Ricardo Rivas, periodista, Twitter: @RtrivasRivas
¿Es más sencillo historiar que futurizar? No lo sé. Hay mucho escrito sobre el futuro. Tanto que en algunos momentos de reflexión lo asumo como una obsesión tan extendida que deviene en práctica.
Desde siempre, el futuro –algo para muchos solo imaginario o, si se quiere, especulativo– es parte esencial en el discurso y en el devenir de la humanidad. Quienes fueron mencionadas o mencionados como videntes, médiums, tarotistas o de alguna otra forma lo hacían y eran escuchados por poderosos y poderosas. Aquello que se define como lo “que está por venir y ha de suceder con el tiempo” deviene en una valiosa herramienta para gestionar el discurso público y, en algunos casos, el privado. Economía y política, religiones, creencias, nada queda fuera del alcance la idea del futuro como motor del presente. Así es en todas partes. ¿Tiene sentido?
Leonard James Callaghan, barón Callaghan of Cardiff, líder del Partido Laborista, era primer ministro en el Reino Unido de la Gran Bretaña entre 1976 y 1979. El octavo jefe de gobierno durante el reinado de Isabel II. Unos pocos años antes The Beatles –John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr– sonó en la azotea del edificio Apple Road, en el 3 de Savile Row, Londres, por última vez. Nadie vio ese final “futuro”. Fue sorprendente. Hicieron “Get back” (Volver) el 30 de enero de 1969. The Rolling Stones –Mick Jagger, Brian Jones, Keith Richards, Bill Wyman y Charlie Watts– siguieron sonando y aún lo hacen.
Eran épocas agitadas y complejas. Tres décadas atrás finalizaba la Segunda Guerra Mundial; 23 años antes con un acuerdo de armisticio se produjo el alto el fuego en Corea, que aún se mantiene; una forma diferente de enfrentamiento, la llamada Guerra Fría, desde 1947, introdujo al mundo en la bipolaridad con una disputa militar, informativa, ideológica, política, económica y social que enfrentaba a Estados Unidos con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que, respectivamente, lideraban la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el Pacto de Varsovia. Los dos bandos disponían de arsenales nucleares.
TIEMPOS DIFÍCILES
Un puñado de meses atrás, Estados Unidos dejaba Vietnam a las apuradas. Europa convulsionaba. Londres era el centro de atención por el alto descontento social. Mineros y marineros mercantes iniciaron huelgas de gran impacto en la muy deteriorada economía inglesa. Poco más de un millón de personas estaban desempleadas. Mientras, en el Palacio de Buckingham la familia real se preparaba para celebrar los primeros 25 años del reinado de Isabel. Todo estaba prolijamente organizado para el 6 de febrero de 1977. La historia y el presente se yuxtaponían de cara al día después. Pero no todo el futuro relacionado con las celebraciones de aquella efeméride estaba despejado.
Sobre el pésimo clima social, el mismísimo día de lo que fue planeado como una gran fiesta popular en los portones del Palacio de Buckingham, Johnny Rotten, Steve Jones, Paul Cook y el bajista Sid Vicious (The Sex Pistols) dijeron “No future” y lo hicieron con un tema que pegó en el centro de la sociedad británica: God Save The Queen. ¡Escándalo! “Dios salve a la reina / al régimen fascista / hacen de ti un idiota / bomba H en potencia / Dios salve a la reina / ella no es un ser humano / y no hay futuro / en los sueños de Inglaterra”.
El título de aquella canción, además, coincide con el himno nacional británico. Nadie pensó antes de que sucediera en aquella situación. Futuro. La falta de certezas, justamente, es la característica más oculta del futuro. Debiera ser mencionado con el mayor de los cuidados. Pero no suele ser así. Cerca de la fría medianoche del viernes último –cuando nada ni nadie podía evitar que se iniciara el sábado y el silencio se encontraba en el borde mismo de la perfección– era el pasado. Tanto de este momento de lectura como el del instante mismo en que, 47 palabras atrás, comenzó esta historia que ya sumó 11 más que antes de escribirlas eran futuras. Así es la historia.
