Hace sesenta años Pedrito García Garozzo arrancaba en el oficio de informar de la mano de su padre, don Pedro García, que marcó su existencia tanto en el plano de una ética de vida como en la vocación familiar elevada a la categoría de apostolado. En este ameno diálogo, Pedrito nos cuenta algunas anécdotas de su vida profesional, indisociable de su vida privada, así como su visión del mundo y el mensaje que deja a las nuevas generaciones.

  • Por Jimmi Peralta
  • Fotos: Emilio Bazán

La familia es ese con­texto en donde empe­zamos a ser. Es, en primera instancia, el mundo conocido que se constituye ante nosotros como lo otro: el alter. En simultáneo, siendo ese otro, la familia también se constituye de cada uno y está adentro nuestro y nos otorga la primera forma. Así, son los rituales de tributos y las rebeldías emancipatorias los que terminan de configurar­nos en relación con el mundo y con ella para ser nosotros mismos y para formar lo que llamamos nuestra identidad.

Pedrito García, probable­mente el buen señor más querido del periodismo deportivo paraguayo, es un profesional comprome­tido con la labor de infor­mar, un incansable, una per­sona madura que conserva en sus gestos de humanidad una capa residual de niñez indeleble.

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Pedrito García Garozzo

Su padre, don Pedro, es tam­bién padre del periodismo deportivo paraguayo y la figura en la que su hijo se inspira para sostener y vivir aquel proyecto inicial que prontamente se constituyó en Corporación Deportiva Fénix.

Pedrito tuvo su primera niñez en la casa de su abuelo, frente al puerto de Asun­ción, el epicentro capitalino del siglo pasado.

En esa esquina, en la con­junción de carretas, autos, burros, barcos y aeronaves, descubrió el periodismo a través de su padre. Desde ahí vivió, con cerca de cinco años, el histórico momento cuando don Pedro fue salu­dado por la afición fanática del fútbol, al consagrarse Paraguay campeón de Amé­rica en 1953, siendo él un defensor de aquel equipo.

Su mamá, que se resis­tía a que él herede la labor paterna, también está muy presente en su relato de vida. El deporte, el perio­dismo y la familia se cruzan todo el tiempo en Pedrito. Conoció a su esposa en el contexto de una cobertura. Se casó también en ese con­texto, y los eventos y perso­nas más importantes de su vida tienen una cercanía con el apostolado que él eligió para sí, además de su creen­cia en un ser superior.

Pedro García Garozzo y su historia tienen hoy un espacio en las páginas de La Nación en forma de diálogo. Su trayectoria es la conti­nuidad con brillo propio de un transitar familiar que arrancó en 1935, pasando resultados deportivos por la radio, y que hoy es una leyenda que también tiene el respaldo de sus hijas en esta labor.

–¿Cómo calificarías la relación que tienen en tu vida la familia y el perio­dismo deportivo?

–Por convicción religiosa y experiencia de vida, Dios y la familia están en la cima de lo que más debemos ate­sorar. Al periodismo depor­tivo en mi familia, tanto mi padre como yo, lo conside­ramos un verdadero aposto­lado, pues es un gran servi­cio para los destinatarios de este trabajo y estando al ser­vicio de los demás, estamos al servicio de nuestro Dios.

–¿Cómo fue tu primer día de trabajo como colabora­dor de tu padre en la radio y por qué pasó un año para tu siguiente aparición?

–Extremadamente tenso fue mi primer día al punto de que temblaba primero sin poder sostener el micrófono, por lo que bus­qué un pequeño pedestal de mesa para dejarlo fijo y también debí sujetar el papel donde tenía escrito mi escueto informe de un partido de básquet­bol entre Ciudad Nueva y Libertad. Eran vacacio­nes en el colegio y apro­veché el tiempo libre para tomar cursos de inglés. Al día siguiente, un compa­ñero me comentó: “Anoche escuché que una chica par­ticipó en la transmisión de tu papá. ¿Quién es?”. Sabía que era yo, pero me hice el desentendido. Entonces tuve que esperar un año más para retomar la activi­dad microfónica, cuando la voz resultara más gruesa, y mientras solo ayudaba en redacción y atención tele­fónica en los programas de Corporación Deportiva Fénix, que se hacían desde mi misma casa.

Don Pedro y Pedrito García, en una transmisión de box en el mítico estadio Comuneros.

