Jimmi Peralta - Fotos: Roberto Zarza y gentileza

A dos meses de cumplirse los 90 años de la muerte del poeta Manuel Ortiz Guerrero, Arlequín Teatro lleva a escena una puesta basada en la vida y obra del vate, rescatando sobre las tablas una figura trascendental que forma parte de la gran historia cultural de nuestra nación.

El próximo 8 de mayo se cumplen 90 años de la muerte del poeta Manuel Ortiz Guerrero y en ese marco la compañía Arlequín Teatro, con más de cuatro décadas de trayectoria, subió a escena el pasado 3 de marzo la obra “Ortiz Guerrero - La amarga plegaria”, escrita y dirigida por José Luis Ardissone, cuya última función será domingo a las 20:00.

Como poeta y copartícipe con su pluma en el nacimiento de la guarania, Ortiz Guerrero es inmortal a través de sus aportes más populares en el cancionero como “Paraguaýpe”, “Ne rendápe aju”, “Panambi vera”, entre otras creaciones. No obstante, su vida y parte de su creación corren del olvido, suerte que le toca a muchos forjadores de la cultura nacional.

La historia del guaireño, conocido también como Manú, es representada en escena por un elenco conformado por Patricia Reyna, Matías Miranda, Ariel López, Derlis Esquivel, Marcos Moreno, Alma Quiñónez, Vicky Benítez y David Sosa.

Ardissone habló con Nación Media sobre la obra, su origen, sobre las figuras claves en la historia de la cultura paraguaya y cómo se hace cada vez más urgente su rescate.

–¿Cómo les fue en boletería y la respuesta de la gente en estas primeras funciones?

–Estamos realmente muy satisfechos, muy contentos, primero con la presencia, la buena cantidad de público en todas las funciones que hicimos hasta ahora. No te digo que se hayan llenado todas, pero casi, muy buena concurrencia. Sobre todo nos motiva la reacción de la gente, que apenas termina la obra, o sea, cuando empieza la canción final de la obra ya la gente aplaude y se pone de pie. Y así después esperan a los actores para saludarlos, nos manifiestan su emoción por lo que vieron, por lo que escucharon, por lo que conocieron, porque todos pensamos que la gente le conoce mucho a Manuel Ortiz Guerrero, pero no mucha gente conoce más allá del nombre Ortiz Guerrero. Quizá alguna cosa de él, pero detalles de su vida tan especial, tan azarosa, con momentos de mucha tristeza y otros momentos de profunda alegría, la gente no conoce de eso. Entonces al ver eso acá, en el escenario, se da esa reacción de la gente que es fantástica.

–¿A qué fuentes echaste mano para la creación del guion?

–Los momentos biográficos de la obra están basados en la biografía de Ortiz Guerrero escrita por don Arturo Alsina, un gran dramaturgo y sobre todo un gran amigo de Manú. Fueron compañeros ya en el Colegio Nacional en sus años juveniles y después siguió la amistad toda la vida. Entonces en esa biografía que escribió don Arturo Alsina fue donde yo me inspiré para escribir el texto y en los parlamentos, en algunos momentos, son las palabras de Alcina, pero en la mayor parte son los propios poemas de Ortiz Guerrero, a los que yo le di una forma de prosa, digamos, y los puse en boca de los personajes de la obra. El lenguaje que se escucha es un lenguaje bastante poético.

–¿Cuál es origen de la idea para esta puesta?, ¿es un trabajo que lo venís desarrollando desde antes?

–Hace ya un tiempo, yo te diría que más de 20 y pico de años. Para ser exacto, en 1999 hicimos con Carlos Benegas una serie de televisión que se llamó “Epopeya. Sucesos en personajes del Paraguay”. Fueron 26 capítulos sobre diversos personajes de nuestra historia. Uno de los personajes que tratamos en esa serie fue Ortiz Guerrero. Yo escribía los guiones y en esa ocasión escribí algo sobre la vida de Manú y en ese guion que escribí aquella vez me basé ahora para hacer esta obra de teatro. No es la misma cosa, no es igual, pero está digamos basada en aquel guion original para televisión.

DESTINO DE CARENCIAS

–¿Qué eventos relevantes o carencias de su vida elegiste presentar en la obra?

