Por Jimmi Peralta - Fotos: Christian Meza

Conocido por haber tomado parte del reparto de la serie más exitosa en la historia de la tevé nacional, “Sombras en la noche”, Jorge Ramos es fundamentalmente un hombre de teatro que interpretó a icónicos personajes, entre los cuales ocupa un lugar preeminente el unipersonal “José Gaspar”. El encierro de la pandemia, que fue una pausa obligada en una labor de realización imposible sin público, le hizo tomarse el “atrevimiento” de escribir “Simplemente el quinielero del barrio”, un relato basado en hechos reales publicado recientemente.

En el epílogo de la dictadura y los primeros años de la democracia, el ambiente cultural asunceno vivía un cierto bullicio que podría generar hoy añoranzas. Primero la rebeldía a veces clandestina y luego la creación que buscaba derribar los viejos límites trazados por el control y la censura. En esa vuelta de los desterrados y la emancipación de los habitantes de esta isla rodeada de tierra, Agustín Núñez lleva al premiado “Yo el Supremo” de Augusto Roa Bastos a escena. Eso marcaría al teatro nacional y con él a quien en esa puesta dio vida al “Supremo” José Gaspar Rodríguez de Francia, Jorge Ramos.

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Fue de pequeño habitante del barrio San Antonio de Asunción, hijo de Lucas Ramos, un empleado, e Idalina Cuquejo, modista y ama de casa. No fue heredero de una tradición artística, por lo que su cercanía y atracción al escenario le vino desde adentro y brotó en la escuela.

Jorge, el Dr. Francia que todos recuerdan, habló con Nación Media sobre su trayectoria y su último trabajo, el libro “Simplemente el quinielero del barrio”, presentado la semana pasada.

–¿Cómo se dio tu primera relación con el escenario?

–Desde muy chico sentí atracción por el arte de actuar. En la escuela, mis maestras sabían que podían contar conmigo para los festejos del Día de la Madre, de la Independencia, del Maestro o la festividad que fuera. Al escenario lo empecé a mirar de una forma muy especial. Era como un imán, que me atraía. En cierto momento, con 15 años, empecé a dar mis primeros pasos con la señora Azucena Zelaya de Molinas. Luego, a los 17 o 18 años, tuve la oportunidad de que me incorporaran a su elenco “Los compadres”, don Rafael Rojas Doria y el señor César Álvarez Blanco. Posteriormente, formé parte de la Compañía Hispanoamericana, de Richard Thompson, y de ahí fui convocado por el señor Ernesto Báez. Fue seguidamente que ya tomé contacto con Arlequín Teatro, la compañía de Rudi Torga, El Ateneo Paraguayo, la compañía de Gardes Gardez, Piriri Teatro, de Herenia López, y tantos otros grupos.

–¿Qué otras artes te gustan hacer?

–Además de actor, soy locutor y como tal trabajé en Radio 1° de Marzo y Radio Cáritas, Canal 13 y Canal 9. Llegó un día en que opté por dedicarme por entero a la actuación, aunque de agencias publicitarias y productoras suelen llamarme, hasta ahora, para grabar comerciales para radio y televisión.

–Muchos actores se califican tímidos que pueden exponerse siendo otros. ¿Cuál es tu realidad en ese aspecto?

–Puedo asegurar que tímido nunca fui para actividades artísticas, aunque fui algo tímido para otras actividades. Al subir a un escenario, o pararme frente a una cámara, frente a un público, me siento a mis anchas, disfruto de lo que hago.

–Como actor, ¿cuándo el trabajo te lleva a la observación de lo social, la psicología, a la reflexión de la realidad?

