Hoy Toni Roberto hace un homenaje a los chivatos de Asunción a partir de un mensaje de su vecina Patricia dos Santos y una pintura del profesor Harmodio Soler.

Eran las siete de la mañana de un día hábil de principios de verano de 1975. Desde la esquina mirábamos la lle­gada del Impala color verde agua de don Miguel Giralt Barceló. Acto seguido, se bajaba y entraba, con su inseparable pipa, a sus ofi­cinas de las legendarias revistas Ñandé y Aquí. Con el pasar de las horas, aquel imponente auto americano y el ligero Alfa Romeo 2000 plateado de su hija Estela de Barchini empezaban a cambiar de color por el rojo intenso que regalaban los chivatos de la esquina de Alberdi y Segunda. La escena se transformaba en una pintura “que ni el pin­cel del más bueno y más noble pintor podría igualar”, parafraseando a Maneco Galeano.

LOS CHIVATOS, DON CARLOS Y CARLOS ZÁRATE

¿Es el chivato un árbol autóctono del Paraguay? No, pero yo no soy biólogo, solo paseo por el mundo poé­tico de uno de los árboles más hermosos del mundo, pocas veces retratado por pintores de Asunción y que había llegado al Paraguay recorriendo el mundo desde Madagascar a toda América. “Pedro II envió chivatos y otras especies como obse­quio ya en 1846 a don Carlos Antonio López y estos fue­ron plantados en su quinta”, me comenta el investigador y arquitecto Carlos Zárate.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

UN MENSAJE DE PATRICIA DOS SANTOS

Pero ¿cómo surge este recuerdo? Por la coinci­dencia de un mensaje de mi distinguida vecina Patricia dos Santos y una poética pintura de “Chivatos en Vista Alegre” de don Har­modio Soler. “Toni, están pasando los años y nuestros primeros grandes chivatos plantados ya en la época del Loteamiento Manorá allá por 1970 están empezando a morir y deberíamos hacer­les un homenaje”, rezaba el mensaje de Patricia.

Recuerdo grandes árbo­les que abrazaban manza­nas vecinas y creaban una atmósfera del paso por un pequeño bosque empedrado con el silencio y el sonido de las cigarras, haciendo de escenario a idílicas siestas en cualquiera de las esta­ciones del año de aquellos habitantes del nuevo barrio asunceno que se formaba con el avance incontenible de la ciudad hacia las antiguas quintas vecinas del este.

EL CHIVATO DE HARMODIO SOLER

Por otro lado, aquel her­moso cuadro conservado por la hija del pintor, Tere­sita Soler, retrata una escena barrial con la colo­rida paleta de don Harmo­dio en aquellos mediados de los años 60, época en la que empezaba a crecer tímida­mente esa zona de los veri­cuetos de “La ruta”, como se le llamaba en aquellas épo­cas a la otrora elegante ave­nida Eusebio Ayala, enga­lanada con importantes residencias como las de los hermanos Halley Mora y con la imponente presen­cia del gran tanque de la ex-Corposana.

Hoy aquella cuadra de Indio Francisco casi Aman­cio González ya no goza de aquel chivato florido. Todo ha cambiado. Lo que era almacén ya no lo es, lo que era empedrado se convirtió en un frío asfalto. Solo me queda el mensaje de Patri­cia dos Santos y esta pos­tal inmortalizada por Har­modio Soler, que nos sirve a todos como un monumento al recuerdo de aquellos rojos “chivatos de barrio” que ya no están.

Etiquetas: #Chivatos#barrio

Déjanos tus comentarios en Voiz