En esta edición del programa “Expresso”, trasmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos visita el emblemático barrio de La Chacarita, considerado como el primero de Asunción, y conversa con dos referentes comunitarios, la maestra Celia Vidallet (CV), y con Andrés Rodas (AR), sobre la historia, la identidad, la vida cotidiana, las aspiraciones, las necesidades y un tema ineludible, la estigmatización que han sufrido desde siempre los habitantes del “bajo” de la capital.

Fotos: Jorge Jara

ADS: La Chacarita no tiene solamente historias de dolor, como las que vivimos recién con los incendios, sino también historias hermosísimas, como la de doña Celia Vidallet, que tiene 88 años primaverales y 70 años de docencia. Y don Andrés Rodas, que nos acompaña también para conversar como un poblador emblemático de esta comunidad. Cuéntenos doña Celia, ¿cómo empezó su tarea como docente?

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–CV: Es una cosa que me gustó de chiquita. Y entonces como había la necesidad, ya que no había gente todavía que estudiaba, entonces empecé a abrazar esa profesión con mucha fuerza.

–¿Y en serio usted hasta ahora es docente?

–CV: Sí, hasta ahora.

–AR: Es nuestra directora, hasta hoy es la directora de la Escuela Santa María Goretti.

–CV: Yo fundé esa escuela. Hace 39 años que yo fundé la escuela por la necesidad del barrio.

–¿Y tiene algún tipo de reconocimiento ocuparte del Estado paraguayo por todo eso?

–CV: Me reconocieron como mejor docente en un año. Me dieron un premio de reconocimiento. Pero ni casa propia tenemos.

–¿La escuela no tiene local propio?

–CV: No, no tiene. Porque se fundó en un predio de la iglesia. Pero después vinieron a echar todo porque ya estaba viejito el local. Y se hizo una colecta en el barrio y todo para hacer la escuela, comedor y taller. Después se quedó en manos de la comisión, de una fundación, que sí terminó. Y la gente del barrio, hasta los que se mudaron ya colaboraron para eso. Después nadie supo dar más. Alquilamos primero y después ya no pude más porque ya no daba más.

–¿Cómo es la escuelita donde van ustedes acompañando el trabajo de doña Celia?

–AR: El trabajo de doña Celia comenzó en su casa. Yo tengo 69 años y aprendí mis primeras letras con ella. Después vinieron mis hijos, después mis nietos y toda la generación pasó por la mano de doña Celia. Y como nosotros solemos decir, si no te fuiste a la escuelita de doña Celia, no podés decir que sos chacariteño.

–¿Y usted empezó estudiando docencia, doña Celia?

–CV: Yo estuve en el Nacional de Niñas. Ahí estudié y después me fui capacitando. Avanzando. Pero me recibí de bachiller, fui la primera bachiller del barrio en el Nacional de Niñas entre las mujeres.

GENERACIONES

–Y muchas generaciones pasaron por sus manos.

–CV: Sí, muchísimas. Tengo doctores, abogados, ingenieros, de todo. Gracias a Dios que han salido muchos. Claro que no todos, pero la mayoría ha salido muy bien. Son todos buenos padres.

–¿Y usted siente que la comunidad tiene reconocimiento hacia doña Celia?

–AR: La comunidad, sí. Los que pasamos por sus manos, pero el muy poco. Merecería incluso una estatua en la entrada del barrio. Porque como decimos, en cada Día del Maestro, cada Día de la Madre, ña Celia es la mamá guasu de La Chacarita, como la llamamos nosotros, pero todo va en lindas palabras a través de las redes sociales, pero hasta ahí. Yo creo que nosotros mismos somos ingratos con ña Celia.

–¿Qué se puede decir de esta última situación dolorosa que atravesó La Chacarita? ¿Cómo estuvieron administrando esa situación del incendio?

–AR: La verdad que es muy doloroso para nosotros que somos del barrio, incluso a nosotros que estamos un poquito más retirados, pero igual alcanza a gente que es pariente. Para la gente que está cerquita ahí es realmente desesperante.

–Y la Chacarita ya vivió ese tipo de historias muchas veces con las inundaciones por ejemplo.

–CV: Demasiadas veces. Así que nuestra casa era siempre albergue también de los que estaban más allá. Siempre le albergamos a la gente.

–¿Y sus padres ya eran de este lugar?

–CV: Mi abuelo fue uno de los primeros pobladores de La Chacarita. Él era constructor de embarcaciones. Entonces debía tener un espacio que la Armada le concedía para sacar y llevar los botes. Después mi papá y así continuamos.

