Toni Roberto, tonirobertogodoy@gmail.com - Fotos: gentileza

Hoy Toni Roberto hace un viaje hasta la calle Chile casi Quinta, donde se encuentra con la legendaria Palmira Yaluk, la última sobreviviente de una legión de antiguas modistas de alta costura de la Asunción del siglo XX.

Los recuerdos de José Enrique Sequera sobre su madre, la connotada modista de alta costura María Aurora Netto de Sequera, me llevó a un nombre, Palmira Yaluk. En el camino de esta historia me escribe el Dr. Carlos Capurro y me dice que cuando quiera me contacta con doña Palmira, quien es pariente política suya; es así que en plena pandemia charlé dos veces con ella, con intermitentes descargas de los cables de la vieja línea baja de su casa del Barrio Obrero.

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Pasó un año y volví a llamarla. Esta vez concertamos un encuentro para un día cualquiera de la semana pasada. En el largo trayecto que me llevó desde mi domicilio hasta su residencia sobre la calle Chile hice un viaje en la vieja Vespa de mi papá; es que me enteraba del fallecimiento de dos de las personas más queridas de mi infancia, el fotógrafo Julio Segovia y Juanfra Scavone. Recordaba mis paseos de los años 70, yo parado en el plan de la motoneta, mi papá manejando y Juanfra sentado atrás con una rosa en la mano que siempre le llevaba a mi madre diciendo: “Acá te traigo una ‘dosa’, Amada”.

Madre e hija vestidas por Palmira Yaluk. Susana Galli y Pilar Saldívar. Asunción s.f.
Cinco generaciones Yaluk vestidas por Palmira: Fiorella Arza, Mónica Pérez, Caro Pérez, Katty Pérez, Humberto Figueredo, Fernanda Álvarez, Mecha dos Santos Yaluk, Chiquita Yaluk, Palmira Yaluk y Santiago Escobar. Asunción.

EN EL CHALET DE PALMIRA

Después de despertar de ese “sueño vehicular” convertido imaginariamente en un viaje en moto, llego al chalet de Palmira, toco el timbre y me atiende una elegante señora y le pregunto: “¿Está Palmira?”. Y ella me responde: “Soy yo”. Me quedé asombrado, porque pensaba encontrarme con una señora muy mayor a punto de cumplir 90 años, pero no. Era ella, una señora agradable, espigada y con taco alto que me invita a pasar a su living. En la entrada un espejo, seguido de un amplio “moderno salón” de finales de los años 50, un gran sofá, grandes veladores y un comedor con un techo en doble altura; al costado, muchas fotos familiares y un teléfono verde de la vieja línea baja y una guía telefónica que parecía decirme: “Vení abrí y busca algún viejo número, hacé un viaje al pasado”.

Entre medio, Palmira recuerda su infancia en Caraguatay, ciudad que debe estar orgullosa de una hija ejemplar. Es ahí donde empieza a coser los primeros vestiditos para sus muñecas, realizando un juego muy particular con sus vecinas, “entierro de muñecas”, un ritual en el que se llevaban a cabo todas las tradiciones de un funeral. Ella enfatiza y subraya: “Teníamos hasta muñecas lloronas”. Ya de muy joven empieza a coser y luego se perfecciona en el legendario Centro ítalo-francés de alta costura Delego y Lagarrigue, fundado en 1957, que en Asunción estaba a cargo de Rubí Daumas Ladouce de Martínez de la Pera.

Ramón Pérez Cáceres, Mecha dos Santos, Carolina Pérez, Toni Sabe, Inorla Bittar y Rodolfo Sabe. Asunción.

REUNIONES DE MODISTAS Y EL TRANSGANADO DE UNA NOVIA

En todas estas más de siete décadas, Palmira Yaluk cosió a centenares de señoras, señoritas, niñas y niños paraguayos del siglo XX junto con sus seis compañeras de ruta de la alta costura asuncena, María Aurora “Nena” Netto de Sequera, las hermanas Salerno, Kikí Romero y Chafana Sienra, con quienes se reunía los fines de semana. Eso sí, solamente cuando no había casamientos. Ella cuenta: “Eran reuniones que duraban horas en la casa de Semí Salerno, donde nos contábamos anécdotas de los trabajos que en los años 60, 70 y 80 eran innumerables; como aquella novia que llegó tarde a su casa para vestirse y quería entrar al baño después de colocarse el vestido y Palmira le dijo: “No, mi hija, es tarde, no vas a entrar al baño, le abrí la puerta de mi casa, luego la portezuela del auto y le dije, te subís al auto y te vas directo, sin escalas, al San Roque”, refiriéndose a la iglesia donde se debía celebrar la ceremonia religiosa, así como otra novia que se casaba en San Bernardino: “Nos vamos a vestirle a la novia, llegamos a la casa, Esperanza de Portaluppi, su hija Estela y yo, le dijimos ya estamos para irnos, abrimos la puerta principal y el auto era un transganado de doble eje y sin lavar. Acto seguido le expresamos ‘nosotras en esto no nos vamos’. Nos plantamos y después consiguieron un auto que nos llevó a la villa veraniega.

Palmira, hoy a meses de cumplir 90 años, sigue cosiendo, se sube todos los días a su taller, siempre con taco alto, dispuesta a seguir embelleciendo a muchas niñas que sueñan con su gran noche –novias, debutantes, niñas de primera comunión o bautismo– porque hay Palmira Yaluk para rato con un enorme cariño, tan grande como la distancia de su Caraguatay natal a su casa de Asunción sobre la vieja calle Chile.

María José Miranda Arréllaga. Asunción, 1988.
Atilio Reguera, María Stella Riquelme, Licy Reguera, Juan José Tardivo, Estela Bernardes y Fidencio Tardivo. Asunción.
Lorena Mateucci de Irún. Asunción s.f.
Palmira Yaluk. Embajada americana. Asunción c. 1959.

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