El escritor fue reconocido por un selecto jurado por su libro “Poesía siempre” con el más importante galardón de las letras nacionales. En este diálogo con La Nación/Nación Media, Azuaga habla de sus orígenes, el inicio de su carrera artística y reflexiona sobre el arte, la poesía y la lectura.

  • Por Jimmi Peralta
  • Fotos Roberto Zarza

Hablar de la poe­sía entendida como género literario aco­taría sobremanera toda su extensión. La creación misma como motor y al mismo tiempo símil de la poesía está en el centro de la idea. La poe­sía, que es algo que está afuera y al mismo tiempo potencial­mente puede habitar por ins­tantes en cada uno. Es visi­tante y también refugio, es contradictoria y rígida. Esta amplitud que tiene el arte más allá del pensamiento lógico es de alguna forma lo que rescata Moncho Azuaga, quien la vive y la milita desde joven, pri­mero como lector y después como escritor.

Abogado, filósofo, actor, dra­maturgo, director de teatro y escritor, Azuaga ahora es el ganador del Premio Nacio­nal de Literatura del Para­guay 2023 por su libro “Poe­sía siempre”.

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–¿Dónde naciste y en qué contexto?

–Nací en Asunción, en el barrio Gral. Diaz, en una familia de trabajadores. Mi padre, Leonardo Sosa Ruiz, después de su confinamiento, era dirigente sindical del transporte, y, mi madre, Mer­cedes Azuaga, era obstetra.

–¿Cómo fue tu infancia?

–Fui criado por mi abuela y mis tías en un barrio de artistas, políticos y obreros, entre la Escuela Gral. Díaz, el Liceo Militar Acosta Ñu y residencias temporales en Fernando de la Mora y San Lorenzo. Una infancia feliz y disciplinada, con horarios establecidos y tareas con­cretas. Lector desde niño. La lectura y el radioteatro eran actividades normales en mi familia. Mi madre, que traba­jaba itinerante por el interior del país, lectora consuetudi­naria, me enviaba revistas y Selecciones Escolares, Billi­ken, vida de santos y héroes. Y en mi casa, los relatos de mi abuela, anécdotas de la guerra Grande, vivencias de la guerra del Chaco de mis tíos, abuelos y de mi abuelo, las peripecias revolucionarias y la vida en los montes, tío Rafael, el Tigrero, conformaban un imaginario fantástico con leyendas, casos de poras, luisones y apareci­dos, excursiones nocturnas en busca de plata yvyguy y recitados escolares.

–¿Qué juegos estaba pre­sentes en esa infancia?

–Crecí con los deberes esco­lares y la pelota en los baldíos, las bolitas en el empedrado, las pandorgas en agosto, las honditas apuntando al mango más codiciado, hasta los últi­mos y los primeros partidos del año, fútbol en el parque Carlos Antonio López y el futsal en la entonces cancha, previo sello de misa, del beato Roque González.

LA LLEGADA DEL ARTE

–¿Cómo llega el arte a vos?

–El arte me llega en el seno de mi familia a través de la lectura, de los relatos. Luego en la secundaria, en la Acade­mia Literaria que con otros compañeros fundamos, y la revista literaria. Tuve la suerte de ser alumno de los profesores Beatriz Saguier Negrete, César Orué, Azu­cena Zelaya y Alcides Moli­nas, quienes me abrieron las puertas del arte poético y tea­tral.

–¿Cómo era visto eso desde tu núcleo familiar?

–Mi familia nunca tuvo repa­ros, aunque la preocupación por la posibilidad de ingresos a través del arte siempre fue crítica, pero mis estudios de derecho y filosofía paliaban tal cuestionamiento. La escuela de Arte Julio Correa, La Liga de Academias Literarias del Paraguay, el Teatro Experi­mental Asunceno (TEA) con el maestro Tito Jara Román fueron fundamentales para mi formación. Luego la comuni­dad de amigos artistas Carlos Almeida, Luis Cogliolo, Nico Espinosa, Selmo Martínez, Rubén Milessi, Jacinto Rive­ros, Miguel Heyn, el grupo de Teatro Universitario GTU con Antonio Pecci, Nucky Walder, Hedy Benítez, Víctor Bogado, Carlos Cáceres, Ángel Yegros y Lito Pessolani, el encuen­tro con los compañeros de la Muestra Paraguay de Teatro, las primeras lectura de Elsa Wiezel, las observaciones de Josefina Plá, a quienes pre­senté mis primeros trabajos y recibí sus estimulantes críti­cas y comentarios. Formamos el Teatro Critico-Experimen­tal Ta’aga Pyahu y representa­mos un teatro inusual en espa­cios no convencionales. Wal Mayans, Rubén Ovelar, Blanca Massares, Bebecha Álva­rez, Javier Carvallo, Miguel Florenciáñez, Alci Acuña y muchos otros conformamos un grupo entusiasta.

