Jorge Zárate, jorge.zarate@nacionmedia.com - Fotos: gentileza y archivo

Un cuadro que está lejos de disminuir, como puede verse en el paisaje urbano de la capital cuando anochece, en los barrios de la Gran Asunción a todo tiempo, donde el omnipresente chespi siembra deterioro y preocupación en vecinos que le hacen frente como pueden a la situación. Paraguay es el país con menor inversión en salud mental en la región y se necesita al menos una unidad de atención compleja en adicciones por departamento. Aquí un panorama del sector comentado por sus actores.

El aumento de la oferta de la droga es indisimulable. Por dar un ejemplo de la semana, la policía detuvo a una pareja en el barrio Reducto de San Lorenzo con 5.000 dosis de crack que terminaban de preparar en un laboratorio casero que fue desmantelado. Imagine el lector una simple multiplicación de una cueva parecida por el número de barrios afectados.

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Esta impresionante realidad repercute duramente en el número de adictos: “Nosotros tenemos desde hace varios años un promedio de 20 a 25 mil consultas anuales, de las cuales hay un promedio también de dos mil y pico de pacientes nuevos por año”, contó Manuel Fresco, director del Centro Nacional de Control de Adicciones.

De ellos, de acuerdo a datos del Ministerio de Salud, son un 65 % de hombres y 35 % de mujeres, de los cuales el 40 % de los registrados son de Asunción, el otro 40 % de Central y un 20 % del interior del país.

Ante la cantidad de gente afectada, incrementar las capacidades de los servicios es una parte de la solución, aunque desde el Colectivo de Estudiantes por la Psicología Científica (CEPC) se recuerda que el país solo viene destinando el 1,8 % del presupuesto del Ministerio de Salud al área de salud mental. Se espera que esta situación se pueda revertir a partir de la sanción de la Ley 7018 en noviembre de 2022. La normativa establece un aumento presupuestario y un rediseño del área estatal.

CRISIS DE SALUD MENTAL

“Paraguay está frente a una crisis de salud mental debido a la falta de inversión en el área y a la falta de políticas públicas”, resume Yanin Barreto, referente del CEPC, y explica que “falta reglamentar la ley que estipula que se triplique el presupuesto actual hasta llevarlo a unos 13 millones de dólares”.

Marcos Capurro, presidente de la Sociedad Paraguaya de Psiquiatría (SPP), coincide en la necesidad de aumentar la inversión: “Los organismos internacionales recomiendan que se invierta al menos un 10 % del presupuesto específicamente en salud mental y en la región está en niveles que oscilan entre el 3 y el 5 %. Somos, lógicamente, los que menos invertimos”, apuntó. “Son pocos los profesionales de salud mental, se necesitan políticas públicas que incentiven la contratación de más profesionales y especialistas”.

Barreto recuerda que “no hay la suficiente cantidad de psicólogos y psiquiatras en el servicio público, pero es una esperanza la ley, ya que pide que debe haber uno por servicio en todo el país”.

Fresco recuerda que el Hospital Psiquiátrico “tiene una capacidad tope, teniendo en cuenta que todos los profesionales atienden un número limitado de pacientes en su turno horario. Entonces, una vez que se llega al tope, ya se tiene que agendar para más adelante y es ahí donde aparece la famosa lista de espera, que es para pacientes ambulatorios y también para pacientes internados”.

El hospital cuenta con tres unidades de desintoxicación con un total de 52 camas, siendo 22 para adultos, 15 para adolescentes y 15 para niños y niñas.

A pesar de ello, apunta que “la internación no es un procedimiento indefectiblemente indicado en el proceso de recuperación”, ya que la mayoría tiene tratamientos. Los que se quedan están durante 30 días y luego siguen su atención con visitas esporádicas al Centro.

Capurro aporta que es cierto que “aumentó el número de internaciones, sobre todo en niños y adolescentes menores de 14 años. Si se compara con los años anteriores, se nota que está bajando la edad de los afectados. Por ejemplo, en el último tiempo tuvimos dos internados de 8 años”, expuso.

“En internaciones prolongadas evidentemente hay una deuda en lo que hace a infraestructura, pero para las breves se va resolviendo, ya que el tratamiento se focaliza en el ambulatorio y recién cuando fracasa en reiteradas veces se plantea la internación. Para lo que hace a rehabilitación también estamos en deuda”, admite.

