Este domingo Toni Roberto nos propone un viaje a los recuerdos de la antigua iglesia de Caacupé a partir de la interpretación de varios artistas paraguayos del siglo XX, haciéndola vivir más allá de su inexplicable ausencia.

El jueves fue 8 de diciembre, pero en los días anteriores a esa fecha recordé el primer y último viaje a esa antigua iglesia que fuera demolida a finales de 1980. El camino se me hace borroso por la lejanía del tiempo transcurrido, pero recuerdo el viejo Chevrolet “Opala” azul que nos llevaba por aquella ruta, subiendo desde Ypacaraí con des­tino a las alturas de la Villa Serrana. Ahí donde genera­ciones de paraguayos dejaban sus emociones y cumplían sus promesas en aquella humilde y hermosa iglesia que conte­nía a la Virgen más popular de nuestra patria, aquella que había recorrido mucho camino antes de llegar al que fuera su hogar hasta el penúl­timo mes del primer año de la década del 80.

En 1770, luego de idas y venidas, la última desde Tobatí, se empieza la cons­trucción en el terreno que donara la vecina doña Juana Curtido de Gra­cia, pero recién en 1883 se empieza su reconstrucción luego de varios sucesos trá­gicos, uno de ellos el paso de los aliados de la Guerra Grande. Es así que dos años después llega finalmente la conclusión de la misma hasta en sus últimos deta­lles.

Antigua iglesia de Caacupé. Luis Toranzos. Asunción, c. 1980.

LA CASA DE LA VIRGEN POR ARTISTAS PARAGUAYOS DEL SIGLO XX

Todo esto me llevó a bus­car el rostro de esta desa­parecida iglesia a través de la interpretación de varios de sus hijos, artistas para­guayos del siglo XX. Así, Andrés Campos Cervera, conocido también como Julián de la Herrería, la inmortaliza en 1920 desde las alturas, que mira su inmensa techumbre. Por su lado, Mabel Arcondo, quien fuera veraneante de aquel rincón sagrado del Paraguay, la retrató en un sencillo y escueto dibujo que refleja el espíritu de su arquitectura, que recoge el estilo austero del ser para­guayo.

La reconocida internacio­nalmente Edith Jiménez la dibuja y pinta en varias oca­siones en la década del 50, en sus religiosos viajes de veraneante junto a su inse­parable amiga de juven­tud, la pintora Alicia Bra­vard, desde un ángulo muy particular, como mirando la actual basílica, que en aquella época se encontraba inconclusa, tal vez presa­giando ya su triste final unos 30 años después y desde un boceto para el mural “Caa­cupé” que fuera realizado para el gran recibidor del puerto de Asunción.

El vecino de Barrio Obrero don Luis Toran­zos la interpretó con fan­tásticos colores, desde su perfil luciendo su extensa techumbre y el largo corredor que cobijó durante más de dos siglos a sus innumerables fieles. Michael Burt la retrató con decididos tonos en un enorme espacio vacío que nos habla de una ausen­cia que es presencia en una memorable pintura del año 2007.

Mabel Arcondo. “Caacupé” c. 1970. Publicado en “Fuga”. As. 2022.

UNA OMNIPRESENTE AUSENCIA

La mirada que tengamos de ella siempre será eterna y vivirá en todos aquellos que tuvimos la suerte de admirarla y también en aquellos que solamente la pudieron conocer de oído, en fotos y en estas magis­trales interpretaciones de artistas paraguayos del siglo XX. “Así, un 4 de noviembre de 1980 le llegó su final sucumbiendo ante el golpe infernal de las piquetas”, como nos cuenta en su libro de memorias el cordillerano don Artemio Ruiz. Lejos de todo oro­pel y grandes pretensiones eurocéntricas, seguirá ahí siempre la antigua, austera y humilde antigua iglesia de Nuestra Señora de los Mila­gros de Caacupé para recor­darnos que hay un pasado que jamás se podrá olvidar. Aunque la hayan borrado del mapa en el ya lejano 1980, para el presente y las futuras generaciones ahí estará para siempre mos­trándonos su omnipresente ausencia.

“Caacupé. Procesión”. Edith Jiménez. Asunción c.1957.
“Caacupé”. Edith Jiménez. Caacupé c. 1959.
“Caacupé”. T.R. As. c.1999.
Michael Burt. “Caacupé”, 2007. Del libro "Michael Burt". Gentileza: Verónica Torres.

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