Por Ricardo Rivas, periodista, Twitter: @RtrivasRivas

Más allá de la tele y las extensas transmisiones, otros debates sociales son parte y calientan la previa catarí. Género, mujer, sexo, opciones, autopercepciones, consumo de alcoholes son parte del debate.

Alguna vez, el amigo Hamurabi Noufouri, en un café de El Cairo, me contó la “historia de un amor eterno” entre Layla y Majnún. Disfruté aquel relato que tiene sus orígenes en tradiciones populares y que circula –como leyenda– desde el siglo VIII, en Arabia. Cuentan que en aquellos territorios, el poeta Keis, del que se asegura que era beduino, profundamente enamorado de una joven llamada Layla, sufría porque las familias de ambos estaban enfrentadas y, en consecuencia, se oponían a esa relación. Sin embargo, el enamorado no evitaba a la niña e insistía en la demanda de su amor que, más que a un simple sentimiento, crecía y mucho se parecía a una especie de obsesión.

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Los avatares de aquel joven enamorado, como relato, se extendió entre las poblaciones lugareñas. Hasta tal punto la historia se hizo parte de las vidas cotidianas de todos y todas que, como corrillo, al enamorado comenzó a mencionárselo como Majnún, palabra con la que se significa al loco o a quien se encuentra poseído por demonios (djinns).

UNA FRICCIÓN INTERCULTURAL

Desde esa perspectiva histórica, Hamurabi acortó mi ignorancia, ya que me permitió comprender que “en el sexo, como tema, una buena parte de los viajeros que llegamos a esas tierras descubrimos una fricción intercultural porque, en una buena parte de Occidente, heredamos de aquellos el ideal del amor romántico que, para las culturas que habitan el golfo Pérsico, es el ideal de amor entre hombre y mujer, que hasta entonces no existía”.

Antes de llegar al Café El Fishawi –desde 1773 propiedad de la familia que allí mora y cuyo apellido nombra a ese lugar enclavado en El Callejón de los Milagros y es escenario de la novela con ese título escrita por el Premio Nobel de Literatura 1988, Naguib Mahfuz– Hamurabi, un argentino nacido en San Juan y Boedo, en Buenos Aires, que cada domingo grita los goles de San Lorenzo de Almagro, académico notable, estudioso, opuesto a toda forma de discriminación, xenofobia o racismo, al recorrer lentamente el zoco logró convencerme de que existen lugares en los que el tiempo carece de sentido y parece no pasar.

De hecho, se asegura que en poco más de dos siglos, El Fishawi, también llamado Café de los Espejos, “no cerró nunca”. Recuerdo que fue una larga tertulia. Cuando el diálogo parecía concluir, una tradicional narguile cargada con tabaco turco macerado con miel abrió más espacio para las reflexiones sobre la riqueza de lo diverso. Vaya a saber por qué, del amor platónico, la charla avanzó hacia sexualidad. Las mesas del histórico bar cairota estaban pobladas de hombres. Unas pocas –muy pocas– mujeres ocupaban algunas sillas.

“El mundo islámico siempre ha sido el refugio de la homosexualidad perseguida en Europa”, dijo Hamurabi, quien también aseguró que aquello “no es nuevo. Siempre fue así”. Tras una voluta de humo interminable, continuó: “De hecho, Richard Burton, el autor cuyos libros se dice que tenía (Jorge Luis) Borges en su mesita de luz, en ‘Las mil y una noches de Burton’ –una obra integrada por varios tomos– da cuenta de ello”.

Escuchaba con atención. En silencio profundo. “El concepto de la sexualidad, por estos lares, es muy distinto”, agregó. “El Corán no reconoce solamente dos sexos, sino varios más. El orgasmo está legislado en el texto coránico”, apuntó a modo de ejemplo. Desde 1.400 años el divorcio vincular existe y es posible en el islam, supe por aquellos años de viajes por el Oriente Cercano y Medio. Con el tiempo, en una biblioteca digital española, leí que en un hadiz “se aconseja a los maridos que hagan el amor de manera que el juego permita a la mujer tener el orgasmo primero (porque) el descontento sexual es considerado como base legítima para solicitar el divorcio por parte de la esposa o del marido”. En otro párrafo, puntualiza que “el celibato y la vida monacal son rechazados en el mundo musulmán porque contradicen de forma clara la naturaleza del ser humano”.

