Ricardo Rivas, periodista x: @RtrivasRivas - Fotos: AFP

La sociedad local se percibe inmersa en la incertidumbre. Hay cansancio social. Agotamiento colectivo. A ello se debe añadir, a la hora de procurar saber qué pasa en la Argentina, que –en la percepción popular– los principales líderes y lideresas superan en promedio holgadamente el 55 % de valoraciones negativas.

Al momento de concluir este panorama, el dólar blue, negro, informal, ilegal o como quieran llamarlo, en la Argentina se transa a 1.000 pesos por unidad de la divisa norteamericana. La marcha de la economía, en consecuencia, es incierta. En el pasado reciente, en el hoy y en el mañana. La moneda estadounidense, desde varias décadas, es aquí no solo un objeto del deseo, sino un producto más que se adquiere y, especialmente, se lo busca para proteger los ingresos en pesos de trabajadores formales e informales que los perciben en montos insuficientes para afrontar los gastos cotidianos y saben que rápidamente pierden el valor de compra.

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Desde el 1 de enero de 1970 hasta nuestros días, en este país el peso perdió 13 ceros. “Cada día vale menos”, se escucha con frecuencia. “No alcanza para nada”, es también otra de las tantas quejas sociales y, a la vez, enorme factor de varias incertidumbres como lo es el interrogante mensual acerca de cuánto habrán de crecer los precios y si esos magros ingresos alcanzarán hasta pasada la primera quincena de cada mes.

Es muy común escuchar que irónicamente en las calles argentinas se dice que “al sueldo le faltan dos semanas”. El Índice de Precios al Consumidor (IPC) –la inflación– va atada al valor del dólar en el mercado informal. El incremento en la paridad contra el peso, dicen los especialistas, “hace crecer los costos de reposición de las mercaderías”. A ello se añade que, desde largas semanas, las reservas que atesora el Banco Central (BCRA) se encuentran en niveles de riesgo, ya que, según un reporte oficial que emitió semanas atrás el Fondo Monetario Internacional (FMI), son negativas en unos USD 14.100 millones.

CANSANCIO SOCIAL

En el pasado mes de setiembre –se informó oficialmente– la deuda pública argentina alcanzó el récord histórico de USD 406.603 millones. Solo esos indicadores son suficientes para que la sociedad local se perciba inmersa en la incertidumbre. Hay cansancio social. Agotamiento colectivo. A ello se debe añadir, a la hora de procurar saber qué pasa en la Argentina, que –en la percepción popular– los principales líderes y lideresas superan en promedio holgadamente el 55 % de valoraciones negativas. Más incertidumbre.

Y a esa sensación se añade –como factor de riesgo– la desconfianza. La llamada “clase política” y más recientemente “la casta” está profundamente cuestionada. Por ineficiencia y sospechas de corrupción estructural. De allí que los encuestadores procuran preguntas capciosas para intentar romper con los silencios. Ahora preguntan, por ejemplo, “a quién no votaría nunca”, por lo que las respuestas promedio alcanzan en negatividad a todos.

Claramente se suele votar al menos malo. En sectores sociales muy amplios y extendidos, muy pocos creen en lo que candidatos y candidatas dicen y prometen en campaña. Y, mucho menos, piensan que desde esas personas pueden llegar las soluciones que demanda la Argentina. Este domingo aquí hay elecciones presidenciales. De esta jornada emergerá –tal vez– el nombre de quien será el presidente a partir del venidero 10 de diciembre cuando el actual jefe de Estado, Alberto Fernández, y la vicepresidenta, Cristina Fernández, concluyan sus mandatos.

Sin embargo, los dos se ausentaron del espacio público desde muchas semanas. Pareciera que ya no están, que se fueron, que se esfumaron o, como sostienen veteranos dirigentes peronistas desde el anonimato, “no quieren quedar pegados con la derrota”.

Sea por lo que fuere, están borrados.

RESTABLECIMIENTO DE LA DEMOCRACIA

Un total aproximado de 36 millones de personas – entre las 8:00 y las 18:00 de hoy– están habilitadas para votar y decidir quién será el noveno jefe de Estado desde el 10 de diciembre de 1983 cuando luego del derrumbe de la última dictadura cívico-militar (1976-1983) se restableció el funcionamiento del sistema institucional previsto en la Constitución Nacional.

Desde entonces, fueron presidentes Raúl Alfonsín (1983-1989), Carlos Menem (1989-1999), Fernando de la Rúa (1999-2001), Eduardo Duhalde (2002-2003), Néstor Kirchner (2003-2007), Cristina Fernández (2007- 2015), Mauricio Macri (2015-2019) y Alberto Fernández (2019-2023).

