Juanse Buzó, actor, director y monologuista de stand up, habla con Augusto dos Santos para el programa “Expresso”, emitido por el canal GEN/Nación media, sobre esta versátil disciplina de la comedia que, al contrario de las demás ramas del arte, experimentó un impulso gracias a la pandemia. Además de contarnos su experiencia, Buzó brinda algunas claves para entender este género, así como algunos tips para quienes quieran incursionar en este campo de la actuación.

Fotos: Nadia Monges

–ADS: ¿Sos abogado?...

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JB: Soy abogado. Terminé en el año 2000, soy de la promoción 2004 de la UNA. Y estuve incluso hasta en el cuadro de honor, tengo un puntaje altísimo de promedio. Creo que era 4,65 mi promedio.

–¿Por qué dejaste la posibilidad de ser paladín de la justicia por el teatro y la comedia?

–Y me cansé de ser abogado. Ejercí hasta el año 2012. Y yo terminé la facultad en el año 2004 y al año siguiente yo dije: “Ya tengo mi título”. Y eso que nunca mis padres me presionaron, nunca me dijeron “tenés que ser abogado”. Mi mamá es abogada, fue jueza, pero nunca me dijeron. Yo terminé el colegio y es como que uno tiene que ponerse serio, tiene que tener alguna profesión y yo me autoconvencí de que tenía que seguir esa profesión. Inmediatamente terminé la carrera de abogado y dije “voy a hacer lo que a mí me gusta, me apasiona, que es la actuación”.

En el año 2005 me metí a la escuela de El Estudio de Agustín Núñez, un maestro que le quiero, que le agradezco por guiarme e inspirarme en el mundo artístico. Después del año 2007 me recibí de actor y en el 2009 de director de actores y, paralelamente, cada vez me me desentusiasmaba más ser abogado y me entusiasmaba más el ámbito artístico. Y para ser abogado tenés que tener una vocación y muchas veces estamos plagados de abogados en este país que optan por la abogacía como un comodín. Bueno, “voy a ser abogado y a partir de ahí ser funcionario público”. Hay que tener estómago para ser abogado.

–Calculo que siete años de abogado te habrán servido de insumo para tus comedias.

–Sí, de hecho que mi primer monólogo, cuando yo aprendí la técnica del stand up en el año 2012, fue sobre qué jodido es ser abogado en Paraguay. Es como que sacaba todo eso que lo tenía guardado y el stand up lo que tiene es eso, que es un espacio donde uno puede gritar a los cuatro vientos ciertas cosas que tiene tragadas en sus entrañas, sacarlas y decirlas. Muchas cosas que de repente mucha gente piensa, pero no lo dice públicamente por pudor, por vergüenza, por el miedo sobre qué va a decir la gente. Y el stand up es un lugar fantástico para decir públicamente esas cuestiones.

TRANSGRESIÓN

–Lo que tiene esta disciplina es que probablemente, mucho más que en otros géneros, te permite hacer denuncias desde el humor.

–Esa es la característica del stand up. Es un género de humor irreverente, muchas veces políticamente incorrecto, que incomoda.

–En la incomodidad creo que está también una parte del éxito de un número, ¿no?

–Sí, porque vos ahí definís más o menos tu estilo. Hay distintos estilos de hacer stand up. Está el que tiene un humor blanco que es para toda la familia, que está súper bien también. Me parece a mí muy difícil que yo haga eso porque no va conmigo, pero le admiro a la gente que hace ese tipo de humor, pero también está el más transgresor.

Hay algo que me dijo Agustín Núñez de que la autocensura es el peor enemigo de un artista y más todavía en el stand up, porque si vos vas a pensar y vas a decir “quiero hablar de esto polémico, pero qué pasa si escucha mi abuela, mi papá, el tío o los amigos se pueden ofender”. Entonces ahí te limitás como artista. Uno tiene que arriesgarse, lógicamente hay personas a las que le va a molestar. Generalmente en los shows de stand up no, porque la gente ya se va predispuesta a escuchar ese género de humor, pero una vez que subís a las redes sociales ya recibís puteadas.

–¿Alguna vez estuviste con tus papás a bordo en un teatro?

–Montón de veces, sí.

–Lo simpático es la realidad exagerada. ¿Sabes quién dijo eso?