RIQUEZAS SIN FIN

Por allí andaban mis pensamientos en esta noche de viernes cuando el sábado, indetenible, propone una pausa reflexiva. Hamurabi, Burton, el golfo Pérsico, ¿cómo llegué hasta aquí? Entre Doha –capital del emirato de Qatar– desde mi querida Asunción, hay 12.900 km en dirección al noreste. El océano Índico –con 30 metros de profundidad promedio– baña las costas del que algunos llaman “el país más rico del mundo”, situado en una pequeña península en el golfo Pérsico. ¿El más rico? Tal vez sea una definición caprichosa, arbitraria o, por qué no, a partir de una mirada acotada. Todos los países tienen riquezas y pobrezas. Unos pocos años atrás su población era cercana a 2,3 millones de habitantes. Sin embargo, los cataríes residentes apenas llegan a un cuarto de millón. Pero todos y todas –gobernados por el emir de Qatar, Tamin Bin Hamad Al Thani– son musulmanes y el 95% de ellos y ellas practican el islam, que es la religión oficial.

Desde el inicio del milenio, Doha procura su instalación en el mapa del poder más allá de su propio poder desde siglos y del turismo. Y tiene con qué. A partir de los inicios de la década de los años 30, en la centuria pasada, petróleo y gas impulsan su crecimiento constante. Doha, además, fue sede de las negociaciones globales de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para avanzar con el libre comercio, cuando el presente milenio apenas comenzaba. Desde 1963, allí se juega fútbol dentro del marco de la Qatar Stars Leaque. El Al-Saad es el histórico máximo triunfador entre una docena de clubes que disputan cada campeonato.

Un súbdito catarí, Nasser Al-Khelaifi, graduado en el Universidad del Pireo, ex tenista y empresario, desde el 2011 es el presidente del francés París Saint-Germain (PSG), el club de fútbol 10 veces campeón de la Ligue 1; y, en 11 oportunidades del Trofeo de Campeones, por solo mencionar algunos logros relevantes. En los últimos años, el PSG es uno de los centros de atracción más relevantes de ese deporte – sobre el que hace foco una buena parte de la afición global– porque cuenta en su plantel profesional con futbolistas de la talla de Neymar da Silva Santos Júnior (Brasil), Kylian Mbappé (Francia), Gianluigi Donnaruma (Italia), Sergio Ramos (España) y, el más grande en la escala global, Lionel Messi (Argentina). Notables.

En el también llamado Café de los Espejos, en el medio del zoco desde 1773, encontré sentido a la diversidad y su riqueza.

EL MUNDIAL DE LA POLÉMICA

En ese país increíble se jugará el mundial de fútbol. Desde este domingo apenas faltan 7 días para que las formaciones de Qatar y Ecuador, en el estadio Al Bayt, en Al Khor inicien las acciones del Campeonato Mundial de Fútbol 2022, que se extenderá hasta el 18 de diciembre cuando del estadio Icónico, Lusail, emerja el nuevo campeón que reinará hasta el 2026. Desde el vamos y, básicamente, por las incomprensiones culturales de los unos y los otros, la sede de la disputa es eje de polémicas.

El invierno catarí –con un promedio de 25 grados de temperatura que, hacia abajo, puede descender hasta los 13– será la imagen global preferente cuando ciertas pasiones nacionales, no siempre racionales, se desaten en, de y desde Doha, para estallar luego en millones de pantallas que, en cualquier horario, habrán de encenderse y brillar en la aldea global.

DEBATES

Pero más allá de la tele y las extensas transmisiones que habrán de traernos todo lo que allí acontezca, otros debates sociales –hasta que el balón comience a correr– son parte y calientan la previa catarí. Género, mujer, sexo, opciones, autopercepciones, consumo de alcoholes son parte del debate. Discusiones globales que también se dieron cuando Russia 2018 o en oportunidad de los Juegos Olímpicos en la República Popular China, aunque con menor intensidad. La plena vigencia de los derechos humanos y, especialmente, lo que concierne a los colectivos LGBTQ+, como discusión crece día a día. Algunas escuadras participantes lo harán con brazaletes alusivos. Vivir en la diversidad es un desafío. Tanto para las sociedades que reciben visitantes que llegan desde todas partes como para quienes arriban, montadas ambas partes en el desconocimiento de las otredades o, más aún, por multicausalidades, sobre preconceptos y prejuicios constructores de otredades asumidas como negativas. Nada nuevo, pero los debates hay que darlos.

