La distancia que existía entre un potencial sospechoso y Marylin era cada vez menos. La Policía recababa información de testigos e informantes que comprometían a la hermana de la víctima y el rol de su madre fue gravitante.

  • Por Óscar Lovera Vera
  • Periodista

Cavilosa, la fiscal Gon­zález quedó pen­sando que aquella teoría no se alejaba mucho de lo que imaginó en un princi­pio. Con actores distintos – tal vez–, pero con la misma convicción de que la muerte de Evelyn fue producto de un crimen por encargo.

–Entonces, Marylin… –res­pondió a la exposición del policía.

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–Así es, doctora. Creo que esas peleas en el taller expli­can muy bien el contexto agi­tado en que vivían las herma­nas. Quizás no fue pasional el detonante, sino más bien lo económico. Le sugiero que indaguemos el movimiento de esta hermana y descubrir con quién se contactó antes y después de la muerte de Evelyn –respondió el poli­cía con la convicción sobre su tesis mirando a la fiscal González fijamente. Nunca dejó de observarla aunque sus ojos se ocultaban detrás de las gafas que caía a mitad de su nariz.

Esa determinación en su pes­quisa convenció a Marlene y no dudó la agente en seguir ese presentimiento del poli­cía, aquel que se impregnó en ella por la elocuencia en su estructura. Marylin tuvo una motivación y eso no podían dejar de analizarlo.

El primer paso fue firmar una orden para una compañía de teléfonos móviles. Con esto resolverían eso que les inter­pelaba desde el mismo día del asesinato: ¿quién se con­tactó con Marylin con tanta frecuencia poco común? Más bien su comportamiento al contestar esas comunicacio­nes dejaba esa sensación de anormalidad.

UNA PISTA DESDE ESPAÑA

La madre de Evelyn y Marylin llegó después de unos años de trabajo. Fue hasta España para ello y tras el crimen de una de sus hijas decidió volver para estar cerca y colaborar en lo que pudiera. Su testimo­nio terminó por ensamblar varias pistas que los investi­gadores recogieron mientras aguardaban el reporte de la telefónica.

–Señora Frida, tome asiento. Antes que nada sentimos su pérdida y estamos aquí para esclarecer lo ocurrido con su hija. ¿Usted conoce alguna información que pueda dar­nos una idea sobre personas que hayan amenazado a su hija? –interrogó la fiscal a Frida Eberhardt.

Frida quedó unos segundos en silencio, dando tiempo a los pensamientos que la asal­taban. Llevó la mano al ros­tro para conducir un mechón de su cabello, de un negro intenso, detrás de su oreja derecha. Mordió sus labios inferiores y rápidamente sus pupilas se ahogaron en lágrimas, esas que no logra­ban escapar del grueso cristal de su anteojo.

Solo el viento que se colaba por una abertura estre­cha de la ventana se oía. Silente hasta que largó un escueto sollozo, Frida buscó algo de coraje para enfren­tar un dilema inusual para una madre: debía entregar a Marylin.

–Doctora, resulta que Marylin le echó en el 2009 a Evelyn. Entonces, le dije a Evelyn que no se preocupe porque yo viajaría a España a trabajar para ayudarla a continuar sus estudios. Yo viajé y Evelyn se quedó con los niños. Después de un año, Evelyn me pidió que la llame y así fue. Me dijo que Marylin le pegó, tomó su teléfono, discutieron, se derramaron agua y Marylin le amenazó de muerte y también a su hija.

Frida continuó relatando con tristeza algunos episodios violentos entre las hermanas.

La audiencia concluyó con Frida. El siguiente sería Jorge Daniel Centurión. El hombre agregó detalles que tenían relación con lo que días atrás comentó la madre de Evelyn. Marylin tenía un comporta­miento oscuro en los últimos tiempos, no era la misma de siempre desde aquella pelea en 2009. Las amenazas con­tinuaron incluyéndolo.

–Fiscal, ella, Marylin, me amenazó con matarme y a nuestros hijos si no volvía a la casa a componer nuestra relación. En una oportunidad ella me siguió en su vehículo y continuamente me embes­tía, me chocaba, me chocaba y yo corría de ella. Vi que esta­ban mis hijos en ese automó­vil y le dije que si no paraba la denunciaría en la comisa­ría. Cuando estaba llegando al taller, me cerró el paso, le dije que se vaya a la casa y que iría después en media hora. Después de cuarenta y cinco minutos me llamó y dijo que si no iba incendiaría la casa con los niños adentro –concluyó Jorge Daniel su testimonio.