–Ehhh... Yo lo dije.

–Nos contó Raúl Moreno, que fue tu compañero, que ganaron las elecciones en el centro de estudiantes y al día siguiente enviaste tu renuncia por correo. –Sí, Raúl Moreno fue mi compañero de colegio, mi compañero de facultad, nosotros estudiamos juntos Derecho en la Católica, nos mudamos juntos a la Nacional. Eso fue en el segundo año de la Universidad Católica que nos ofrecieron estar en una de las listas del centro de estudiantes y nosotros todos entusiasmados con Raúl ganamos las elecciones. Y ahí como que ya tuve el primer síntoma de estar podrido de la abogacía. Me salió una oportunidad para viajar a Inglaterra para estudiar inglés y dije: “Chau, no voy a desaprovechar la oportunidad”. Justo me salió cuando ganamos las elecciones. Unos días después dije “yo renuncio”. Me acuerdo que el presidente del centro con el que ganamos las listas no sabía qué decirme porque fue el descoloque.

–Renunciar no figura en el presupuesto paraguayo.

–Sí, fue muy particular esa situación, un poco incómoda, pero tampoco fue el fin del mundo. Habrán encontrado a alguien que me habrá reemplazado.

EL PIONERO

–¿El camino recorrido por el género desde que vos conociste cómo estás viviendo?, ¿cómo viste su crecimiento?

–Y yo creo que cada vez está creciendo más. Si tenemos que hablar de un padre del stand up paraguayo, sin duda es Carlitos Vera. Cuando él contaba sus cuestiones personales, no cuando contaba chistes porque el stand up no es contar chistes, no es el Jaimito, no es el cachique. Son cuestiones personales, el punto de vista de uno y de eso uno hace humor, experiencias, vivencias, anécdotas y Carlitos Vera tenía mucho de eso. Él contaba sus vivencias, experiencias y lógicamente que en esos tiempos no se le decía stand up, pero lo era.

Después hubo ciertos intentos de hacer stand up. Patrick Altamirano organizó un show de stand up en un conocido casino de la ciudad, pero nunca se consolidó. En el año 2012 Nico García viene de Buenos Aires, que él estaba haciendo stand up allá y le enseña la técnica a varios colegas mediáticos que hicieron el grupo Buena Risa Asunción Club, que tuvo su primer impacto sólido. Yo me acuerdo que yo estudié también con él la técnica en el año 2012. No me metí en ese grupo porque no era una persona mediática y Nico me acuerdo que le escogió a todos los mediáticos para tener más impacto y yo ahí dije: “A mí no me van a llamar porque no soy conocido, voy a autogestionarme a mí mismo, yo voy a producir mi propio show porque si voy a esperar que me llamen, no lo voy a hacer nunca”. Eso es lo que yo siempre le digo también a la gente que está comenzando. No esperen que le llamen, autoproduzcan, autogestión, surjan y háganse conocer produciéndose ustedes mismos los propios shows.

Y así fue como comencé yo. Me acuerdo de que hicimos la primera camada, que conformamos ese taller, yo empecé a convocar a los que tenían más potencial y organicé el primer show que yo hice ganando plata, yo me produje y de ahí no paré de producirme. Y siempre yo aposté en que haya cada vez más comediantes para que crezca el género porque llega un punto en que somos los mismos y la gente no va a ir a ver siempre a los mismos comediante o los mismos monólogos. Uno también tiene que estar produciendo cada rato monólogos, pero no te da tanta capacidad de renovación tan rápida. Y así fue que también empecé a enseñar la técnica del stand up desde el año 2014, que surgió más como una necesidad que como algo que yo quería hacer en ese momento porque yo había dejado ya la profesión de abogado. Y es que como que no tenía ese ingreso económico que tenía antes y para mantener más o menos el nivel de vida tenía que hacer más cosas. Entonces, bueno, voy a enseñar, voy a enseñar porque quiero que haya más comediantes y quiero producir más porque yo no solamente hago stand up, sino que produzco y enseño.

RELACIÓN CON EL PÚBLICO

–¿Cuáles son las claves de la relación entre el monologuista y el público? Porque el teatro tiene sus códigos, es un evento mucho más colectivo.

