La Unión se reinventa con Luis Bolín al frente. El bajista, productor y fundador de la banda se mantiene firme y asegura que “la historia aún continúa”. Conversó largo y tendido con La Nación/ Nación Media acerca de su actualidad y, por supuesto, recordó aquellos años en los que Denis, un lobo hombre, andaba suelto en París.

  • Por Luis Ríos
  • Fotos: La Unión / Gentileza

“El lobo hom­bre”, un relato de Boris Vian escrito en 1947, provocó que, casi 35 años después, unos jovencitos músicos españo­les tomaran este cuento del disparatado escritor fran­cés para escribir una de las canciones más icónicas de la música en español, “Lobo hombre en París”.

Esos jovencitos fueron cono­cidos como La Unión y esa canción es hasta hoy un hit que va redescubriéndose en las nuevas generaciones. “Para ser nuestra tarjeta de presentación, creo que no se puede pedir más”, introduce Luis Bolín, hoy en día el único miembro de la formación original que continúa en la banda, en una larga videolla­mada con La Nación/Nación Media.

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El grupo se forma a fina­les de 1982 con el propio Bolín, Mario Martínez e Íñigo Zabala. Durante el año siguiente, prepararon una gran cantidad de temas ins­trumentales, a los cuales aña­dieron la voz de Rafa Sánchez. “Mi historia con la banda es muy profunda y se inició allá por los 80. Fui el que juntó a ese grupo humano y el que gestó ‘Lobo hombre en París’. Nacho Cano (el productor) era mi compañero de colegio, a Rafa Sánchez lo traje yo a la banda. Y, por supuesto, esta­ban Mario e Íñigo, con quie­nes formé en un principio la banda”, afirma.

LA LLAVE

Su música llena de perso­nalidad, romanticismo e influenciada por referencias literarias y cinematográfi­cas pronto se hizo notar. “En aquel momento, en los 80, no era tan fácil acceder a conte­nido y al cómo hacer las cosas. Entonces el conocimiento musical te daba la llave para algo. Yo era el menor, siem­pre fui el menor desde siem­pre y desde muy joven descu­brí esta vena musical y estaba enredado siempre con ban­das. Siendo aún muy joven ya había aprendido mucho por­que había rodado camino con muchas bandas, entonces fui el que llevó a La Unión por ese sendero que ha transitado”, expone el avezado músico sobre aquellos tiempos.

Firman con WEA a finales de 1983 cuando Nacho Cano y Rafael Abitbol producen tres canciones; dos de ellas fueron “Lobo hombre en París”, “La Niebla”, basadas en dos cuen­tos de Boris Vian (el propio “El lobo hombre” y “El amor es ciego”), y la tercera fue “Vora­cidad”. “Fue un momento muy bendecido. Éramos parte de un movimiento en ese enton­ces, pero hoy 40 años después seguir estando en las playlists de tanta gente con esa digni­dad y esa seriedad es algo increíble”, agradece Bolín.

El 12 de marzo de 1984, pre­sentan en la sala madri­leña “El sol”, el single y maxi-single “Lobo hombre en París”, del cual se ven­den más de 200.000 singles, siendo número uno en ventas durante nueve semanas con­secutivas y consiguiendo el disco de oro. “Cuando lanza­mos ese single, éramos apenas cuatro chicos. Como saben, la letra está basada en un cuento de Boris Vian y el video lo dirigió el cineasta José Luis Lozano, que fue muy pre­miado. Tenía esa fotografía muy noir en blanco y negro de las calles de Madrid emulando las de París. Luego la portada del single y del maxi-single era un cuadro, entonces juntamos en una obra la música, la lite­ratura, el cine y la pintura”, agrega el músico. Hoy en día, solo en Spotify ese gran éxito cuenta con más de 300 millones de reproducciones y sigue siendo por lejos la can­ción más conocida y cantada de esta agrupación. “Hoy con internet, hay personas de dis­tintas edades que siguen des­cubriendo la canción. Niños de 10, 11 o 12 años que descu­bren ‘Lobo hombre en París’ y les encanta. Me siento muy bendecido y muy orgulloso de eso. También me siento res­ponsablemente comprome­tido a seguir llevando ese lobo hombre a más gente”, subraya Bolín sobre el fenómeno.