–La madre de Ortiz Guerrero falleció en el momento en el que daba a luz y digamos que las carencias de Manú empiezan prácticamente en ese momento. A pesar de que tuvo una abuela maravillosa, la abuela paterna que lo crió como si fuera su propio hijo y a la que él amó profundamente toda su vida. Empezamos a narrar la historia de guerrero con ese momento del nacimiento traumático y después vamos pasando por distintas etapas de su vida, los momentos fundamentales, como el momento en que deja su natal Villarrica y adolescente se viene a estudiar al Colegio Nacional, donde hace relación con personajes que por entonces eran jóvenes estudiantes adolescentes como él, pero que con el paso del tiempo se fueron convirtiendo en grandes personalidades culturales y políticas, algunos como un Natalicio González, como un Arturo Alsina, un brillante dramaturgo, quién además era dueño de la Farmacia Americana, que era el lugar de reunión de los intelectuales de aquella época en la década de los 20. Se reunían ahí Asunción Flores, Natalicio González, Leopoldo Ramos Giménez.

–¿Cómo reaccionaron sus amigos ante su enfermedad?

–Arturo Alsina le proveía todos los remedios para esa terrible enfermedad que empezó a castigarlo cuando él tenía 20 años más o menos. Ahí empezaron a aparecer en su cuerpo las señales del mal del Lázaro, ese mal bíblico de la lepra. A pesar de que Ortiz Guerrero se aisló a partir de la aparición de su enfermedad, Alsina no lo abandonó nunca, siempre estuvo a su lado cuidándolo. Después él vuelve a Villarrica, porque no quiere que lo vean en esas condiciones y ahí conoce a la que va a ser la mujer de su vida, la compañera fiel que lo acompañó hasta el último momento de su existencia, que fue Dalmacia Sanabria.

–¿Qué pasó luego con ella?

–Ella le sobrevivió muchos años. Ella murió allá al comienzo de los años 80 mientras que él murió en 1933. Así vamos relatando en la obra distintos episodios y los momentos cumbres de su quehacer literario, como la poesía “Loca”, por ejemplo, en la que se retrata a sí mismo y después el encuentro romántico con Anselmita Heyn, la reina de belleza del Paraguay, a quien él le dedica un poema y ella le paga con un cheque, pero finalmente él le devuelve el cheque con otro poema escrito en el dorso.

RESCATAR DEL OLVIDO

–¿Sentís que se hace necesario este trabajo de cuidar del olvido a nuestras figuras del arte?

–Yo creo que para realmente amar al país en que vivís tenés que conocer su historia, no solo su historia política o militar, sino también la historia cultural, porque un país, una nación se hace fundamentalmente a través de lo que producen esas mentes brillantes que jalonaron toda nuestra historia. Y es una pena que nuestra juventud no conozca de nuestra historia, a veces conoce un nombre, pero no tiene idea de qué es. Hemos visto algunos reportajes de televisión donde le preguntan a los estudiantes que están marchando el 14 de mayo por el Día de la Independencia y le preguntan por qué es un día feriado y no saben siquiera por qué salieron a marchar ese día. Entonces yo creo que esto que estamos haciendo ahora con esta puesta en escena, y alguna otra obra que ya hicimos anteriormente sobre otros personajes de nuestra historia y nuestra cultura, es muy importante para la formación integral de un joven. Esto le despierta el interés para investigar un poco más.

–¿Cómo se dio la conformación del elenco actoral?

–Generalmente yo trabajo con gente que ya de alguna forma conozco, pero en esta ocasión hicimos un casting para elegir los distintos personajes, algunos estaban ya predeterminados. Yo sabía que fulano era tal personaje, fulana tal, pero había otros personajes como el propio Manuel Ortiz Guerrero que no sabía a quién adjudicarle. Ahí apareció este chico Matías Miranda, a quien yo no conocía, no había visto nunca, y cuando yo le di en el primer encuentro un texto de la obra para que lo leyera 15 minutos y me lo representara, él empezó a hacer el personaje y ya no tuve dudas. Es un chico muy joven y que tiene mucho talento. Ojalá persevere porque tiene condiciones de ser un gran actor.

–¿Puede que se haya soltado el hilo de aquellas generaciones de destacados autores de nuestra cultura?