Qatar 2022: Desafío intercultural.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

Es así desde siempre y en todo lugar. Berlín en el 36. Argentina en el 78. El consumo de alcohol, en Qatar, es otro desafío. Como también lo es el espacio público, su ocupación y uso. “¿Qué haremos a la hora de festejar los goles de Messi?”, preguntan algunos y algunas de los 40 mil argentinos y argentinas que se estima viajarán hasta el golfo Pérsico para ver el Mundial. Pero hay más. “Si se perciben actos, como un beso a tu pareja en el festejo de un gol, te pueden llegar a llamar la atención”, responde un especialista en el transcurso de una entrevista radial.

“En la cultura catarí –explica el argentino Hamurabi Noufouri, el amigo a quien llamé para esclarecer y esclarecerme– hay otro código de lectura corporal porque tienen, en esa sociedad, otra gradualidad vincular que nosotros, en algunas partes de Occidente, no comprendemos muy bien”. ¿Y eso es bueno?, pregunté. “No es bueno ni malo. No tengo por qué juzgarlo. Soy argentino, vivo en la Argentina, sufro y festejo a San Lorenzo de Almagro, es una práctica social, una práctica cultural que, transitoriamente, quienes vayan Qatar van a encontrar en esa sociedad”, responde.

¿Y qué puede pasar si dos mujeres o dos hombres van por la calle tomados de la mano? “No pueden. Y tampoco lo puede hacer un matrimonio. En varios lugares de Asia es así. Son disposiciones, normas, prácticas. En India se dan situaciones como esas. Viajeras y viajeros, suelen comentarlas con asombro y, no pocas veces, con incomprensión o profunda molestia”, agrega.

Doctor Hamurabi Noufouri: “Si festejar un gol es sexo, alcohol y descontrol, Qatar no es el lugar”. La palabra de un argentino experto en el islam.

HOSPITALIDAD

“En Qatar hay, existe, una cultura de la hospitalidad en la que el huésped es sagrado y, desde ese lugar, es que las puertas se abren para que todas y todos vayan a conocer ese país, esa sociedad, esas costumbres, esa cultura que tiene, vive y convive con ese tipo de prácticas”, sostiene Noufouri y explica que “el turista, el que viaja a Qatar, a India, a China, a Rusia, a Vietnam, a Tailandia, a Myanmar o a donde fuere que llegue o quiera llegar, es consciente de su condición, de cómo fue formado y de las imágenes que tiene sobre la cultura catarí o la que fuere. Desde esa perspectiva, es posible reducir la incomodidad de una eventual fricción intercultural. De no hacerlo, puede llegar a tener un conflicto. Es preciso comprender y saber que el contacto físico no conflictivo es el que no implica erotismo o intención de llegar a un acto sexual”. Pero va más allá. Experto con reconocimiento global en la cultura del islam, doctorado en la Universidad de Navarra, Hamurabi recomienda también que “los contenidos eróticos bajados de las redes que los turistas, tal vez, puedan llevar en sus celulares, es mejor borrarlos para que nadie pueda creer que el que tiene esos materiales sea traficante de pornografía”.

¿Y el consumo de alcohol? Noufouri es paciente con mis preguntas. Mucho más cuando en tantas oportunidades brindamos con ron ámbar, al que nunca puede resistir. “El alcohol –responde– en el Corán está desaconsejado. No prohibido. Que quede claro. Lo que no se permite es circular borracho. Como en la Argentina o en tantos otros lugares, tampoco se puede y, si alguien lo hace, correrá el riesgo de ser detenido y, seguramente, tendrá alguna sanción. Brindar, para festejar los goles, solo será posible en los lugares habilitados para hacerlo. Tampoco se permite comer carne de cerdo y, especialmente, por cuestiones climáticas, a hombres y mujeres se les recomienda vestir ropas livianas, sueltas, frescas que cubran desde los hombros hasta las rodillas”. ¿Es recomendable ir al Mundial, entonces?, consulté. “Lo tendrá que decidir cada uno, pero es necesario saber que si para algunas personas festejar el fútbol es sexo, alcohol y descontrol, Qatar no es el lugar”.

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