De a poco aquel trabajo de acopio de información en las calles que hizo el poli­cía ensamblaba en la histo­ria narrada por los testigos. Contaban con una fecha, el año 2009. Fue ese año cuando Marylin descubrió que existía una relación entre Evelyn y su marido. Esto la llenó de ira y la condujo a un nivel superior de violencia cuando se enteró de que fue reemplazada en el negocio de la familia por su hermana. La administración del taller ya no le pertenecía, así como tampoco los senti­mientos de Jorge.

DOS LLAMADAS CON FORTUNA

Existía una certeza cre­ciente sobre la posibilidad real de que sea Marylin la que estuvo detrás del encargo de la muerte de su hermana. Las informaciones oficiosas que recabaron los policías fueron fortalecidas por los testigos vinculados a la familia.

Sin embargo, no tenían al tirador y sabían que atraparlo demandaría un esfuerzo mayor porque no encontra­ron evidencias que lo iden­tifiquen. Los días pasaban y solo se sumaron aquellos que escucharon la intem­pestiva huida delatada por el estruendoso escape de la motocicleta que utilizó el pis­tolero, pero eso no era sufi­ciente. De hecho, no signifi­caba nada para la pesquisa.

Existía una creciente pre­sión sobre el comandante de la Policía y el violento asesi­nato pasó a ser un asunto para los sabuesos de Asunción.

Un teléfono móvil vibraba sacudiendo la vieja y desco­lorida plancha de madera en el escritorio de la oficina de Homicidios de la capital. Una llamada más se hacía lugar entre las pistas insurgen­tes en la carpeta de investi­gación. El lejano repiqueteo en esa llamada acercaría un poco más a los investigado­res al asesino para revertir la situación al momento justo en que el tiempo se conjuraba para esconder al pistolero.

Un testigo aguardó ese momento necesario para rela­tar a la policía cómo lucía el tira­dor sin el casco de motociclista puesto. El enigma lo resolve­ría un experimentado inves­tigador, el comisario César Sil­guero Lobos. Como por azar del destino, el apellido de ese investigador le daba el respaldo de un cazador nato cuando se trataba de casos complejos.

Un hombre delgado, el cabe­llo rebajado, tez trigueña y el detalle de la vestimenta que llevaba puesta. Aunque no todo podía ser bueno para ellos, pues debían afrontar una incógnita: la precisión del rostro. Pero este dato no lo tenían.

El testigo lo observó cuando el asesino estaba de espalda a él, después se colocó el casco y subió a la motocicleta. No alcanzó a verlo plenamente. A pesar de ello, el avance era valioso, al menos una descrip­ción parcial en comparación a cuando estaban en blanco.

De nuevo cayó una llamada en el teléfono de la oficina, que serpenteaba indómito por la vibración en medio del expediente del caso.

–¡Comisario!, ¡tu teléfono es! –alertó un oficial a Silguero Lobos mientras este se abría paso en su oficina.

–¡¿Hola?! –contestó Silguero Lobos.

–Hola, comisario. No me conoce usted y prefiero man­tener mi identidad en el ano­nimato. Tengo información sobre la muerte de Evelyn Eberhardt. Fue su hermana, Marylin, la que ordenó asesi­narla. Fíjense con quién man­tuvo una estrecha comunica­ción antes y luego del crimen. Ahí va a encontrar toda la res­puesta que busca…

Tras dar el mensaje, el miste­rioso hombre cortó la comu­nicación.

El número que utilizó estaba oculto, por lo que no había forma de descifrarlo. La duda embargó a Silguero Lobos y ese anónimo testigo parecía saber algo más y solo se limitó a orientarlo.

–Señores, más que nunca necesitamos ese cruce de llamadas de la telefónica. Comuníquense con la fiscal y que nos ayude a presionar a la compañía para que nos remita su reporte –ordenó el jefe de Homicidios.

Silguero Lobos quedó medi­tando sobre esa comunica­ción por horas, no podía que­darse con la duda y menos subestimar. ¿Alguien que tuviera conocimiento sobre las comunicaciones era uno involucrado en el crimen o simplemente parte intere­sada en que se sepa la verdad?

Esa pregunta lo interpeló algunos días hasta que un documento que remitió la Fiscalía embargó por com­pleto su atención…

Continuará…

Etiquetas: #sombra#enemigo

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