Este segundo domingo de 2024, Toni Roberto en sus ya tradicionales “Cuadernos de verano” de “Cuadernos de barrio” recuerda a Kitty y Pío Walder, dos vecinos del tradicional barrio San Cristóbal, a partir de un gran cuadro de Ignacio Núñez Soler, el pintor de Asunción.

  • Por Toni Roberto

Era un moderno chalet de una sola planta en las alturas del barrio San Cristóbal sobre la calle Sucre; al abrir la puerta, un pasillo, a la izquierda una abertura que conducía al oratorio familiar donde se veneraba a la Virgen de Schoenstatt, a la derecha un salón con un juego de living de la antigua mueblería Miró de don José Miró y familia, en la pared una enorme pin­tura de Soler de 1949 que parecía guiarnos a Villarrica, lugar de nacimiento del pro­pietario del cuadro.

Los dueños del hogar, Kitty Encina Marín y Pío Wal­der, un matrimonio del siglo XX; ella, una eterna ama de casa, devota de María, y Pío, un médico clínico de los de antes, de esos de barrio, que siempre estaba atento ante alguna necesidad del pró­jimo, desde algún problema físico hasta alguno psí­quico. Decía un encumbrado médico del siglo pasado: “Si ven gallinas en la sala de espera, son de los pacientes de Pío que le ofrendan sus aves”, refiriéndose a la recep­ción de un conocido sanato­rio allá por 1980.

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LOS LAPACHOS IMPOSIBLES DE SOLER

La obra de gran formato, un paisaje casi imposible, dos lapachos de distinto color dando brillo a un sencillo escenario, casi vacío y de mucha profundidad con una solitaria mujer que lleva un cántaro, un paisaje muy parti­cular, a lo Soler. Es el arte que desafía cualquier convención. “Es casi imposible que dos lapachos, uno amarillo y otro rosado, florezcan al mismo tiempo”, me dice el experto Raúl Rivarola. El lugar, tal vez, las afueras de Asunción y un camino que puede lle­varnos a cualquier lugar ahí donde la imaginación nos indique y, por supuesto, esos dos lapachos un monumento a la naturaleza.

Pero ¿cómo volví a recordar esta obra después de tanto tiempo? Al encontrarme con la misma pintura luego de tres décadas en el con­sultorio de Alejandra, la hija médica del matrimonio, que en la puerta reza hasta hoy “Pío Walder Delvalle, médico clínico”. En ese lugar está aquel enorme cuadro de la vieja sala de los Walder, que, por su tamaño, tal vez, haya sido realizado para alguna escena teatral de la década del 40.

Así, con la sencillez de esta pieza pictórica, simple­mente despido este segundo domingo de enero de estos “Cuadernos de verano” de “Cuadernos de barrio”, recordando a Pío y Kitty, que fueran reconocidos habitan­tes de barrio San Cristóbal y a los que hoy homenajeo a partir de esta obra de Igna­cio Núñez Soler, el pintor de Asunción (1891-1983).

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