Riccardo Castellani - Fotos: gentileza

El autor de este artículo pone en contexto la singular y postrera obra del político, abogado, profesor y escritor paraguayo Óscar Creydt, titulada “Del universo inconsciente a la formación del trabajador consciente racional” y publicada en 1987, ofreciendo un resumen del texto y una crítica a sus ideas.

Agujeros negros, un gato vivo y muerto, viajes en el tiempo y universos paralelos. La física cuántica, inaugurada por Max Planck a comienzos del siglo XX y vigente hasta nuestros días, complicó el concepto de materia renovando el imaginario de lo posible.

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En pocas décadas de estudio se logró partir el átomo, un ser indivisible. Hiroshima y Nagasaki sintieron el paso de la teoría a la práctica.

Las publicaciones destinadas a popularizar esta revolución del conocimiento, a pesar de llevar más de un siglo en desarrollo, recalcan la dificultad de expresar claramente sus hipótesis y resultados experimentales.

Esta dificultad estriba por una parte en lo contraintuitivo del mundo cuántico con respecto al nuestro, pero sobre todo en la multiplicidad de interpretaciones que existen.

Aunque una versión oficial existe desde la conferencia de Copenhague, no es más que un acuerdo provisional de cara al público. Muchos firmantes declararon su desacuerdo y continuaron su trabajo por otras líneas.

Al fin y al cabo, mientras los resultados se sigan produciendo, no hay razones para preocuparse por asuntos nimios. ¿O acaso no lo sean? ¿Acaso el conocimiento también puede ser un arma aun cuando el átomo se rompa solo en las ecuaciones?

CIENCIA OCCIDENTAL VS. CIENCIA SOVIÉTICA

Buscar ejemplos en la naturaleza para sostener los propios deseos o atacar a los que nos ofenden es una práctica que atraviesa a la humanidad tanto como a cada humano. Las interpretaciones de la física cuántica no fueron ajenas a las disputas políticas del siglo XX.

En su elección de términos y en sus interpretaciones, la nueva ciencia, desarrollada principalmente en países capitalistas, ataca las bases del pensamiento comunista: al suprimir la causalidad, la dialéctica pierde sentido; si el observador afecta al resultado, el realismo ya no puede ser entendido como la influencia de los objetos sobre la consciencia; si la materialidad de las partículas está en cuestión, también el materialismo. En jaque, los físicos soviéticos emprendieron un largo trabajo para refutar muchas de estas visiones, puesto que ponían en juego la posibilidad de desarrollar experimentos físicos en su país. Abocados a esta tarea, sentaron las bases de la teoría externista de la ciencia. Esta visión sostiene que son las condiciones sociopolíticas las que permiten el desarrollo del conocimiento a pesar de las creencias individuales del científico, que pueden ser erróneas.

En “Las raíces socioeconómicas de la mecánica de Newton”, Boris Hessen hizo notar que el matemático inglés adquirió sus conocimientos estadísticos como funcionario de la Casa de la Moneda, logrando resulta-dos válidos a pesar de sustentarlos también en sus creencias místicas. Así como las creencias personales de Newton no falsean la evidencia rigurosamente material, las ecuaciones cuánticas no dejan de ser materiales a pesar de las interpretaciones al borde de la magia. Incluso Niels Borh acabó por retractarse de sus expresiones indeterministas ante los argumentos de sus pares al otro lado del muro: puesto que el observador no aparece en ninguno de los términos de sus ecuaciones y los resultados siguen siendo predeci-bles, la materia, la realidad y la dialéctica podían existir. Esto dio luz verde para que los cálculos cuánticos en la Unión Soviética continúen. Lo que no continuó fue la Unión Soviética misma.

PARAGUAY EN LA DISCUSIÓN

Los caudalosos ríos de tinta que suscitó esta disputa entre los bloques antagonistas de la Guerra Fría hoy persisten principalmente como una mina de material para historiadores. Hoy los textos de divulgación se regodean más en la mística que en los cálculos, dejando en el olvido las objeciones soviéticas. Resulta difícil encontrar refutaciones importantes, aunque el instrumental que valida esta ciencia, por sus enormes costos, no ofrece la certeza de lo replicable, sino que exige del público una con-fianza ciega en la honestidad de los científicos. El azar de las librerías de usados me llevó a un extraño documento firmado por Óscar Creydt titulado “Del universo inconsciente a la formación del trabajador consciente racional” (1987).

Escrito para la juventud paraguaya, propone en él una ontología a partir de los últimos descubrimientos de la física, la biología y la antropología. Andrew Nickson, en su biografía de Óscar Creydt, des-taca que esta obra es considerada una auténtica e importantísima revolución del pensamiento por sus seguidores. Nickson, por su parte, se considera partidario de descartar el documento como un delirio de anciano enfermo. Aunque sus argumentos revelan sus propios prejuicios y limitaciones más que una verdadera crítica al contenido del libro, no faltan razones para pensar que tenga razón.