SOLUCIONES

Fresco considera que “no hay que pensar en que el país necesita muchos centros de internación, tanto para desintoxicación como para internaciones prolongadas. Es necesario, sí, dotar a cada región sanitaria de un lugar de internación porque lo ideal sería iniciar y fortalecer este proceso de descentralización, de manera que nosotros que estamos en la capital vamos a descomprimir y las listas de espera también van a ser más cortas”, considera.

Capurro cuenta que las listas “circulan con velocidad. El problema lo tenemos en la rehabilitación, que es una deuda pendiente, porque no existe un lugar público que brinde el servicio, pero se trabaja para que exista”.

Vale reiterar que la Ley de Salud Mental antes citada obliga a los hospitales regionales a tener un área especial para su atención.

También está en marcha el proceso de descentralización que está llevando adelante la Dirección Nacional de Salud Mental, que tiene unidades en diversos servicios, Pedro Juan Caballero, por ejemplo. Cuenta Fresco que “allí se atienden pacientes psiquiátricos de hace muchos años. Concepción también tiene un dispositivo de salud mental muy interesante con un edificio. Es decir, la estructura del sistema sanitario del MSP puede ser optimizada antes de crear nuevas redes y dispositivos de alto costo”, entiende.

Capurro coincide en que “el problema es que todo está muy centralizado. Tenemos pacientes que vienen de muy lejos para consultar y se hace difícil porque se necesita verlos con más frecuencia”. Menciona que al menos “en todas las cabeceras departamentales hay psiquiatras, pero faltaría capacitar médicos generales y médicos de familia para que puedan responder a los problemas de consumo de sustancias”.

Fresco recuerda como ejemplo un trabajo con la Municipalidad de Encarnación, que tiene una unidad de internación de menores. “Hace 15 años que funciona eso y también en Ciudad del Este tienen una muy buena experiencia porque hay una clínica de desintoxicación programada en la que varias instituciones se nuclean para dar una respuesta”.

En ese mismo sentido entiende que puede ayudar otra ley sancionada recientemente, que “declara un estado de emergencia nacional por la fármacodependencia y que dura tres años”. Allí piensa proponer “que se organice un sistema de capacitación itinerante por todo el país para que los médicos de hospitales regionales y de la Atención Primaria en Salud (APS), como así también las unidades de salud de la familia, sean instruidos de manera tal que todo el país esté en condiciones de tener en todo el territorio una respuesta fundamental en temas de salud mental y adicción a las drogas”.

PREVENCIÓN

Para Capurro, la prevención es un terreno que se debe seguir trabajando desde diferentes ángulos. “Sl clásico cháke, la droga te va a hacer mal, podés perder, etc., es una manera, pero deberíamos construir un conocimiento que hace entender los daños que produce, que es un paradigma a trabajar que dio resultados en otras partes del mundo, llegando a escuelas y colegios, haciendo saber qué es la sustancia; cuáles son los efectos, qué causa, todo desde una explicación positiva, porque existe la curiosidad en el adolescente que tiene una maduración del cerebro posterior donde hay estructuras más instintivas que buscan el riesgo, la aventura, el placer. Luego se desarrolla la parte frontal y se toman más recaudos”, recordó.

“Es central enfocar la prevención no solo en dialogar sobre la droga, sino en el reconocimiento y manejo de emociones. El adolescente quiere ver lo que significa, ir a probar, así que es bueno permitirles entender de qué se trata, que tengan una formación relacionada con el reconocimiento y manejo de emociones, que son normales la frustración, la tristeza, la alegría, reconocer que es normal y que se puede gestionar de formas más saludables un decaimiento que yendo a tomar cerveza o encendiendo un porro”, propone.

Manuel Fresco, director del Centro Nacional de Control de Adicciones

PROBLEMA COMPLEJO

Fresco recuerda que las adicciones constituyen un problema “sumamente complejo que tiene básicamente dos partes: la oferta, que está más ligada con las acciones represivas para detener el tráfico, el cultivo y la venta; y, por otro lado, las cuestiones vinculadas al problema sociosanitario que produce el consumo de sustancias”.

Y agrega: “Entonces, un tratamiento a problemas de esta naturaleza no es igual a los tratamientos de otras patologías o enfermedades médicas, en donde, por ejemplo, un cirujano, cuando tiene un paciente con una apendicitis, hace el diagnóstico, le interna, le mete en el quirófano, lo duerme, le saca el órgano enfermo, le cose de vuelta y en ocho días está de alta, si no hay complicaciones, y vuelve a su vida. Y ese cirujano a lo mejor no lo ve nunca más.

