Jorge Zárate, jorge.zarate@nacionmedia.com - Fotos: Roberto Zarza y gentileza

El sacerdote salesiano y antropólogo José Zanardini, uno de los autores del “Diccionario cuatrilingüe ayoreo-español-guaraní-portugués” que se presentó en estos días en la Sala Bicameral del Congreso, revisa en esta entrevista su vida en el Paraguay, sus inquietudes sociales y antropológicas, su valoración de la espiritualidad indígena y su lucha por el respeto a la diversidad cultural.

“Hay que mantener encendido el fuego del corazón”, dice José Zanardini, el reconocido sacerdote ítalo-paraguayo. Apasionado de la investigación, fue director del Centro de Estudios Antropológicos “durante casi 20 años y docente también de Antropología Social en la Universidad Católica”.

Ingeniero químico, siguió también estudios de filosofía y teología en la Pontificia Universidad Salesiana. “Después fui a estudiar Antropología Social a Londres, Inglaterra”, cuenta.

Profesor en la Universidad Católica de Asunción, pero especialmente un amigo del pueblo ayoreo, con el que convivió por años. En conjunto con Deisy Amarilla, Armindo Barrios, Vicente Chiqueno, Óscar Posoraja y José María Rodrigues elaboraron el “Diccionario cuatrilingüe ayoreo español guaraní portugués”, de 4 tomos, de reciente presentación. Aquí su charla con Nación Media.

DOCENTE Y MISIONERO

–Vino por cinco años como misionero y ya lleva 45. ¿Cómo fue su historia con el Paraguay?

–Había sido ordenado sacerdote en el año 1978 y estaba como profesor en el Instituto Tecnológico Don Bosco de Bolonia, en Italia, donde vino a visitarme el superior de los salesianos en Paraguay, que era el uruguayo padre Víctor Reyes. Me pidió venir por cinco años para potenciar la escuela técnica del Colegio Salesianito. Me había doctorado en la Universidad de Milán en ingeniería química y entonces estaba en el tema tecnológico. Mi profesor y mi tutor de tesis fue el Premio Nobel Giulio Natta, uno de los descubridores de la materia plástica. Me interesó el tema y le dije “mirá, voy a pensar y después le doy la respuesta”. Y así fue que terminé el año lectivo y decidí venir, un poco también porque con base en mi formación química entendía que se necesitan catalizadores.

–¿Cómo es eso?

–Los elementos cuando se combinan para poder reaccionar entre sí necesitan catalizadores, algo que los haga funcionar. Puede ser temperatura, presión u otros elementos químicos que favorecen cierta reacción. Entonces siempre apliqué esta idea y la sigo aplicando también a las relaciones humanas, a las diversidades, porque cada uno de nosotros pertenece a un pueblo diverso y cuando nos encontramos puede darse fricción, puede darse pelea o puede darse encuentro.

Para ello necesitamos fundamentalmente el catalizador que viene del corazón, el encuentro tiene que basarse en el afecto, la empatía, el amor, como dicen los chamanes. Necesitamos tener encendido el fuego del corazón, del amor y es el catalizador que hace que podamos no solo respetar las diferentes culturas, la diferente manera de pensar, de vivir, sino también tener relaciones interculturales, o sea enriquecerse recíprocamente, así como en la química, donde dos o tres productos se encuentran para generar algo nuevo, algo diverso. Entonces ese fue mi deseo de venir a Paraguay para encontrar diversa cultura y así poder no solo hacer la parte técnica de la escuela, sino también ir experimentando cómo podemos enriquecernos recíprocamente.

–¿Cómo se fue relacionando con el medio social?

–Bueno, en principio me ocupé de la escuela técnica, la construcción del laboratorio de electrotécnica, de mecánica, de esto, de aquello, pero fundamentalmente empecé a ocuparme también de otro tipo de cultura que no eran los estudiantes que venían, que por cierto era muy interesante porque eran obreros o gente que trabajaba y querían una cualificación técnica.

