Las lluvias de setiembre permitirán tener idea de cómo se presentará el fenómeno esta temporada, aunque se teme que los caudales sean elevados y que eso traiga complicaciones. Comenzaron ya los preparativos para eventuales emergencias si bien se entiende que se necesita más presupuesto y una articulación más afinada para asistir a eventuales damnificados por inundaciones y tormentas. En el agro mantienen la esperanza de que las lluvias ayuden a revertir tres años de sequías importantes. En el mundo se habla de la “era de la ebullición global” con la advertencia de que si no se detienen las emisiones de gases, todo será más caliente y extremo.

Si bien su ingreso se prevé para setiem­bre próximo, el fenó­meno climático ya viene mos­trando lo que se aproxima. Para el hidrólogo Guillermo Achucarro, “el invierno calu­roso que tenemos ya es una señal. Sabemos que va a durar toda la segunda mitad del 2023 y que van a haber más lluvias. Si habrá inundacio­nes o no, es difícil saber, pero se sabe que va a llover más”, comentó.

A su turno, Eduardo Mingo, director de Meteorología e Hidrología de la Dirección de Aeronáutica Civil (Dinac), dice que “el invierno “vera­niego” no se lo podemos atri­buir directamente, pero es la transición de una fase neu­tra. Hasta el primer trimes­tre de este año hubo La Niña, después vino una fase neutra y ahora estamos en la tran­sición hacia El Niño, que se manifiesta con estas tempe­raturas elevadas con algunos golpes de frío”, consideró.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Mingo recordó que “la inten­sidad del fenómeno no está definida aún y recién cuando se establezca totalmente ten­dremos certeza, ya que puede ser débil, moderado o fuerte. Durará hasta el primer tri­mestre de 2024 y las zonas más afectadas serán el sur, el sureste del país, la capi­tal y toda la Gran Asunción, donde se prevé mucha lluvia en poco tiempo, por lo que las inundaciones repentinas son probables, que son estas que provocan raudales que arras­tran vehículos y esas cosas. También puede afectar a las zonas ribereñas”.

Por su parte, Achucarro entiende que, además del impacto cíclico del fenó­meno, “hay que recalcar que esto se intensifica a partir de los fenómenos relacionados al cambio climático. Habrá un aumento de temperatura, habrá lluvias grandes en las que caen en dos días las can­tidades de agua que a veces se dan en dos meses, y todo eso tiene una relación directa con el cambio climático”, apuntó.

AGUAS QUE AMENAZAN

Mingo señaló que “el tema a tener en cuenta es que si llueve mucho, sobre todo en la zona del Pantanal, ahí es donde tendremos la afecta­ción estacional y puede gene­rar inundaciones en los pri­meros meses de 2024″. Vale señalar que las inundaciones de los años 1982, 1983 y 1997 fueron producto de El Niño.

Para hacer frente a la situa­ción, informó que “estamos en contacto sobre las medi­das, con la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), el Minis­terio de Educación y Ciencias (MEC), todos tomando medi­das, porque, por ejemplo, los cultivos tienen que ser más resilientes al alto contenido de humedad; hay que prever cómo llevar adelante las cla­ses ante los avisos metereo­lógicos y así nos vamos pre­parando. Nosotros somos un ente que da aviso, no podemos dar políticas para las acciones anticipadas, pero cada una de las instituciones van a tomar sus acciones”, señaló.

Achucarro considera que, además de las previsiones, “hay que hablar de cómo se están construyendo nuestras ciudades, sobre todo Asun­ción y la Gran Asunción, aun­que también otras del país. Porque tenemos casos en que unas pequeñas lluvias hacen que las ciudades queden bajo agua, porque tienen cada vez menos capacidades de recibir lluvias”, apuntó.

Recordó que El Niño viene con “alta tendencia a las inun­daciones y es posible que ocu­rra en alguna semana de aquí a fin de año”.

