Jimmi Peralta - Fotos: gentileza y archivo
En este diálogo con La Nación/Nación Media, la historiadora Mary Monte de López Moreira habla sobre su última publicación, “Mujeres del XIX”, un aporte a la producción histórica que rastrea a mujeres protagonistas de eventos individuales y colectivos de la realidad paraguaya entre 1800 y 1900.
Las conquistas de los derechos sociales y políticos por parte de las mujeres arriba al presente en aceleración constante. Sin embargo, en Paraguay, ese movimiento se remonta a poco más de 60 años. Así, en 1961 se logró la equiparación, al menos en los papeles, del derecho de ciudadanía con voz y voto.
Los avances que se pudieron hacer previamente, tanto en el periodo colonial y el poscolonial, fueron comparativamente menores, aunque el ensanchamiento de aquellas concepciones conservadoras para la formación de un imaginario nuevo, con roles y derechos de las mujeres, se hizo también desde la práctica, desde realidades particulares, de mujeres individuales y desde colectivos.
“Mujeres del XIX” es la nueva publicación de la historiadora e investigadora paraguaya Mary Monte de López Moreira, que lleva prólogo de Line Bareiro y el sello del Centro de Documentación y Estudios (CDE). En este trabajo, Monte de López Moreira rastrea a mujeres protagonistas de la sociedad paraguaya del siglo XIX, subraya sus contextos y pone en valor sus aportes para la sociedad en pos de abonar la conciencia de igualdad.
Mary Monte habló con La Nación/Nación Media respecto a esta investigación y comparte sus valoraciones.
–¿Cómo surge la iniciativa de este libro?
–Hace como 30 años investigamos y publicamos con el grupo de mujeres del Centro de Documentación y Estudios el libro “Alquimistas”, pero quedaron algunas pendientes. Por ejemplo, en 1901 hubo una manifestación de mujeres que protestaron por la elección de José Segundo Decoud, que era legionario, en Concepción. Teníamos ese dato, hasta ahí. Y empecé a investigar. Después de mucho buscar encontré en un periódico que la manifestación se trataba de un telegrama que mandaron las mujeres de Concepción al Senado, diciendo que lamentaban la elección del traidor José Segundo Decoud, con el texto “Dios proteja destino patria”.
En 1904, durante la revolución liberal para derrocar al Partido Colorado, se presentaron un grupo de mujeres solicitando la paz y formaron ellas una comisión de paz. Después, en 1905, se abrió un Colegio Mercantil para estudiar secretariado para mujeres, para niñas, porque la única profesión femenina admisible para el hombre, para que ella salga de la casa, era por entonces el magisterio. También tenemos la tesis de Serafina Dávalos en 1907. Entonces vi que se iban dando así algunas intervenciones femeninas importantes a comienzos de siglo y quedó la pregunta: ¿qué pasó en el siglo XIX?
SITUACIÓN SOCIOPOLÍTICA
–¿Cómo es el orden cronológico?
–En el primer capítulo está la Revolución de la Independencia, pero con un antecedente de los once años previos, tiempos coloniales todavía, y eso introduce allí para tener una visión sobre cuál era la situación sociopolítica de la mujer en la Colonia y que eso se trasplantó en el periodo independiente. Comencé y escribí sobre las mujeres en la Independencia, hablé de Juana de Lara, la primera prócer mujer de Paraguay, también de Josefa Facunda Speratti.
–¿Qué protagonismo tuvo Facunda Speratti?
–Doña Josefa Facunda Speratti fue la primera novia y después esposa de Fulgencio Yegros. Encontré de ella una misiva dirigida a Pedro Juan Caballero, en 1812, donde dice, cuando los portugueses atacaron el fuerte Borbón, que hoy es Olimpo, “mi sexo no me permite ir al campo de batalla, pero hallé la mejor forma de ayudar a los soldados que están combatiendo por la patria”. Usa por primera vez el término patria y en la nota usa varias veces el término patria. Ella dice que se le descuente del sueldo de su esposo, el presidente de la Junta, que era Fulgencio Yegros, la suma de 25 pesos, y firma sin el apellido del marido, firma Josefa Facunda Speratti.
–¿Qué se puede destacar del periodo francista?
–Sin bien en la época del doctor Francia las mujeres no tenían derecho, así como en la época de la Colonia y en el periodo revolucionario. Sin embargo, sobresalió su hermana, doña Petrona Regalada Rodríguez de Francia, que fue la primera mujer en enseñar a niñas ¿Por qué? Porque el documento del 6 de enero de 1812 que decretaba la educación gratuita y obligatoria era solo para varones; en cambio, Petrona Regalada empezó a enseñar en su casa y tiene el mérito de haber sido la primera mujer educadora del periodo posindependiente.