TRABAJO COLECTIVO

–¿En las letras también trabajaste en colectivos?

–Sí, en poesía compartí con jóvenes poetas. En 1977 surge el Taller de Poesía Manuel Ortiz Guerrero, espacio de encuentro con jóvenes poe­tas, que hoy forman parte de la denominada generación del 80. Amanda Pedrozo, Mabel Pedrozo, Lito Pes­solani, Mario Casartelli, Ricardo de la Vega, Lisan­dro Cardozo, Ramón Silva, Carmen Casartelli, Miguel Ángel Meza, Sabino Gimé­nez, Aravo’i, Pedro Céspedes, Jorge Gómez Rodas, Gladys Casaccia, Emilio Lugo, Jorge Aymar, Mario Rubén Álva­rez, Vicente Dura, Darío Benítez Palmieri, Delfina Acosta, María José Vallory, Osmar Sostoa, Victorio Suárez, Romualdo Santa Cruz y otros, una bella y fra­terna acción poética colec­tiva. Después, los libros, las tertulias, la actividad cul­tura permanente y la poesía siempre.

–Ser artista, sea escri­biendo, actuando o diri­giendo, ¿es producto de una decisión?

–El arte es el último refugio de la libertad, dicen los que saben. Si a ella se le suma la vocación como fatalidad, es una opción existencial, una forma inevitable de vida con todas sus vicisitudes.

–¿Cómo descubriste la creación como herra­mienta?

–Leyendo, representando, investigando, estudiando.

–¿Qué representaba en ese momento y qué repre­senta hoy para vos poder crear?

–Ejercer la libertad, la más íntima y la más social y necesaria.

EL AGUA Y LA SED

–¿Qué arte, estética o auto­res sentís que te marcaron como persona y como escri­tor?

–Un arte comprometido con su tiempo y su pueblo. Un arte que se anticipa, incluso, a su tiempo. Un arte que guarda la memoria. Muchos, todos los que he leído y escuchado. Escritores paraguayos y lati­noamericanos y de cualquier lugar cuya obra ha caído en mis manos. Mi admiración y deuda con todos ellos. Cada día los voy descubriendo en lecturas y relecturas. Hay que beber de todas las aguas para mantener viva la sed.

–Como artista, ¿con qué te sentís comprometido?

–Con la realidad social, con su pasado y con su futuro. Con­migo y con mi gente.

–Hubo un tiempo en que el arte iba muy de la mano con el compromiso social. ¿Cómo ves ahora esa rela­ción?

–Siguen de la mano. Aunque a veces no lo veamos o quera­mos separarlos.

–Paraguay sigue siendo un lugar difícil para el arte. ¿Sos de los que ven el vaso medio lleno o relatás la decadencia?

–Todo vaso medio lleno es mejor vaciarlo y todo vaso vacío hay que llenarlo. De lo que se trata es de trabajar per­manentemente por la belleza, la justicia, el canto, el pan y la alegría. Tanto en tiempos de decadencia como en la abun­dancia o de escasez relativa, las políticas culturales deben ser estimuladas para inter­cambiar mejor las múltiples visiones y prácticas estéticas y sus productos. El acceso y disfrute de los beneficios del arte y la cultura es un derecho ciudadano. El protagonismo popular, tan rico en su imagi­nario, en la producción cultu­ral es un desafío permanente. Es una obligación política y social lograr una transpa­rente y honrada democracia cultural.

–Tenés textos sobre la ciu­dad, obras presentadas en las plazas. ¿Cuál es tu rela­ción con la calle? ¿El arte y la calle cómo se juntan para vos?

–Si los salones de arte están cerrados, bueno, habrá que entrar por las ventanas, abrir todas sus puertas para que el gran público pase a gozar del arte encerrado. Pero las calles están siempre abiertas, ¿no? Las plazas son nuestros luga­res naturales de encuentro ciudadano ¿Por qué no hacer teatro, música, charlas, cine, baile, gimnasia y fútbol, tuka’ê kañy en estos espacios ciuda­danos? La sorpresa y la belleza del arte callejero son incom­parables y accesibles. Se vería hermosa la ciudad con poesía en sus calles. La costanera con versos de nuestros poetas, por ejemplo.

–¿Qué es la poesía para vos?