–Los aspectos sociales y sicológicos son puntos que un actor o una actriz deben tener muy en cuenta durante el trabajo de realizar una obra, sin duda alguna. Junto al director de la obra se deben analizar dichos temas a fin de que la construcción del personaje llegue a feliz término. Cómo mira, cómo camina, cómo habla, qué gestos tiene. Estos ítems forman un todo completo que da cuerpo y vida al personaje que me corresponde crear. Y aquí deseo destacar que el teatro es la manera más contundente y eficaz de hacer denuncias, clamar justicia, así como destacar actos o acciones positivas en la sociedad. Por algo el dramaturgo alemán Bertolt Brecht dijo: “El pueblo que no cultiva su teatro, si no está muerto, está moribundo”.

–¿Podrías comentarnos cómo llegás a “Yo el Supremo” de 1991?

–A finales de 1990 Agustín Núñez me convocó para formar parte del elenco de la versión teatral de la novela de Augusto Roa Bastos “Yo el Supremo”, obra que se estrenó en abril de 1991. Fue uno de los momentos más gloriosos del teatro paraguayo, pues se ponía fin a una etapa oscura, con el derrocamiento del tirano Alfredo Stroessner. Augusto Roa Bastos, así como muchos otros escritores, artistas y políticos pudieron retornar al país, y “Yo el Supremo” conoció la luz.

–El personaje del Dr. Francia marcó un antes y un después en tu carrera. ¿Cuántas veces te tocó encarnarlo?

–Estoy de acuerdo con aquellas personas que señalan que la puesta en escena de “Yo el Supremo” marcó un antes y un después en el teatro nacional. Y agrego, igualmente, que en lo personal marcó un antes y un después en mi carrera actoral. Estuvo en cartelera tres meses en el Teatro Municipal de Asunción, un total de 105 funciones, con un promedio de 700 personas por función. El elenco estaba formado por 25 personas en escena.

Ese fue mi primer contacto con la figura del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia. Posteriormente, a fines del 2003, tomé contacto con el escritor Hernán Jaeggi y le pedí que escribiera para mí una obra teatral unipersonal y fue él el de la idea de hacer una versión distinta sobre el doctor Francia. Así nació “José Gaspar”, que se estrenó un mes de noviembre del 2003, o sea que lleva 19 años de vigencia ininterrumpida.

–La fuerte figura de Francia plantea siempre debates entre los que lo consideran héroe y quienes lo consideran villano. ¿Cuál es la respuesta que tiene la gente en general sobre el personaje en ese sentido?

–Mira, yo no diría precisamente que la figura del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, de repente, se lo vea como un héroe y también como villano. Es muy controvertida la figura, pero te puedo asegurar que luego tantos años de estar trabajando, haciendo esta obra teatral sobre el Supremo dictador, están los que lo destacan como el gran padre de nuestra nacionalidad, verdad, y otros que sí lo cuestionan, pero no como villano, sino digamos que cuestionan más bien su metodología de gobierno, la forma en que gobernó, los pasos que tuvo dar, las actitudes, las posturas extremas que tuvo que adoptar. Hay que ponerse un momento nada más en los zapatos de aquel señor en aquel entonces, 1800. Su objetivo, su meta era, digamos, fortalecer a una nueva república, a una nueva nación. Dar base fundamental a la creación de la República del Paraguay y ahí aparecían los enemigos. No creo que nadie lo vea como un villano, sino que una persona que de repente a muchos no les agradó el mecanismo que utilizó como gobernante.

–¿Qué otras obras o personajes recuerdas con cariño?

–Creo que los actores, las actrices, siempre vemos a cada trabajo que hacemos como un hijo, a todos los trabajos les tenemos mucho cariño. Pero por alguna razón algunos se destacan. Por ejemplo, hacer la obra “Edipo rey”, la tragedia griega, fue realmente uno de los trabajos más difíciles, más duros. Hacer una tragedia griega es una tragedia. Exige muchísimo, muchísimo, pero de la mano de José Luis Ardissone llegamos a muy buen puerto porque tuvo muy buena crítica y gustó mucho la obra.