¿HISTORIZAR O FUTURIZAR?
La “narración y exposición de los acontecimientos pasados”, prescribe la Real Academia de la Lengua Española (RAE), recuerdo en este minuto. “Nunca pienso en el futuro. Llega demasiado pronto”, sostiene Albert Einstein. ¿Es más sencillo, entonces, historiar que futurizar? No lo sé. Hay mucho escrito sobre el futuro. Tanto que en algunos momentos de reflexión lo asumo como una obsesión tan extendida que deviene en práctica. “Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida”, dijo alguna vez Woody Allen. Una mirada posible sobre el tiempo y lo temporal. Einstein, creyente en la física –como él mismo se categorizaba– enfáticamente sostiene “que la distinción entre pasado, presente y futuro es solo una ilusión obstinadamente persistente”. Tengo la tentación de acordar con aquel despeinado científico, que el 14 de marzo de 1951, cuando cumplió 72, le sacó la lengua a la seriedad permanente que muchos suponen en los investigadores del más alto nivel cuando el fotoperiodista de United Press International (UPI) Arthur Sasse lo retrató en la salida de la Universidad de Princeton.
Tal vez por esa faceta divertida y creativa, aquel genio, muchos años antes, en 1926, dijo al colega periodista George Sylvester Viereck, que lo entrevistó para The Saturday Evening Post, que “la imaginación es más importante que el conocimiento (porque) el conocimiento es limitado y la imaginación circunda el mundo”. ¿Es posible el futuro sin fantasía? Tiempo, conocimiento, imaginación, producción de sentido, prejuicios, así como la ilusión y el deseo son parte de la vida y de aquello que se cree perdido.
Aquí, allá y acullá. “No hay nada más bello / que lo que nunca he tenido / nada más amado / que lo que perdí”, canta el Nano. Sigmund Freud nos hizo saber que el objeto perdido es el objeto del deseo que habremos de buscar eternamente y que, en esa búsqueda (que intuyo sin resultado), lo haremos depositario de todo lo que anhelamos. ¿Es el futuro parte de esas búsquedas? La música, la poesía, el arte todo y, en alguna medida, toda acción humana sí parecen serlo. Pensar en el futuro, imaginarlo, es dar lugar a la trascendencia.
INSPIRACIÓN
“Disfruta del pánico que te provoca / tener la vida por delante. / Vívela intensamente, / sin mediocridad. / Piensa que en ti está el futuro / y encara la tarea con orgullo y sin miedo. / Aprende de quienes puedan enseñarte. / Las experiencias de quienes nos precedieron / de nuestros “poetas muertos”, / te ayudan a caminar por la vida / La sociedad de hoy somos nosotros: / Los ‘poetas vivos’. / No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas”, exhorta Walt Whitman. Su impronta vive en mí desde el preciso momento en que me deslumbré con “La sociedad de los poetas muertos”, aquel film magnífico de Peter Weir que vi cuando apenas comenzaba 1989. ¡Fantástica! Tal vez, el profe John Keating (Robin Williams) fue como un disparador que me introdujo en la docencia universitaria dos años más tarde. El futuro también es hablar con jóvenes que quieren ser periodistas. ¿Podré construir con ellos y ellas un futuro? Sin libertad de expresión no hay enseñanza.
Daniel Prieto Castillo (81), uno de los más grandes intelectuales latinoamericanos, nacido en la provincia argentina de Mendoza –docente y periodista– sostiene que justamente por esa condición sabe que está “hablando siempre para alguien y con alguien” y agrega que “todo educador necesita una construcción discursiva” porque “no solo importa lo que se dice, sino cómo se dice”. Daniel me enseñó a ser respetuoso del futuro. Fui alumno de maestría de Prieto Castillo entre los años 1996 y 1998 y creo haber descubierto que él nos asumía también como futuro en un ejercicio dialógico de dos vías. Educomunicación.
