Por Toni Roberto, tonirobertogodoy@gmail.com

Este domingo Toni nos lleva a recordar a esos personajes asuncenos que, más allá de ser mozos, se convirtieron en verdaderos amigos de sus clientes. La evocación está inspirada en la partida de Melanio da Silva, quien empezara como mozo en el Lido Bar a finales de los años 70 y luego pasara en 1989 a la Gelatería Italiana hasta el final de sus días, hace unas pocas semanas.

Celestina, del Lido; Ramonita, de Biggest; Juliana, del Bolsi; Hugo Caballero, del Café Literario; Lourdes, de Honey; Eliseo, de Sabores Alagló, es la legión de nombres que me vienen a la mente al recordarle a Melanio da Silva, de 4D.

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El sonido polifónico de las mozas del Lido haciendo marchar algún pedido me hizo sonido en los rincones del complicado sistema auditivo del cerebro humano al saber de la partida de Melanio, el eterno mozo de la Gelatería Italiana. Un día del año 1989, cuando abría sus puertas ese rincón de dulces delicias heladas, se acercaba un joven alto, callado con una discreta risa y una constante actitud de respeto al cliente, que con el tiempo se convirtió en amigo de artistas, políticos, periodistas o empresarios que iban regularmente a esa esquina de Villa Morra.

Mozas Lido Bar. Asunción, c.1955.

SIMPLEMENTE MELANIO

Las historias de Melanio se convirtieron en leyenda desde sus primeros pasos como mozo en los años 70 en el viejo Lido, donde conoció a su esposa, que también fuera moza del mismo local, o cuando José Alonso, gerente español del desaparecido Banco de Asunción, le contratara como cajero. El ejecutivo iba todas las noches a cenar al local comercial, donde fuera antiguamente la quinta de los Coscia, y debido a su particular atención decidió contratarlo como cajero. Así, un día cualquiera de mediados de los años 90 se le podía encontrar de mañana de rigurosa corbata en aquella institución bancaria y a la noche con su moño verde del color característico de la moderna “noventosa” arquitectura que adorna hasta hoy el local.

Los tiempos cambian y los mozos se van. Así, Óscar, el uruguayo que atendía en la pérgola del Bolsi, agradeciendo siempre la propina regalando un canto a capela del repertorio popular latinoamericano a sus comensales, ya se jubiló; Ramonita, del bar Biggest de 15 de Agosto y Estrella, abandonó a sus antiguos clientes con el cierre del lugar, o Hugo Caballero, el mozo del Café Literario que conquistó a toda la “parroquia cultural” de aquel desaparecido negocio, estará en algún lugar atesorando todos sus recuerdos. Todos ellos nos dejaron a muchos clientes solitarios y a familias enteras que disfrutaban de un deferente trato.

El mozo Melanio da Silva y compañeros. Asunción, c.1990.

JULIANA Y EL MINISTRO

Hoy los nuevos cafés ya no tienen aquel personaje con moño que nos decían, bandeja en mano, “¿que se le ofrece, señor?”. Ya no está Celestina Gómez, del Lido, que como una cantante lírica pedía: “Marche una empanada de huevo con pancito y una Pulp”; ni Juliana para contarnos el pedido clásico de sus clientes o revelarnos historias únicas como la del ministro Adán Godoy, que tenía su lugar en un rincón de la barra donde pedía su cafecito con pastelería francesa. “Un día me dijo ‘Juliana, vos no tenés hijo, ya tenés que hacer uno’ y así me decidí y tuve un varón que hoy ya tiene casi 40 años”, nos contaba Juliana refiriéndose al antiguo ministro de Salud.

Al final, Melanio, aquel mozo de las mil historias, amigo de intelectuales, empresarios o personajes de la farándula, ya no está. Su partida fue como el inicio del final de una era de antiguos mozos; es como una trompeta que nos puede anunciar el final de una época más humana de una Asunción que ya se va.

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