Para enfrentar esta situa­ción, sugiere “mejorar toda la intervención estatal en lo que se refiere a los sistemas de alerta temprana, que es uno que permite saber cuándo, cómo y dónde ocurrirán los eventos climáticos extre­mos. Esto existe en el país, pero es bastante ineficiente porque hay una superposi­ción de responsabilidades a nivel del Estado, donde bási­camente podemos predecir mínimamente lo que puede llegar a ocurrir, pero no existe la capacidad de gestionar, resolver”, señaló.

DESAGÜES, PUNTO CLAVE

Achucarro entiende que “debe trabajarse desde una perspectiva estructural de construcción de ciudades. Hoy Asunción y la Gran Asun­ción están yendo en el sentido inverso de la solución multiplicando las estaciones de servicio o los supermercados en lugar de impulsar la cons­trucción de espacios verdes y alcantarillados sanitarios y desagües que por lo menos puedan favorecer la circula­ción de la lluvia cuando cae en la ciudad”, apuntó.

“Es importante además la gestión de infraestructura, es decir poder gestionar la red vigente, porque el altí­simo número de vehículos individuales es también un problema. Estamos yendo a la inversa de lo que se necesita ambiental o climáticamente en términos de infraestruc­tura. Sufrimos las conse­cuencias de lo que se debe­ría haber hecho hace 30 años, aumentar el presupuesto de las instituciones del Estado que se encargan de esta pro­blemática, poner a las perso­nas que saben a la cabeza y gestionar la infraestructura, principalmente los alcantari­llados y desagües”, consideró.

¿BENEFICIOS PARA EL AGRO?

El presidente de la Federación de Cooperativas de Produc­ción (Fecoprod), Alfred Fast, consideró que “El Niño es un buen año agrícola. Ahora lo que hay que cuidar un poco son las partes bajas en los campos, hay que cuidar un poco para implantar la soja”, sostuvo. Fast indicó que pue­den darse inundaciones y por ello se recomienda sembrar un poco más tarde en el caso de los campos bajos y hacerlo cuando hay más calor.

“Yo, por ejemplo, voy a sem­brar en noviembre o diciem­bre recién porque la semi­lla sale antes cuando hay un poco de calor”, expresó, pues si se hace en setiembre con el frío y en una zona inundable la semilla no terminaría de germinar. El representante del gremio añadió que en el Chaco son mejores los años cuando hay precipitaciones y que el productor es muy resi­liente adaptándose rápido a estos cambios, que en el caso del fenómeno climatológico que se avecina puede signifi­car abundancia con los debi­dos cuidados.

No obstante, advirtió que si las lluvias se dan durante la cosecha, sí se podrían tener pérdidas. Por eso habría que evitar sembrar todas las semillas al mismo tiempo y espaciar las siembras.

Las estimaciones para la campaña sojera 2023-2024 son positivas y apuntan a las 10 millones de tonela­das, según había informado el Departamento de Agricul­tura de los Estados Unidos, lo cual resultaría en 1,2 millo­nes más respecto a las 8,8 millones de toneladas cose­chadas en la campaña pasada.

DE SECO A INUNDADO

El director de Unidad de Gestión de Riesgo del MAG, Edgar Mayeregger, afirmó que la producción agrícola viene siendo afectada por una sequía de más de tres años y que la llegada del fenómeno de El Niño podría ser maneja­ble para la producción si ocu­rre de manera moderada.

“Estamos saliendo de un evento muy crítico de tres años. Tuvimos la suerte de que climatológicamente en los meses en los que se conso­lidaba la producción empezó a llover. Sin embargo, los pro­blemas hasta ahora persis­ten por esa falta de agua. El deseo es que venga mucha llu­via, pero hay que ver de qué forma llega”, expuso.

Por su parte, Eduardo Sierra, asesor agroclimático de la Cámara Paraguaya de Expor­tadores de Cereales y Oleagi­nosas (Capeco), expuso que de cumplirse las perspecti­vas, en octubre se registra­rían 300 mm en varias zonas de la región Oriental y hasta 400 mm en zonas puntua­les del norte de este mismo territorio.