–¿Qué trascendencia tenía la radio en la comu­nicación décadas atrás?

–Muchísima. Era el medio de comunicación por exce­lencia. Entretenía, infor­maba, enseñaba, orientaba e incluso en los tiempos en que comenzó la tarea de comunicación deportiva de mi padre, después de la Guerra del Chaco (1935), era un servicio de utilidad para los oyentes. Así fue como comenzó mi padre su vín­culo con el medio, llevando resultados de Nacional e Independiente a la radio, para hacerle conocer a mi tío, Andrés García, que en ese tiempo residía en Cangó, Itapúa (hoy Artigas) por­que no había otra forma de saber las informaciones sino mediante ZP9 Radio Prieto, que también cumplió un preponderante papel en la Guerra del Chaco, lanzando proclamas de aliento a las tropas que la sintonizaban en el frente.

–¿Qué despertó en vos la pasión por informar?

–El arquetipo que fue mi padre. Él nunca me dijo “tenés que ser periodista” con los labios, pero a gritos me lo decía con su ejemplo cotidiano.

–¿Cuál fue para vos el atractivo que represen­taban las transmisiones de las peleas de box? ¿Qué peleas recordás?

–Yo iba pegado como garra­patas a mi papá a todas sus transmisiones. Pero él mismo me advirtió que al único deporte al que no me iba a permitir que lo acom­pañara era al boxeo. Me decía que es un deporte muy noble y hermoso, tanto así que quienes se trenzan a trompadas en un ring des­pués no se bajan de él sin antes abrazarse. Pero me decía que tenía que ser más maduro para poder concu­rrir por la rudeza del mismo. Un día (en ese tiempo él era el único que relataba boxeo) coincidió una velada del Comuneros con un par­tido de fútbol en el Adriano Irala del Cerro Porteño. Yo no recuerdo qué partido era, pero perfectamente sí recuerdo que el combate era entre Rosalino Barrera y José Domingo Villalba. Fue empate y la primera vez que asistí a una pelea porque no le dio tiempo a mi papá de dejarme primero en casa, pues apenas pudo llegar a tiempo en un taxi desde can­cha de Cerro hasta el Comu­neros. Recuerdo muchas peleas, pero por lo que fue la emoción del primer KO, especialmente registro un triunfo por esa vía de Kid Pascualito ante el boliviano Blacut. Fue un tremendo gancho de izquierda que estalló en el rostro del alti­plánico. Y una de las “pela­das” más grandes que pasé, pues sentado al lado de mi papá en el ring side salté y grité “goooool” y a mi grito sucedió la carcajada de todos quienes alcanzaron a escuchar mi grito.

–¿Cuál es el significado del nombre Corporación Deportiva Fénix?

–Alude al ave mitológica. Mi padre fundó Onda Depor­tiva el 16 de noviembre de 1935. Pero en 1941 no la pudo sostener porque una xenó­foba disposición de Teleco­municaciones de la época prohibió el uso de micrófono a extranjeros y mi padre había nacido en Rosario, Argentina. Tuvo que con­tentarse con ejercer sola­mente el periodismo escrito. Pero como no podía ser de otra manera, a los dos años se levantó la insólita dispo­sición y al volver le cambió el nombre a su grupo periodís­tico por el de Corporación Deportiva Fénix, en alusión al ave mitológica que rena­ció de sus cenizas.

El retrato de Pedrito, en su juventud, montado detrás del micrófono que durante muchos años usó su padre para sus emisiones deportivas.

–¿Cuál era la puja fami­liar que tuviste a la hora de elegir el periodismo como profesión?

–La férrea oposición de mi madre, que no veía porve­nir, sobre todo económico, en la profesión de perio­dista deportivo, pues lo había sufrido en carne pro­pia con las penurias en ese orden que experimentó mi padre, al punto de tener que viajar a Clorinda, ya en sus últimos años, para trabajar en un establecimiento hote­lero de un tío.

–¿Qué significó para vos hacerte cargo de Corpo­ración Deportiva Fénix?