“MIL SILUETAS”

El éxito particular de ese “lobo hombre”, además de los otros dos singles lanzados, derivaron en la salida del pri­mer álbum de La Unión. “Mil Siluetas” fue nuevamente producido por Nacho Cano (Mecano) y Rafael Abitbol. “Nuestro primer disco es un álbum al que le tengo mucho cariño porque fue un proceso muy explosivo y muy deses­perado. Las horas de estudio eran muy costosas, por lo que había que tocar muy afilados. La tecnología en esos tiempos era muy rudimentaria, pero siempre estábamos experi­mentando”, recuerda Bolín.

En el primer álbum, el bajo es muy predominante. Tuvo un fuerte protagonismo en una era en la que no había máqui­nas o computadoras. “Todo está planteado desde un punto de vista muy desesperado. Éramos muy novatos, había que sujetar las canciones y el resultado es el de los bajos bien intensos que lideran y sostie­nen todo porque apenas está­bamos Mario y yo para hacer el sonido”, dice el hombre que se ocupó del bajo (y otros roles) en todo ese proceso.

Analizando su primero disco luego de casi 40 años, Bolín resume que tiene un sonido que sigue encandilando a varias generaciones. “Es muy apreciado por los fans. Tam­bién la gente que se acerca ocasionalmente a escucharlo encuentra en él un sonido muy especial. Era música hecha muy a la desesperada y tiene esa intensidad de que puede ser la última canción”, afirma.

UN RECORDADO BAJO

Ahondando en la compo­sición de “Lobo hombre en París”, que tiene una línea de bajo muy pegajosa y recordada por los fanáticos, dice que es un beat muy complicado de ejecutar. “Había que estar en forma para poder tocarlo Es una melodía inspirada en los beats de los The Cure o algo de esa época. Está a 145 bpm y había que hacerlo con la púa. Tenía un bajo Fender Precision que fue el que finalmente nos dio ese sonido que todos cono­cen”, relata sobre el trabajo de construcción para las líneas de bajo. El resto es historia.

Bolín admite que incluso hoy cuando quiere volver a ejecu­tar aquella melodía como en los 80 es realmente difícil vol­ver a plasmarlo igual que como suena en el disco. “Capaz sea por esa energía desesperada con la que se hizo todo. Hoy tengo la suerte de que cuando llegan los mensajes en redes siempre hay algunos que men­cionan al bajo de la canción. Es como el germen de la canción porque nosotros hacíamos primero la música y después la letra de la canción. Estoy contento de mi aporte”, ate­sora el músico.

En cuanto al aniversario número 40 de este primer trabajo, admite que “sincera­mente vengo celebrando a este disco desde 1983 porque para mí todo sucedió antes. Cual­quier noche de hace 40 años pudo haber sido la noche en la que se gestó realmente la producción de ‘Lobo hombre en París’, ‘La niebla’ y ‘Vora­cidad’, que fueron los tres pri­meros temas que grabamos.

Por estas fechas también se grabó el video de ‘Lobo hom­bre en París’, que también es un clásico”, puntualiza.

Más tarde vino “El maldito viento” en 1985. Un disco conceptual con temáticas menos optimistas. Incluye algunas de las mejores joyas del grupo, como “Entre flores raras”, “Altos y frondosos” o “La máquina del tiempo”. “El segundo disco lo graba­mos en dos noches. Los bajos y las guitarras las grabamos en Londres en dos noches con un sonido que es casi en vivo, con un baterista tocando en otra sala y Mario y yo mirán­donos constantemente mien­tras íbamos montando ese disco”, recuerda de aquellas sesiones.

El ritmo frenético del primer trabajo seguía muy presente en este segundo trabajo y en el medio había que cumplir con todas las responsabili­dades. “Lo hicimos todo con el cuchillo en la garganta. También la composición era intensa porque estuvimos produciendo un disco más o menos cada año y medio en esos tiempos. Teníamos que tener todo listo para ayer. Teníamos que girar, escribir y componer casi al mismo tiempo, pero siempre está­bamos ahí, corriendo tras el compromiso”, subraya Bolín.

LA INFLUENCIA DE BORIS VIAN

Boris Vian fue un hombre polifacético. Hizo de casi todo. Fue músico, cantante, actor, periodista y tuvo tiempo para escribir novelas, cuentos, obras de teatro y poemas. “Me considero alguien muy cono­cedor de la obra de Boris Vian y también de su vida. Escribió una serie de cuentos, entre los que se encuentran ‘Lobo hom­bre’ y ‘El amor es ciego’, en el que se basa ‘La niebla’. Tiene un montón de cuentos muy surrealistas”, cuenta Bolín sobre su inspiración.