“La mayor parte de la región Oriental está con excesos, solamente el extremo norte y sur están dentro del rango normal”, mencionó Sierra.

En noviembre seguiría El Niño en el territorio nacional con mejores lluvias (75 a 150 mm). Se espera, además, un aumento de la temperatura. Al cierre de la primavera, vol­verían las buenas precipita­ciones y el ascenso térmico, por lo que se registraría un óptimo balance en la hume­dad del suelo.

Para el verano 2023/2024, la perspectiva agroclimá­tica señala un escenario de temperatura máxima mode­rada a causa de las precipita­ciones. “Como va a haber más humedad en el suelo y nubo­sidad, no se dan los calores extremos”, resaltó Sierra. Hasta marzo las condiciones de humedad, temperatura y lluvias seguirían con norma­lidad, según las previsiones.

EL TEMOR DE UN SÚPER EL NIÑO

El cambio climático podría empeorar el impacto de El Niño, según muestran algu­nos estudios recientes, ya que uno de los subproductos del calentamiento global son las precipitaciones más extre­mas, que hacen que las tem­peraturas más cálidas pue­dan retener más vapor de agua en la atmósfera. Esto podría hacer que las inun­daciones inducidas por El Niño sean aún más devasta­doras generando lo que algu­nos expertos ya llaman Súper El Niño.

“La aparición de El Niño aumentará considerable­mente la probabilidad de romper récords de tempera­tura y desencadenar un calor más extremo en muchas par­tes del mundo y en el océano”, dijo el secretario general de la Organización Meteorológica Mundial, Petteri Taalas.

La declaración de las Nacio­nes Unidas señaló que esta situación “es la señal a los Gobiernos de todo el mundo para movilizar los prepara­tivos para limitar los impac­tos en nuestra salud, nuestros ecosistemas y nuestras eco­nomías”.

La vuelta al mundo del calor del Pacífico Tropical

Cuenta Eduardo Mingo, director de Meteo­rología e Hidrología de la Dinac: “El Niño nace en el sobrecalentamiento de las aguas superficiales en el Pacífico Tropical en Perú y Ecuador. Se lo define técnicamente como ENOS (El Niño Oscilación del Sur), que tiene su fase caliente que es El Niño, una fría que es La Niña y hay una fase neutra también. Este sobrecalentamiento, o el sobreenfriamiento, genera una variación de la circulación gene­ral que hace que los vientos lleven calor y humedad a otras partes del planeta”, apuntó.

El Niño se da en promedio en períodos que van de los dos a los siete años, y los episodios suelen durar entre nueve y doce meses.

“En la temporada en la que empieza a mani­festarse suele generar una variabilidad en la lluvia y temperatura. Los colegas del Pacífico Tropical hablan de que a partir de setiembre será la afectación, con lluvias por encima de lo normal, de mayor intensidad y puede que la acumulación que se dé supere lo normal”.

En estos días, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, dijo que estábamos ante el inicio de la era de la ebullición global dando fin al calentamiento.

Mingo describe así la situación: “Se están dando picos, eventos extremos, no sé si lla­marlo inicio de la era, porque los eventos se vienen dando desde hace 30 a 40 años. En algún momento en el hemisferio norte tuvie­ron grandes nevadas que derivaron en muer­tes de frío, afectación a los servicios básicos, entonces hay una fuerte variabilidad”.

No obstante, concordó en que “el calenta­miento está adquiriendo valores más signifi­cativos en estos últimos años y es importante tomar conciencia y debe ser por eso que se le da ese nombre de ebullición global”. Luego sostuvo que “la cuestión es que influencie­mos, sobre todo en los niños que se están for­mando, qué tipo de desarrollo queremos para mantener la calidad de vida del ser humano”.

Una estrategia para anticiparse

La ministra de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), Zuni Borja, coincidió con los expertos en que “en esta pri­mera fase de este fenómeno, tenemos este invierno extraño, sin mucho frío, que ya es producto de la acción de El Niño”.