Entre todos ellos, Menem y Cristina lo hicieron por dos mandatos cada uno y Duhalde no alcanzó la primera magistratura por la voluntad de las urnas, sino por designación de la Asamblea Legislativa luego de la renuncia de De la Rúa cuando aún faltaban dos años para completar su turno. Una grave crisis política, económica y social que provocó la implosión del sistema le marcó la salida. “¡Que se vayan todos!”, demandaba la sociedad en las calles. Se fueron muy pocos.

CRISIS

La crisis de entonces aún no se ha resuelto. En esta jornada la ciudadanía deberá decidir entre cinco candidaturas. Juan Schiaretti, peronista de la provincia de Córdoba que se candidatea por el frente Hacemos por Nuestro País; Myriam Bregman con el Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad; Sergio Massa, peronista, actual ministro de Economía, quien se postula por la coalición oficialista Unión por la Patria; Javier Milei, con el partido La Libertad Avanza que fundara un par de años atrás, y Patricia Bullrich, de Juntos para el Cambio, la principal coalición opositora.

De entre ellos, los que asoman con mayores posibilidades de triunfar son los tres últimos mencionados –Massa, Milei y Bullrich–, aunque las encuestas que así los señalan, en esta oportunidad, según los propios encuestadores, no resultan confiables por cuanto hasta cuando se realizaron las elecciones primarias simultáneas y obligatorias (PASO), de cada 10 personas consultadas por quienes intentan conocer el clima y la intención de voto, solo 7 respondieron a las llamadas telefónicas o rechazaron ser entrevistadas por los recolectores de datos de campo.

De allí que, hasta esta mañana, la única encuesta confiable es el resultado de las PASO que se realizaron el pasado 13 de agosto. Vale recordarlo, en dicha compulsa se ubicó en el primer lugar Javier Milei con 29,86 % de las voluntades electorales; Bullrich, 28 %, y Massa, 27,28 %. Los tres fueron votados por un total de 20,96 millones de personas. Otros dos candidatos, Juan Schiaretti, gobernador de la provincia de Córdoba y postulante por el frente Hacemos por la Patria, y Myriam Bergman, por el Frente de Izquierda y de Trabajadores-Unidad, sumados lograron la adhesión de 1,55 millones de sufragios. Entre los cinco, un total de 22,55 millones de votos.

Pero del resultado de aquella compulsa electoral falta conocer la eventual decisión de casi 11 millones de personas que incumplieron entonces con la obligatoriedad de concurrir a las urnas; al igual que las decisiones de 1,35 millones que votaron en blanco y de 309.807 cuyos votos fueron anulados por diversos tipos de imperfecciones. ¿Habrán de ir a votar los 12,66 millones de ciudadanos que no lo hicieron en las PASO? ¿Y si lo hicieran, por quién votarán? ¿Milei, Bullrich, Massa? Más incertidumbre.

ESPIRAL DE SILENCIO

Allá por los años 70, en el siglo pasado, la académica Elisabeth Noëlle-Neumann produjo la que desde entonces se conoce como la teoría de la espiral del silencio. Palabra más palabra menos, Noëlle-Neumann da cuenta de la existencia de una opinión pública dominante que se percibe en la interacción del sujeto social con su entorno. El individuo, en esos ecosistemas, no quiere quedar aislado por lo que opina y esa actitud es determinante. El sujeto social “para no encontrarse aislado, puede renunciar a su propio juicio”. Y detalla que esa actitud “es la condición de la vida en una sociedad humana; (porque) si fuera de otra manera, la integración (social) no sería posible”. La académica asocia, en esa línea de pensamiento, opinión pública “con sanción y castigo”.

En ese contexto, crece lo que se da en llamar –con mucho menos pompa académica– el “voto vergonzante”. ¿Habrá que encontrar allí el deseo de no responder a los encuestadores? De ser así, tampoco serán muy creíbles sobre el fin de esta tarde las llamadas “encuestas a pie de urna” porque es probable que una buena parte de la ciudadanía no admita que votó a tal o a cual, habida cuenta del rechazo que mayoritariamente aseguran tener sobre los actores públicos.

Sergio Massa, abogado. Ministro de Economía en Argentina y candidato presidencial peronista de centroderecha por el frente Unión por la Patria

ENCUESTAS

Una reconocida analista de opinión pública –con el deseo didáctico de “bajar a tierra” los conceptos de Noëlle-Neumann– explica que “la gente vota a ganador” y, en línea con ello, “los equipos de campaña que compran encuestas y son los verdaderos dueños de los datos dejan correr que sus asesorados lideran para construir sentido común, posicionar a sus clientes e intentar que ganen”.