También se promulgó un decreto en 1836 mediante el cual el Estado contrata a mujeres para trabajar en la Intendencia del Estado en la confección de uniformes. Lo interesante es que fueron las primeras funcionarias del Estado de las que se tiene noticias. De este hecho, lo que llama la atención es que ellas recibieron el mismo sueldo, la misma paga de ocho reales semanales que ganaba un alto funcionario del Estado. O sea, se equiparó el sueldo de esas costureras con el sueldo de un funcionario. Otro caso es el de las propietarias mujeres que tenían derecho a poseer tierras. Algo también que cuento es sobre las mujeres que eran condenadas por haber matado a su marido por violencia doméstica o porque el esposo las había violado. Las penas eran más leves para las mujeres.
LAS KYGUA VERA
–¿Existió un gran cambio en el periodo de don Carlos Antonio López?
–Ahí tenemos el caso de varios colectivos de mujeres. Por ejemplo, las kygua vera, que eran mujeres libres. En un momento se quiso decir que eran prostitutas, pero no eran prostitutas. Eran mujeres libres, sin pareja estable, que trabajaban, se mantenían por sí solas, tenían sus familias, sus hijos y parejas ocasionales, que posiblemente le podían ayudar en algún negocio o en algún comercio. De este tiempo rescato el caso de Rosa Dominga Ocampos, una joven del interior que se relacionó con un español. Y empezaron ellos a tener relaciones y se comprometieron para casarse, pero las personas del lugar, de la comunidad, la calumniaron, fueron junto al prometido y le dijeron que ella estaba embarazada del mulato que estaba a su servicio. Entonces ella de inmediato se fue a una partera e hizo constar que no estaba embarazada. Presentó un alegato al juez de paz de la zona, que en ese momento era José Berges, quien después de estudiar el caso le concede la solicitud presentada y le obliga al exprometido a pagar una resarción económica por haber roto el compromiso. Luego durante el gobierno de Carlos Antonio López también aparece la primera mujer fotógrafa, Fulgencia Almirón, una joven de 17 años que abrió su negocio de fotografía en momentos previos a la guerra.
–¿Qué encontraste sobre el caso de Rosa Dominga Ocampos?
–Llama mucho la atención que, a mediados del siglo XIX, en una sociedad muy cerrada, muy patriarcal, con estructuras muy fuertes como era la paraguaya y también varias sociedades de la región, una mujer luchase por sus derechos y por su honra.
DOBLE ESCENARIO
–¿Qué rol cumplió la mujer en la guerra?
–Primero, las mujeres estaban en dos escenarios. Aquellas que estaban en los campamentos durante los años 65, 66 y 67; y las mujeres que en ese momento estaban en la retaguardia componiendo la sociedad civil. En ese contexto en 1867 fue la Gran Asamblea de Mujeres, la primera en América, que duró cuatro días a instancias de doña Escolástica Barrios de Gil. Al avanzar el Ejército aliado, entre los años 68 y 69, entre el víacrucis de la sociedad civil, ambos frentes se unen. Ahí es cuando nacen las residentas, que significa residente de un lugar, pero como eran mujeres le dijeron residentas. Tanto en los tribunales de San Fernando como en la respuesta a la conspiración en San Estanislao, muchas mujeres fueron víctimas de apresamiento, torturas y muerte. Ese es el caso de Juliana Insfrán, que era una joven de la alta sociedad paraguaya, amiga de madame Lynch y esposa de Francisco Martínez, quien, tras capitular en Humaitá, fue considerado por Francisco Solano López un traidor y el castigo alcanzó a su esposa. Ella fue sometida a torturas con el famoso cepo uruguayana y fue fusilada junto a otros el 21 de diciembre de 1868.
–¿Y luego de la conclusión de la guerra?
–El 1 de enero de 1869 invadieron Asunción y sus alrededores. En adelante ya le llamo el periodo de posguerra, porque para mí la guerra termina prácticamente con la batalla de Piribebuy, en el 69. Cerca de 600 mujeres fueron hechas prisioneras después de la batalla de Lomas Valentinas y fueron traídas de Asunción, donde fueron violadas sistemáticamente por los aliados y continuó la guerra. Asunción se empieza nuevamente a repoblar con estas mujeres que van viniendo de los campamentos, de otras ciudades, y son expuestas a humillaciones, a vejámenes.
EDUCACIÓN
–¿Cuál es tu valoración del papel de la mujer en la posguerra?