–¿Y su padre continuó en la tarea de hacer embarcaciones?

–CV: Sí, él continuó eso también.

–¿Mucha gente todavía no quiere reconocer que esta es una comunidad, un barrio, y todavía se plantea este tema de si se relocalizan o no se relocalizan como una cuestión solamente administrativa y no se tiene en cuenta toda la historia que tiene La Chacarita.

–CV: ¿Sabe lo que es doloroso? En los diarios, por ejemplo, siempre la noticia cuando es fea, sale Chacarita así bien grande, pero las cosas buenas no aparecen. Me suele doler en el corazón eso. La verdad que no es todo malo. Hay gente muy buena, trabajadora, honesta, de todo estamos. ¿Yo cuando estuve en el colegio una profesora se enojó por cómo estábamos allí y dijo “parecen chacariteños” y fue como una puñalada. Pero como antes éramos sumisas, no alzábamos la voz, pero quería decirle “usted no conoce La Chacarita”.

–¿Y cómo es La Chacarita en realidad?

–CV: La verdad que cambió mucho. Antes era una maravilla. Antes no había gente liberal ni colorada, ni esto ni aquello. Todos éramos solidarios. Una persona caía mal, todo estábamos ahí. Una persona fallecía, salían los vecinos a juntar dinero para ayudarle. Esas cosas, por ejemplo, a mí me quedaron plasmadas, porque era chica y lo he visto y lo asimilé.

–AR: Y el respeto que había entre vecinos. Yo me acuerdo algo que me caló hondo, cuando la muerte de mi abuela, se tenía que hacer una fiesta en el Club Resistencia, era su fecha de aniversario, y esa fiesta se suspendió. El respeto que había antes entre los vecinos y esas cosas, suspender una fiesta de aniversario por la muerte de una vecina. Para mí fue algo demasiado grande que recuerdo hasta hoy.

DOLOR

–¿Debe ser muy doloroso el hecho de que un poco más arriba persista esa actitud de discriminación hacia, fundamentalmente, los jóvenes de su barrio por pertenecer a este sector.

–AR: Y tengo una anécdota que viví en carne propia en el Colegio San Miguel de Garicoits, con un celador nuestro, el profesor Pedretti. En el primer curso estábamos, antes de la clase, estábamos bullangueros los muchachos y entra él y dice “¡Ey! ¿Qué pasa? ¿Qué es todo este ruido? Parecen chacariteños, donde se entra con botas”. Y me costó ir a la dirección. Y le dije “¿usted señor conoce La Chacarita? Está muy equivocado, jamás se habrá ido a la Chacarita y es un gran maleducado”. Y me llevó a la dirección junto al padre José Sá y le dije “padre, vine acá por defender a mi barrio y usted este colegio lo fundó para la gente pobre, ¿no es cierto? Y este señor nos discriminó a nosotros. Nos dijo que en La Chacarita se entra con botas, lleno de barro, y él no conoce La Chacarita. Y me dijo “muy bien, puedes ir a la clase”. Uno en carne propia vive esa discriminación hasta hoy y es doloroso.

–¿Cómo se les enseña en la escuela a los jóvenes de La Chacarita a tener amor propio en este contexto?

–CV: Y es un amor que nos nace. Le queremos tanto a nuestro barrio y tal es así que yo me animé a hacer este trabajo de fundar una escuela en el 79.

–¿Y recuerda cómo fue esa etapa de fundación?

–CV: Y la primera escuela fue en mi casa, donde les acogía a todos para grado y curso.

–¿Y qué les enseñaba?

–CV: Y de todo. Y de diferentes grados y cursos. Primero eran grados nomás y después ya empezamos con los cursos. Y era notable porque muchas veces tenía que hasta sedarle a mis alumnos porque alguno era nervioso. Porque esto, porque aquello.

–Es una situación que ha de pesar a los jóvenes la pobreza, la falta de empleo, la falta de oportunidades, ¿verdad?

–AR: Y la verdad que bastante, por lo menos a los buenos, que se van y se ofrecen en la municipalidad a la gente que no es nombrada, o sea que trabajan de botelleros, le dicen ellos, que hacen de reemplazo de la gente que recoge la basura. O sea, recolectores. Y así tratan de entrar ahí los muchachos honestos. Es realmente doloroso cuando no encuentran. Especialmente es la causa de que muchos jóvenes no puedan seguir sus estudios.

–¿Y cuál es la ocupación principal de los jóvenes acá en el barrio?

