Siguiendo con el rescate de noticias cotidianas de hace un siglo publicadas en las páginas impresas de los diarios de la época y que se encuentran guardados en la Biblioteca Nacional del Paraguay, reiteramos la advertencia de que el tiempo es tirano con la tinta y el papel, por lo que urge que todos estos ejemplares sean digitalizados antes de que se produzca su total desaparición física.

  • Por Juan Carlos dos Santos
  • @Juancads

El diario Crítica, en su edi­ción del martes 18 de marzo de 1930, hace poco más de 93 años, relataba algunos hechos ciu­dadanos con su estilo jocoso sobre hechos cotidianos. La valentía demostrada por el niño Domingo, de 16 años, con seguridad también habrá llegado hasta algún lugar del remoto Chaco Boreal, defendiendo a la patria, dos años después de este hecho noticioso. También viajar en carretilla o en avión fue noticia, aun­que los motivos fueran diametral­mente opuestos.

Un niño accidentado

Al pasar por frente a una casa se desmorona sobre Domingo Ávalos un viejo murallón en ruinas.

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Ayer en la mañana el niño Domingo Ávalos de 16 años de edad venía subiendo por la calle con dirección a la casa de los padres y al llegar a la altura de Jejuí e Ygatimy, sintió de pronto que un ruido sordo se producía cerca de él. Volvió la vista y notó que el viejo murallón que estaba enfren­tado se acercaba casi violentamente a él y que en ese mismo instante el murallón comenzó a caer.

Domingo que vio lo que se le venía encima, se lanzó a la calle con el propósito de huir del acci­dente que le amenazaba pero pronto se dio cuenta que ya era muy tarde pues estaba preso entre los escombros y una de las piernas destrozada y atravesada por una varilla de hierro de la verja que adornaba el murallón fatal.

Acudió el vecindario para prestarle ayuda no fue posible sacarle el hierro que le había atravesado desde la pantorrilla hasta el pié y aquí estaba incrustado sin que se le pudiese arrancar. Se hicie­ron de un serrucho para metal y procedieron a serruchar lentamente. Un empleado de la asis­tencia pública le aplicaba inyecciones. Ya cerca de las 11 de la mañana lo condujeron al hospital de clínica con el pedazo de varilla en los huesos y car­nes. Allí le hicieron la operación correspondiente.

Lo singular del hecho es que el niño Domingo Ávalos no derramó una sola lágrima en medio del dolor que sentiría sus carnes y huesos desgarra­dos ni en la larga espera que debió soportar hasta que terminaran la difícil operación. ¡Domingo es un muchacho valiente!

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