POR ESTEBAN AGUIRRE - @PANZOLOMEO

Hace poco quise convencer a un amigo de que su nueva empresa se debería llamar “Calimocho”, simplemente porque me gusta como suena la palabra y creo que puede que tiene un potencial comercial con solo sacarla de su contexto original y utilizándola para apodar al emprendimiento en cuestión, lógicamente con la ayuda de algún eslogan interesantón como “Ahora sí te tocó el Calimocho” o algo por el estilo.

Efectivamente la respuesta a tal propuesta fue un rotundo” Ehm…¡No!”, seguida de la aclaración: “¿No querés pío que le llame Guarapo nomás ya?”.

Para quienes no saben lo que significa Calimocho, aquí va un poco de luz sobre el tema, el calimocho es una bebida alcohólica caracterizada por ser “villera” y consumida por los estratos sociales más bajos de la madre patria. Consiste en mezclar alguna bebida cola con vino (preferentemente en cartón, el año de la cosecha no viene al caso).

Entiendo cómo uno puede entender a mi amigo y su comentario con olor a guarapo, pero entiendan que estaría bueno pensar cada tanto que no necesariamente los nombres determinan el futuro de un producto o una persona, sino viceversa.

Que bueno sería vivir en un mundo en donde las personas determinan el valor de su nombre. Es todo una cuestión de carácter y nada más que eso.

Por ejemplo, si le pones a tu recién nacido un nombre complicado como (no sé) Mafalda, probablemente sufra un apodo en el camino de alguna Tía “personaje” terminando con la hija llamada Mafi llorando en el recreo porque sus amigas le tientan por haber comido ocho medialunas y dos caracoles. El nombre con el que transitamos la vida es una buena ayuda

para abrirnos puertas, es más fácil llamarse Pablo que Eliseo, pero en mi opinión Eliseo forma más carácter en una persona que Pablo. Hace que respetes quien sos por lo que sos no por como te llamas. (Si te llamas Pablo Eliseo y a eso le agregas Francisco ya tenés que ser nomás un gran tipo por simple naturaleza).

Al final del día seguirá siendo una cuestión de actitud. El día de mañana podemos tener a un “Nery” en la Presidencia de la República y probablemente sea un mejor presidente que un Fernando porque tardó años en definir la persona detrás del nombre ocurrente que sus padres decidieron darle.

Creó carácter porque tuvo que defender durante interminables años de colegio su nombre y en el proceso su personalidad. Yo le voto a Nery solo por llamarse así.

Está demás decir que esta noción que comparto en estás líneas es una calle de dos vías, perfectamente podés ligar el nombre “Adolf” sin que a nadie se le ocurra que podés ir a armar semejante bochinche con la humanidad, tus acciones manchan el legado de tu nombre, sea cual sea tu marcante.

“Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre y eso es lo que realmente somos”. - José Saramago

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