En ese tiempo que estuve en el Salesianito me acerqué a las culturas suburbanas, a los grupos marginales, especialmente en Añaretã, un barrio cerca del Mercado 4 donde conocí mucho del Paraguay, o sea la gente rechazada, porque no solo eran personas pobres, sino despreciadas, viviendo ahí en condiciones infrahumanas en piecitas pequeñas, todos amontonados en una callecita que tenía medio metro, un metro de ancho, al punto que un gordo casi ni podía pasar. En fin, en medio de todo eso para mí fue muy importante para revisar también mi vida, mi relación con los demás con la otra manera de pensar, de vivir con las otras culturas.

RELIGIÓN Y PUEBLOS INDÍGENAS

–El Centro de Estudios Antropológicos y la revista Estudios Paraguayos son un aporte trascendental en nuestro país.

–Es algo que me alegra. La revista Suplemento Antropológico se publica desde 1965 y es increíble que hasta hoy eso funcione, se publican dos tomos cada año y en su historia recogió escritos de los más grandes antropólogos de América Latina, empezando por los de nuestra casa con Branislava Susnik, León Cadogan, Miguel Chase Sardi, Bartomeu Melià para mencionar solo algunos. Estudios Paraguayos tiene 25 años de publicación ininterrumpida donde se recogen materiales desde la sociología, economía, politología, arte, literatura, etc. Las dos revistas son muy apreciadas porque están a nivel internacional.

–Usted considera que los pueblos indígenas son muy religiosos. ¿Qué cuestiones lo han conmovido en su trato con ellos a lo largo de todos estos años?

–Yo quedé muy impactado, muy impresionado por la espiritualidad de los pueblos indígenas. Nosotros los occidentales incluso en los estudios teológicos somos muy racionalistas, queremos encasillar a Dios según el esquema, según la teología, según la reflexión de nuestro background filosófico. Aquí descubrí que los pueblos indígenas tienen una espiritualidad innata que viene del contacto directo con la naturaleza. Nosotros en el apuro ni siquiera observamos las estrellas del cielo, la belleza de un amanecer, de una puesta del sol olvidando que todo ese contacto con la naturaleza hace surgir espontáneamente desde el corazón la pregunta de quién es el autor de toda esa belleza. Ellos tienen una espiritualidad profunda que expresan en rituales que muchas veces son de protección, para fortalecerse, para poder sobrevivir para vivir en paz.

–¿Hay algún relato religioso que lo conmueva especialmente?

–El “Ayvu rapyta. Textos míticos de los mbyá-guaraní del Guairá”, el libro de León Cadogan, dice que nuestro padre grande primigenio Ñanderu Guasu empezó la creación, se incorporó en su divinidad rodeado de llamas resplandecientes de luz de energía en una coreografía muy bella y la primera cosa que creó no fue ni el hombre ni la mujer, fue la palabra. El lenguaje, la comunicación es lo esencial de los seres humanos. Para ellos la palabra es el alma de la esencia y tiene que ser una palabra con verdad.

¡Son literatos que no saben leer ni escribir que hace siglos descubrieron y sintieron eso! El segundo elemento de la creación divina es el amor.

Hay que ver la profundidad de concepto, de religiosidad, una teología profunda que yo no aprendí en todos mis años de estudio teológico.

Iquebi fue capturado, enjaulado y exhibido como si fuera un animal cuando era niño en 1956.

LENGUA AYOREO

–Como hombre conocedor de varias lenguas y autor del primer diccionario de la lengua ayoreo, ¿qué significa para usted la presentación de este diccionario cuatrilingüe?

–El ayoreo es una lengua que se mantiene como lengua materna, es hablada por el 100% de la población. Así que es una lengua de pocos miles de personas que están en Paraguay y también en Bolivia. La lengua no se va a extinguir porque hay comunidades que la hablan y la aprecian y hacen de su lengua el eje para para su identidad, para aglutinar las comunidades.