–Esa es una ventaja que tiene el stand up en comparación con el teatro, específicamente en cuanto a producción. En el teatro necesitás guionista, director, elenco, escenografía, maquillaje, iluminación, sonidista. Una serie de cosas que para producir es mucho más complejo. En cambio, el stand up es mucho más sencillo. Vos necesitás un amplificador y que haya comediantes que tengan sus materiales y ya está, es mucho más sencillo, más fácil en ese sentido. Yo vi esa oportunidad e inmediatamente empecé a producir justamente por lo sencillo que es, el costo es ínfimo comparando con lo que es una obra teatral. También es muy complicado para el actor acá en Paraguay, es frustrante que para una obra de teatro tienes que ensayar mínimo un mes, dos meses, esos ensayos generalmente no se pagan, es un tiempo que vos invertís. Después se estrena esa obra y lastimosamente dura dos fines de semana, con suerte tres fines de semana y ensayaste dos meses para hacer una apuesta de máximo seis funciones. No compensa, es muy frustrante eso. Lastimosamente no tenemos ese público en Paraguay que consume mucho teatro, una triste realidad.

–En relación con tu disciplina, ¿es un laburo que te permite vivir?

–Sí, totalmente.

–Muy buena noticia.

–Yo vivo en un 95% del stand up, ya sea haciendo, produciendo y enseñando. No es solamente que yo hago, tengo que producir también. Hay de repente eventos en que no actúo, pero estoy en la producción.

SITUACIONES LÍMITE

–Que estés viviendo de tu profesión en materia artística en Paraguay para el reducido mercado es un logro relevante.

–La verdad que sí, me siento muy satisfecho por eso, pero hubo mucho esfuerzo, mucha perseverancia. Y, sobre todo, ver también que en situaciones de crisis qué yo podía hacer. Yo creo que uno siempre se tiene que exponer a situaciones límite porque cuando vos te ponés en una situación límite, ahí vos le exigís a tu creatividad encontrar una solución.

Yo no quería más volver a ser abogado. Justamente eso era lo que hizo que yo deje la abogacía, porque como yo estaba como abogado, nunca podría realizarme como actor, como comediante, porque me sentía en una zona de confort económico que no hacía que yo me arriesgue. Bueno, y tengo que cortar ese chorro de ingreso para realmente marcar un no retorno para ver qué puedo hacer. Ahí es donde la creatividad aflora, o sea, o sos creativo o te hundís en la crisis.

–Cuáles son dos o tres referentes que tuviste y que fueron tus naves insignias del género en Paraguay. Ya hablaste de Carlitos Vera.

–Le admiro mucho a Sergio Leoz, Diego Santacruz, son buenísimos comediantes. Entre las mujeres están Diana Frutos, Claudia Espínola, Caro Romero, me parecen excelentes comediantes, pero ya los fui conociendo posteriormente a que yo empecé. Si yo tengo que hablar de un inspirador en forma artística, es mi hermano, que es escultor y a mí me sorprendió la decisión que él tuvo de ser artista ya desde joven. Él probó áreas, él fue siempre un hemisferio derecho nato, que se aplazaba, siempre repitió incluso de curso. Fue siempre un chico digamos difícil, problemático en ese momento, porque era un incomprendido hasta que decidió “bueno, listo, yo quiero ser artista”.

Me acuerdo que teníamos una quinta en Lambaré, él se fue a vivir solo. Se independizó a los 22 años y empezó a hacer su arte de la nada y siempre yo le admiré en ese aspecto que tuvo esa valentía de tan joven decidirse por una carrera artística que, entre comillas, no era rentable. No hay futuro, entre comillas, y sin embargo se enfocó en eso y surgió. A mí me inspiró mucho mi hermano en cuanto a lo artístico. Eso es lo que me ayudó bastante en abandonar una carrera tradicional como ser abogado y arriesgarme, y hacerlo también realmente me apasiona.

LA PANDEMIA

–Me contaba otro miembro de vuestra organización que paradójicamente la pandemia fue un trampolín para impulsar el género.

–Sí, hubo como un trampolín a partir de la pandemia porque digamos que comenzó en el año 2012, fue un boom de la novedad, pero era como un globo sonda. No eran números reales, sino que era la novedad. La gente quería ver porque era algo algo novedoso cuando comenzó más o menos la movida en el año 2012, pero después lógicamente se fue desinflando y volvimos a la realidad. Menos convocatoria, pero en realidad iba creciendo paulatinamente a medida que iban incorporándose nuevos comediantes, pero el crecimiento era muy lento hasta que vino la pandemia. Y ahí digamos que lo primero que se habilitó fueron los restaurantes.