–AR: Y la gran mayoría, como le dije, son empleados de la municipalidad. Muchos de los que estudiaron un poquito están ya de ordenanza, por ejemplo, en el Poder Judicial, algunos en algún bufete. Porque la gran mayoría de los primeros que estudiaron eligieron Derecho. Y también hay estudiantes de arquitectura, pero la fuente de trabajo generalmente ha sido siempre la municipalidad.

–Y después las tareas ocasionales.

–AR: Exactamente, albañilería, pintura, jóvenes que van a trabajar con sus padres.

INICIOS

–¿Cómo fue esa ocasión en que tuviste la inspiración de formar una escuela, doña Celia?

–CV: Ya cuando me recibí entraron mis hijos a la escuela. Y ahí me cacharon los del Dahlquist. Y cualquier profesora que faltaba me llamaba. Era una maestra comodín. En cualquier momento nomás yo tenía que ir a cubrir. Me dieron una medalla de oro de 10 años de servicio ahí. Después un año se suspendió todo el preescolar, antes no había jardín, solamente preescolar. Y me dijo la directora en aquella época “¿por qué no pone en el predio de la iglesia el preescolar?”. Y le dije “¿cómo? Yo no tengo nada”. Y me dijo “yo te ayudo. Te voy a dar las sillitas sin pata y vos tenés esos jóvenes que trabajan en la iglesia. Haceles trabajar”. Y le dije “boy a hablar con el sacerdote”. Y estaba él, que ahora es un monseñor, Mario Rivero. Y le dije “padre, yo quiero poner la escuela”. “Y vos te animás”, me dijo. “Y sí me animo, padre”, le dije. Tenía un grupo maravilloso de jóvenes que le ayudaban al padre. Y entonces empezamos con la tarea. Al empezar el año tuve 49 de mañana y 49 a la tarde. Bastante tuve. Y fue un éxito.

–¿Y cómo lograste el reconocimiento del ministerio?

–CV: De a poco. Siete años, por ejemplo, yo estuve ad honorem. No tenía sueldo, nada. Ni no se me reconoció todavía. Me dijo que trabaje nomás, que no hay problema. Después, ya cuando estaba (Horacio) Galeano Perrone los padres pidieron por mí para que sea la directora. Y ahí se fundó la escuela.

–¿Y la escuela ya tenía todos los grados?

–CV: No, solamente jardín y preescolar. Y después ya comenzamos con el primero. Cada año íbamos aumentando hasta llegar al sexto grado.

–Y a partir de ahí una cantidad de profesionales que formaste. ¿Y vienen a veces a visitarte o saludarte?

–CV: Sí. Eso es lo que yo agradezco. Para mí esa es mi paga, que me tienen un respeto y un cariño especial. No sé por qué, seguramente no era mala. Las mamás sobre todo, orgullosas. “Sabés que nuestra hija ya es tal cosa”, me dicen. Hay médicos, hay profesoras, profesores, de todo.

–Y la expresión artística siempre fue un hecho histórico acá en el barrio, que afortunadamente con el tiempo de a poco fue reconociéndose a partir de figuras tan poderosas como José Asunción Flores y otros más.

–AR: Así mismo es. Nosotros contamos acá, por ejemplo, con la dinastía Cubilla. El padre de Alejandro Cubilla y después la dinastía continuó.

ESTAMPA

–¿Qué recuerdan, por ejemplo, particularmente de Alejandro Cubilla y su Banda Koygua? Son personas que nunca olvidaron su lugar de origen.

–AR: Sí, nunca. Tal es así que el cantante de la banda, que es su hermano don Inocencio, hizo una hermosa composición, “Mi casita feliz”, por ejemplo, y “Chacarita”, que es una estampa que pinta de acá de Punta Karapã yendo hasta Kara Kara. Hermosa composición que va nombrando los distintos sectores. Dice en una parte “hoy quiero evocarte a ti, barrio querido, humilde Chacarita, lugar donde nací”. Y después dice “comenzando por Punta Karapã, bajando un poquito está 3 de Febrero, cruzando el arroyito se llega al oriental, la cancha de Resistencia donde pasé mi infancia”.

–¿Cuál les parece que es la identidad más preponderante de este barrio?

–CV: La solidaridad estuvo presente siempre. Con las inundaciones, por ejemplo, todos se ayudaban.

–¿A quiénes más recuerdan?, ¿de quiénes más están orgullosos ustedes acá en el barrio?

