Una de las tantas humillaciones que tuvo que sufrir Mía Schem, secuestrada por los terroristas de Hamás el 7 de octubre pasado, fue tener que mentir en pleno cautiverio ante las cámaras hablando de su situación en una producción de propaganda del grupo islamista.

Fotos: Juan Carlos dos Santos/gentileza

“Hola, me llamo Mía Schem. Tengo 21 años y soy de Shoham. Ahora mismo estoy en Gaza. Regresé temprano el sábado por la mañana de una fiesta en Sderot. Me lastimé gravemente la mano. Me trajeron a Gaza y me cuidaron en el hospital de aquí”, señalaba la joven, quien se encontraba con amigos en la fiesta electrónica Tribu de Nova cuando fue atacada.

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“Soy prisionera en Gaza y me atendieron y me hicieron una cirugía que duró tres horas, y todo está bien y solo pido que me devuelvan a casa lo antes posible, que me devuelvan con mi familia, por favor sáquennos de aquí lo antes posible”, suplicaba la joven israelí ante la cámara.

Mía es una de las rehenes intercambiadas por decenas de palestinos que guardaban reclusión en las cárceles de Israel y es quien está abiertamente narrando cómo pasaron los más de 50 días que permaneció cautiva, primero en la casa de un terrorista y luego dentro de los túneles que Hamás construyó en Gaza.

La entrevista dada al Canal 12 de Israel revela pormenores de esta dolorosa situación, sus temores, sus esperanzas y el sufrimiento. La frase “en Gaza no hay civiles ni inocentes” ha causado bastante polémica, sobre todo entre los partidarios del grupo terrorista, muchos de los cuales, por ignorancia quizás, confunden con la lucha del pueblo palestino.

–¿Por qué estás dando esta entrevista?

–Porque era importante para mí exponer la verdadera situación de la gente que vive en Gaza, quiénes son verdaderamente y por lo que pasé. Yo sufrí un holocausto. Fui con mi amigo Elía, bendito sea su recuerdo, al festival Nova. Desde el momento que llegamos tuve una sensación de agobio, no pude disfrutar. Salidos de la nada, terroristas empezaron a dispararnos matando a las personas. Elía y yo fuimos los primeros de los primeros en salir de allí, en escapar de allí. Nos subimos al coche y bajo una presión inmensa yo manejé. De repente Elía me grita “¡Mía, nos están disparando!”. Acelero, tú sabes, así podremos pasarlos, pensaba, hasta que nos dispararon a la rueda y el coche gira a la derecha y se detiene. Una camioneta pickup llena de terroristas de Hamás nos pasa. Uno de los terroristas me vio y me disparó en el brazo. Perdí mucha sangre, levanté mi brazo del suelo, lo sostuve y me quedé en el piso. Disparos, autos moviéndose hacia la derecha, a la izquierda, neumáticos chirriando, hombres y mujeres gritando. Esperé que terminara la masacre. De repente se quedó todo en silencio y veo a un terrorista acercándose. Él ve a Elía, le apunta con un arma y le grita “levántate”. Amarra sus brazos y se lo lleva. Estaban revisando a las personas. Cualquiera que pareciera vivo, le disparaban a la cabeza.

Durante una entrevista concedida al Canal 12 de Israel, Mía dio detalles de su vida durante los 54 días que los terroristas de Hamás la tuvieron secuestrada en Gaza

“NO QUIERO MORIR, QUIERO VIVIR”

–¿Entonces tú te hiciste la muerta?

–Sí. El auto de Elía explotó y estaba ardiendo, entonces caí en la cuenta de que el fuego se estaba acercando a mí y que toda la zona estaba en llamas. Busqué una ruta de escape, pero no había hasta que de repente veo en la ruta a un hombre caminando alrededor de los autos quemados y grité “¡ayuda!”. Y él respondió “¡ven!”. Era un terrorista. Yo no sabía, pensé que era un israelí, tenía esperanza de que fuera israelí. Él me dijo “ven” y fue una decisión de unos segundos. ¿Debo quedarme aquí y morir quemada o ir con él? Me dije a mí misma “no quiero morir, quiero vivir”. Llegué a donde estaba él agarrando mi brazo e inmediatamente él comenzó a tocarme la parte superior de mi cuerpo, empecé a gritar y me puse histérica, él se dio cuenta de la condición de mi brazo que estaba desprendido de mi cuerpo. Supongo que lo asustó, entonces paró por un segundo y llamó a un auto que venía a lo lejos para que venga a llevarme. Otro terrorista me jaló el cabello y me metió al auto. Dentro mantuve mi cabeza baja todo el camino y llegamos a Gaza.

–¿Qué pasó por tu cabeza durante el viaje?

–Estaba inconsciente al menos parcialmente, estaba despierta, pero no caía en cuenta de lo que pasaba, solo pensaba “no quiero morir y que Dios me salve”. Cuando el auto llegó a Gaza, me dijeron bienvenida a casa. Me tomó un tiempo darme cuenta de que estaba en Gaza y que estaba secuestrada, en cautiverio y en poder de Hamás. Me tiraron a un cuarto oscuro, extendieron mi brazo herido y lo ataron con un pedazo de plástico. Así fue como pasé los primeros tres días. Eso tendría que ser amputado. Desde esa habitación me llevaron a la casa donde me escondieron. Me llevaron a la casa de uno de los terroristas que estaba conmigo en el carro, me encerraron dentro de un cuarto oscuro. No podía hablar, no me podían ver o escuchar, estaba escondida con un terrorista vigilándome 24/7, violándome con los ojos.