–Yo creo que eso se da por etapas. Así como hubo esa generación en los años 10, el 20 y del 30, después tenemos otra vez la generación del 40, en donde se destacan personalidades también como Elvio Romero, como José Luis Appleyard. Estoy hablando del campo literario. También José María Gómez Sanjurjo. En fin, una serie de escritores y escritoras como Josefina Plá y Renée Ferrer de Arréllaga. Tal vez tienen que pasar los años para que empecemos a reconocer a la gente. A lo mejor la gente de la cultura tiene que desaparecer terrenalmente para que después empecemos a reconocer su trabajo. Pero tenemos que hacer el esfuerzo para que las figuras de la cultura estén en la memoria del pueblo, porque son finalmente los que construyen una nación, la gente de la cultura, del teatro, de la literatura, de la música.

–¿Qué obra de Manú te parece más significativa?

–Creo que como a todos el poema “Loca”, en donde él se pinta a sí mismo y descubre su alma, esa reina que está loca, alma de poeta, de bohemia, de artista. Eso tenemos un poco todos los que de alguna forma nos dedicamos a alguna expresión cultural. Algo de locura, algo de bohemia y entonces eso nos identifica. Esa frase, ese poema de él nos identifica un poco a todos los que nos dedicamos a hacer algo de arte y cultura.

VOLVER AL TEATRO

–¿Cómo se comporta esta vuelta al teatro en la pospandemia?

–Durante el año pasado, que fue el primer año pleno, digamos, después de la pandemia, la gente había perdido la costumbre, como que todavía tenía miedo a estar en espacios cerrados con mucha gente, pero de todos modos la última obra que hicimos el año pasado, “Inés”, fue una obra que funcionó muy bien. Ya hubo una muy buena cantidad de público y este año por lo que estamos viendo ahora con esta primera semana la gente está volviendo al teatro. Lo mismo creo que pasa con otros, según me comentan algunos compañeros que están haciendo también algunos espectáculos, aunque todavía no estamos en plena temporada. La gente se va animando.


EL PROTAGONISTA

El joven actor Matías Miranda encarna a Manú en la obra “Ortiz Guerrero - La amarga plegaria”.

“Para armar este personaje fueron esenciales las contribuciones de historias y relatos tristemente hermosos que José Luis nos compartía con mucha pasión. Relatos no solo del gran poeta guaireño, sino de todos los personajes que lo rodean, lo que me acercaba más al contexto de su historia y me ayudaba a verlo como un ser humano como yo, como cualquier otro y entonces fue cuestión de prestarle mi cuerpo para que el mismo se manifieste sobre las tablas”, comenta el actor Matías Miranda, quien da vida al poeta guaireño en esta puesta.

El joven actor se formó en el Instituto Municipal de Arte y luego en el Taller Integral de Actuación, y en esta oportunidad se sumó al elenco de Arlequín Teatro.

“En lo personal empatizo mucho con el dolor del Manú cuando su enfermedad lo lleva a apartarse de sus amistades y recluirse en soledad. Es algo que me produce una profunda tristeza y aprecio profundamente la escritura de José Luis para transmitir este dolor en las escenas”, comentó.

Durante las primeras presentaciones de la obra la recepción de los asistentes marcó un registro en el elenco. “Se siente en el teatro una energía que inunda el aire en toda la obra, pero especialmente en tres momentos, cuando Manú abandona su hogar y a su abuela, cuando crea la letra de ‘India’ y en mi momento favorito de la obra, en la recitación de su obra magna, ‘Loca’”, explicó.

EL POETA

Manuel Ortiz Guerrero nació en Villarrica el 16 de julio de 1894, quedando huérfano en el parto. Migró a Asunción en la adolescencia y se codeó con quienes después serían reconocidas figuras de la cultura y de la política.

Fundó en Asunción la revista Órbita. Publicó las siguientes obras: “Eirete” (comedia en un acto, Villarrica, 1921), “Surgente” (poemas, Asunción, 1922), “El crimen de Tintalila” (tragedia en 3 actos, Asunción, 1922), “La conquista” (drama en cuatro actos, Asunción, 1930).

Fue compañero de creaciones de José Asunción Flores y ya muy joven cayó víctima de la lepra. Finalmente volvió a Villarrica para aislarse y es recordado sobre todo por su porte misterioso, ya que con la enfermedad avanzada escondía su rostro y su cuerpo con larga capa, sombrero y guantes.

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