En el caso nuestro, tanto en salud mental como en el tema de drogas, tenemos que el paciente viene con múltiples deterioros. Deterioro en su salud física, deterioro en su salud mental, deterioro en las relaciones familiares, en las relaciones laborales.

Son muchas veces chicos que salieron a los 9 o 10 años de su casa y tienen 10 años de vivir en calle drogándose. Entonces, son personas que requieren múltiples abordajes, porque si solamente pensamos en las drogas, estamos mirando mal, porque puede estar desintoxicado, pero una vez que vuelve a su casa, encuentra la misma situación en la que estaba antes de ser internado. Está sin trabajo, a lo mejor ahí mismo en su casa se vende, son vendedores al menudeo de drogas, el papá o la mamá están presos, entonces va a un sitio donde no tiene chance de rehabilitarse”.

Yanin Barreto, del Colectivo de Estudiantes por la Psicología Científica (CEPC)

POBREZA Y SALUD MENTAL

Los estudiantes del CEPC coinciden en el punto: “Los efectos de la pandemia exacerbaron un problema de salud mental ya existente y que, además, en la mayoría de los casos de consumo de drogas están relacionados a un malestar psicológico por la falta de empleo, de acceso a la educación y pobreza. En otras palabras, las drogas son consumidas para escapar del sufrimiento emocional debido al difícil contexto socioeconómico. Es es un hecho, el país tiene 1.951.000 personas en situación de pobreza, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), y el consumo de sustancias es cinco veces más alto en jóvenes que no tienen expectativas de terminar sus estudios”.

Entonces recuerda Fresco que en muchos casos el paciente “no sabe escribir o apenas lee, es decir, es una persona que está discapacitada psicosocialmente para un proceso de reintegración. Entonces, la tarea es pensar en un dispositivo integral, como decía, en donde claro que hay que entender la parte de drogas y la dependencia y los trastornos mentales y todo eso, pero también hay que entender que en el plan debe haber un lugar donde mandarle para que aprenda oficios, para que aprenda a leer, a utilizar computadora, etc., y sea un ciudadano que pueda ir a competir para lograr un puesto y ganar dignamente el salario”.

Se muestra entonces partidario de un abordaje interinstitucional “porque no hay ni una sola internación que cuente con todo lo que se necesita para tratar integralmente a un paciente, porque cada plan terapéutico tiene que ser a medida, no son iguales. No es lo mismo abordar la problemática de uso de drogas en un niño de 10 años, en un adolescente de 17, en un adulto de 30 o en una persona de 50 años. Entonces cada uno de estos pacientes, usuarios problemáticos de drogas, tienen aspectos que son absolutamente individuales”.

En este sentido enfatiza que no solamente los pacientes son diferentes, sino que también las familias. “Hay familias que colaboran, hay familias que ya no quieren saber nada del paciente. Lo único que quieren es que se le encierre y que no salga nunca más o que salga curado. Y ya sabemos que curado no va a salir porque es una enfermedad crónica. Entonces tenemos que considerar todas estas particularidades a la hora de diseñar el tratamiento”, advierte.

Barreto coincide en el abordaje integral porque “tiene que ver con la falta de empleo y la pobreza. Hay mucho estigma por parte de las familias, los jóvenes son echados de sus casas porque los padres no saben cómo abordar la situación. Creen que ellos no quieren salir de eso y no es así porque el consumo problemático de sustancias tiene que ver con una necesidad fisiológica de calmar la ansiedad que se conoce como síndrome de abstinencia. No van a poder salir de esa situación sin un tratamiento que sustituya la conducta adictiva por otras que generen bienestar, algo deportivo, el ejercicio, bailar, pintar, deporte y cultura son fundamentales”.

Fresco prosigue señalando que “esto es así para el crack, pero vale para cualquier sustancia. Y en general el crack en este momento es una de las drogas que más rápidamente deteriora a los usuarios. Y genera un pedido de auxilio porque se sienten muy mal. Lo que no quiere decir que una vez que estén bien dejen su proceso de terapia porque las recaídas yo diría casi son la regla en este proceso de tratamiento de personas con problemas de drogas. Entonces hay que entender también que esta cuestión del caso por caso las familias tienen que saber la cuestión de la cronicidad y tienen que saber que las recaídas son así la regla más que la excepción”.

Es decir, las familias deben estar preparadas para que eventualmente el paciente esté bien y de repente hace una “macanada”, como se dice, y otra vez reinicie el consumo.