¿Qué dicen las encuestas esta vez? No mucho más que para las PASO. Ahora, 6 de cada 10 de las personas consultadas no responden las requisitorias. Hay de todo. En algunas se adelanta que ganará Milei, en otras Massa y en otras Bullrich. Más incertidumbre. Con tales expectativas no son pocos los analistas que sospechan que la elección presidencial no se resolverá hoy y que “habrá una segunda vuelta –el 19 de noviembre– entre los dos más votados” porque “ninguno ganará este domingo”.

Otros consultores sostienen que la posibilidad para Javier Milei de ganar en primera vuelta –como muchos de sus asesores lo aseguran– “es 50 % y 50 %”. Todo un dato, por cierto. Porque, aunque pareciera que no dicen nada relevante, que asignen a este candidato desconocido, de temperamento errático, cercano a los modos violentos en el relacionamiento social, la posibilidad tan alta de ganar en primera vuelta es sorprendente. Incertidumbre.

También –siempre desde la reserva de sus identidades– hay quienes afirman que “si Massa –el candidato del oficialismo y ministro de Economía– no ingresara en el balotaje, el tiempo político del gobierno podría acelerarse”. Otros, ante el mismo supuesto, arriesgan que “si Massa no va a la segunda vuelta, el gobierno carecerá de herramientas legítimas para gestionar los efectos económicos, políticos y sociales de la derrota”. Más incertidumbre.

Algunos banqueros y CEO de las principales entidades bancarias locales o extranjeras que operan aquí, consultados por este corresponsal para saber sus previsiones a partir de mañana (lunes) aseguran que “los bancos están fondeados convenientemente en dólares” y que “quien quiera retirar sus depósitos podrá hacerlo sin ninguna dificultad”. En la semana que finalizó –si bien hasta el momento la información oficial no es clara– las mismas fuentes privadas admiten que “los depósitos en dólares cayeron en unos USD 350 millones”.

Muchos ahorristas también deshicieron sus posiciones en pesos. Desde las organizaciones obreras, desde una decena de días, aseguran a quien quiera escucharlos que “si gana Milei y quiere hacer lo que dice (dolarizar, privatizar empresas públicas, eliminar el Ministerio de Salud, cerrar ministerios, destruir empleos públicos, entre sus dichos más conocidos), saldremos a la calle para reclamar por nuestros derechos”.

Patricia Bullrich, doctora en Ciencias Políticas. Candidata presidencial de centroderecha por el frente Juntos por el Cambio

RELACIONES INTERNACIONALES

Por si algo faltara a este clima electoral tan espeso, hay quienes en las cercanías del candidato libertario proponen “suspender las relaciones diplomáticas con el Vaticano”. Tales expresiones que fueron formalmente desmentidas por Javier Milei fueron suficientes para que dos arzobispos salieran al cruce y repudiaran enfáticamente esas expresiones.

El arzobispo de Buenos Aires, Javier García Cuerva, exhortó a los católicos a “no dejar el Evangelio en las puertas del cuarto oscuro”. Por su parte, el arzobispo de La Plata fue más terrenal. Sobre esas manifestaciones dijo que “son lamentables y desacertadas. Reflejan, una vez más, una actitud de intolerancia por parte de este espacio político, que no respeta y no entiende en el marco de la diversidad la realidad de la Iglesia católica como parte de la historia de la República Argentina, con una identidad clara de trabajo por el bien común en la democracia y un compromiso por los más pobres y postergados, no por una visión ideológica y sesgada, sino desde una perspectiva evangélica”.

Días atrás, el propio Milei aseguró que de ser presidente “no habrá relaciones con países comunistas”. En ese contexto mencionó a Rusia, China y Brasil. El candidato agregó además que “no respetará la Agenda 2030 de Naciones Unidas” con la que Argentina se comprometió en setiembre de 2015.

La única certeza es que esta noche se conocerá cuál será la composición del Congreso Nacional a partir del 10 de diciembre próximo. Con segunda vuelta o no, en ese dato clave se conocerá el verdadero poder de el o la presidenta electa que viene. Massa o Bullrich, si fueran ellos, tendrán además una decena de gobernaciones que les cubrirán sus espaldas políticas y centenares de intendencias. Si el futuro mandatario fuera finalmente Milei, carecerá de esos respaldos. La gobernanza que viene, en esta última hipótesis, también es incierta. Por esa razón, el de hoy y por algún tiempo no se recordará como un domingo más en la Argentina.



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