En “El lobo hombre” los per­sonajes nos conducen desde el absurdo inicial hasta la reflexión existencialista. “Es una obra muy surrealista y cuando hicieron esta pelí­cula por el 50 aniversario de su muerte con toda la plana mayor del cine francés, te da la pauta de que era un tipo bri­llante”, agrega el músico. El autor nos formula en cada uno de sus cuentos una endemo­niada invitación a adentrar­nos en un mundo en el que se mezclan la mueca grotesca y la angustia vital.

Luego de estar tan apegado a la obra del francés, el espa­ñol cree que pudo conectar con su personalidad a base de tocar “Lobo hombre en París” de tantas formas. “Me parece que ese Denis, del que Vian habla en el cuento, es él mismo. Creo que se parodia y se ríe de sí mismo porque era un crápula que andaba por los antros de París. Era músico y crítico de música; de hecho, tiene algunos ensayos sobre jazz. Seguramente andaba ahí por los antros buscando una cama o alguien con quien ir acompañado a la cama”, sos­tiene un poco en broma y un poco en serio.

LUNA LLENA EN PARÍS

Coincidiendo con los 40 años de la creación de “Lobo hom­bre en París”, Bolín presenta “Luna llena en París”. Nue­vamente se pone en la piel de Denis para recorrer las calles buscando la pasión. “Yo desde este año voy celebrando los 40 años de todo. Por eso, me he permitido este año editar esta secuela de ‘Lobo hombre en París’ como una manera de decir ‘La Unión está viva y sigue aquí’”, remarca sobre esta idea.

Hace hincapié en que no busca repetir ninguna fórmula, sino versionar su clásico desde un nuevo punto de vista. “Es un tema que obviamente no es como la canción de la década de los 80 porque ese registro es totalmente mágico e irrepeti­ble, pero es para mostrar que aquí estoy, después de 40 años sigo creando y me siento muy bien. Yo creo que la máxima ambición para un artista debe ser proponer una nueva visión de las cosas”, destaca.

El músico nos trae esta secuela escrita e interpretada en todos los instrumentos por él y pro­ducida con Rafael de Gui­llermo en los teclados con el que ha realizado un nuevo álbum, “UNO - Grandes éxitos versión salvaje”. “El viernes pasado estuve presentando ese disco en Madrid. Quedé muy contento con la recep­ción. Estaban mi familia y mis amigos y creo que queda­ron muy sorprendidos con esta apuesta por la música, con este trabajo que estoy realizando y por estas cosas hechas desde otro ángulo”, atesora.

Hoy el músico va a otros tiem­pos, lo hace con más mesura, a diferencia de aquellos años 80 intensos y frenéticos. “Yo creo que eso contiene este trabajo de grandes éxitos porque se hizo con paciencia, muy elaboradamente. A dife­rencia de los primeros discos que eran muy a la carrera, con este nos tomamos un tiempo ilimitado en colocar todo adecuadamente en su lugar y transmitir el mismo men­saje, pero de una manera dife­rente”, compara.

Desde 2020 y luego de una con­flictiva salida de Rafa Sánchez de la banda, Bolín es quien se carga de todo, tanto en la com­posición como en otras funcio­nes en esta nueva versión de La Unión. Sobre cómo se siente en este momento, dice que “como todo en la vida, uno va hacién­dose al puesto. Por más de 30 años me ocupé del bajo de la banda, pero dentro de mis roles también estaba organizar las estrategias, tanto la comercial como la artística”, asegura.

Al mismo tiempo, señala que no hay nada que desconozca en cuanto a tareas. “En La Unión desde el comienzo, desde los primeros ensayos trabajába­mos como equipo y nos divi­díamos las funciones. Cuando nos dejó Íñigo Zabala, tomé la responsabilidad de los teclados en el diseño del sonido de La Unión. Y así fui tomando más responsabilidades conforme pasaban los años”, detalla sobre los sistemas de trabajo.

EL EJE QUE CONDUCE TODO

Desde su cuarto disco, “Vivir al este del Edén” (1988), el grupo se convirtió en trío tras la marcha del tecladista. Continuaron así hasta 2015, cuando Mario Martínez se retiró de la banda por motivos de salud. “Desde ese momento, empecé a tomar las guitarras también. Luego cuando Rafa se fue, me ocupé de la voz. Mi compromiso con la banda y con la música está más allá del éxito comercial o de lo que la gente espera”, afirma tajante.