–Y la pandemia era muy comediable también, ¿verdad?

–Y el humor está es la desgracia y como los restaurantes ya se podían habilitar y era la única posibilidad de salir de la gente, calzaba perfectamente con nuestra actividad, pues nosotros hacíamos en los bares, restaurantes. Teníamos un local donde tienen un salón enorme, exclusivo, separado de la gente que no quiere ver los shows en vivo. Y era como la única actividad nocturna que uno podía hacer, aparte de salir a comer, porque los cines estaban inhabilitados, las discotecas estaban inhabilitadas, no se podía jugar ni pádel ni fútbol ni nada, pero sí te podías ir a ver stand up, entonces era como que monopolizamos la actividad y ahí llenábamos. Me acuerdo que en la pandemia cuando se empezó a habilitar el tema de los restaurantes teníamos llenos.

REPERTORIO

–¿Tenés un inventario de los temas que son infalibles en Paraguay? Comienzo con uno, moteles por ejemplo.

–Ese es uno de los mejores monólogos. A mí me encanta ese monólogo que se grabó en el Teatro Municipal. Es un un monólogo redondo, dura 10 minutos, dio la casualidad de que es un buen monólogo y con el Teatro Municipal lleno hace que sea fantástico. Otra rutina que siempre hago desde el año 2015 cuando me contratan un evento privado meto el tema de los ómnibus, de las carreras de micro que hay. Ese monólogo me dio de comer muchísimo.

–Pero también tocaste temas como las drogas por ejemplo.

–Sí, exactamente. Por ejemplo, yo consumo marihuana. Lo digo abiertamente. Lo que yo hago en mis monólogos es desmitificar los prejuicios que hay sobre la marihuana. Y también argumento sobre lo irracional de que siga siendo ilegal la marihuana. Con fundamento y humor esbozo esas cosas, esas cuestiones.

–¿Es imposible hacer una comedia sin hablar de los argentinos?

–Yo tengo varios temas que hablo de los argentinos. Y de repente a los argentinos les encanta que se les baje la caña, eso es lo que tienen los argentinos. De repente hay argentinos que cuando yo subo en las redes sociales, muy pocos en realidad, algunos se ofenden y dicen “este tipo solamente habla de los argentinos, qué tiene en contra del argentino”. Y yo les respondo que uno habla de lo que sabe y yo tengo mucha afinidad con los argentinos, tengo muchos amigos, tengo parientes en Argentina. Aparte yo crecí mi adolescencia viendo televisión argentina. Escuché toda mi vida música argentina, o sea que nosotros en Paraguay tenemos mucha influencia de la cultura argentina. Entonces esa influencia hace que yo tenga contenido, tenga fundamento para hablar de ellos. Además de los paraguayos, yo conozco la idiosincrasia de los argentinos más que cualquier otro país. No voy a hablar de los chilenos, de los bolivianos porque no tengo mucho contacto.

–¿Cómo te fue en Buenos Aires?

–Muy bien. Tengo la fortuna de que tengo muchos seguidores argentinos, estuve haciendo dos unipersonales en Buenos Aires en marzo. Y ya era la segunda vez que me iba y cada vez que me voy tengo cada vez más contacto con comediantes porteños, que debo decirlo me abrieron las puertas muy buena onda. Muy buena onda los porteños. Muy buena gente a pesar de la fama que tienen, pero justamente también esa fama, ese prejuicio, es lo que uno agarra en el stand up. Se basan en esos prejuicios y se exagera por más que vos sabés que no todos son así.

MIEDO

–¿Tuviste miedo alguna vez?, ¿te sentiste solo parado en un escenario?

