La Muy Noble y Leal Ciudad de Nuestra Señora Santa María de la Asunción cumple 485 años. Recordamos aquí los hechos que dieron lugar a su nacimiento con la ayuda de reconocidos historiadores.

Sebastián Caboto par­tió de San Lúcar de Barrameda en abril de 1526 con el encargo del Reino de España de consoli­dar una ruta hacia las islas de las especies y la China.

Tiempo después, habiendo cruzado el Atlántico, anclado en Pernambuco con sus tres “naos” y una carabela que tri­pulaban unos 210 hombres, escucha de los navegantes españoles y portugueses allí reunidos las leyendas del oro y plata del Perú.

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Entonces decide intentar coronar el sueño de las rique­zas infinitas y cambia el des­tino de su expedición. Ante la oposición de los comandantes de los navíos, los hizo bajar en una isla brasileña y siguió viaje hacia el que llamaban Mar de Solís y ya también Río de la Plata.

Mapa español de 1600.

Bajando por la costa atlántica se detiene en el cabo Santa María, hoy Punta del Este, donde encuentra a Francisco del Puerto, ex marinero de la expedición de Juan de Solís que había aprendido el gua­raní y se le ofrece de guía para remontar los ríos hacia lo que los indígenas llaman Tape Aviru (el camino de la plata).

Caboto, el 9 de junio de 1527, funda el fuerte de Sancti Spi­ritus sobre el Paraná, apenas 50 kilómetros al norte de lo que hoy es Rosario. Desde esa base consigue navegar en 1528 el río Paraguay hasta la desemboca­dura del río Pilcomayo.

La hostilidad de los indios del Chaco lo convencen de que es necesario consolidar una línea de fuertes para avanzar hacia los tesoros.

En 1530 vuelve a España, donde el rey Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico escucha asom­brado su historia alucinada de la tierra de riquezas y toma dos decisiones. Lo condena a prisión por haber abandonado su expedición original y apura la preparación de la expedición que traería a estas tierras al “primer adelantado”.

El fuerte de Nuestra Señora del Buen Aire, fundado por don Pedro de Mendoza, rodeado de nativos, representado en un cuadro de Léonie Matthis.

Dice el documento más anti­guo que posee el Archivo Nacional de nuestro país: “Don Carlos V, por cuanto don Pedro de Mendoza criado de mí, el rey y como hombre de mi casa con la más alta solemnidad que habéis venido a nos servir y del Acrecentamiento de nues­tra Corona Real de Castilla os habéis ofrecido de ir a conquis­tar y poblar las tierras y provin­cias que hay en el Río de Solís que llaman de la Plata donde estuvo Sebastián Caboto y donde halle calar y pasar la tie­rra hasta llegar a la Mar océano sobre lo cual mandamos tomar con vos cierto o bien lación y en el si un Capítulo de Su Majestad pretendiendo haber cumplido al servicio de Dios en Vuestra persona y por vos hacer merced de vos hacer Nuestro Gober­nador y Capitán General de las Provincias y Pueblos del dicho Río de la Plata y en las dichas doscientas leguas de costa del Mar del Sur que comienzan e de donde acaban los límites”, dice el texto datado en mayo de 1534 y firmado por el rey Carlos V.

Vale consignar que en él se le confiere el título de adelantado, gobernador, capitán general y alguacil mayor de las tierras que llegara a descubrir, con­quistar y poblar.

Dicho esto, en 1536, Pedro de Mendoza funda Buenos Aires pensada como el punto central de la línea de abastecimientos.

Cuenta la historiadora Noelia Quintana: “Sabemos de las circunstancias poco favora­bles de Pedro de Mendoza en la primera fundación de Bue­nos Aires, donde los nativos de la zona, los querandíes, no querían aportar alimen­tos para los españoles y eran un tanto más belicosos que los carios, aunque eso no quiere decir que los carios no hayan sido belicosos”, relata.

Mapa de Caboto de 1544.

“Tenemos que entender el ethos de la soldadesca espa­ñola, la mayoría de ellos eran vascos y andaluces. Ellos con­sideraban que trabajar la tierra era una cuestión denigrante. Así que eso, más el ataque de los nativos de la zona, conllevó a que se busquen otras alter­nativas y otros lugares donde abastecerse. Así fue que surgió la expedición de Juan de Ayo­las, que por un tiempo no envió ningún mensaje y esta incomu­nicación preocupa a Mendoza y se envía una segunda expe­dición en búsqueda”, cuenta la historiadora.

Ayolas, tras guerrear y vencer al cacique Lambaré en la zona del cerro que lleva su nom­bre, se había aprovisionado y seguido hacia el norte, donde el 2 de febrero de 1537 fundó el fuerte de Nuestra Señora de la Candelaria, cerca de la des­embocadura del río Blanco en el río Paraguay entre las que hoy son las ciudades de Fuerte Olimpo y Corumbá.

Desde allí llegaría a territo­rio boliviano atravesando el Chaco, pero no pudo alcanzar la Sierra de Plata.

Por ello, para reforzar su expe­dición decide regresar al fuerte de la Candelaria, donde halla­ría la muerte a manos de los payaguaes en 1538.

Señala Quintana: “Ahí vemos que Juan de Salazar con otro grupo de soldados son envia­dos a buscar a Ayolas, llegan hasta Lambaré y se encuen­tran con los carios, con los que acuerdan la fundación de un fuerte militar”, recuerda.

Documento del rey Carlos V nombrando a Pedro de Mendoza.