–El quinto capítulo del libro trata sobre la posguerra y está dividido en varios subcapítulos. Yo tomé una estrofa del poema de Martín McMahon, “Resurgirá el Paraguay”, que él escribió en el álbum de recordación de madame Lynch, y con cada línea de esa estrofa fue titulando esos apartados. Por ejemplo, “Mujer paraguaya de gentil semblante”, hablo de toda la demografía de la posguerra, con muchísimos documentos, lo que fue antes de la guerra y lo que fue posterior a la guerra. Hablo de la altivez de las mujeres que fueron incursionando en política, por ejemplo, las manifestaciones que empiezan a hacer de manera política, quieren intervenir en cuestiones del gobierno. También hablo de cómo ellas empezaron a trabajar de diferentes maneras, qué hacían, cosas que nunca llegaron a hacer, en esos 30 años de la posguerra. Y en la última parte hablo especialmente de la educación, porque no solamente la cuestión del orden socioeconómico fue el que levantó el país, sino sobre todo la educación y la feminización de la enseñanza.
–¿Cómo se dio ese proceso?
–Ahí la figura principal es Rosa Peña, una joven paraguaya, hija de un político que fue exiliado durante el gobierno de Carlos Antonio López. Ella estudió el normalismo en Buenos Aires y vino, y con su peculio armó aquí una escuela graduada de niñas y después la escuela de preceptoras. Para eso les mandó traer a las hermanas Adela y Celsa Speratti, quienes eran paraguayas que se formaron en el magisterio en Concepción del Uruguay, Argentina, centro del normalismo en ese momento.
–Entre todas las protagonistas que citás, ¿a quién rescatás en lo personal?
–Josefa Facunda Speratti. Cuando le fusilaron a su marido en 1821, ella se fue con sus cuatro hijos, los Yegros, a la estancia de la familia Yegros y allí ella tuvo otras parejas y tuvo otros hijos. Tuvo otros cinco hijos, pero uno se le murió siendo muy bebé. Entonces, los cuatro hijos que nacieron en ese periodo estuvieron al cuidado de ella y uno de los hijos mayores, Rómulo José, después fue edecán de Francisco Solano López cuando él fue a Europa. Le escribe, en la época de Francia todavía, un poquito antes de terminar el gobierno de Francia, y le dice “estoy muy preocupada porque tu tío”, otro prócer de la Independencia, Antonio Tomás Yegros, “está muy severo con los esclavos y tú sabes”, le dice al hijo, “que el deseo de tu padre era liberar a todos los esclavos, porque ese era uno de los objetivos de la revolución, que en el Paraguay no existan amos ni esclavos, que todos estén libres. Y yo quiero manumitirlos. No habla de abolición, pero sí de una manumisión, que hay una leve diferencia. Y ella estaba disgustada con eso. No encontré otro documento que diga que los esclavos fueron manumitidos. Pero lo que sí resalto es que es la primera persona que se ocupa de la liberación de esclavos en un proceso histórico, no paraguayo solamente, sino regional, continental y mundial.
ROMPIENDO ESTEREOTIPOS
–¿Qué valor adquieren las acciones de estas mujeres en aquel contexto?
–Estas mujeres, tanto las individuales como las mujeres en colectivo, vivieron en una sociedad así lineal, patriarcal, con estructuras muy severas, con sistemas sociojurídicos implantados de España. Era muy difícil salirse de ese sistema. Ahora, yo creo que estas mujeres que aparecen en el siglo XIX de alguna manera quisieron romper un poco los estereotipos en los cuales ellas estaban insertas e hicieron una especie de quiebre de toda esa estructura lineal ¿A qué se debió eso? Yo creo que estas mujeres tuvieron el espíritu de luchar por algún derecho, tuvieron esa intención. Recién en la posguerra la mujer se va a alfabetizar. El gran porcentaje de mujeres eran analfabetas. Entonces, ¿dónde aprendían a leer y a escribir? Generalmente en las casas, porque no había instituciones para eso. Josefa Facunda Speratti, ¿dónde aprendió a escribir? En la casa, ella era hija de un italiano y de una porteña que vinieron a establecerse acá en Paraguay. Petrona Regalada Rodríguez de Francia aprendió con su hermana, Lorenza, a leer y a escribir y leer los clásicos de su padre porque la educación era para varones. Y yo creo que sobresalieron aun así y rompieron esos esquemas gracias a la educación autodidacta.
–¿Y respecto a las mujeres indígenas?
–Las indígenas chaqueñas fueron más liberales que las indígenas guaraníes. Eran dos sociedades muy diferentes. Pero yo no creo que estas chaqueñas hayan tenido contacto con las criollas. Más bien, las criollas descienden de las guaraníes, que eran más sumisas, más encastradas en esa sociedad colonial. Las chaqueñas, por ejemplo, eran más libres. Ellas practicaban el divorcio, el aborto, las relaciones prematrimoniales, el infanticidio, etc. En algunas parcialidades, como en las payaguás, por ejemplo, las proporciones de hijos planteadas eran dos niños, una niña o un niño, una niña. Y si nacían dos niñas, entonces practicaban infanticidio. Era común eso, pero esas prácticas no fueron adquiridas por las indígenas guaraníes y no las transmitieron después a las generaciones posteriores de mestizas y criollas. El Paraguay más que nada era mestizo antes que criollo.