En esta amena charla con Augusto dos Santos para el programa “Expresso”, emitido por el canal GEN/Nación Media, el periodista Ricardo Rivas, vicepresidente y director ejecutivo de la Sociedad de Corresponsales en Latinoamérica y el Caribe (Socolac), reflexiona sobre el oficio de informar y los cambios que este sufrió bajo el impulso del avance tecnológico y la inmediatez que este impone. Al mismo tiempo, aboga por la inclusión del estudio de los derechos humanos en los programas de las carreras de periodismo partiendo de la base de que la libertad de expresión y el acceso a la información son garantes y condiciones sine qua non para el ejercicio de otros derechos.

Fotos: Nadia Monges

–ADS: En términos de contenido, ¿cómo se puede definir la transición entre el periodismo de antes y después de internet?

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–RR: Yo creo que la diferencia sustancial está en la instantaneidad, se ha inventado esto de la noticia en desarrollo. Antes tenías que esperar que algo termine para saber qué pasaba y tenías un desarrollo. Hoy ves en la esquina cinco patrulleros, dos ambulancias, cuatro camiones de bomberos, sacás una foto, ponés 140 caracteres y lo mandás por Twitter, porque hay que saturar las redes, y ponés noticia en desarrollo. Tres horas después te enterás de que en realidad lo que estaban celebrando era una nueva amante del comisario que le estaba regalando unos calzones nuevos. Entonces, ahora qué hacemos, pusimos noticia en desarrollo, el sistema, el río informativo lo pusimos en tensión, en alerta. Entonces empezamos a escribir lo que podría haber ocurrido.

–Hoy hay una casi nula evaluación del impacto que los errores pueden suscitar en los lectores.

–Sí, pero el lector tiene una cierta diferencia con el emisor de la información. El lector, como decía el viejo (comunicador argentino Mario) Kaplún, no es un receptor, es un perceptor. Ahora falta más verificación. La cantidad de veces que mataron a los papas, a los cantantes, el Puma Rodríguez cuántas veces se murió.

–Este ha de ser uno de los oficios con más anécdotas.

–Emilio Petcoff, un grande, que había nacido en Europa y sus padres migraron a Misiones y luego a Buenos Aires. Uno de los más grandes cronistas policiales que inventó unos personajes para sus fuentes reservadas. En cierta oportunidad, llegamos todos a un lugar y había que distinguirse con creatividad literaria. Y Petcoff pone fulano de tal y la identidad del muerto, demostró una vez más que no se puede estar en dos lugares al mismo tiempo con vida. Su cabeza apareció en tal lugar y el torso en otro. ¡Maestro!, porque lo podía haber contado, como lo contamos todos, mal. Dio un vuelo a eso que justifica aquellos que dicen que el periodismo escrito es una forma de literatura.

RELACIÓN

–Este debe ser un momento en el que el imperio de los formatos, o sea, en qué forma tienes que meter lo que escribís, ha pasado por encima como un tsunami al que era el imperio del contenido.

–Yo no estoy tan seguro porque si bien el domingo es un día que todos los diarios suben en ventas porque enfrenta a la familia a una situación inexplicable, que es vernos. ¿Y de qué hablamos? Los hartamos durante la semana de putear a los gobiernos. Nos hartamos durante la semana de decir que todo está caro, nos hartamos durante la semana de decir que hay que pagar la luz, la tarjeta y para qué compraste esa porquería. Y a mí me pasa con nuestras Ciertas Historias Inciertas que hay gente que me escribe cuando por allí no escribo un domingo y me dice por qué no estás. O un tipo que la vez pasada me puteaba con ganas y me encantó porque me decía que yo quería escribir como Roa Bastos y no me sale. Es una coincidencia que no me sale, pero no quiero escribir como Roa Bastos, quiero escribir como yo. Entonces yo creo que la relación de las audiencias, como llaman ahora, con los contenidos es una relación muy concreta. Que se opte por contenidos en joda porque de algo hay que reírse, como hoy que está circulando por Tiktok alguien que dice que cuando escuchás a Messi al revés el “qué mirás, bobo, anda para allá”, cuando escuchas al revés y está puteando en árabe. ¿Por qué pega eso? Y bueno, qué sé yo.

–El valor que tiene el testimonio de una generación que construyó el periodismo desde la literatura periodística es fundamental en este momento.

–El Washington Post, el New York Times, los diarios pesados, van al muro de pago, la front page en el website, y el que suscribe quiere firmas, quiere tipos pesados, no es el diario free, el diario abierto. Eso sí, a veces va un poquito menos denso, un poco más risueño y es muy importante la palabra de Ricky Martin, por ejemplo, acerca de la importancia del viento en la navegación a vela.