Los ayoreo sienten la necesidad de no quedar aislados, de comunicarse, sobre todo los niños. Entonces la iniciativa surgió en la zona del Alto Paraguay, donde ahora se está construyendo la Ruta Bioceánica, el puente que nos unirá a Matto Grosso do Sul, en el cruce de Carmelo Peralta a Puerto Murtinho. Allí se habla portugués y aquí castellano y guaraní.

Los ayoreos están en 12 comunidades muy cercanas a los linderos donde termina Carmelo Peralta, en un territorio de 20.000 hectáreas que consiguió la Iglesia católica en 1963 para los primeros ayoreos que salieron del monte. Tienen tres escuelas y varios maestros que necesitan comunicarse con la gente. Entonces el diccionario es un instrumento que permite tender un puente de comunicación.

–¿Cómo es la obra?

–Tiene cuatro tomos y se divide en cuatro columnas en las que los vocablos aparecen en los cuatro idiomas para facilitar la traducción. Tiene también muchísimas fotos, con una galería de personas, muchas de ellas ya desaparecidas, grandes chamanes, grandes sabios y sabias que los niños de escuela no llegaron a conocer. Es una manera de recuperar su historia y su memoria, ya que el niño que ve la foto de un anciano ayoreo pregunta quién es, cómo se llama, dónde vivía, qué hacía, cuáles son sus parientes, sus descendientes. Entonces se arma una ficha histórica de esa persona y establecen una relación más profunda con sus raíces culturales.

IQUEBI, EL PRISIONERO

–Iquebi fue puesto en una jaula en 1956 y en estos días habló en el Congreso. Le pido una reflexión sobre eso.

–Paraguay quiso embretar a lo que es diverso, a quien habla diverso, a quien piensa de otra manera. Embretarlo en el sentido de animalizar, lo que es expresión de una ceguera, de mala voluntad, porque al enjaularlo se daba la idea de apresar a todos los ayoreos para liberar el monte para empezar a deforestarlo y hacer estancias. Es un significado terrible. Ahora ya no se hace eso, pero aquí lamento que un porcentaje demasiado alto de la población paraguaya sigue despreciando a los pueblos indígenas, los marginaliza, los considera atrasados, ignorantes, sucios, peligrosos, toda una serie de calificaciones negativas que no corresponden a la realidad.

Entonces, ver anciano al niño que sufrió aquello en la Bicameral del Congreso el miércoles 29 de marzo con una sonrisa y con una paz, con una mirada de benevolencia hacia nosotros, que no guarda rencor, que se reconcilió con la sociedad que lo enjauló y lo despreció, es reconfortante.

También fue emocionante ver la preparatoria de la caza del tigre (yaguareté) que es una bellísima coreografía de cómo ellos, hombres de la selva, frecuentemente se enfrentaban con el yaguareté. Ahí vemos cómo le trataban, le hablaban y le querían ahuyentar, no le querían matar enseguida. Es un diálogo con los seres de la selva y eso es bellísimo. Sí entendían que eran peligrosos, les decían que se alejen porque no quieren que les maten y que coman a sus hijos, que vayan a comer otra cosa. Así es el diálogo que se tiene desde siempre, es una mitología ancestral, porque ellos entienden que antiguamente el yaguareté era una persona. Hay como una especie de temor, de prevención. Solo los matan en defensa, si el tigre ataca, si se vuelve peligroso.

–¿Por qué la institucionalidad paraguaya sigue siendo tan desaprensiva con los pueblos indígenas?

–Fundamentalmente porque los desconoce y segundo por la pretensión de invadir las tierras indígenas. Entonces con el pretexto de que los indígenas no trabajan la tierra, que son haraganes, que esto que aquello, entonces se apoderaron y se siguen apoderando de los territorios indígenas desconociendo que por decenas de miles de años han conservado la selva, el agua, la vida del Paraguay y de América Latina. El hombre blanco empezó a devastar la tierra, a explotarla más de la cuenta, a envenenar el agua, deforestar con toda la consecuencia negativa que estamos experimentando en el cambio climático.