–AR: Y además de los Cubilla están los Hermanos González, el señor Demetrio Garcete, por ejemplo, que hizo música a los tres clubes del barrio. Era integrante del dúo Garcete Báez, que estaba con Emilio Ayala Báez.

–Y en el deporte también hubo jugadores muy emblemáticos.

–AR: Faustino Valentín Mendoza, Felipe Santiago Campos, el señor Eulalio Veloso, Antonio Franco, que llegaron de Resistencia uno a Rubio Ñu y luego a Cerro Porteño. Felipe Santiago, que se fue de Resistencia a Guaraní y luego se lesionó.

–¿Qué pedido harían a las autoridades respecto al tema de la salud?

–CV: Sobre todo para la noche lo que nos falta. De día hay centro de salud en Pelopincho, 3 de Febrero, para socorro. Había un policlínico que no sabemos en qué quedó, se le solventó hasta hace poco, pero después falleció la presidenta y eso terminó.

–AR: La atención nocturna porque a la noche sí o sí hay que salir, con lo que cuesta salir a la noche y llevar enfermos.

–Supongo que un asunto que debe ser esencial para el barrio es el empleo.

–CV: Ahora desgraciadamente está el asunto de la droga. Ese es un tema muy jodido. Antes por lo menos eso no había. Era solo la bebida, pero ahora el asunto de la droga es tremendo y afecta hasta a criaturas.

PREVENCIÓN

–¿Hay políticas de prevención?

–AR: Muy poco. No se siente realmente. Falta esa parte realmente, la prevención por sobre todas las cosas. Y capacitar a los jóvenes, por ejemplo, para el trabajo de mando medio. Tenemos un centro comunitario acá donde se están capacitando sobre todo las mujeres e incluso dan materiales para que continúen ese trabajo después de estudiar en el centro comunitario.

–CV: La cooperativa mucho procuró también. Puso carpintería, electricidad, de todo. Pero la gente muy poco se iba. Entonces ahí dejan otra vez. Pero el problema de la droga es muy serio.

–¿Qué les parece que pueden hacer los vecinos, la gente mayor, los padres, al respecto del tema de la droga?

–CV: Hablamos en la escuela. La profesora del jardín la vez pasada me dijo “Dios mío, criaturas de cuatro o cinco años te quiero hacer escuchar cómo hablan”. Y me dijo “voy a hacer una reunión”. Y yo dije que la primera escuela es la casa. Ahí ellos tienen que aprender respeto. La escuela ya es para continuar su aprendizaje. Las criaturas saben todo dónde se vende, quién tiene, chicos del jardín, preescolar. Otra cosa es que hay muchos niños muy abandonados de cariño. Se nota en ellos. Tal vez por la necesidad las madres deben salir a trabajar.

–¿Y qué cosas les da esperanza a ustedes al respecto del futuro de La Chacarita?

–CV: Siempre hay esperanza. El centro comunitario está trabajando y tal vez así poco a poco llevemos otra vez.

–AR: El trabajo que la gente está haciendo en el centro comunitario enseñando a los pequeñitos música, pintura, arte. Hay chiquitos de la escuela, por ejemplo, que ya están en la banda de Sonidos de la Chacarita encabezada por el maestro Luis Szarán, que está haciendo un trabajo extraordinario con los jóvenes. Como él dice “el chico que toca, a la noche no sale a romper vidrios”. Estoy viendo yo que hay bastante esperanza. Hay tres generaciones que ahora son músicos profesionales que salieron del centro comunitario. Eso, por ejemplo, es esperanzador para nosotros. Tanto en la música como en las profesiones que traen como electricidad, por ejemplo.

–¿Y nunca te planteaste jubilarte, doña Celia?

–CV: No. Las profesoras dicen “si no viene en la escuela se va a morir”.

–¿Y hasta cuándo pensás enseñar?

–CV: Voy a enseñar hasta que Dios me diga hasta aquí nomás.

–AR: Doña Celia es una persona muy querida en el barrio. Es un símbolo. Y nuestro drama fue en la pandemia, pues se tenía que quedar sí o sí en la casa por recomendación. Era una preocupación del barrio no por la pandemia, sino que se enfermara por ese techaga’u de querer ir a la escuela y que no podía ir.

–¿Sufriste mucho en ese tiempo que no te pudiste ir?

–CV: Sí, bastante. Tuve depresión y todo. Y cuando volví se me abrió la puerta del cielo. Y hasta ahora cuando me siento mal y parece que no me voy a ir, después arranco otra vez y me voy.



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