–Una tremenda respon­sabilidad, pues justo en el momento en que mi padre cayó gravemente enfermo y tuvo que ser operado de una doble úlcera sangrante de esófago, me llegó una oferta de Primero de Marzo para ser coordinador de deportes de la radio. Le consulté a mi padre y me dijo que ahí estaba mi futuro. Incluso me vati­cinó que iba a poder conocer en breve a mis parientes de Italia, de donde era oriunda mi madre. Me recomendó: “Dejá Corporación y aceptá la oferta de Primero de Marzo”. Pero yo no quise abandonar tanta trayectoria, que desde 1935 había impulsado con gran vocación de servicio y tanto amor mi señor padre. Le planteé entonces a Car­los Alberto Gómez seguir con Corporación paralelamente y él personalmente gestionó y convenció a los directores de la radio para que hicieran una excepción. Antes de un año, todo el grupo de Corporación también pasó a Primero de Marzo.

–¿Cómo era trabajar con Carlos Alberto Gómez y qué representó eso para tu carrera?

–Era sentirse como el pato en la laguna. Teníamos tantos puntos coincidentes. Nunca discutimos en las ocho feli­ces temporadas que nuestra vinculación mantuvo a dia­rio. Era menor que yo en edad, pero fue como si fuera un her­mano mayor. Nunca conocí a alguien con tanto apego al trabajo, tan perseverante, puntual, competente, idó­neo y tan buen compañero, porque era más que un jefe, era un camarada para cada uno de quienes trabajábamos con él. Así como Carlos de la Púa dijo que “cuando nació Erico se rompió el molde”, parafraseándolo digo que cuando nació Carlitos tam­bién ocurrió lo propio.

–¿Cómo el tenis fue una excusa profesional para tu historia matrimonial?

–Fue gracias a un viaje a Caracas que conocí a mi esposa (Genny Maes­tre Orbegoso), en la escala de Lima, Perú, donde ella abordó aquel bendito vuelo de Eastern para desem­barcar en Panamá un 20 de julio de 1987. Yo me iba para transmitir la copa Davis, España-Paraguay en Caracas, vía Miami. El asiento del pasillo estaba libre y ella subió y se sentó ahí, a mi lado. Hablamos las tres horas que duró el vuelo. Luego cartas (no había internet todavía y el telé­fono era carísimo, a razón de 4 dólares el minuto) y dos reencuentros en otros even­tos en Lima para finalmente casarnos el 7 de julio de 1993, después de otro match de copa Davis (Perú-Para­guay), que propició nuestro reencuentro tras distancia­miento de un par de años.

–¿Algunas coberturas memorables para vos?

–Mi máxima emoción como hincha fue el triunfo de Para­guay por un simple ante Bra­sil, en el Comuneros, con el doble histórico que marcó Edith Nunes, en la agonía del partido, y dio el título invicto del Sudamericano de Basket­ball a Paraguay. Yo tenía 13 años. Y fue el único evento al que concurrió mi madre a todos los partidos, pues papá nos compró un bono para todas las jornadas a ambos. Y como profesional, sin dudas, a 22.000 kilómetros de dis­tancia, el título mundial de fútbol de salón que le gana­mos a Brasil en Melbourne, Australia, en 1988.

–¿Qué se extraña del viejo periodismo, de la pasada redacción, y hoy qué cosas te parecen grandes apor­tes en la profesión?

–Extraño el ruido de las redacciones con el rítmico tecleo de las máquinas de escribir. Hoy internet es un aporte maravilloso. Creo que el siglo en el que vivi­mos debería llamarse la Edad de la Comunicación o de las computadoras, inter­net y las redes. Yo era reacio en principio a usar los orde­nadores. El doctor Paciello fue el primero que incor­poró como director de La Tribuna, a principios de los 80, esas máquinas con pan­tallas monocromáticas en la eran pre-Windows. Yo fui a los juegos de Seúl en 1988 y pedí una máquina de escribir y me dijeron que solo la encontraría en un museo. Ahí me di cuenta de que debía aggiornarme y lo primero que hice al vol­ver fue estudiar computa­ción. Así, el 1 de marzo de 1997 habilitamos la primera web netamente deportiva del Paraguay, Corporación Deportiva Fénix Digital, que sigue vigente como sitio ins­titucional al lado de su evo­lución informativa www.purodeporte.com.py.

–¿Qué mensaje les das hoy a los jóvenes que se pro­yectan dentro del futuro periodismo deportivo?

–Que sigan la enseñanza del gran maestro Ryszard Kapuściński de que “para ser un buen periodista, hay que empezar siendo una buena persona” y que en la tabla de posiciones de sus vidas, pongan siempre a Dios en primer lugar, para lo cual Jesucristo es el único camino, la verdad y la vida y nadie llega al Padre sino mediante Él.

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