–¿Así te sentías?

–¡Claro! Una mirada con maldad, estaba asustada de ser violada, ese era mi miedo más grande. Su esposa estaba fuera del cuarto con sus niños y esa es la única razón del por qué no me violó. No me desmoroné a pesar de las condiciones intolerables dentro del cuarto de los niños donde me tenían. Yo no hablaba y si lo hacía, tenía que hablar susurrando.

–¿Por qué?

–Por los drones que estaban sobre nosotros, que ellos llaman sinana. No debía ser vista o escuchada.

Mía fue obligada a dar un mensaje en un video durante su cautiverio en Gaza

CONDICIONES DEPLORABLES

–¿Había luz solar, había ventanas?

–No. No había sentido del tiempo, no podía dormir, quizás una hora por la noche. ¿Cómo puedes dormir cuando hay un terrorista mirándote? No me bañé en todo ese tiempo, no me dieron ningún medicamento, ninguna pastilla para el dolor y algunas veces comía algo. La esposa del terrorista odiaba el hecho que él y yo estuviéramos en la misma habitación, ella lo odiaba y entonces se burlaba de mí, como que nos traía comida. Le traía comida a él y nada para mí, ella entraba a la habitación y yo anhelaba un abrazo de una mujer a otra, un abrazo para aliviar el estrés, era todo lo que tenía ahí, pero ella era tan mala, tenía ojos malos. Ella era una mujer mala, tuve que aceptar la situación y decirme a mí misma que así es como tenía que hacer frente a eso y a la vez pensar que iría a casa pronto. Estuve sin comida por más de tres días en una oportunidad, ella se burlaba de mí. Hablaba de mí con él, tú sabes, cosas como que mi cabello no es real, esto y aquello, en árabe.

–¿Y tú entendías?

–Sí.

–¿Se desarrolló una relación entre tú y el terrorista?

–Sí, estaba tan asustada de ser violada y ese era mi mayor miedo. Estaba asustada de que algo pase de repente, entonces me conecté con él de una forma amistosa.

–¿Estaban sus hijos contigo?, ¿ellos entraban y salían de la habitación?

–Yo conocí a sus hijos. Entraban a la habitación de vez en cuando a mirarme como si fuera un animal de cuidado en un zoológico. Una vez su hijo entró a la habitación con una bolsa de dulces, abrió la bolsa y le dio dulces a su papá, vino a donde estaba, me mostró la bolsa, la cerró y se fue. Sabés, por pura maldad, no hay civiles inocentes y la familia viven bajo Hamás. Desde el momento que esos niños nacen, les lavan la cabeza que Israel es Palestina y que deben odiar a los judíos.

–¿Cuándo llegaste a los túneles?

–Durante mis últimos cuatro o cinco días ahí, antes de regresar a Israel. Una vez que me enviaron abajo, a los túneles, entendí que nunca iba a salir de ahí. Estaba a 50, 60 o 70 metros bajo tierra. No había aire ni comida y con una herida abierta así como estaba, no recibía ninguna atención médica. Estaba aterrada y desde ese momento el terrorista y yo tomamos caminos diferentes. Llegué a un lugar diferente, a un túnel, las personas que estaban ahí eran oficiales de Hamás.

–¿Durante tu tiempo allí te encontraste con otros rehenes?

–Sí, pero no puedo entrar en detalles sobre eso. Conocí rehenes durante mi tiempo en los túneles. Estábamos seis o siete de nosotros dentro de una habitación de 2x5, uno encima del otro en una jaula. Recibíamos una pita (pan) por día, casi no había aire.

–¿Conocer a otros rehenes no te dio esperanza?

–Había estado sola hasta ese momento y por un lado es un alivio ver a más israelíes, pero por otro lado era mucho más difícil mantener el optimismo y seguir teniendo pensamientos positivos porque algunos rehenes ya habían perdido la esperanza.

La joven israelí de origen francés, el día de su liberación

OBLIGADA A FINGIR

–¿Cuándo ellos te buscaron y tuviste que dejar a los demás?

–Aún no puedo sacar eso de mi cabeza. No podía creerlo hasta que me transfirieron a un auto de la Armada israelí y dejé la frontera con Gaza y entré a territorio de Israel, no podía creerlo. Ellos empujaron una cámara en mi cara justo antes de entregarme a la Cruz Roja y ahí me dijeron: “di que te tratamos bien, que la gente de Gaza es genial y buena”. ¿Qué podía hacer?, ¿comenzar a maldecirlos? Tuve que decir que la amabilidad y comida es buena, todo es bueno. La gente es muy buena, fueron muy amables conmigo, todo estuvo muy bien. Aún no lo creo hasta este día. Me siento y pienso “no puedo creer que estoy aquí, no puedo creer que terminara, no puedo creer que tenga mi brazo y que estoy aquí con mi familia”. Era un sueño imposible.

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