Cristhian Tindel - Nación Media - Fotos: Eduardo Velázquez y Richard Moral
La competencia de automovilismo más importante de nuestro país, el Transchaco Rally, guarda infinidad de secretos y experiencias en el marco del vasto escenario en el cual se desarrolla, un majestuoso y agreste santuario de la naturaleza. Hasta ahora el Chaco es un territorio desconocido para la mayoría de los paraguayos, que atrae y conquista con su mágico magnetismo a quienes hollan su suelo y posan la mirada en su inmensidad.
Paraguay es sin dudas una tierra bendecida, pero poco valorada, sobre la cual solo algunos han sido capaces de ver la belleza que guarda en su interior. Muestra de ello es el enorme y vasto Chaco paraguayo, que entre sus bosques, picadas, talcales y trincheras guarda secretos y cápsulas de tiempo de todo tipo, desde comunidades autóctonas, recuerdos de una contienda, caminos abiertos por valientes y una naturaleza que va más allá del propio entendimiento humano.
Representando el 62 % del territorio de nuestro país, alberga a menos del 2 % de la población. El Chaco paraguayo guarda en su interior varios secretos, mitos y, sobre todo, leyendas que han sido transmitidos de generación en generación. Esta bendita tierra que fue motivo de una disputa bélica con Bolivia entre 1932 y 1935 guarda en su interior cosas que muy pocos pueden entender o dimensionar, y que solo adentrándose al “infierno verde”, como se lo conoce comúnmente, se podrá asumir y valorar lo que hay dentro.
En este inhóspito territorio conviven paisajes que pueden variar sustancialmente a solo kilómetros de distancia, caminos que han sido abiertos a machetazo limpio, además de una historia de lucha y patriotismo que ha logrado llegar al deporte mismo.
La razón de ser de nuestro automovilismo deportivo es el Chaco. Para ello es preciso remontarnos al año 1971 en una región Occidental prácticamente abandonada y desconocida por la mayoría de los paraguayos, pero con un potencial increíble que recién con el paso del tiempo se pudo descubrir.
LA VISIÓN DE UN ENTUSIASTA
En este logro irónicamente el rally abriría las puertas a este fenómeno que actualmente conocemos y que merecidamente se ha ganado la fama de ser la prueba más dura del mundo. A principios de la década del 70, un entusiasta norteamericano llegaba al país. Se trata de Philip Bell, quien tras un viaje de trabajo al Chaco se dio cuenta de que la flora, fauna y topografías eran similares a las del mítico y famoso Rally Safari de Kenia, lo cual lo motivó a buscar ayuda para poder cumplir el sueño de replicar esa competencia en nuestro país.
Con el gran apoyo del Touring y Automóvil Club Paraguayo, en aquel entonces con personas como el doctor Pierpont Insfrán, Víctor Muñoz Altimira y el incansable Víctor Rubén Dumot, se armó una primera caravana hacia lo desconocido, en lo que sería la puerta a un mundo desconocido y que fue bautizado por los propios presentes como el “infierno verde”. Ya en el Chaco, todos quedaron maravillados con lo que ofrecía este rico ecosistema de tierra salobre y donde escasea el agua dulce, lo cual fue motivo de largas guerras intertribales entre los distintos grupos indígenas que se disputaban instalar sus asentamientos en las cercanías de los espejos de agua.
Con este marco de fondo, se largó la primera edición del Dunhill Transchaco Rally en setiembre del año 1971 con un recorrido que literalmente abría la entrada a lo ignoto.
MEDIO SIGLO DE HISTORIA
No muy lejos de aquella primera excursión, y ya con casi 50 años de historia, para cada edición se sigue apelando a este tipo de excursiones en el que solo unos pocos pueden adentrarse a ver los secretos más recónditos que guarda el Chaco. Naturaleza virgen con caminos que en pocos metros pueden pasar de un talcal infernal, a un barrial que puede obligarte a pasar días atrapado en la zona, una topografía tan sensible pero tan impredecible, lo que hace más que especial el recorrido a lo largo y ancho de esta agreste región del Paraguay.
Pero los desafíos no se encuentran solo en las características de su suelo. Además, es preciso guardar extremo cuidado al atravesar las picadas cerradas, que obligan a los intrépidos que se aventuran por sus sendas ir cautamente por estos caminos con las ramas golpeando la carrocería de los móviles, con troncos y espinas que pueden pinchar los neumáticos y ni hablar de las aguadas que se forman con la más mínima lluvia en esa tierra casi impermeable.
Esta suma de retos hace que se trate de una experiencia que obliga a tener todos los sentidos en alerta, con un fondo verde que puede ser hasta engañoso, complicado en su propia extensión para los que se animen a desafiar a este tipo de caminos, pero con un contacto tan cercano con la naturaleza que lleva la experiencia a una zona prácticamente de comunión con el entorno que rodea a tan mágica fauna y flora.
Pero hay más secretos más allá del mismo rally en una suerte de una conexión que solo la sienten quienes viven la experiencia de recorrer el Chaco. Noches de campamento, de guisos y asados, de camaradería y, por sobre todo, momentos en los que uno se siente pequeño ante la vasta majestuosidad natural que nos regala la región Occidental del Paraguay. Los mitos y leyendas son para una segunda parte…