“Los carios se alarmaron ante la presencia de los españoles, pero la tecnología militar se impuso. Ellos tenían armas de fuego, tenían espadas de acero y los indígenas no. Entonces surge una suerte de pacto polí­tico entre los españoles y los carios”, comenta.

Se cuenta que los dominios de Kara Kara, lo que hoy se llama la bahía de Asunción, era un centro de concentración de alimentos de las tribus cer­canas, por lo que allí podían abastecerse de víveres, frutas, carne, mano de obra y guerre­ros indígenas.

También ofrecía otro elemento geoestratégico, su cercanía a la desembocadura del río Pilco­mayo, que según todos conta­ban era el camino directo a la plata y el oro.

Por eso, Juan de Salazar y Espinosa de los Monte­ros un 15 de agosto de 1537 funda allí el fuerte militar; sin embargo, recién el 16 de setiembre de 1541 se firma el acta de fundación, con la formación de un cabildo instituido por el teniente de gobernador Domingo Mar­tínez de Irala, elevándose a la calidad de ciudad.

“Asunción era un lugar que era una suerte de descanso donde se abastecían de ali­mentos y de allí podían seguir con las expediciones para hacer presencia e impo­nerse ante los portugueses”, resume Quintana.

MADRE DE CIUDADES

Llamada Madre de Ciuda­des, desde Asunción revivió Buenos Aires, fundada por segunda vez por Juan de Garay en 1580; Corrientes, Santa Fe y Concepción del Bermejo en Argentina; Santa Cruz de la Sierra en Bolivia y Santiago de Jerez cerca de Campo Grande en Matto Grosso do Sul y Ciu­dad Real (hoy Terra Roxa do Oeste) en Brasil.

Se estima que desde la capi­tal de la llamada Provincia Gigante de Indias, que iba del Amazonas hasta la Patagonia, vieron la luz en total unas 70 poblaciones.

Llegó a decir el ex presidente paraguayo Natalicio Gonzá­lez: “La civilización del Río de la Plata no es obra de Europa: fue una empresa netamente asuncena”.

Para el historiador Herib Caballero las expediciones fundadoras tienen “moti­vos diversos. Por ejemplo, el Guairá original –hoy estado de Paraná– fue poblado con el fin de encontrar minas de oro, la zona chaqueña fue explo­rada por Nufrio de Chaves y sus compañeros para conec­tar el Perú con el Paraguay, y en cuanto a las fundaciones hacia el sur (Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires) se hicieron con el fin de conectar con la penín­sula ibérica”.

Para David Velázquez Seifer­held, “el motivo fundamen­tal de las expediciones desde Asunción fue consolidar la marca, el espacio hispánico en el sur de Sudamérica y en la frontera con el imperio portu­gués. Ese es el motivo central, vinculado a la idea de explota­ción del potencial económico (se pensaba que minero, en pri­mer lugar) de la región; y luego, a la explotación de la mano de obra indígena”, apunta.

Y agrega: “Estamos hablando de las décadas iniciales de establecimiento del imperio español. De hecho, en general, cuando desde la mirada his­pánica se analiza el pasado, se distingue la época de con­quista (inicial) y la posterior, de poblamiento”, reseña.

Coincide su colega Fabián Chamorro: “Era parte del pro­ceso de conquista, ya sea bus­car valores o accesos princi­pales a puntos como el Perú y después también ya había una población mestiza muy grande que se utilizó como parte de esas expediciones para fundar pueblos a partir de Asunción”.

ABANDONADA

Habiéndose logrado la con­quista del Perú por el Pací­fico en 1548, la ruta de los ríos Paraná y Paraguay es dejada de lado.

“Asunción fue abandonada por el centralismo monárquico. Sin dudas”, considera David Veláz­quez Seiferheld recordando que, en 1617, el rey de España creó la provincia del Río de la Plata, con Buenos Aires como capital, y la provincia del Guairá, con capi­tal en Asunción.

Chamorro coincide: “Es aban­donada desde principios del siglo XVII, luego de la segunda fundación de Buenos Aires en 1580 y cuando se divide la provincia Asunción se queda como capital de la provincia del Guairá o del Paraguay y el resto del Río de la Plata comenzó a tener más importancia por el puerto de Buenos Aires para los españoles”.

Dice Quintana: “No sé si abandonada sería la palabra, entiendo que es un desconoci­miento de la monarquía espa­ñola que finalmente traza una división de la provincia. Esto hizo que quedemos sin salida directa al mar y nos converti­mos en una ínsula de tierra”.

Herib Caballero concuerda con la percepción de su colega: “No sé si abandonada, fue una región periférica. Luego de que no se encontraran minerales, su función fue la de antemu­ral para el avance portugués. Y evidentemente las quejas sobre la pobreza y miseria de la tierra están en forma permanente en los escritos del Cabildo y de los gobernadores”.

Luego añade: “Creo que las medidas de auxilio que se pidieron en más de una ocasión pocas veces fueron cumplidas tanto por el virrey del Perú como por la corte de Madrid, primero porque las comuni­caciones eran lentas y porque, como sostuve, dentro de la polí­tica de los Austrias una tierra sin recursos minerales no era prioritaria”.

La Revuelta de los Comune­ros (1721-1735), uno de los pri­meros alzamientos contra el dominio colonial, es consi­derada como fuente inspi­radora de los movimientos independentistas que crece­rían a fines del siglo XVIII y comienzo del XIX, pero esa es ya otra historia.

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