LIBERTAD DE EXPRESAR Y ESCUCHAR
Robert “Bob” Nesta Marley (1945-1981), músico jamaiquino de altísimo vuelo testimonial, sostenía que “la libertad de expresión lleva consigo cierta libertad para escuchar”. Los medios como parte del sistema educativo informal. Líder de The Wailers, con precisa claridad advirtió que “mientras haya hombres de primera y segunda categoría, seguiré gritando” porque “cada hombre debe tener derecho a elegir su destino” y su futuro.
Enorme maestro, enseñó que “unas personas te dicen que le importas, (mientras que) otras simplemente te dicen la verdad” y, desde esa perspectiva, nos instó a no olvidar que “los problemas siempre existirán”, que por ello “hay que superarlos” y que para pensar “en este gran futuro no puedes olvidar tu pasado”. Bob, con mirada crítica, es claro para afirmar que “nos pasamos la vida esperando que pase algo y lo único que pasa es la vida”.
Coincidió con Machado en aquello de que “lo nuestro es pasar”. ¿El futuro será llegar, acaso? Alguna vez escuché a un tipo decir que “el futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer”. El dicho se lo adjudicó a Jorge Luis Borges. No pude verificarlo. Sí sé que Borges solía preguntar y preguntarse: “¿Por qué hablar de un único futuro?” e inmediatamente respondía y se respondía: “No tiene el menor sentido”.
CREAR FUTURO
Aquel trascendente sabio chino, Confucio –impulsor con su filosofía de lo que dio en llamar la “sociedad armoniosa”– analiza desde la perspectiva del tiempo. “Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro”. Nacido en el 551 antes de nuestra era, el sabio fue más allá. “La mejor manera de predecir el futuro es crearlo”. Confucio falleció en el 479 AnE. Hubo un largo tiempo en China en el que sus templos fueron destruidos y más tarde reconstruidos. Aquel gran educador todavía ilumina. Pero es preciso tener claro que cada palabra –más allá de sí misma– produce sentido. De allí que cada vez que se la pronuncia aquel sentido se vincula claramente con la cultura del lugar donde se encuentra el emisor. En el Instituto de Graduados de Estudios de Futuros de la Universidad de Tamkang, Taipéi, Taiwán, Sohail Inayatullah, catedrático australiano nacido en Pakistán, sostiene que “los estudios del futuro consisten en el estudio sistemático de futuros posibles, probables y preferibles” y que en esas prácticas académicas deben incluirse “las visiones del mundo y los mitos que subyacen a cada futuro”.
En ese contexto –apoyándose en otros estudiosos– afirma que en el último medio siglo “el estudio del futuro ha pasado de predecir el futuro para determinar futuros alternativos a configurar los futuros deseados, tanto a nivel colectivo y externo como a nivel individual e interno”. Detalla luego que esas pesquisas “han pasado de centrarse en el mundo externo y objetivo a adoptar un enfoque estratificado en el que nuestra manera de ver el mundo configura el futuro que vemos (porque) el mundo externo se ve influido por el interno y, de manera crucial, el mundo interior de una persona se ve influido por la realidad exterior”.
Resalta también que “a medida que el mundo se vuelve cada vez más arriesgado” con “los estudios del futuro”, lo que se procura es avanzar “desde ‘el’ futuro único hasta los futuros alternativos”. Así las cosas, Sohail Inayatullah recomienda “cuatro enfoques (…) para la prospectiva” del futuro: “el predictivo, el interpretativo, el crítico (y el del) “aprendizaje o investigación mediante la acción participativa”. Contundente y alentador. Cuando definamos esos futuros alternativos, imagino, habrá que comenzar una vez más.