DERECHOS HUMANOS

–¿Cómo estás siguiendo la escuela de periodismo¿, ¿crees que va al galope de estas velocidades?

–No en general en las carreras de periodismo. Ahora estamos haciendo un trabajo fuerte con la organización que yo tengo el honor de vicepresidir, que es la Sociedad de Corresponsales en Latinoamérica y el Caribe, la Socolac, que tiene personería jurídica en Paraguay, es decir, es una organización paraguaya. Estamos trabajando con el Instituto de Educación Superior de Unesco, la Iesalc, para cambiar los programas porque estamos dando respuesta a las demandas que tenía el periodismo en los últimos 30 años del siglo pasado. Primero, no se habla ni se estudia derechos humanos. En América Latina, al no estudiar estas cuestiones, hay gente que cuando vos decís derechos humanos, se espanta, se les para el pelo y dice “otra vez vamos a hablar de 40 años atrás”. Hoy hay derechos humanos de tercera y cuarta generación que no tienen nada que ver con aquello y que tienen que ver, por ejemplo, con la explotación infanti, la explotación sexual o la trata laboral. Esas cuestiones tienen que ser abordadas en las escuelas de periodismo, en las carreras de periodismo, acceso a la información pública, derecho humano sustancial, libertad de expresión. Hay quienes no entienden, hay quienes dicen “bueno, porque la libertad de expresión los periodistas lo piden de una forma casi como corporativa”. No. Sin libertad de expresión no existen otras libertades. Sin libertad de expresión no puedo hacerte saber lo que me falta. Después lo tomamos y lo escribimos y lo contamos. El derecho de opinión. Entonces, todas estas cuestiones no se abordan adecuadamente en las carreras de periodismo. Yo tengo la cátedra de opinión pública hace no sé cuántos años, pero hubo que imponerla. Porque decían que era cosa de los sociólogos, el proceso electoral, blablablá. Son cosas que también el ciudadano tiene que entender.

–¿Crees que la Justicia está acompañando este proceso de libertad de expresión en América Latina?

–Hace unos años, con el actual presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Ricardo Pérez Manrique, empezamos junto con otro amigo, Guilherme Canela, a recorrer América Latina y capacitando a operadores de justicia en cuestiones de libertad de expresión, de acceso a la información pública, de derecho de opinión, libertad de prensa. Y llegamos a capacitar a 13.000 operadores de justicia, jueces, fiscales, defensores públicos. Alguien podría decir “no, pero los jueces esto lo estudian en la facultad”. Todos estudian en la facultad, pero después hay que empezar a trabajar. Hoy ese programa, que empezamos presencialmente con financiación de Suecia, es un programa de alcance global, se hace a distancia. Ya son 26.000 los operadores de justicia capacitados en el mundo. Y la cuestión de la libertad de expresión, la libertad de prensa, el derecho de opinión, el acceso a la información pública es algo que encarna todo. Pero en general no se trabaja eso. Yo soy la primera cohorte, estamos haciendo diplomaturas para periodistas especializados en derechos humanos con la Corte Interamericana. Entonces hoy ya somos 700. Y además capacitamos en nuestros medios. En diversidad, por ejemplo. En Paraguay hay más diversidad que los mismos paraguayos y paraguayas se dan cuenta porque se mantiene el idioma del pueblo originario, pero no puede haber diversidad si no tenemos, señores, señoras, pueblos originarios y como dicen ahora, afrodescendientes, porque está mal que yo te diga “qué hacés negro, cómo andás?

CHISMORREO

En este mismo contexto está el dichoso tema de las redes sociales, que es imposible de regular y que parece que en la medida que pasa el tiempo no nos terminamos de adaptar y es un fenómeno que tiene su propia personalidad.

–Creo que el problema no son las redes. El chismorreo barrial hoy es el barrio más amplio y está en la red. Y sí, el chismorreo que pasó de la puerta del barrio pasó a la red y tenemos lo mismo desde el tipo que va en un auto y levanta el celular, fotografía algo y te dice “mirá lo que estoy viendo”.

–¿Finalmente el problema es de los tipos que creen que comunicar es un asunto de intelectuales?