–Es una necesidad cotidiana.

DEVELACIÓN DEL SER

–Algunos autores señalan que la poesía es una forma de verdad. ¿En qué puede basarse o se basa según vos la verdad poética?

–(El filósofo alemán Martín) Heidegger refiere, si mal no entiendo, que por medio de la poesía se devela el ser, la esen­cia de aquello que fenome­nológicamente está oculto, aquello que aun develado, se mantiene en el misterio. La verdad esencial se manifiesta a través del poema. Creo que es la intuición, la energía de la imaginación que penetra la realidad y pretende ilumi­nar lo que esconde y que se expresa más allá de la lógica y la razón, tensando el lenguaje, la sensibilidad y el sen­timiento. La poesía es, a veces, algo que no entiendo, pero que me gusta y me hacer ver y sen­tir no sé qué cosa. Un relám­pago en la noche oscura. Es tema de la metafísica, y como tal se sirve frío y en tertulias de medianoche para una sesuda discusión.

–¿Por qué “Poesía siem­pre”?

–Como poiesis entendían los antiguos filósofos griegos la creación. La vida es una per­manente creación. Para refu­giarnos o para saltar al vacío o sencillamente para silbar bajo la lluvia, alegrar la soledad o celebrar el amor. Libre siem­pre libre, aun para el error.

–¿Cómo te sentís con el premio?

–Un reconocimiento brinda satisfacción. Pero, más allá de la alegría personal y de la vanidad posible, es bueno que la actividad literaria sea con­siderada y valorada, y, sobre todo, la poesía. La eterna niñería maltratada como inútil, tarea de haraganes, sin valor y macanada, que no es sino pura poesía, “y así que dajate de andar haciendo poesías y ponete a trabajar, vago”. El premio contribuye a su valoración justa, a su difu­sión y cultivo. La duda perma­nece y dura, solo la muerte es segura y ni aun, dicen otros. Pero seguimos firmes en la misma senda.

–¿En un país en el que lee­mos poco, ¿qué debemos hacer como sociedad para es rever eso?

–Utilizar desde las tablas de arcilla de los sumerios hasta las antenas digitales, libros tradicionales, papiros, paredes nubes, medios masivos de comunicación, esquelas y libros digitales para que aumente el índice de lecto­res, de libros y escritores. Toda la inteligencia a favor de la promoción de la lec­tura y de la difusión de los libros. Llevá un libro siem­pre contigo, en el bolsillo, en la cartera, en la mano, bajo el sobaco; leé siempre. Es un buen hábito, saludable y barato.

Homenaje de Nicodemus Espinosa

“Moncho Azuaga, viejo amigo, ex compañero de colegio, de viajes a dedo, de serenatas, de noches y madrugadas inolvidables, de ter­tulias literarias descubriendo nuevos mun­dos, de ensayos teatrales, de toda una vida atrapando sueños, imágenes, para darles un significado y bajarlos al papel en forma de palabras. Felicitaciones por el premio que te otorgaron. Lo mereces ¡¡¡eso y muchos más!!! El abrazo de siempre”.

“La poesía es, a veces, algo que no entiendo, pero que me gusta y me hacer ver y sentir no sé qué cosa”.

“De lo que se trata es de trabajar permanentemente por la belleza, la justicia, el canto, el pan y la alegría. Tanto en tiempos de decadencia como en la abundancia o de escasez relativa, las políticas culturales deben ser estimuladas para intercambiar mejor las múltiples visiones y prácticas estéticas y sus productos. El acceso y disfrute de los beneficios del arte y la cultura es un derecho ciudadano”.

PERFIL

RAMÓN SOSA AZUAGA

Nombre artístico: Moncho Azuaga

Fecha de nacimiento: 11 de diciembre de 1952

Lugar de nacimiento: Asunción

Formación: Abogado, actor y director de teatro

Actividad artística: Poeta, narrador, dra­maturgo, actor y director de teatro

Reconocimiento obtenido: Premio Nacional de Literatura 2023

Reconocimiento reciente: Premio Municipal de Literatura 2020

ORIGEN DE LA POESÍA

(Texto seleccionado por el autor)

La lluvia en el Paraíso,

el trueno en el cielo,

la luna, la mañana,

el lento deshielo

de la montaña

La resurrección del día.

el vientecillo extraño,

la voz lejana.

la alegría del barro

jugando con la mano artesana.

Tu imagen y semejanza,

todo fue en vano.

La soledad era muda.

Hasta que dormí

con un dolor en el costado

y te encontré a mi lado,

desnuda, en la mañana.

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