jóvenes formas de relacionarse sin violencia, por ejemplo, cómo comuni­car sentimientos y necesida­des sin agredir (insultos, gri­tos, golpes), cómo escuchar a la otra persona con atención, respetar cuando la otra per­sona ya no quiere estar en la relación. Estas acciones bien aprendidas son muy potentes para construir personas con una salud mental equilibrada y que luego impactará en rela­ciones de noviazgo positivas”, expone.

CONSECUENCIAS DEVASTADORAS

Rafael Brítez, que es oficial de protección contra la vio­lencia hacia niños y niñas en Plan, entiende que, en ese marco, la campaña Noviazgo Sin Violencia es importante “para entender que la violen­cia en el noviazgo es un pro­blema que tiene consecuen­cias devastadoras para la salud, el bienestar, la dignidad y la autonomía de las perso­nas, especialmente en adoles­centes y jóvenes, y es un gran riesgo que limita el desarrollo personal, social y económico”.

Agrega que “la violencia en la pareja se traduce en com­portamientos muy dañinos como gritos, insultos, golpes, o el famoso ‘ghosteo’, que sig­nifica hacer el vacío físico o emocional a la otra persona, no hablarle por horas, días, semanas o dejar en visto sin ninguna explicación. Por ende, la violencia no es solo un problema de salud, o de pareja, impacta en forma directa en el aspecto económico y, en par­ticular, afecta a las mujeres por la violencia de género que las aqueja”.

El tema no es menor si se recuerda que el Observatorio de Igualdad y No Discrimina­ción del Centro de Documen­tación Estudios (CDE) regis­tró 41 casos de feminicidios en el territorio nacional en 2023.

La viceministra Blasco ana­liza las acciones que harían falta para revertir el cuadro de situación que hoy esta­mos viviendo: “Es funda­mental trabajar con la fami­lia, con todo lo que tenga que ver con las comunidades veci­nales. Tenemos que fortale­cer la atención de la ruta de la denuncia de una mujer en situación de violencia y es algo que el Ministerio de la Mujer no podrá hacer sin la colabo­ración de las otras 17 institu­ciones comprometidas por la Ley 5777 ‘De protección inte­gral a las mujeres contra toda forma de violencia’ en la que se protege contra 15 formas de violencia”.

Silvia Blasco, viceministra de Protección de los Derechos de las Mujeres

DEL DISCURSO A LA PRÁCTICA

Para Myrian González, inves­tigadora del CDE, “en primer lugar se debe pasar del dis­curso a la práctica. El discurso son las leyes, las campañas, las entrevistas que dan auto­ridades que deben ofrecer a la población una vida libre de violencia y que, sin embargo, no adjudi­can presupuestos para ampliar los servicios de atención o no dan seguimiento a las denun­cias que se presen­tan. Mien­tras se tenga en promedio 90 denuncias por día en el Ministerio Público y no se haga seguimiento a estas denuncias, el discurso es la ley y la práctica lo que no se hace”, señaló.

“Otro ejemplo es cuando no se posicio­nan actos de violen­cia política de hom­bres legisladores ante mujeres legisladoras. Cada vez es más fre­cuente este tipo de vio­lencias y más bien se justifica y dicen “es que Fulana es juru guasu y Mengana es loca o Zutana fue la amante de X”. Más bien estos hombres ejer­cen violencia contra sus pares mujeres porque consideran que ellas no deben estar ahí, sino en su casa, su cocina (ese es el imaginario que hay en sus cabezas)”, apuntó dando un ejemplo de mala conducta social en las esferas del poder.

Rafael Brítez, de Plan Internacional Paraguay

En su mirada, se necesita­ría entonces que “haya pre­supuestos adecuados para extender servicios de pre­vención y atención contra la violencia basada en género, que haya más funcionarias y funcionarios capaces de aten­der desde la perspectiva de igualdad de derechos”. Tam­bién que “autoridades que legislan y gobier­nan no se escu­den detrás de rosarios y biblias diciendo hom i ­lías que supues­tamente fomentan provida y profamilia y, sin embargo, lo que buscan es recortar derechos a muje­res, niñas y adolescentes, y todas aquellas personas que deciden su orien­tación sexual más allá de creencias que discrimi­nan. Quienes satanizan a las personas por ser homosexuales o trans lo que buscan es pin­tar una sociedad que solo fomenta la doble moral”, señaló.

ROMPER EL CICLO

Para Silvia Blasco, viceministra de Protección de los Dere­chos de las Mujeres, es necesario, como punto de partida para el análisis de la situación, “entender que las mujeres están inmersas en este ciclo de violencia, en donde ellas real­mente están enamoradas de este agresor. Y están con esta dependencia, que le decimos dependencia emocional, ade­más de tener también una dependencia económica”.

Es un cuadro en el que “la vergüenza, la culpa, el juzgamiento que va a tener por parte de la sociedad dificultan que ellas puedan romper ese ciclo de la violencia. Por eso la violencia contra la mujer es multidimensional, tiene muchas aristas. No es una cuestión de uno más uno. Hay que mirar todo el trasfondo. A veces solamente miramos la punta del iceberg, pero hay que mirar todo lo que hay por debajo”, sostiene.