Marcos Capurro, presidente de la Sociedad Paraguaya de Psiquiatría (SPP)

CÓMO CONSULTAR

El Centro Nacional de Prevención y Tratamiento de Adicciones (Cenptra) está ubicado sobre la avenida Venezuela 1140 c/ Concordia de Asunción. Las atenciones se realizan de lunes a viernes de 6:30 a 17:00, por orden de llegada y tanto las consultas como el tratamiento son gratuitos.

Para más información contactar a los teléfonos (021) 298-352, (021) 298-370 o al (021) 298-930.

EN ÑEMBY Y GUARAMBARÉ

El Hospital de Ñemby cuenta con un consultorio ambulatorio desde el que se impulsan los tratamientos para adolescentes y jóvenes con problemas de drogas, con un equipo interdisciplinario compuesto por trabajadores sociales, psicóloga, nutricionista, médica clínica y odontóloga, que a su vez interactúan con profesionales de otros programas ministeriales como los de tabaquismo, tuberculosis y otros.

Para mayor información contactar al (021) 960-502.

Algo parecido, pero de menor envergadura, funciona en el Centro de Salud de Guarambaré.

Pasta base

La pasta base de cocaína, también denominada sulfato de cocaína, es un producto intermedio en la fabricación de clorhidrato de cocaína a partir de las hojas de coca. Se obtiene al disolver en agua hojas de coca secas y tratar la solución con querosene o gasolina, para posteriormente hacerlo con sustancia alcalinas y permanganato de potasio y, finalmente, ácido sulfúrico.

La PBC se adultera con el objetivo de aumentar el volumen y para ello se agrega lactosa, talco, harina, polvo de ladrillo o azúcar y para compensar la potencia perdida en las adulteraciones se usan estimulantes como anfetaminas o cafeína y congelantes como lidocaína, benzocaína, levamisol para imitar el efecto anestésico.

Al ser las cocaínas fumables altamente liposolubles, atraviesan rápidamente la barrera hematoencefálica llegando al sistema nervioso central en cinco segundos. Esta es una de las razones de la alta adictividad del consumo.

La toxicidad de la pasta pase es debido al alcaloide cocaína y a la presencia de otros alcaloides contaminantes.

Los daños del crack

Ya en el 2013, el crack, droga conocida como chespi, era el de mayor daño en nuestro país, seguido del alcohol y la marihuana, según un estudio del Observatorio Paraguayo de Drogas de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad).

Para un comparativo, vale mencionar que, en 2005, el alcohol ocupaba el primer lugar, seguido de la marihuana y la cocaína, en tanto que el crack se encontraba en el sexto lugar.

Ya en el estudio de 2017 del Observatorio las cifras son elocuentes: “En todos los indicadores se verificó una mayor prevalencia de consumo de drogas ilícitas en los hombres. Por ejemplo, en 2014, 11,4% de los hombres adolescentes consumió alguna droga ilícita alguna vez, mientras que entre las adolescentes mujeres esta proporción fue de 9,4 %.

La prevalencia de consumo aumenta con la edad. Los datos señalan que entre los alumnos del último año de la Educación Media (o entre los que tienen 17 años y más), 12,7 % consumió alguna droga ilícita alguna vez en su vida, 7,1 % lo hizo en el último año y 4,5 % en el último mes.

La cocaína fumable es la droga ilícita que ocasiona la mayor cantidad de consumo problemático, adicciones y la que es señalada como la droga que ocasiona el mayor daño en el país. La edad promedio de inicio es a los 13,8 años, un año antes que la marihuana. Entre los estudiantes adolescentes entrevistados en 2014, 1 % refirió que alguna vez lo probó; 0,6% lo hizo en el último año y 0,3 % en el último mes. La prevalencia se incrementa con la edad y entre los alumnos con 17 y más años la prevalencia de consumo en el mes es de 0,4 %. La prevalencia de consumo también es ligeramente superior entre los hombres.

Diversos referentes coinciden en señalar que el consumo de cocaína fumable se está incrementando, sobre todo en territorios vulnerables, debido a un incremento de la oferta en el ámbito del microtráfico.

El incremento de la oferta y la facilidad de acceso, incluido el bajo costo, han desplazado el consumo de sustancias inhalables (pegamentos), que en años anteriores estaba ampliamente difundido en poblaciones muy vulnerables como niños en situación de calle y niños indígenas”, reseña el reporte.


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