–Sí, al comienzo el cagazo era mucho mayor de los nervios. Yo me acuerdo de que los primeros años y te digo los primeros años y no las primeras funciones, porque uno tarda en dominar esos nervios. Yo de repente dos días antes ya no podía hacer más otra cosa que pensar en mi función. Y ahí te surgen todos los miedos. ¿Qué pasa si la gente no se ríe? Si le caigo mal a la gente, qué hago, miedo al ridículo. Todos esos miedos están ahí latentes. Después con los años uno se va curtiendo, va digamos dominando. Siempre hay un mínimo de miedo ante cualquier presentación porque ni sabés qué te puede tocar. Pero después ya te hacés amigo del miedo, es un proceso natural, normal, hay que pasar por ese momento complicado y atravesar el momento. Sobre todo cuando estrenás un material nuevo, cuando empezás a probar un material nuevo, ahí es donde aflora de repente ese miedo porque no sabés cómo te va a ir.

–Además el monólogo es eso, no tenés nadie que te salve en el diálogo.

–No, no tenés nada. Y yo ya tuve lagunas mentales que te duran así tres segundos. ¿Qué viene ahora si te quedás así, medio mudo y después viene. Por ahí pifiaste o saltaste algún tema, pero venís y seguís hablando. Esos tres segundos de silencio que te quedás colgado y el público está en silencio, mirándote, esperando qué va a venir. Es bastante angustiosa esa situación.

–El monologuista tampoco es un tipo que pensó en cosas, vino y se subió al escenario. Tiene su etapa de preparación cada uno de tus shows, ¿no?

–Claro, uno analiza el tema, uno escribe. Después ya juega más cuando tiene bastante masticado el material. Ya juega más, se da la libertad de improvisar con las cosas que suceden. Y eso también yo lo gané con los años. Antes mis primeros años era presentar mi monólogo de seguido sin permitir un poco sentir qué es lo que pasaba con el público. Ahora juego más, me abro más, porque en el stand up vos rompés la cuarta pared, vos le estás hablando al público.

–¿El público cómo dialoga contigo cuando quiere expresarse?

–Bueno, si bien es un monólogo, el comediante tiene ser consciente de que lo tiene que hacer como si fuera un diálogo. El público da respuestas con las risas. Las risas te marcan un tiempo, pues no podés hablar sobre las risas, tenés que hacer una pausa. Cuando el comediante está despierto y atento, de repente se cae un vaso, suena un teléfono, uno tiene que estar atento a esas cosas. Una pareja llega tarde y pasa frente tuyo y vos ya tenés chistes preparados para esas cosas.

–¿Hay rompebolas también en el público?

–Hay, pero eso es muy excepcional. De repente hay borrachos que quieren opinar, dar su versión de lo que vos estás hablando. Buena onda muchas veces, en general buena onda, pero incomoda porque vos tenes tu guion. Querés seguir hablando, no perder el hilo. Vos le podés responder una o dos veces, pero después se te acaban los recursos y tenés que ver cómo zafar. Muchas veces yo soy un poco drástico. Si rompe demasiado la bola, le digo “bueno, mirá, esto es un monólogo, si vos querés hablar tanto, vení subite vos”.

–Esa capacidad que tiene el monólogo para denunciar desde el humor es único, ¿no?

–Es que nació así con Lenny Bruce en los Estados Unidos en la década de los 50. El stand up nació en los shows de varieté de vodevil que había en los bares, donde había varios números artísticos, cantantes, bailarines y había un presentador. Y el presentador entre números artísticos empezaba a tirar cuestiones de la vida cotidiana con crudeza. Eran lugares nocturnos y estaba habilitado hablar de todo. Así fue como fue teniendo protagonismo el presentador de estos números y después ya fue un número en sí, el hablar y contarle al público de la realidad cotidiana. Tiene mucho del humor citadino, lo que ocurre en la realidad y siempre se caracterizó por contar con crudeza y sin filtro ciertas cosas que suceden en la sociedad y así se afianzó en los Estados Unidos y hay grandes comediantes que se caracterizan por ser en sus respectivas épocas un símbolo de la contracultura a través del stand up.

–¿Proyectos, ideas, cine por ahí de futuro?

–Sí, a mí me encanta la actuación. Últimamente no me estoy metiendo tanto porque estoy muy enfocado en lo que es el stand up, no me doy tregua con el stand up. Si surge un casting, bueno, me voy. Me encantaría actuar. Siempre tenemos proyectos con nuestro grupo de guionistas, que hicimos una serie web que nos gustó bastante. “La serie” se llama justamente. Yo estoy abierto lógicamente a lo que surja, pero no le doy tanto gas como le estoy dando al stand up, ese es mi norte, es mi camino.

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