Blasco apunta que es importante visibilizar a las mujeres que trabajan y que con vistas a este objetivo está proyec­tada la inauguración de un centro regional de las mujeres en el departamento de San Pedro el próximo febrero en el marco del Día de la Mujer Paraguaya. Asimismo, en el insti­tuto Camino a la Igualdad, que estará funcionando próxima­mente, se capacitará a formadores en todos los temas, no solamente en violencia.

EL ALTO COSTO DE LA VIOLENCIA

Hay un dato alarmante que muchas veces pasa desapercibido: la violencia contra las mujeres le cuesta al Paraguay casi USD 1.500 millones, el equivalente al 5,1 % de su pro­ducto interno bruto (PBI).

Un estudio financiado por la Cooperación Ale­mana al Desarrollo (GIZ) muestra que una de cada diez mujeres paraguayas de entre 18 y 65 años es víctima de violencia estando en rela­ciones de pareja.

Silvia Blasco, viceministra de Protección de los Derechos de las Mujeres, reconoce que “por supuesto que el costo es altísimo y desde el Estado tenemos esa comprensión”. Este costo es “asumido en un 48 % por las propias muje­res, sus hogares y sus microemprendimientos, el 38 % por las empresas medianas y grandes y el 14 % por el Estado”.

Como puede entenderse, “constituye un freno al desarrollo social y económico, ya que afecta directamente la productividad y el capital de las mujeres a diferentes niveles y produce enormes perjuicios socioeconómicos al país”.

La viceministra apunta que buscando con­cientizar se acercaron a las empresas privadas “con un sello que es en contra de la violencia y la discriminación hacia las mujeres. Trabaja­mos con la sociedad civil en todo lo que tenga que ver con la prevención, la atención, la pro­tección y el seguimiento de los casos. Incluso la sociedad civil es parte de la mesa de pre­vención de la violencia contra la mujer creada por la Ley 5777 ‘De protección integral a las mujeres’”, señala.

LAS REDES, UN PROBLEMA MUY GRANDE Y DIFÍCIL

Myrian González, investigadora del CDE

“En las redes sociales el punto central es que se escudan detrás de las pantallas para agredir, acosar, violentar y no es posible sancionar (al menos fácilmente)”, indica Myrian González, antropóloga social e inves­tigadora del Centro de Documentación y Estudios (CDE).

Para la especialista, las redes replican y aumentan las conductas apren­didas: “Son espacios ‘virtuales’ donde se plasma el modo de ver y vivir: si no respetas a las niñas y mujeres es porque te enseñaron (en la casa, en la escuela, en el club) que el varón tiene ‘licencias’: puede ser más gri­tón, más bruto, más guaso, en tanto las chicas deben guardar la compos­tura, no decir groserías, etc. Entonces, agredir a través de las redes es solo una extensión de cómo alguien se comporta en la vida cotidiana, solo que es más fácil hacerlo porque nadie te sanciona”.

En coincidencia, Rafael Brítez, oficial de protección contra la violencia hacia niños y niñas de Plan Paraguay, sostiene que “las redes sociales están suplantando a las clásicas institucio­nes sociales que antes instalaban los valores y el modelo de ser humano para la sociedad, el rol que antes en la formación de valores tenían la familia, la escuela, la Iglesia hoy lo están haciendo las redes sociales”.

González retoma seña­lando que “el problema de las redes es la libertad de hacer lo que querés sin que nadie te pueda coartar y, además, porque ‘afuera’ a mucha gente no le llama la aten­ción porque es lo normal: macho fuerte, viril ver­sus hembra sumisa, callada. El problema de las redes somos la sociedad que permite y no sanciona. Cambiar la cultura machista, la cultura que permite la violencia es el elemento central, las redes son solo las vías de expresión”, apunta.

MITOS

Para Brítez, en cambio, uno de los aspectos más difíciles de trabajar son las ideas o mitos sobre el amor romántico que se fijan como formas de entender y vivir las relaciones de pareja en muchos jóvenes y también adultos, y que luego son el germen de las mal llamadas relaciones tóxi­cas, que en realidad son formas de relacionamiento aprendidas que lle­van a la violencia en la pareja. “Hay que decir que es muy común que la violencia la ejerzan mayormente los hombres hacia las mujeres. Una muestra de esto son los datos de feminicidio y violencia de género en nuestro país”, subrayó.

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) respaldó la cam­paña Noviazgo Sin Violencia desde sus orígenes e inclusive tuvo fondos de la Itaipú Binacional. Según se informó desde el Ministerio de la Mujer, este año se estarán buscando alianzas para llegar a la mayor cantidad de jóvenes posibles. En conjunto con el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) habrá jornadas que se compartirán con el Plan Nacional Contra el Abuso de Drogas #Sumar y el Programa Escuelas Abiertas Vy’arenda.

La idea es transferir herramientas técnicas al personal docente a fin de dotarles de instrumentos que les permitan identificar y abordar con adolescentes y jóvenes situaciones de violencia en el noviazgo y, a la vez, orientarles en cómo actuar en este tipo de contextos.

En las jornadas se hacen dinámicas participativas en las que adoles­centes y jóvenes analizan el contenido de mensajes que comparten vía Whatsapp, Facebook, Instagram, Tiktok y otras redes. También reflexionaron sobre el contenido de músicas, memes y dichos popula­res que forman parte de su vida cotidiana que manifiestan situaciones de violencia en las relaciones de pareja.

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