En su último año entre los vivos, Creydt agoniza en la clandestinidad. Pastor Coronel asestó el golpe final a lo que quedaba de su partido, el Comunista, unos años antes. Sus compañeros están muertos o en prisión, él mismo encabeza la lista de perseguidos. ¿Qué lo lleva a volcar su último esfuerzo en redactar una ontología basada en la física cuántica sino la locura arrastrándolo hacia lo infinitamente pequeño?

Sin embargo, sería una desgracia descartar el estudio de una idea por carecer de validez académica o por su desacuerdo con la norma vigente. Por un lado, la verdad científica se reveló en distintas ocasiones más allá de la razón. August Kelulé alucinó los enlaces moleculares y la estructura del benceno, Srinivasa Ramanujan recibió sus ecuaciones directamente de la diosa Namagiri Thayar. Por otro lado, los conceptos filosóficos más importantes estuvieron sostenidos en creencias científicas que se revelaron erróneas con el tiempo. No dejamos de encontrar revelaciones en Spinoza aunque compremos comida envasada al vacío, un estado físicamente imposible para el príncipe de los filósofos.

La historia de la ciencia se parece más a un cuento dadaísta que al progreso planificado y la filosofía no es más que una correspondencia con los muertos, por lo que ninguno de estos campos debería ignorar lo descabellado, aunque solo sea para rehuirlo.

HISTORIA DE LA MATERIA

Con el mismo método y celo que en su libro “Formación histórica de la nación para-guaya”, Óscar Creydt desarrolla una historia de la materia desde el radión (su entidad elemental) hasta el ser humano, pasando por el átomo, las moléculas y los seres vivientes en poco más de 160 páginas. En un prólogo más cercano a las novelas de terror que a la divulgación científica, el autor adelanta que no dará muchas pistas bibliográficas. Asegura que su cuestionamiento a los dogmas de la ciencia son el resultado “de treinta o más años de trabajo, no fácil”. El paso arbitrario de la primera persona a la tercera, las excusas por diversas falencias (“en verdad un trabajo de esta naturaleza requiere los esfuerzos cooperativos de un equipo de especialistas. Esto no ha sido posible, lamentablemente”), el énfasis en la urgencia (“Si he tardado tanto en publicar, es porque nunca he dispuesto del tiempo necesario para preparar una publicación. Ahora me veo en la necesidad ya ineludible de hacerlo”), todo suma en la impresión de que no estamos ante un especialista, sino ante un personaje gótico de Edgar Allan Poe, H.P. Lovecraft o Thomas Ligotti, ante un atormentado que se apura en la confesión de lo que vislumbró escrutando las profundidades del cosmos.

RADIONES Y ELECTRONES

La primera parte del libro, dedicada a la evolución física, cuenta con nueve capítulos en los que desarrolla lo más radical y original de su teoría. Contra la tesis de un cosmos creado a partir del big bang y dominado por fuerzas que producen interacciones, Creydt propone que la radiación de fondo, descubierta en los años 60, sería la materia originaria y sin origen que compone todo lo demás. Esta materia compuesta por ondas a las que llama radiones contiene las características necesarias para considerarse la base primordial: se mueve a sí misma, se reproduce desde sí misma y es una constante universal. Durante eones de interacción, los radiones de longitud de onda más larga, baja energía y débil impulso aumenta-ron su energía y acortaron su longitud de onda. Este proceso llevó a la aparición del quantum elemental de acción, “el mal llamado fotón”, que actúa como una unidad discreta, siempre múltiplo de la constante universal h, descubierta por Max Planck. Cada radión está constituido por dos impulsos ondulatorios, contradictorios y helicoidales que se separan a partir de un nodo inicial y concurren en uno terminal, donde se alimentan recíprocamente para reproducir el movimiento en la misma dirección. Al alcanzar un nivel extraordinario de energía, el radión se desdobla en dos electrones de carga opuesta. Los electrones, como ya no cuentan con un impulso opuesto, al llegar al nodo final no siguen hacia adelante, sino que retornan al punto de partida. Este movimiento le otorga una característica nueva: el reposo. Poner en movimiento un electrón cuesta determinado trabajo aportado desde el exterior, por un radión o por otro electrón en movimiento. Esta resistencia inercial producida por el movimiento sobre sí mismo en forma de 8 es el origen de la masa y explica al mismo tiempo por qué no puede acelerarse hasta la velocidad de la luz, puesto que su movimiento incluye siempre un retroceso.

ÁTOMOS Y MOLÉCULAS

Dos electrones positivos atraídos por un mismo electrón negativo, engranados por un radión gamma, forman un protón. La estabilidad de este sistema se asegura con la presencia de otro electrón negativo orbitando el sistema a cierta distancia. Así surge la siguiente etapa de la evolución de la materia: el átomo de hidrógeno. El átomo evolutivamente más próximo al hidrógeno, el de helio, cuenta con una nueva partícula, el neutrón. Se trata de un protón que absorbió su propio electrón externo. Con el hidrógeno y el helio como base se formaron los demás elementos. Del orden que se revela en la tabla periódica, Creydt concluye que la aparición de nuevos elementos se dio escalón por escalón. A partir de sus electrones externos, estos elementos son capaces de formar moléculas. La más importante para Creydt es la de agua, que funciona de conexión entre el nivel atómico del cosmos y su superación: la materia viviente.


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