A fines de julio el organismo que conduce presentó la “Estra­tegia nacional frente a la amenaza del fenómeno climático El Niño”, atendiendo a que en los próximos meses la situación puede tornarse crítica tanto en el Chaco, especialmente en Bahía Negra, Puerto Casado y Puerto Pinasco, como tam­bién en Concepción y en los bañados Norte y Sur de la capital.

En las anteriores incursiones cíclicas del fenómeno, los des­plazados por inundaciones llegaron a superar la barrera de las 200.000 personas para las que hubo que habilitar cien­tos de albergues, la mayoría en condiciones de precariedad, incluso en avenidas de la capital.

Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estimó que 174.000 personas son afectadas por año por inun­daciones, sequías e incendios forestales.”Es muy temprano, hay que ver la magnitud de las precipita­ciones”, dijo Borja indicando que “con este plan pretendemos poner en alerta a las zonas de riesgo y ejercitar el trabajo inte­rinstitucional con los ministerios, gobernaciones y municipios, siendo previsores para aplicar las medidas de mitigación, res­puesta y rehabilitación de las áreas afectadas”, expuso.

Sobre las cuestiones presupuestarias, apuntó que “nos organi­zamos de manera de optimizar los recursos. Lo ideal es apro­vechar cada recurso con que cuentan las instituciones, ya sean los diferentes ministerios que tienen asignado un monto para situaciones de emergencia, a más de los recursos de las gobernaciones y los municipios, que conforme a la Ley 2615 deben destinar el 5 % del presupuesto general de gastos anual a situaciones de emergencia”, indicó.

“Sumado a ello, nosotros contamos con el Fondo de Emergen­cia Nacional (Fone) y con base en todo ello debemos preparar­nos, partiendo siempre de la peor premisa, para aguardar los mejores resultados”.

A renglón seguido explicó que se tiene un plantel de 640 fun­cionarios para actividad operativa y un plantel de capacitado­res que “irán a cada departamento de manera de organizar los consejos departamentales de gestión de riesgo y reducción de riesgo de desastre. Pretendemos que cada zona tenga ya una estructura organizada y preparada y una ciudadanía cons­ciente para afrontar los desafíos”.

Borja recomendó a su sucesor en el cargo que “es fundamental dar continuidad a aquellos planes y programas que favorece­rán a nuestros compatriotas, así es que sea quien sea esté al frente lo importante es entender que las personas pasan, pero las instituciones quedan, y estas instituciones deben respon­der al servicio público y favorecer la calidad de vida de todos los paraguayos”.

Sin precedentes

En julio pasado, el Servicio de Cambio Climático Copernicus y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) reporta­ron la temperatura promedio global más alta desde que comenzaron los registros. Los científicos estiman que los niveles de calentamiento alcanzados durante las pri­meras tres semanas de julio no tienen pre­cedentes en 120.000 años.

El 4 de julio de 2023, la temperatura global llegó a 17,18 grados Celsius frente al récord anterior de 16,92 grados Celsius registrado en agosto de 2016.

Los expertos advirtieron que el récord podría romperse varias veces más este año. Robert Rohde, de Berkeley Earth, dijo que el mundo “bien podría ver algunos días aún más cálidos durante las próximas semanas”.

Las altas temperaturas son consecuencia del uso desmedido de combustibles fósiles, recordó Petteri Taalas, secretario gene­ral de la OMM, asegurando que “el clima extremo que ha afectado a muchos millo­nes de personas en julio es, por desgracia, la cruda realidad del cambio climático y un anticipo del futuro. La necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero es más urgente que nunca. La acción climática no es un lujo, sino una obligación”.

Tras el Acuerdo de París, las naciones más ricas del mundo se comprometieron a entregar 100.000 millones de dólares al año a los países en vías de desarrollo para apoyar iniciativas contra el cambio climá­tico. La financiación debería haber sido efectiva desde 2020, pero no sucedió así.

Dejanos tu comentario