Entonces debe reflexionar el pueblo paraguayo que los indígenas son los guardianes de la selva, son necesarios como el oxígeno para para respirar. Si ellos sobreviven, va a sobrevivir la selva, vamos a sobrevivir nosotros. Si ellos se extinguen, nos vamos a extinguir nosotros porque con la rapacidad y la voracidad que tiene el hombre blanco se va a devastar toda la floresta y vamos a envenenarnos todos.

LITERATURA Y APRENDIZAJE

–Padre, usted es también novelista. “Entre la selva y el Vaticano” y “El regreso a la selva” son títulos en los que desarrolla temas como el fin del celibato o la ordenación de las mujeres en el sacerdocio. ¿Qué aprendizajes le dejó esa rica experiencia?

–Son creaciones literarias donde se valora mucho la espiritualidad de los pueblos indígenas, se valora su vida en la naturaleza, su riqueza cultural y a la vez se critica la voracidad de los pueblos que le rodean. En “Entre la selva y el Vaticano” se relata cómo la ciudad captura niños y mujeres, los esclaviza, los manda a la prostitución, etcétera. Entonces, un estudiante de antropología interviene para liberarlos. Es una manera de describir la contradicción en la que estamos. En “El regreso a la selva” hay un canadiense misionero que no vino para predicar, sino a comprender el alma profunda e intercambiar un proceso intercultural en el que los chamanes le explican cuál es el sentido religioso de ellos.

Esto hace reflexionar al pa’i Raúl sobre su teología, en cómo se vive el tema religioso en su iglesia, entonces ahí hace una propuesta de poder tener los sacerdotes una esposa, una mujer y que también, así como existen las chamanas que son el puente entre el mundo de los espíritus, también en su Iglesia católica deberían existir las chamanas, o sea las sacerdotisas que hacen de puente entre la divinidad y la humanidad de la naturaleza. Ese es el significado de esa novela que es fruto también de esa observación del pa’i Raúl de la vida de los pueblos indígenas.

ESPERADO MANUAL DE ANTROPOLOGÍA

El sacerdote José Zanardini comentó que trabaja en un manual de antropología, un aporte valioso y esperado.

–¿Qué encontrará el lector, el estudiante en él?

–Ahora con la antropóloga Deisy Amarilla estamos pensando en hacer un manual de antropología porque estamos usando en la universidad unos textos que son traducciones de manuales de antropología de los Estados Unidos o de Inglaterra, y segundo porque no tratan nuestros temas específicos paraguayos. También en la escuela de la Media se dan cosas bastante superficiales. Entonces queremos que los docentes de antropología puedan construir una visión crítica de lo que es la cultura, entender la antropología como construcción social, construcción simbólica, etcétera. Es decir, tratar bien el concepto cultura, que es un pilar fundamental para la antropología, el concepto de identidad y el de interculturalidad.

También ponemos actividades prácticas con preguntas y sugerencia de actividades para los estudiantes de antropología. Es importante que encuentren en el libro todo el tema de las ricas culturas indígenas del Paraguay, son 20 culturas que existen con su lengua, por lo que habrá una breve historia de cada una con algunos de sus mitos más importantes y significativos.

–¿Será un aporte instrumental?

–Será un instrumento de sumar, para formar un concepto básico de antropología, que tendrá también un capítulo sobre trabajo de campo con metodología para la investigación antropológica que tiene toda una serie de instrumentos para relacionarse con la cultura diferente para hacer investigación. Por ejemplo, la observación participante en una entrevista de vida es el compartir la comida con la gente, los problemas de la gente, o sea no es solo irse ahí cinco minutos, una hora o mediodía, hacer una estadística y de aquí sacar conclusiones. No, la metodología de la antropología es llegar al fondo de las situaciones en las que vive la persona para comprender no solo los números, la estadística, sino realmente cuáles son los pensamientos, la emoción, los sentimientos, la manera de percibir el mundo.



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