–Yo creo que ahí el problema lo tienen los intelectuales. Un día me trajiste acá y yo no sabía bien a qué venía. Y me llevó hacia una universidad a hablar ya no recuerdo de qué cosa, pero estábamos los tres vestidos de negro, parecíamos casi tres cantantes de tango viejos y nos diferenciamos de ellos que no teníamos el pelo pintado en colorado. Entonces, este alguien, señor muy respetable, que creo que era el rector de esa universidad, me presentó como un intelectual y lo primero que hice fue bromear cuando empecé a hablar diciendo que yo le pedía disculpas a los intelectuales porque equivocadamente me habían categorizado en este sentido. Los intelectuales son todos aquellos que trabajan con el pensamiento. Ahora que haya intelectuales notables es una cosa, pero no todos pueden ser intelectuales notables. Y es razonable que así sea. Yo muchas veces apunto a los programas de televisión en horas de la tarde donde una conductora famosa cuenta en la Argentina que su esposo, exjugador de fútbol y periodista deportivo notable, y se puede hacer porque obviamente es muy difícil encontrar errores de ortografía al hablar, aunque hay quienes lo tienen. Entonces, esta señora cuenta que se depilan mutuamente. Y que su esposo le depila el traste y ella le depila la pelvis. Ahh mierda. Esto pega, circula, hay memes. ¿Qué diferencia tiene esto con las charlas barriales?

El periodismo hasta hoy reniega de la fragilidad de las redes en materia de calidad, pero inexorablemente se sube a ellas para impactar.

–Es inevitable. Los estudiantes me dicen “pero vos tenés todo”. Sí, estoy en Snapchat, en Tiktok, en Instagram. Sí, por qué no voy a estar. A ver, ¿está prohibido para el vejestorio?, ¿no puedo porque dentro de un mes cumplo 72?, ¿no puedo tener todo eso? Creo que hay una apropiación de esto incluso de aquellos que hemos abrevado de tipos como Dani Prieto Castillo, esos grandes de la comunicación como Alcira Argumedo, como Marita Mata, como vos con la comunicación para el desarrollo. Señoras y señoras, público, yo he estudiado por las explicaciones de mi profe.

–Este mundo dentro de todo precisa certezas en un contexto en el que estamos descubriendo una nueva bestia que es la noticia falsa.

–Pero también nos dijeron que Nerón incendió Roma mientras tocaba la lira, pero no es cierto. Según los últimos estudios Nerón parece que no tocaba la lira, tocaba a otras personas y no incendió Roma. Esa fake news le venimos trayendo desde muchos años. Nos decía también Dani Prieto Castillo que la comunicación es una guerra de percepciones. Entonces, cuando además a la comunicación le agregás esta cosa del minuto a minuto, que tenés la cucaracha y el productor ejecutivo te va diciendo “no mandes cortes, seguí, seguí, que vamos adelante”. Eso te hace decir estupideces, que a algunos les salen estupendas, claro, con mucha calidad.

“MENTIME QUE ME GUSTA”

–Son procesos ya incambiables. O sea, probablemente todo esto que está pasando con menos calidad va a pasar con mayor calidad en el futuro.

–O no. Un estudio del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) que yo lo publiqué en el diario dice que lejos de los bots y los trolls y todas esas palabras rarotas para circular información falsa, los que más hacen circular la información falsa son los humanos sabiendo que son falsas. Mentime que me gusta. Esto no se parece nada a lo que vivimos y yo me siento un privilegiado, me siento feliz de saber que, como dice (el periodista español Ignacio) Ramonet, otro periodismo es posible, pero acá no estoy hablando del contenido que generamos, sino de la forma en que llegamos al contenido a partir de la experiencia personal. Vos y yo hoy no estaríamos en esta mesa ni dialogando todo este tiempo de todas estas cosas, que no sé si le importan a alguien, si no hubiésemos conocido aquello.

–Un pibe de secundaria te golpea la puerta y te comenta de su interés de dedicarse al periodismo. ¿Qué le decís?

–Primero si sabe de qué se trata. Primero, yo le he preguntado a los chicos en la universidad, ya no lo hago más, les daba tres preguntas sobre por qué periodismo. ¿Qué quieres hacer cuando seas periodista? Eran las dos preguntas claves. Entonces, me decían “porque me quiero parecer a...”. ¿Y a qué quieres llegar con esto? “Quiero tener plata y ser famoso”. Esa es la enfermedad de la tele. Esa cuestión no sé si se tiene demasiado en claro. Don Carlos Montero era uno de los grandes de la tele que llegó con los cubanos, con Goar Mestre y con todo. Y yo aprendí mucho de él. Una vez me dice “periodismo es correrle a la pelota, siempre correrla”. Y le digo ¿y el gol? “Usted corra a la pelota. Y si lo dejan seguir corriendo la pelota es porque la está corriendo bien, no me moleste más, váyase”. Ahora, ¿saben nuestros colegas en ciernes que de esto se trata?

–Es nuestra responsabilidad contarles.

–Y uno trata, pero te preguntan después ¿cuándo son las vacaciones?

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