Después también el “Zoológico de cristal”, “Vidas y muertes de Chilito Aldama”, en fin, obras que por algunos pequeños detalles seguramente se destacan un poco más. Y después, lo que me divirtió mucho fue hacer obras para niños: “La vuelta al mundo en 80 días”, “Las 1.000 y una noches”, fueron fantásticos momentos donde divertíamos a niños, pero los que más nos divertíamos éramos los actores, las actrices de la obra.

–En retrospectiva, ¿cómo recordás el proyecto “Sombras en la noche” en el que participaste? ¿Qué anécdotas recordás de aquel entonces?

–También recuerdo en forma muy especial “Sombras en la noche”, la miniserie que nació de la mano de Carlos Tarabal y Clotilde Cabral, que se convirtió en todo un suceso en la televisión nacional. La grabación de los capítulos la iniciábamos los viernes a la tarde-noche y culminábamos el sábado a la tarde o, si era necesario, se extendía hasta el domingo. Esa producción quedó grabada en el recuerdo de la gente, que hasta ahora recuerda con cariño. Siempre nos preguntaban por qué si teníamos que grabar escenas en un cementerio lo hacíamos a la noche y madrugada precisamente. Y explicamos que para realizar el trabajo era necesario que no haya ruidos de vehículos o de cualquier otra índole, y eso se lograba recién luego de las 22:00 o 23:00 y hasta las 4:00 de la mañana.

–Por décadas el cine le esquivó al actor paraguayo. ¿Cómo vivís este nuevo momento de producciones que tienen repercusiones afuera y en Paraguay?

–El séptimo arte siempre fue furgón de cola en nuestro país. El aspecto económico siempre fue el principal escollo, además de otros factores. Realizar películas era muy difícil a tal punto de que la mayoría de los actores y actrices de Paraguay tenemos una formación más teatral, y en muchos casos cuando debemos actuar para cine o televisión se nota y debemos luchar contra ello. Sin embargo, en los últimos 10 años, más o menos, este panorama negativo se empezó a superar y han aparecido muy buenas producciones. Tal situación también se puede decir de las producciones para la televisión.

–Entre el cine, el teatro y la TV, ¿por cuál sentís una mayor pasión?

–Si debo elegir entre el teatro, la televisión y el cine, yo siempre elegiré la actuación en obras de teatro. No hay nada comparable con el contacto directo, instantáneo con el público. Es inigualable sentir esa atmósfera, el clima que se crea en una sala teatral.

–¿Cómo ves hoy la escena teatral y cómo ves a los actores de “tu generación” en este momento?

–Es muy bueno ver cómo en los últimos 15 años, aproximadamente, mucha gente joven se ha volcado hacia el campo del teatro. No solo actores y actrices, sino muchos interesados en dirigir o incursionar en el tema de vestuario, luces, sonido, maquillaje, etc. Es sangre nueva, que muy bien hace al arte. Entonces se puede lograr esa fusión de gente con experiencia y aquellos que empiezan a dar sus primeros pasos.

EL “ATREVIMIENTO” DE PUBLICAR

“Todo nació durante el confinamiento por culpa de la pandemia. En mi casa, solo, no sabiendo qué hacer, aparte de leer y ver noticieros, deseaba encontrar algo más. Entonces me vino a la cabeza una anécdota que tenía guardada en la memoria. Me pareció que podría servir para dar forma a un cuento, breve, muy breve. Pues entonces me dije ‘por qué no’ y me puse manos a la obra”, explica Jorge Ramos sobre la génesis del cuento “Simplemente el quinielero del barrio”.

“Está basado en hechos reales, pero me tomé el cuidado de cambiar los nombres de los personajes que desfilan en el relato, que se inicia a principio de la década de los años 60 y termina a principio de los años 80″, agregó.

Jorge comentó que tiene un gran respeto por la creación literaria por ser un arte muy difícil, por lo que señala que la publicación que realiza es “un atrevimiento”.

“Ahora puedo decir que cumplí con la premisa que dice que uno debe plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Ya planté algunos arbolitos, tengo una hija, Alma, y ahora aparece este cuento breve. Otro libro está en preparación para el año próximo”, concluyó.

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