Hoy, el músico lleva el barco con un gran sentido de res­ponsabilidad, de defender la música desde lo más pro­fundo y buscar conectar con la gente en el actual contexto.

“Me considero alguien que está fuera de la industria. Estoy más para contentar a oídos exquisitos que se acercan a escuchar esto que propongo, que es un sonido muy elaborado, muy traba­jado que tiene mucha alma, que tiene mucha dedicación y pasión encima. Las cosas se han dado así, no es que yo las diseñé así o algo pare­cido. Nunca se me pasó por la cabeza copiar el estilo de La Unión o hacer un tributo a La Unión”, subraya.

En esa búsqueda de oídos más exigentes y nuevos escuchas que se acercan a partir del des­cubrimiento de “Lobo hom­bre en París”, realiza un show que se inicia con canciones de los 80. Luego, va incluyendo otras cosas para acercarse a nuevas generaciones.

“Con La Unión grabamos más de 150 canciones, enton­ces pasa que el repertorio es vasto y extenso. Por eso, las­timosamente hay que dejar algunas afuera del setlist. Por supuesto también pasa que hay algunas canciones con las que me siento más a gusto tocando”, explica.

“Creo que, como músico, cada vez estoy más elevado y más conectado. Desde este espacio en el que estoy hablando con ustedes (en la videollamada pudimos notar una sala con varias guitarras y bajos que armonizaban el espacio), es el mismo espacio donde han sur­gido las canciones de La Unión durante los últimos 30 años y aquí sigo creando cosas ence­rrado en mi cueva, rodeado de guitarras como un lobo hom­bre”, reflexiona.

Bolín se despide dejando un pedido para todos sus segui­dores en nuestro país. “A toda la gente de Paraguay, a toda la gente que lee La Nación, a todos los rockeros que andan por ahí, les mando un abrazo musical desde el alma. Escu­chen la nueva propuesta de La Unión, vean los nuevos videos, les invito a escuchar la segunda parte de ‘Lobo hombre en París’, que se llama “Luna llena en París”, y que me escriban en las redes sociales, que estoy disponible para toda esa gente que ame la música y quiera seguir caminando con el rock and roll”, cierra.

Influencia latinoamericana

Consultado sobre lo que está leyendo actualmente, Luis Bolín dice que no está sobre algún texto puntual. “Estoy muy por mi mundo interior, pero sí me gusta ojear en la poesía de diferentes autores. Me interesa mucho la poesía e ir descubriendo nuevos autores. Siempre estoy con la antena encendida para descubrir a autores menos conocidos”, insiste. El hombre se sigue cultivando para encontrar más pro­fundidad en sus próximas composiciones.

Bolín tiene un gusto muy marcado por la poesía latinoamericana. “La obra de los latinoamericanos siempre resulta en un viaje de ida y vuelta cultural especta­cular. Cómo vive y siente la gente allá y cómo maneja el lenguaje”, asegura al res­pecto. Es sabido que la poesía latinoame­ricana marcó un nuevo estilo literario, que retomó los principios europeos para crear una forma de escritura más humana y ape­gada a las causas políticas y sociales.

Todas estas inquietudes e intereses se ter­minaron plasmando en las canciones de La Unión. “En cuanto a nuestras letras, es cierto que la literatura nos ayudó a plas­mar mejor esas ideas que salían de un grupo de personas. No eran canciones que hablaban de temas generales, sino más bien conceptos que los íbamos platicando dentro de la banda y luego se transforma­ban en canción”, comenta sobre los pro­cesos de escritura que tenían a la hora de trabajar.

El lobo hombre

“En el Bois des Fausses-Reposes, al pie de la costa de Picardía, vivía un muy agraciado lobo adulto de negro pelaje y grandes ojos rojos. Se llamaba Denis, y su distracción favorita con­sistía en contemplar cómo se ponían a todo gas los coches procedentes de Ville-d’Avray, para acometer la lustrosa pendiente sobre la que un aguacero extiende, de vez en cuando, el oliváceo reflejo de los árboles majestuosos. También le gustaba, en las tardes de estío, merodear por las espesuras para sorprender a los impacientes enamorados en su lucha con el enredo de las cintas elásticas que, desgraciadamente, complican en la actualidad lo esen­cial de la lencería”, comienza el cuento “El lobo hombre”, escrito por Boris Vian en 1947.

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